Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

martes, 12 de marzo de 2013

"La casquería" un puesto de libros en el Mercado de San Fernando




Tenía ya ganas yo de conocer "La casquería". Un puesto que han rehabilitado en el Mercado de San Fernando, en Lavapiés, en la calle Embajadores núm. 41, y lo han reconvertido en una tienda de libros de segunda mano.

Me pasó hace ya tiempo una amiga un recorte del periódico donde hablaban de este sitio, pensando que me gustaría... ¡Cómo no!

Está abierto de lunes a viernes mañana y tarde, y los sábados y domingos por la mañana.

El Mercado de San Fernando es un mercado de toda la vida que ahora está resurgiendo con muchos puestos nuevos y muy curiosos, haré otra entrada para enseñaros algunos de ellos.

Pero hablábamos de "La casquería", el puesto de los libros. Les pedí permiso para hacer fotos y que pudiérais ver cómo es. Les conté que tenía un blog relacionado con la literatura y la verdad es que el señor fue bien amable y me dijo que por supuesto y me contó que pretenden que el libro no se pierda, sino que siga circulando porque al año se destruyen muchos de ellos.

En La Casquería el precio mínimo de un libro es de 1 euro, y el máximo de 8 euros, los más gordos. Pero a no ser que el precio esté tasado, se venden al peso. Por eso veréis en las fotos que hay tantos pesos por aquí y por allá... Yo me llevé dos libros por tres euros y pico...

Es chulo el sitio ¿verdad?








domingo, 10 de marzo de 2013

Una recomendación teatral: "El diccionario" de Manuel Calzada Pérez


 Hoy vengo a recomendaros una obra de teatro. La que viví ayer: "El diccionario"

Si te gustan las palabras, si te gustan mucho, no te puedes perder esta obra. Estuvo en Navidades aquí en Madrid en el teatro Abadía, y me la perdí. Estuvo también en Barcelona en el Teatre Romea, y le he ido siguiendo la pista hasta que ayer pude verla en Rivas. 

 El diccionario, de Manuel Calzada Pérez. Una obra dirigida por José Carlos Plaza y protagonizada por Vicky Peña interpretando a María Moliner, la autora del Diccionario de uso del español. 

Ya sabéis que María Moliner, ella solita, se escribió todo el diccionario. Pero su vida no fue nada fácil, sufrió la depuración franquista, por sus ideas políticas, relegándola a un puesto laboral muy inferior al que le correspondía. Y luego sufrió "arterioesclerosis cerebral". Así que poco a poco su mente fue olvidando aquellas palabras que con tanta disciplina, tanto esfuerzo ella había ido creando su diccionario. Cuánto debió sufrir mientras se dió cuenta. 

Me gustó mucho esta obra. Vicky Peña está genial interpretando a María Moliner. Palabras y palabras, ésto es la obra: Oxímoron, definición, diccionario, libertad...

El texto me encantó además. Muy interesante, muy bien articulado. Cuánto me gustaría tenerlo. Manuel Calzada Pérez ha creado una obra de teatro esencialmente sobre las palabras, del que me gustaría atesorar un buen ramillete de frases. Qué bien va saltando de adelante a atrás, constantemente. Saltando de las visitas al médico que hace María Moliner, a escenas con su marido, a vivencias de su pasado, y todo ello hilvanándolo con el discurso imaginario que hubiera hecho María Moliner si la hubieran escogido como miembro de la Real Academia Española, para el que estuvo nominada.

Es una obra larga y que transcurre lenta. Claro a quiénes no le gusten las palabras quizás les pueda resultar aburrida. Pero si este tema te interesa descubres una obra conmovedora. 

Qué bien lo hace Vicky Peña, cómo interpreta a esa María Moliner enfrascada en su trabajo. Qué desgarradora cuando interpreta la entrada de las tropas franquitas o rememora el episodio de la depuración y qué buena, qué buena interpretación cuando ya está muy desmemoriada, qué tremenda. Helio Pedregal interpreta al doctor y Lander Iglesias al sufrido marido de la disciplinada diccionarista. Y ambos le prestan un buen contrapunto.

La escenografía una pila de muebles y objetos amontonados al frente, a la izquierda la mesa del médico y a la derecha la mesa de trabajo de la casa de Moliner.

De verdad si os gustan estos temas tanto como a mí, no os la perdais cuando la tengáis cerca. Es todo un homenaje a María Moliner, que desde luego es digna de admiración. 

"Mujer: Persona, hembra". 

