"Todo lo mío es vuestro, repartid las cuatro cosas que tenemos como os venga en gana.
Sois hermanos y eso es la hostia. Sois hermanos y eso debería ser suficiente. Sois hermanos por encima de quién se queda con cuatro migajas de viejo.
Si alguna vez se os olvida, pensad que venís del cuerpo sagrado de vuestra madre. Si alguna vez os perdéis, volved al lugar conde más felices fuisteis, que es la infancia, y darle fuelle a aquello, no dejéis que se apague. ¿No os acordáis ya? Tú, Gabriel, siempre defendías a tu hermano, con los puños si hacía falta... Tú Darío, querías ser como él, en todo, en la ropa, en el pelo, en la forma de hablar... Y tú Carmen, les tenías tanta devoción a los dos que durante mucho tiempo decías que querías ser un chico y hasta un día lamentaste no haber tenido pito..."
Cuánto he disfrutado la lectura de este libro tan sentimental, tan cotidiano, tan normal y tan extraordinario al mismo tiempo.
"El primer día que tuve que limpiarle el culo a mi padre, me mentí diciéndome que era igual que cuando se lo limpiaba a mi hijo: venga, Carmen, que es lo mismo; va, Carmen, que es tu padre; venga, mujer, que ese hombre te limpió el culo a ti.
Me lo repetía como quien está a punto de correr para darse impulso y saltar.
Es lo mismo, Carmen. Hazlo ya.
Pero no. No es lo mismo..."
Con Pedro Simón siempre volvemos a las relaciones familiares. Con Los ingratos tratamos nuestra relación posterior con quiénes nos habían cuidado, en Los incomprendidos la relación con los hijos y ahora en Los siguientes el tema principal es cómo afrontamos que nuestros padres tienen que envejecer sí o sí. Temas universales.
Después de "Los ingratos", y "Los incomprendidos" yo me tenía que leer "Los siguientes", aunque supiera que me iba a doler y a encantar a partes iguales. Lo sabía. Y no me equivocaba.
Aquí los narradores son los tres hijos de Antonio: Carmen, Darío y Gabriel. Gracias a sus voces tan diferentes vamos a ir conociendo a toda la familia, sus padres y sus hijos. Iremos sabiendo lo que les ha ocurrido, lo que los une y les separa. Y hasta el final no vamos a escuchar la voz de Antonio.
Las tres voces de los narradores en primera persona están perfectamente perfiladas, no haría falta ni que te los presentaran porque son inconfundibles. Se corresponden con tres hermanos muy diferentes en sus formas de ser, en su lenguaje, en sus vidas, en su forma de relacionarse con los demás. Los personajes están nítidamente diseñados, enseguida ves lo que piensan en sus gestos y sus palabras, sabes lo que sienten, su forma de conducirse por la vida.
Son una familia normal y corriente de clase media de nuestro país. La ambientación está muy lograda. Por momentos es mi familia, la del vecino, o la de más allá.
El autor nos tiene con el corazón en un puño toda la novela porque su prosa destila sensibilidad en cada frase que el personaje dice. Es un libro muy sentimental pero nada ñoño. Una narración que transmite mucho, que conmueve más. Y cuando ya piensas que ya vas derecho al fin, aún tiene ahí preparado para ti un giro en el argumento que te hace volver a mirar al personaje principal y verlo con otros ojos.
No quiero contar más. El que más o el que menos se va a sentir identificado con lo que se cuenta en esta novela, en todas sus novelas, porque te lo cuenta tan bien Pedro Simón, pero tan bien... es tan certero diseccionando los sentimientos que no podéis salir indemnes de esta lectura, de ninguna de sus lecturas, y eso es, además de un logro como autor, una maravilla para mí como su lectora.
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