Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

martes, 8 de octubre de 2024

8 de octubre, otra vez.

 



Todavía no soy capaz de leer todas las cuartillas que escribió mi madre cuando aprendió de nuevo a hacerlo. El ictus no sabía con quién estaba tratando y aunque le obligó a aprender a hacer de nuevo todas las tareas, le obligó a reescribir su vida entera con la mano izquierda, no pudo con ella. Tenía entonces mi madre justo la edad que tengo yo ahora. 

Hay días que uno va esquivando los recuerdos para no caer de bruces en ellos. 

Me conmueven esos renglones que no consiguen parecerse ni de lejos a la letra que tenía mi madre, aquella caligrafía tan igualita que le enseñaron sus monjas. Me conmueven las faltas de ortografía que me pidió que le corrigiera y ahí quedaron porque seguramente, tonta de mí, me distraje con otra cosa infinitamente menos importante. Me conmueve la fuerza de voluntad que se escapa por esos trazos que ella intenta ajustar a las líneas del papel contando cómo conoció a mi padre y cómo se portó con ella en aquel primer cumpleaños que vivieron juntos, otro ocho de octubre como hoy de hace ya unos cuántos años. 

Hay días en los que no caben más palabras que éstas. Días que se debe escribir lo que no se dice. Días de dar gracias. Gracias porque nos tocó a nosotros cinco ser sus hijos. Qué orgullo.

Feliz no cumpleaños mama. 


lunes, 7 de octubre de 2024

Lunes. Feliz lunes.

 

Si llegas al metro, pasas el abono transportes por un torniquete y no te deja, lo pasas por el segundo y tampoco, por el tercero, el cuarto, pero no hay forma humana de que aquella máquina infernal te permita el paso, y te dices "Pero vamos a ver. ¡¡Si lo acabo de recargar!!" antes de echarle una ojeada rápida y comprobar que no sacaste el abono transporte, sino la tarjeta del supermercado DIA tan cuadriculada, tan roja, tan parecida al abono transporte, entonces solo es LUNES.

Si entras al vagón y buscas y rebuscas en la mochila el ebook porque anoche te quedaste en lo más interesante y porque te encanta aprovechar esa primera media hora de metro en avanzar páginas y sacas el monedero, el tarjetero, el móvil, las gafas "de ver", las gafas "de sol", el paraguas, las pastillas y la biblia en verso pero joooo, no aparece y ¡no! visualizas en tu mente, con añoranza, como quedó abandonado a su suerte en la mesilla, entonces solo es LUNES.

Si en la siguiente media hora que queda hasta llegar al trabajo quieres caminar y no hay nada como abstraerse del mundo escuchando lo que te apetezca, y sacas el móvil y pones el spotify, y pillas los auriculares y te pones el uno y el otro y por más que los conectas al bluethooth, el invento no se engancha y les soplas y los resoplas, y te los vuelves a colocar en las orejas, una y otra vez, metiéndotelos hasta casi las trompas del tal Eustaquio, pero nada, y quitas y das a la teclita del bluethooth, pero no hay manera, hasta que desistes y te desenganchas de todo y guardas el móvil y los auriculares otra vez en la mochila y aceleras el paso sin música, sin podcast, sin na de ná salvo tus pisadas, entonces solo es LUNES. 

Si llamas a tus compañeros para desayunar porque tu cuerpo necesita otro café bien cargadito para abrir de una buena vez los ojos y empiezas a hacer recuento mental y resulta que el que no está teletrabajando está de vacaciones, y a los que estaban ahí ya no los ves, pero queda la opción del Teams y escribes a los de la otra planta y el que no te dice que bajó a primera hora, te dice que no cuentes con él que tiene una reunión en diez minutos, y los que no veías ya, resulta que salieron diez minutos atrás y te toca llamarles por teléfono para que por favor te esperen y sales disparada tras ellos con la chaqueta, la tarjeta y la mochila en las manos para alcanzarlos, entonces solo es LUNES. 

Solo es LUNES, solo es LUNES, solo LUNES, te repites como un mantra.