“Ninguna verdad vale más que la vida de un hijo” 

"...Al final todo se reduce a un acto expresivo… Expresar con la palabra, qué difícil a veces. Pero qué necesario. Expresar. Y entender. "

Libertad: (diccionario de María Moliner) facultad del hombre para elegir su propia línea de conducta, de la que, por tanto, es responsable.

 



  "María Moliner (Zaragoza 1900 – Madrid 1981) Filóloga, lexicógrafa y parte del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos en Murcia y Valencia, Moliner decidió un buen día de 1950 empezar una tarea titánica, mastodóntica, imposible a todas luces para una sola persona. Ficha a ficha, palabra a palabra, de una manera extremadamente meticulosa empezó un viaje que según ella duraría “un par de añitos” y que en realidad le llevó más de quince. En 1966 había conseguido que Gredos publicase su única obra: un Diccionario, como ella misma bautizó, del Uso del Español. Las incoherencias, repeticiones y encadenaciones absurdas de significados de la RAE hicieron que María se decidiese a partir desde cero desde su propia casa. Enterrada entre miles de fichas que ella misma mecanografiaba y con un complejo sistema de clasificación, introdujo varias novedades que tardaron años en ser admitidas oficialmente por la Academia, como la inclusión en cada acepción de numerosos ejemplos de sintaxis, frases hechas y sinónimos. También permitió que la LL y la CH fueran respectivamente engullidas por la L y la C. Asimismo ideó un sistema de definiciones y disposición de las palabras basándose en una jerarquía ascendente de conceptos."






viernes, 8 de marzo de 2013

Uno de mis relatos de mujeres para el Dia Internacional de la Mujer




8 de marzo: Día Internacional de la Mujer

Un 8 de marzo de 1857, un grupo de obreras textiles tomó la decisión de salir a las calles de Nueva York a protestar por las míseras condiciones en las que trabajaban.

En 1910, durante la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Trabajadoras celebrada en Copenhague (Dinamarca) más de 100 mujeres aprobaron declarar el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora.

Actualmente, se celebra como el Día Internacional de la Mujer.


Aquí vamos a celebrarlo con un relato protagonizado por una mujer escrito por mí. Lleva por título "Enésimo certamen para mujeres "Tienes que"" y tuvo el primer premio en el IX Certamen de Relatos Breves "Día 8 de marzo", convocado por el Ayuntamiento de Navalmoral de la Mata (Cáceres) en el año 2005.

Acompañado de las viñetas de Forges que me gustan tanto.




Enésimo Certamen para mujeres “Tienes que”

Con el deseo de favorecer la creatividad de las más jóvenes y de las más mayores, en lo que se refiere a sobrevivir al día a día, y como un medio de promover un mejor ambiente vital, se convoca este premio de acuerdo con las siguientes bases:

1. Podrá optar al premio cualquier mujer que lo desee, siempre y cuando sea anónima.

Tienes que regañarle. Buenos días. Siete y media de la mañana. Tienes que regañarle. Porque le quieres. Decirle que eso no se hace, que para eso uno va al cuarto de baño. Tienes que regañarle para hacérselo comprender. Y mientras se lo dices, tienes que poner a su hermanito de pie, apoyarle contra tu hombro, darle palmaditas en la espalda, animarle a que haga exactamente lo mismo que no quieres que haga su hermano. Echar los gases. Y mientras le dices al pequeño con voz mimosa “Muy bien así se hace, pero qué a gustito se ha quedado mi niño...” sigues regañando a su hermano mayor con voz de madrastra de cuento, por quedarse igual o más a gustito haciendo lo mismo... Tienes que enseñar a éste, y desenseñar al otro, al que primero le enseñaste a hacerlo, después a éste le enseñarás a no hacerlo también. Ahora sí. Ahora no. Regañarle pero acariciarle después. Que vaya al colegio contento. Enseñarle. Tienes que.



2. El tema de los trabajos será la vida, con las únicas limitaciones que ésta con alevosía y aleatoriedad les imponga...

Tienes que cambiar a tu madre. Ocho de la mañana. Después de cambiar al pequeñito. Después de ayudar a vestirse al mayor. Tienes que poner a tu madre unos pañales mucho más grandes que los que ella te puso un día. Tienes que darle de desayunar. Y vigilar que se lo tome todo. Tienes que estar pendiente de ella. Siempre. Que coma, que no olvide las pastillas, que se bañe, que no se caiga, que no se sienta sola, que no se de mucha cuenta, que no sea demasiado infeliz. Porque así es la vida. Porque la quieres. Tienes que.


