En el Museo Cerralbo encontré mi última Cueva de Alí Babá.
Una preciosidad de biblioteca de la que se enorgullecía su dueño, don Enrique de Aguilera y Gamboa (Madrid, 1845-1922), XVII marqués de Cerralbo, compuesta por libros, monedas y otros objetos preciosos que fue coleccionando a lo largo de su vida.
La biblioteca alberga 24.000 títulos, de los cuales cerca de 9.000 pertenecen al fondo antiguo y versan sobre temas relacionados con arqueología, bellas artes, numismática, botánica, historia o política. Tiene 13 incunables y algunas primeras ediciones de El Quijote el Vitae Pontificum (1481) de Anton Koberger, que fue uno de los impresores más importantes de Alemania después de Gutenberg.
El Marqués donó su precioso palacete lleno de tesoros al Estado cuando murió en 1922, dejando escrito cómo tenía que permanecer cada objeto de esta biblioteca y en qué balda cada libro.
Y así la podemos visitar cuando vamos a ver este palacete del siglo XIX que era la residencia del Marqués y ahora está muy cerquita del Templo de Debod.
Así nos la encontramos, conservando ese ambiente de luz tenue, ese aire elegante y calmado. Con su escalerita para subir al segundo piso semiescondida tras una de las contraventanas, y el reloj de mecanismo transparente que el mismo Marqués colocó encima de una de esas puertas. Los jueves viene el relojero a poner todos en hora. Los viernes siguen sincronizados, pero ya el domingo atrasa debido a la circulación tan cercana que ahora tiene el palacete.
Porque señor Marqués, dentro del Cerralbo, su casa, no parece haber pasado el tiempo, pero fuera ya es el año 2023 y el tráfico no para, los visitantes hacen cola rodeando el edificio y el sol de marzo quiere a toda costa ver también sus libros maravillosos.
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