Otro lunes en el que no empiezas a espabilarte hasta las once de la mañana, hora en que, tras dos cafés, una carrera tras los compañeros, una caminata a pie con tus pensamientos y media hora de lucha cuerpo a cuerpo en el metro con otros iguales que también están de lunes pero quieren pillar el metro que pita, el asiento que ven libre en la lejanía y todo lo que tú quieres y más, te sientes preparado para decirte: "Venga, venga, no es tan malo, ya solo quedan cuatro días y medio para que sea viernes otra vez. Vamos, no seas mema, lo único que pasa es que es LUNES". 


La palabra LUNES etimológicamente viene del latín clásico: "Dies lunae", o lo que es lo mismo "primer día de luna". Del latín clásico pasó al vulgar que lo abreviaron como "Dies lunis" y de ahí a "lunis" y ya se quedó en nuestro "lunes".



domingo, 6 de octubre de 2024

"Cigarreras" en el Teatro Fernán Gómez de Madrid

 


Tras el parón del verano y liberarnos del secuestro al que nos tenía sometidos el calor, con la consiguiente y necesaria abducción del agua, una se siente en la obligación de retomar las exposiciones y los teatros para no sentirse ya totalmente atocinada tras la inactividad  intelectual veraniega. 

Comenzamos el curso con la obra de teatro "Las cigarreras" en el Teatro Fernán Gómez de Madrid, Centro Cultural de la Villa. Qué buenas butacas siempre ha tenido la sala Guirau de ese teatro: grandes, blandas, con espacio para estirar un poco las piernas. Te sientas y te dices, qué gusto de sala. No defrauda nunca. 

Habíamos estado en esta misma sala, en primavera, viendo Galdós Enamorado, con Emilio Gutiérrez Caba y María José Goyanes, con una obra cuyo argumento giraba en torno a la relación sentimental entre Benito Pérez Galdós y Emilia Pardo Bazán y que se plasmaba en su correspondencia. En la otra sala, que también me gusta mucho, la Jardiel Poncela, más pequeña y acogedora, las últimas veces vimos "Mi abuela no se llama Carmen"o "Tea room". 

Ahora en otoño volvemos a la sala grande y también a doña Emilia, pues "Cigarreras", la obra que ahora se está representando, es una adaptación del director y dramaturgo Cándido Pazó, de la novela de Emilia Pardo Bazán titulada "La tribuna". Mote con que llamaban sus compañeras a una de las cigarreras, cuya historia nos van a contar.

De la representación, en general, salimos contentos. La obra es muy emotiva y cuando termina muchos de los asistentes comienzan a levantarse a aplaudir porque es cierto que llegan a conmoverte las vidas de esas mujeres trabajadoras. Eso es buena señal. Lo cierto es que tiene un montaje muy conseguido: la atmosfera de la fábrica donde trabajan las cigarreras, el momento político convulso de aquella España del Siglo XIX que abarca desde la Revolución de 1868 hasta la I República, las cuitas personales y laborales de las gallegas cigarreras está muy bien reflejado. Es un montaje que solo ha contado con mujeres.

Doña Emilia destaca porque está muy bien representada por la actriz Susana Dans. Cuando comienza la obra está releyendo, once años después de escribirla, su obra "La tribuna". Eso le trae recuerdos y los comenta con sus supuestos lectores, que somos su público. Y ahí arranca la historia. 

Las actrices cantan varias veces durante la obra y eso intensifica la atmósfera de camaradería que nos llega y le imprime mucho ritmo a la obra. Lo único que yo sentía es que en esas ocasiones en las que cantaban, que me gustaban mucho, no vocalizaban tan bien como para entender qué decían. Me llegó mucho y me pareció muy oportuno que tuviera su papel, doña Emilia en la obra. La interpretación me pareció muy fiel a lo que sabemos de la autora, su porte aristocrático, su talante goloso y amistoso, su curiosidad tan intelectual... También me parecían muy creíbles y naturales las actrices que representaban a las cigarreras de mayor edad. 