3. Se podrán presentar indistintamente trabajos en cualquier lengua. La extensión de los mismos será el tiempo que abarque desde que las mujeres abran los ojos hasta que de puro cansancio se les cierren solos... Escritos con buena letra, cuerpo “lo que aguante” y sin apenas espacio para nada más que sobrevivir...

Tienes que ir a trabajar. Ocho y media de la mañana. Tienes que ir corriendo para llegar a tiempo. Para no tener que rellenar incidencias. Para no tener que pedir excedencia en ese puesto para el que un día lejano estudiaste tanto... Tanto que ni te quieres acordar. Tienes que llevar preparada la reunión. Y llegar a tiempo. Y fichar. No pensar en tu madre a la que dejaste con un extraño. No pensar en tus hijos a los que dejaste con otros. Tienes que pensar en tu jefe. Y en la Sala de Juntas. Y en el guión que ni te has mirado. Y disimular. Disimular. Tiene que parecer que sabes de qué hablas. Y hablar. Hablar. Tienes que quedar bien. Porque además de ser hija, eres madre y eres una persona laboralmente competente. Tiene que parecer que controlas. Para quedar bien. Para que quede bien tu jefe. Que no se leyó tampoco el guión. Para que quede bien el jefe de tu jefe. Que tampoco se lo leyó. Y ni falta que les hace. Porque para eso estás tú. Tienes que conseguir que se firme el convenio. Y sonreír. Sonreír hasta que duelan las comisuras de la boca de tanto estirarlas. Sonreír. Y dejar todo bien hilvanado para que se firme. Y concertar la siguiente reunión. Y reservar la sala de Juntas. Y preparar todos los informes. Y enviar los correos electrónicos. Y los faxes. Y sonreír a tu jefe. Sonreír. Sonreír. Tienes que.



4. Los trabajos se presentarán por cuadruplicado, quintuplicado, sextuplicado...

Tienes que comerte las lentejas. Dos y media de la tarde. Que no te gustan. Que nunca te gustaron. Que cocinaste anoche. Aunque no las soportas. Y comerte una cucharada para que el mayor se coma la suya. Y comerte dos cucharadas para que el mayor se coma otras dos. Y seguir comiendo una tras otra, tras otra, y otra más para que él siga. Porque te han salido muy ricas. Y son muy buenas. Y tienen mucho chorizo. Y mucho hierro. Sobre todo mucho hierro. Qué buenas ¿verdad hijo? Claro que sí. Tienes que comértelas todas. Para hacerte mayor. Muy mayor. Tanto que tú mismo hagas las lentejas de tus hijos. Esos que no las querrán comer. Porque no les gustarán. Como a él. Como a ti. Así es la vida. Tienes que.



5. Se harán constar los datos personales y se acompañarán más que del Libro de Familia de la familia entera o equivalente.

Tienes que decirle a tu padre que no. Cinco de la tarde. Que no puede llevarse las llaves de casa. De su propia casa. Que mejor que no, padre... Y se lo tienes que decir porque le quieres. Porque no sabe nunca dónde las echa. Porque siempre termina perdiéndolas. Porque a veces se le olvida hasta de dónde son esas llaves, se le olvida hasta lo que son las llaves. Tienes que decirle que no. A tu padre. Al que te enseñó a ti a llevártelas. Al que primero le costó confiar en ti y aún así te dijo: Aquí tienes. Al que te enseñó a que confiaras en ti misma. Tienes que decirle que no. Mientras va tornándose su cara color extrañeza, color enfado, color incomprensión, color pura tristeza. Y la sientes. Y la lloras sin lágrimas. Tienes que hacerte fuerte y decirle que no. No. Tienes que.



6. El plazo de presentación se inicia desde que se empieza a tener conciencia y no finalizará a corto plazo...

Tienes que aprovechar esta hora y media. Siete de la tarde. Tienes que hacer los deberes de tu clase. Porque es ahora cuando tienes a tu madre entretenida viendo su serie favorita. Porque es ahora cuando al mayor le tienes en música. Porque es ahora cuando se ha quedado el pequeño dormido. Porque es tu tiempo. Ese tiempo para ti sola. Tienes ahora que hacer los deberes de tu clase de literatura. Y tienes que escribir. Aunque no sepas de qué. Aunque estés cansada. Aunque no te queden ganas ya de disimular, de inventar. Tiene que ser ahora. Porque a ti te gustaba escribir. Te gustaba. Y te gusta. Tienes que escribir ahora los deberes. Tienes que echarle ganas. Y procurar no repetirte. Procurar ser algo original. Y tener cuidado con la primera frase. Tener cuidado con los personajes. Tener cuidado con el narrador. Tener cuidado con los tiempos verbales. Y con el final. Tienes que aprovechar esta hora y media. Y empezar. Empezar. Tienes que.



