Hará como 25 años, año arriba, año abajo, que descubrí la Sala Cuarta Pared, en la calle Ercilla. Una sala de teatro muy estrecha y profunda, donde tuve la enorme suerte de ver una trilogía que se llamaba "Las Manos" que no se me ha olvidado nunca. La primera de ellas, trataba sobre una generación de jóvenes de los años 40 en el mundo rural, y nos contaban cómo les iba a lo largo de un año según iban pasando las estaciones: la plantación, la recolección, la siega... Las manos. Los espectadores estábamos en dos o tres filas de bancos corridos sentados alrededor del escenario, formando un cuadrado, y ellos, creo que eran seis, se iban deteniendo en cada lado del cuadrado y nos iban enseñando a los que quedábamos enfrente sentados las fotos de un viejo álbum mientras nos hablaban de su familia, amigos, pareja y su vida de trabajadores del campo. Había un velatorio en la obra, nos sacaban pastas y una copita de moscatel y asistíamos al duelo. Y así todo. Cómo me gustó, tanto, que nunca he olvidado aquella obra de teatro. Después terminaron por ser tres obras de tres generaciones distintas.
Tenía cierta aprensión de volver a la Sala Cuarta Pared, no sé si había vuelto alguna vez, pero guardo tan buen recuerdo de aquella vez, y en esta ocasión tenía un título tan fúnebre que me decía: Buf, ya verás que alegría va a ser... Y como que el cuerpo y la vida, la verdad, me pedía más alegría. Peeero, fijaos, que fui y me ha vuelto a encantar en otra de sus obras. "Nuestros muertos" superó todas mis expectativas y me gustó mucho.
Es intensa, dura, dramática, pero también es sensible, profunda y buena. La historia tiene su origen en aquellas reuniones que hubo entre los familiares de las víctimas de ETA y los responsables de las muertes de sus hijos. Pero además, se enlaza con las muertes de la guerra, los fusilados, las cunetas...
Los protagonistas son una mujer octogenaria que se reúne con quién mató a su hijo, una víctima colateral de un atentado terrorista. Además a esta mujer le fusilaron al padre que había sido alcalde al principio de la guerra. Y además salen otros dos personajes que son ellos mismos de jóvenes, son su memoria y que se van colocando al lado de quién son de mayores.
Entonces se establece un juego muy bonito en el escenario entre el presente y el pasado con sus voces, unas veces acompañándose, otras solapándose. Y simplemente hay una mesa, dos sillas y los protagonistas pero llenan todo el espacio, saltan en el tiempo, van, vienen, pero crecen y crecen.
El texto me ha atrapado desde el primer momento cuando el etarra que espera su visita le dice a la madre que no busca su perdón. Y ella contesta: "El perdón no nos corresponde a nosotros". Y ahí comienzan a escucharse, la madre viene a escucharle, a oír lo que tenga que decirle. Y comienza la conversación y ambos se cuentan y cuentan.
Es un texto sobrecogedor, es un viaje al pasado y al presente que no deja de fluir cálido a veces con sufrimiento, a veces con delicadeza, transmitiendo añoranza, rabia, dolor, esperanza...
Los cuatro intérpretes lo hacen tan bien... Eran todos tan creíbles... Qué buena obra, y qué buenos actuando. Me ha encantado. El teatro bueno en una sala pequeñita se vive tanto...
La Sala Cuarta Pared nunca me decepciona.
Texto y dirección: Mariano Llorente
Interpretación: María Álvarez, Carlos Jiménez-Alfaro, Clara Cabrera, Javier Díaz
Vestuario y escenografía: Laila Ripoll
Música: Mariano Marín
Diseño de iluminación: David Roldán
Ayudante de dirección: Héctor del Saz
Producción y distribución: Joseba García
Fotografía y gráfica: Javier Naval
Prensa y comunicación: María Díaz
Grabación obra y teaser: Miguel Ángel Calvo Buttini
Edición teaser: Juan Poveda