En general es un montaje muy logrado. Son dos horas de representación pero no se te hacen largas. Trae hasta nuestros días una obra social, siempre necesaria, de reivindicación de la mujer, no solo en el terreno laboral sino también en el sentimental, y tiene una carga emocional que transmiten al público. La interpretación de las actrices, sus derrotas, el camino que finalmente siguen sus vidas es muy interesante y te contagian de su ánimo.


miércoles, 2 de octubre de 2024

Siempre café

 


Los granos de café que masticaba mamá, mientras lo molía, siendo aún niños; el café asesino que casi me mata en Egipto; el que subía humeando escaleras arriba cuando los padres tenían reunión de vecinos en casa de la Señora Ángela; aquel machaquito que nos tomamos la primera tarde en La Palma mientras atardecía tras los dos faros; el café con leche y barrita con aceite que desayunábamos cada mañana tú y yo mientras nos íbamos enamorando; el que acompañábamos de una caracola recién hecha en La Pausa de Dublín con Oscar Wilde al fondo; el que nos tomábamos a media tarde con mamá y su bizcocho recién hecho en aquella mesa redonda de nuestra luminosa y enorme cocina; aquellos cafetitos riquísimos de La Puglia a los que me tiraba "en plancha" en cuánto me veía en calle con tiempo libre; el café que se enfrió en la taza el día que tú dijiste que quizá no deberíamos seguir; el brebaje turbio que nos daban en Escocia mientras aquel compañero del viaje cantaba: “Dame veneno que quiero morir, dame veneno…”; el café que nos tomamos con nuestros recién estrenados amigos en aquella librería de Corfú tan chula donde un gato despanzurrado dormitaba; el "con hielo" que no me tomaré nunca; el "bombón" que me tomaría siempre; el café diario justo y necesario de después de comer esté donde esté sola o acompañada; el café donde se disolvió tu "quizá" antes de tragártelo y continuar diciendo: "pero no quiero"; el café irlandés con turroncitos por el que nos clavaron aquella navidad; los cafés que nos tomamos mi soledad y yo; esos en los que mojamos los dulces típicos de aquí y allá; el carísimo café suizo que menos mal que estaba bien rico; el descafeinado que me sabe a gloria los miércoles de tertulia hablando de letras; el que nos tomamos al solecito y frente al lago en Los Dolomitas; el "noisette", la "mediana", el "machiato" todos los que aprendí a decir para defenderme por la vida; todos los cafés que me han robado los malandrines de todos los bares del mundo a la voz de “ya tenemos la cafetera limpia y apagada”; todos los que nos hemos tomado en los aeropuertos antes de viajar; los que han calentado tantas conversaciones importantes en casa, con los amigos, contigo; los mil y uno que nos hemos seguido tomando tú y yo desde que decidimos dejar nuestra, sin embargo, interminable historia.


@Rocío Díaz

 Dicen que el 1 de octubre es el Día Mundial del Café.


¿Quién necesita un día mundial?












lunes, 30 de septiembre de 2024

"Los siguientes" de Pedro Simón. Reseña Literaria


 

"Todo lo mío es vuestro, repartid las cuatro cosas que tenemos como os venga en gana.
Sois hermanos y eso es la hostia. Sois hermanos y eso debería ser suficiente. Sois hermanos por encima de quién se queda con cuatro migajas de viejo.
Si alguna vez se os olvida, pensad que venís del cuerpo sagrado de vuestra madre. Si alguna vez os perdéis, volved al lugar conde más felices fuisteis, que es la infancia, y darle fuelle a aquello, no dejéis que se apague. ¿No os acordáis ya? Tú, Gabriel, siempre defendías a tu hermano, con los puños si hacía falta... Tú Darío, querías ser como él, en todo, en la ropa, en el pelo, en la forma de hablar... Y tú Carmen, les tenías tanta devoción a los dos que durante mucho tiempo decías que querías ser un chico y hasta un día lamentaste no haber tenido pito..."


Cuánto he disfrutado la lectura de este libro tan sentimental, tan cotidiano, tan normal y tan extraordinario al mismo tiempo. 


"El primer día que tuve que limpiarle el culo a mi padre, me mentí diciéndome que era igual que cuando se lo limpiaba a mi hijo: venga, Carmen, que es lo mismo; va, Carmen, que es tu padre; venga, mujer, que ese hombre te limpió el culo a ti.
Me lo repetía como quien está a punto de correr para darse impulso y saltar.
Es lo mismo, Carmen. Hazlo ya.
Pero no. No es lo mismo..."

Con Pedro Simón siempre volvemos a las relaciones familiares. Con Los ingratos tratamos nuestra relación posterior con quiénes nos habían cuidado, en Los incomprendidos la relación con los hijos y ahora en Los siguientes el tema principal es cómo afrontamos que nuestros padres tienen que envejecer sí o sí. Temas universales.