7. El fallo del jurado se hace público constantemente, día a día, hora tras hora, en conmemoración del Día Internacional de la mujer trabajadora, la mujer madre, la mujer hija, la mujer hermana, la mujer amiga... la mujer.

Tienes que convencerle. Ocho y media de la tarde. Decirle que no se puede ser tan sincero. Que sí, que le decías que había que decir la verdad, pero no siempre. Que sí, que no hay que mentir, pero no siempre. Tienes que enseñarle a disfrazar la verdad, a hacérsela digerible a los demás, a no herirlos sin necesidad. Tienes que enseñarle a que sepa distinguir cuando y cómo decir las cosas. Sobre todo cómo. Tienes que regañarle. Decirle que ya no hace reír tanta espontaneidad. Que ya no. Que ya no es gracioso oírle eructar. Oírle decir tacos. Que ahora ya no hay que dar besitos a todos los que te pidan uno. Tienes que enseñarle que ya no. Que el tiempo suma, pero también va restando. Tienes que regañarle aunque te siga haciendo gracia. Tienes que hacer de mala del cuento cuando no tienes ganas de serlo. Tienes que decirle que no existe el ratoncito Pérez. Que los niños no nacen todos por cesárea. Que no existen los Reyes Magos. Tienes que ir deshaciendo todas las historias que una vez fuiste construyendo solo para él. Para que fuera más feliz. Tienes que abrirle ahora los ojos que cerrabas. Tienes que hacerle un poco más infeliz, para que no le hagan otros desgraciado. Porque así es la vida. Porque le quieres. Le quieres más que a nada en el mundo. Tienes que.



8. Los premios carecerán de dotación económica y los trabajos premiados serán humildes, anónimos y en la mayor parte de los casos escasamente valorados. El jurado podrá hacer las Menciones que considere oportunas.

Tienes que ser fuerte por unos. Por los otros. Por él. Diez y media de la noche. Tienes que esperarle. Y aguantar el hambre hasta que él llegue. Para cenar con él. Aguantar el sueño hasta que llegue. Para bostezar con él. Y abrir la boca juntos. Y decirle qué cansada estoy y que él te diga que él más y tú no, yo mas, y él no, yo, y tú qué va, yo más. Y volver a ser como niños, y sonreír. Más jóvenes y sonreír. Tienes que aguantar para cenar juntos. Aguantar para sentaros en el sillón y cabecear a su lado viendo la televisión. Tienes que besarle y dejarte besar. Porque es vuestro único rato juntos. Porque hay una hipoteca con vuestros dos nombres. Hay unos niños con vuestros dos apellidos. Vuestra vida. Su boca. Porque vuelve cada noche. Cansado. Ojeroso. Más calvo. Porque le quieres. A tu lado. Tienes que.


9. Los trabajos premiados serán propiedad de sus respectivas autoras.
Tienes que dormir. Doce de la noche. Porque todo está bien. Porque el otro lado de la almohada tiene dueño. Y sueño. Porque tus padres han sido. Porque tus hijos sueñan un par de cuentos y una habitación más allá. Porque mañana hay que volver a empezar. Porque mañana habrá tantas cosas por hacer... Tienes que dormir. Volver. Buenas noches. A empezar. Dormir. Dormir. Así es la vida. Tienes que.


10. La decisión del jurado es inapelable; ésta se comunicará personalmente a las interesadas y no se difundirá.

©Rocío Díaz Gómez







miércoles, 6 de marzo de 2013

La leyenda de El Ratoncito Pérez




¿Vosotros sabéis cual es el primer personaje ficticio al que el Ayuntamiento de Madrid le ha dedicado una placa?

Pues sí, ¡el ratoncito Pérez!


Tan insigne personaje tiene una placa en la Calle Arenal núm. 8. de Madrid, el mismo lugar donde su creador el Jesuita Luis Coloma le inventó su casa.

¡Cómo me gustan estas historias!

Vale, vale, os la cuento despacio:

Desde Palacio, allá por 1894, pidieron al padre Coloma que escribiera un cuento cuando al Rey Alfonso XIII, que por aquel entonces tenía como se suele decir en los cuentos "la tierna edad de 8 años", se le cayó un diente.

El jesuita, inventó al popular ratoncito Pérez para consolarle. Coloma imaginó a un pequeño ratón que vivía con su familia dentro de una lata de galletas en la entonces famosa confitería Prats, a poco más de cien metros del Palacio Real de Madrid, en la calle Arenal núm. 8, donde ahora está su placa.

El ratoncito Pérez, según palabras de su autor era "un ratón muy pequeño, con sombrero de paja, lentes de oro y una cartera roja colocada en la espalda". Se escapaba de su casa deslizándose a través de las cañerías para llegar con algún regalo al palacio y a las casas de los niños pobres que habían perdido un diente de leche, despistando a los gatos que siempre estaban al acecho.

El personaje iba enseñando a Buby (apelativo cariñoso con el que la Reina María Cristina llamaba a su hijo) la pobreza que existe antes de dejar un toisón en la cama del niño.


El Ayuntamiento de Madrid rindió un homenaje a este ratoncito de leyenda instalando una placa conmemorativa en la calle del Arenal, número 8, de Madrid, el mismo lugar donde el padre Coloma situó la vivienda del roedor, con el siguiente texto: Aquí vivía, en una caja de galletas, Ratón Pérez, según el cuento que el padre Coloma escribió para el niño Rey Alfonso XIII.

Se ha convertido de este modo en el primer personaje ficticio al que el Ayuntamiento homenajea con una placa del Plan Memoria de Madrid. Y por tanto, también es de los pocos personajes de ficción que tiene residencia real conocida





http://sobreleyendas.com/2011/12/02/la-historia-del-ratoncito-perez/
 http://www.muyinteresante.es/iquien-invento-al-ratoncito-perez?utm_source=twitter&utm_medium=socialoomph&utm_campaign=muy-interesante-twitter542


lunes, 4 de marzo de 2013

Paco Caro, poeta en nuestra tertulia Rascamán



Tengo atraso con las entradas que quiero escribir. El tiempo es escaso y las ocupaciones tantas... Pero poco a poco hay que ir haciendo hueco a lo que nos alimenta ¿No es así? Eso decimos en nuestra tertulia que cada uno trabajamos en lo que nos da de comer, pero luego la literatura es lo que nos alimenta.

Precisamente quería hablaros de una visita que tuvimos hace algunas semanas en nuestra tertulia. Sí, hoy la entrada va a ser poética. Pero no, no huyais por favor los que no soleis leer poesía, porque ésta de la que os quería hablar hoy es de esa poesía sencilla, a la par que honda, esa poesía que cualquiera podemos leer porque nos va a llegar, aunque no seamos de aquellos tocados por los versos...

Como os decía hace unas semanas que visitó nuestra tertulia el poeta Paco Caro. Yo quería contaros un poco de aquel miércoles de poesía, porque merece la pena conocer a este poeta. Y si ya se le conoce, merece la pena recordar muchos de sus versos.


Paco Caro (Piedrabuena, Ciudad Real, 1947), es un poeta manchego que se ha ganado la vida como profesor de Historia. Bueno, mejor dicho se la ha ganado de maestro, cómo él nos comentó: "Maestro: palabra que se perdió y se sustituyó por la de "Profesor de EGB", mucho más horrible", nos dijo en su visita. Pero cómo decíamos Paco Caro se ha dedicado a ser profesor de historia en un Instituto, en estos últimos años, de Leganés, y una vez ya jubilado es cuando se ha decidido por la poesía. Sin embargo a pesar del poco tiempo que ha dedicado a hacer versos, éstos son tan maduros como para ganar el reconocimiento que se merecen en un buen número de galardones: Juan Alcaide, Ciudad de Zaragoza, Ateneo Jovellanos, Ciudad de Alcalá…

El primero de sus libros del que nos habló fue "Cuaderno de Boccaccio" (sexto libro suyo y Premio Ciudad de Alcalá,2009), poemario donde buscaba la esencialidad de la poesía. Lo escribió buscando qué es lo que identifica a la poesía. Ese paso de la idea al poema, ese trance le origina al poeta muchas preguntas. Y de este modo se origina este libro donde se desgranan los apuntes conservados por el viejo mercader Massimo Novello sobre las lecciones que impartiera el ya anciano Boccaccio de Certaldo, en su amada Florencia, a cinco jóvenes alumnos, entre los que se encontraba Novello.