Después de "Los ingratos", y "Los incomprendidos" yo me tenía que leer "Los siguientes", aunque supiera que me iba a doler y a encantar a partes iguales. Lo sabía. Y no me equivocaba. 

Aquí los narradores son los tres hijos de Antonio: Carmen, Darío y Gabriel. Gracias a sus voces tan diferentes vamos a ir conociendo a toda la familia, sus padres y sus hijos. Iremos sabiendo lo que les ha ocurrido, lo que los une y les separa. Y hasta el final no vamos a escuchar la voz de Antonio. 

Las tres voces de los narradores en primera persona están perfectamente perfiladas, no haría falta ni que te los presentaran porque son inconfundibles. Se corresponden con tres hermanos muy diferentes en sus formas de ser, en su lenguaje, en sus vidas, en su forma de relacionarse con los demás. Los personajes están nítidamente diseñados, enseguida ves lo que piensan en sus gestos y sus palabras, sabes lo que sienten, su forma de conducirse por la vida.

Son una familia normal y corriente de clase media de nuestro país. La ambientación está muy lograda. Por momentos es mi familia, la del vecino, o la de más allá. 

El autor nos tiene con el corazón en un puño toda la novela porque su prosa destila sensibilidad en cada frase que el personaje dice. Es un libro muy sentimental pero nada ñoño. Una narración que transmite mucho, que conmueve más. Y cuando ya piensas que ya vas derecho al fin, aún tiene ahí preparado para ti un giro en el argumento que te hace volver a mirar al personaje principal y verlo con otros ojos. 

No quiero contar más. El que más o el que menos se va a sentir identificado con lo que se cuenta en esta novela, en todas sus novelas, porque te lo cuenta tan bien Pedro Simón, pero tan bien... es tan certero diseccionando los sentimientos que no podéis salir indemnes de esta lectura, de ninguna de sus lecturas, y eso es, además de un logro como autor, una maravilla para mí como su lectora. 




viernes, 27 de septiembre de 2024

Murales de Olbia

 



"Cerdeña es otra cosa. Más amplia, más normal, sin subibajas, alejándose progresivamente hacia el horizonte. Cordilleras muy normales, de cerros y parameras que se alejan, tal vez hacia un grupo de cumbres dramáticas por el suroeste. Se tiene esa clara sensación de espacio que en Italia siempre se echa en falta. Hay un espacio amable en derredor, y hay distancia en los viajes: nada esta acabado, nada es definitivo. Es como la libertad misma..."
D. H. Lawrence


Mi Cerdeña no tiene nada que ver con la del autor británico, mi Olbia no es su Terranova, separan cien años a los dos viajeros. Pero algo de mágico hubo en terminar durmiendo en Olbia varias noches por puro azar, recalar en una ciudad mucho más agradable de descubrir y pasear que la prometida, tropezar con este mural precioso con un fragmento del libro de viajes de este autor hablando de su Cerdeña, libro que yo desconocía y ahora ¿habría de leer?

Yo tengo ya mi propia isla, y nada que me cuenten cambiará el recuerdo de la Cerdeña turquesa y variable que interioricé, la que fui descubriendo faro a faro bañada por ese mar aterciopelado de mil colores que ya estoy añorando.









#cerdeña #olbia #murales #librosdeviajes

jueves, 26 de septiembre de 2024

"Golpes de luz" de Ledicia Costas. Reseña Literaria

 


"Cuando entro en la sala donde jugamos al parchís, descubro lo que estuvo haciendo mi hija en la cocina. Resulta que preparó cadapés. Son tan perfectos, tan bien colocadiños, que parecen de revista. Imposible que estén buenos.

-¡Qué buena pinta tienen! -la piropeo, echando una vez más de mis dotes para la interpretación. 

-Sigo en Instagram a una cocinera que comparte unas recetas que están genial. Dan trabajo y hay que tener paciencia, pero luego el resultado merece la pena -dice ella, apuntando con la cámara de su móvil a la mesa auxiliar donde puso las bandejas.

-Claro que sí -contesto yo, como si supiera o me importara qué cosa es esa del instagrán.