También nos habló de su primer libro "Salvo de ti" (Ediciones Vitruvio, Colección Baños del Carmen, nº 96, y que en 2005 fue Premio de la Asociación de Escritores de Castilla-La Mancha), nos habló de la época en que el autor era maestro en la Barcelona de los años 70. Un manchego en Barcelona, nos decía... El mismo autor calificó este libro de amor y de una nostalgia gozosa. Os copio un fragmento de uno de sus poemas de este libro, que también nos leyó:

Barcinos años

Era la ciudad de Jaime Gil
era el solsticio
su nocturna impaciencia
quien extendía
aquel incendio de hogueras prevenidas
por la altura vegetal de las terrazas.

eran brasa san juan y nuestros cuerpos
era la tarde
en que ardían felices multitudes
ríos de cobre
jóvenes de espuma
por el orgullo claro de las calles...


Después hablamos de su libro "Mientras la luz". El blog del poeta lleva éste mismo título: http://mientraslaluz.blogspot.com.es que os invito a conocer. Con respecto al poemario nos contaba el autor que es un libro que surgió en torno a la reflexión sobre los poetas mayores.

Ya lo saben
pasaron a su lado
alguien dijo:
es un poeta viejo.

Nos contaba que le vino a la memoria Jorge Guillén, muy mayor, cuando regresó a morir. E imaginó a un poeta mayor cuidado por una mujer joven. Y tiene reflexiones, cartas de la mujer jóven a la mujer primera...

Al desnudar la casa
poco despues de que Elia muriera...

A continuación nos detuvimos en su libro "las sílabas de noche". Me gustó mucho este poema por eso le grabé, así que le podéis escuchar:

Tic tac
tú y yo, las sílabas de noche
Dos miedos
eso somos.
Cuerpos
Horas
Dos agujas
presas en el reloj
que se distancian.





SABER

Sabe que ha de morir
este yo que envejece
escondido en mi nombre,
mas sigue amando, sabe
que amar es el secreto,
que la muerte no puede
tener
razón en todo.

(De "Las sílabas de noche")

Francisco Caro


Tertuliamos con el poema sobre el acto de escriibr. Nos decía él que buscaba no perderse en las palabras, que no se hallaba a gusto con las palabras que no dicen nada. Y recordaba que lo primero que escribió fue un soneto a un olmo muerto. Fue inevitable recordar el olmo de Antonio Machado...

¿Cómo no comentar aquello de que la poesía es minoritaria?

La verdad es que nos encontrábamos todos tan agusto charlando con este poeta llano, cercano, daba confianza.

Por último también hablamos de su libro "Desnudo de pronombre" (Accésit del Premio Tomás Morales 2008, Cabildo de Gran Canaria, Las Palmas. 2009). Según él, es un libro con una mirada que anota lo ya vivido. Nos leyó el poema de Las avispas.Y también el de El Estío:

ESTÍO
Fui con padre, llevado de su mano,
a un tramo más al norte, curso arriba
de octubre y el molino, serio, iba
el silencio con él
fue el verano
un estío excesivo, seco, llano,
subíamos el cauce, piedra viva;
buscaba la callada, la cautiva,
tristeza de su ayer republicano...

Después, el poeta muy generoso quiso escucharnos leer a nosotros. Algunos de los compañeros de la tertulia leyeron sus textos que él escuchaba atento. 

Para terminar Javier Díaz, el coordinador de la tertulia, le pidió de nuevo a Paco Caro que cerrara él con algunos de sus poemas. Y de entre los que leyó al final os dejo como final el que a mí más me gustó, que os transcribo a continuación:

Me despertó el deseo
su ladrido
que no sabe callar
y que no calla.

No dió tiempo a que nos hablara de los restantes libros que tiene. Pero fue una tarde muy bien aprovechada. Disfrutamos mucho del modo de hacer poesía de Paco Caro y de su compañía cercana. Pudimos conocer más a fondo sus versos y surgió complicidad entre los que allí estábamos. La verdad es que es de agradecer que quisiera pasar la tarde con nosotros. 

Si os apetece ver algunos vídeos más de esa tarde os remito al blog de nuestro Cuaderno de Bitácora:

http://bitacoratertuliagaldos.blogspot.com.es/2013/02/21-jornadavi-ano-miercoles-6-de-febrero.html



sábado, 2 de marzo de 2013

Erotismo en la escritura...


Es fin de semana, es sábado, vamos a relajarnos con una pequeña selección de textos o imágenes relacionados con ellos más o menos "lúdicos".












miércoles, 27 de febrero de 2013

"Para que me cuente" un relato de Rocío Díaz




Hoy os voy a dejar con uno de mis relatos.

Fue premiado con el Primer premio del V Certamen de Poesía y Relato Corto de la Fundación de la Mujer del Ayuntamiento de Cádiz. En el año 2007.
 
Espero que os guste. Va por todos los maestros que he tenido y espero seguir teniendo.

   Para que me cuente


  

Uno recuerda con aprecio a sus maestros brillantes,
pero con gratitud a aquellos que tocaron nuestros sentimientos.
Karl Gustav Jung


 




1.

A Doña Lidia comenzaron a lloverle relatos.

Una mañana abrió el buzón y encontró entre las cartas un sobre más abultado que los demás, un sobre con sus señas casi dibujadas de tan cuidadosamente habían sido escritas. No conocía la caligrafía, ni conocía el remite. No conocía de quién ni de donde llegaba aquel sobre. Extrañada lo abrió con cuidado, y aún más extrañada descubrió lo que guardaba en su interior. Tres o cuatro páginas manuscritas que comenzó a leer con curiosidad, que siguió leyendo con interés, que terminó con un suspiro. Tres o cuatro páginas de las que no levantó la vista hasta que no encontró el fin. Porque así lo llevaba claramente escrito. Porque era un relato. ¡Bendito destino! Un relato... Una historia mágica. Un regalo.

Uno de papel que terminaba con la dedicatoria:
“Para usted Doña Lidia, para que me cuente”

No sabía por qué, pero aquel sobre existía. Y había llegado a su buzón, y tenía su nombre, y tenía sus señas. Era para ella, de eso estaba bien segura. ¿Quién lo enviaría? Y mientras hilvanaba preguntas y más preguntas, mientras descosía respuestas que se torcían, todo el día lo llevó guardadito en el bolsillo. De vez en cuando lo releía y se lo volvía a guardar, a salvo y seguro. Y cuando ya casi de tanto leerlo se lo aprendió, solamente lo tocaba por encima de la tela, y lo acariciaba lento, lento, sabiéndolo allí, sabiéndolo cerca.

Pasaron dos o tres días, y una mañana al abrir el buzón de nuevo otro sobre la sorprendió. El mismo contenido abultado y la misma caligrafía manuscrita. Las mismas señas y la misma dedicatoria. Y entre ellas otro relato, otra historia, otro regalo. El mejor.

Y tampoco casi lo creyó. Y ya eran dos los cuentos que guardaban su bolsillo. Y ya eran dos los que de tanto leer acabó aprendiendo. Dos los que acariciaba por encima de la tela.

A Doña Lidia siguieron llegándole relatos. Cada poco, uno nuevo le daba los buenos días desde su buzón. Y le alegraba la mañana, y le alegraba tanto el alma que casi podía sentirla bailar de puro contento entre aquellas frases. Y el montoncito iba creciendo tanto como su corazón se encogía.

Porque nadie necesitaba ese puñado de relatos como Doña Lidia.

Nadie.




2.

A Doña Lidia se le habían ido encogiendo las letras.

Y sin apenas darse cuenta, como globos parecían habérsele ido volando, tan alto, tanto, que por más que estiraba la imaginación no conseguía alcanzarlos.

Y sin letras no había frases, sin frases no había párrafos, sin párrafos no había historias. Y Doña Lidia había escrito muchas historias, miles y miles, millones de ellas. Y escribiendo había cumplido sueños que nunca soñó cumplir. Y escribiendo había conjurado demonios, había escapado de la existencia vulgar, había idealizado un matrimonio rutinario, había sublimado una agotadora profesión de maestra, que ahora y a menudo sentía desierta y monótona.

Porque escribiendo Doña Lidia había conseguido reinventarse el mundo. Había conseguido sentirse casi feliz.

Nadie necesitaba de ese puñado de relatos como Doña Lidia que empapelaba ese vacío de millones de papelitos. Ideas, comienzos, finales,  personajes y lugares sobre los que escribir. En mitad de una clase, entre el primer y el segundo plato, en plena ducha, había tenido tantas veces que detener lo que estaba haciendo solo para escribir. En un vano afán de capturarlas. Que no se escaparan, no, que algún día servirían. Millones de papelitos que año tras año había ido reuniendo y atesorando con la esperanza de que un día ayudaran a echar a andar de nuevo. Pero ese día no había llegado nunca y habían quedado olvidados en cajas y más cajas en un desván.