Aurora y Preciosa abren sus mochilas y sacan las cajas de bombones y las magdalenas, y yo suspiro aliviada. Los cadapés estaban poniéndome mala. Para hacer esas composiciones, Julia a la fuerza tuvo que usar pinzas. Qué cosa más ridícula. Algunos tienen caracoliños, otros llevan trozos de olivas, almendras en polvo, huevo picado, nueces, uvas pasas, qué sé yo. Son unas mezclas que no me gustan un carallo. Hay unos que parecen nidos de pájaros. Sabe Dios que le pudo pasar por la cabeza a mi hija para pensar que aquello nos podía apetecer. Voy a tener que comérmelos sin respirar. Aún me va a dar algo en el cerebro.

-Venga, todas a la mesa -ordeno, mientras sirvo el Sansón en las copas.

-Yo prefiero agua -dice Julia.

Mal empezamos.

-Bebe un poco de vino, que mata todas todas las penas, mujer -le aconseja Preciosa.

Razón no le falta. Conocen la historia de mi hija, saben lo del divorcio y que el padre del niño empezó una relación con otra. Esto no lo sé seguro, pero tampoco hay que ser muy lista para caer en la cuenta, por eso se lo chimpé a mis amigas, aunque mi hija no dijera ni mu al respecto. Tampoco culpo a mi yerno de eso, si ellos ya no están juntos tendrán que rehacer sus vidas. Pudo esperar un poco, eso es cierto. Que parece que cambió una por la otra y eso bien no está.

-Tú eres el verde -informo a Julia, pasándole su cubilete-. Conoces todas las normas, ¿verdad?


Pienso en el tiempo que dediqué a leer esta novela y sonrío. Cuánto la disfruté. Me atraparon las vidas de esos tres personajes tan especiales a quiénes los sinsabores dela vida les ha llevado a compartir casa y dificultades, pero que aún así terminarán por hacerte sonreír y transmitirte ternura. 

"Golpes de Luz" qué buen título de doble lectura para esta historia que me terminé estando de vacaciones y no pude reseñar justo después, pero no puedo dejar de hacerlo ahora, porque os animo a que os mudéis por unos días a Galicia, a la casa de la Luz, la abuela y viváis con ellos la temporada que Ledicia Costas nos ha inventado. Estaréis bien, muy bien. 

Tres personajes, tres narradores que nos van a ir contando su historia en primera persona. Luz, la abuela, menuda mujer, cómo le echa humor a esa vida ingrata que le tocó vivir. Julia, su hija periodista, que ha dejado Madrid y se ha ido a vivir con ella porque acaba de separarse y todavía está desubicada y triste. Y Sebas, el nieto, la tercera generación, que a sus diez años es el más sensato, el que pone un toque de serenidad en esa vida que comparten. Los tres personajes son perfectamente distinguibles a través de su vocabulario, del lenguaje que utilizan, de sus actos. Tres personajes muy bien perfilados con sus aristas, sus sombras y su enorme corazón asomando entre sus frases. 

Ambientada en un pueblo gallego la novela nos muestra temas tan importantes como el narcotráfico gallego, el acoso escolar, los malos tratos, la soledad, la vejez y sus cuidados, la conciliación, el amor. Cuántos temas desgraciados e importantes aborda y de qué forma tan sutil lo hace, devolviéndote una lectura llenita de momentos agradables. 

Con un punto de intriga en la narración que se irá desvelando a medida que vaya transcurriendo la trama, nos iremos encariñando con esos personajes, con su evolución gracias al estilo sencillo, llenito de humor, y evocador de la prosa de la autora. Escrita con un lenguaje salpicado de palabras gallegas en el caso de la abuela y de magia en el de Sebas y sus dos amigos (Guerrero y Noa), la novela es muy rica en acciones, en situaciones diferentes, unas veces casi rocambolescas de puro absurdas y otras profundas y muy serias. Tiene un ritmo muy ágil toda la narración gracias a los tres narradores que se van combinando para contar la historia y la sucesión de acontecimientos que les acontecen.   

Me la recomendó mi amiga Julia y no puedo dejar, a mi vez, de recomendarla también porque merece mucho la pena. No conocía a esta autora pero ahora no pienso dejar ni uno de sus libros sin leer.