Doña Lidia ni tan siquiera sabía porque las letras le habían ido abandonando. Hubo quién dijo que quizás se cansaron de sentirse utilizadas, o que quizás un miedo malvado a la falta de originalidad las paralizó en un lugar remoto de la imaginación. Hubo quién afirmó que todo caudal de agua termina por agotarse, o quién sugirió que quizás la falta de riego terminó por secarlas. Hubo quién, investido de pomposos títulos, le puso nombre de enfermedad; o quién, neciamente, le aconsejó dedicar sus seniles esfuerzos a completar cualquier nueva y rara colección.

Qué mas daba. Un millón de nombres o ninguno. Un millón de intentos o ninguno en poner etiquetas. Qué más daba. El caso es que Doña Lidia dejó de contar.


Y así pasaron tiempos y más tiempos, hasta que a su buzón comenzaron a llegar relatos. Y con una gota, y con dos, y luego tres, termina por llover. Y los bolsillos de Doña Lidia desbordaban historias que iba aprendiendo, y esos regalos de papel arropaban el vacío que habían dejado en ella sus propias letras.






3.

A Doña Lidia le habían sobrado historias.

“¡A ver caballeros! ¿Quién quiere empezar hoy?” Y Juan García, 1º de bachiller del 75, levantaba rápidamente el dedo, moviendo sin parar el culo en el asiento, nerviosito, deseando hablar, loco por empezar. “Señor García deje usted el baile de San Vito que no va a empezar hoy, que eso ya sé que se le da como hongos, no, no estese bien atento que le tocará la ultima frase...” Y así doña Lidia se aseguraba que Juan García, prestara atención durante toda la clase, una hazaña para él mayor que cualquiera de las del Cid Campeador.

“Rodrigo Pérez,  a ver caballero, una frase con “musarañas”, que nos va a dar usted el principio del relato...” Y Rodrigo Pérez, 1º de bachiller del 76, tenía que bajar a todas prisas de su mundo para comenzar la historia... Esa historia que uno a uno, pupitre a pupitre irían inventando...

“¡Germán Sánchez! ¿Cómo es nuestro protagonista? denos a sus compañeros y a mí 5 cualidades”, “¡Cincoooo!, protestaba Germán Sánchez, 1º de bachiller del 77, abriendo los ojos de par en par y elevando el tono de voz como si le hubieran pedido que recitara todos los misterios del Rosario... “Pues tiene usted razón, Germán, todita la razón, contestaba doña Lidia espabilando hasta a las arañas que trabajaban en los altísimos rincones de aquella clase, cinco van a ser pocas, denos mejor diez”. Y Germán Sánchez parsimoniosamente, sin gana ninguna comenzaba la retahíla: “Fumador, holgazán, despistado...” “¡Pero bueno, un momento, un momento, gritaba doña Lidia, ¿Qué hemos aprendido en todo este tiempo...? A ver Felipe Gómez, aproveche ese arte que le ha dado Dios para hacer payasadas, y vaya poniendo los gestos a las características que le vaya diciendo Germán”. Y Felipe Gómez, el gracioso de la clase, iba haciendo mímica y ahora tenía un cigarrillo en la mano, ahora bostezaba, ahora tropezaba...

Y la clase entera estallaba en sonoras carcajadas mientras poquito a poco y sin darse ni cuenta iban aprendiendo a revolver en el trastero de la imaginación. Entre bromas y medio jugando, iban poniendo orden en sus propias historias, vistiendo y desvistiendo al personaje de gestos, iban trayéndole y llevándole por la vida que ellos mismos le estaban inventando.

Y doña Lidia curso tras curso, corría de un pupitre a otro, de una esquina a otra de la vieja clase, señalando, nombrando, espabilando, riendo, aplaudiendo, soñando entre ellos, con ellos, para ellos.

Que sin apenas darse cuenta aprendían a contar.



4.

A doña  Lidia comenzaron a lloverle fotos.

Una mañana abrió el buzón y encontró entre las cartas un sobre idéntico a los que ya tantas veces había recibido. Un sobre con sus señas casi dibujadas de tan cuidadosamente habían sido escritas. Y aunque no era tan abultado como los demás, de éste tampoco conocía la caligrafía, ni conocía el remite. No conocía de quién ni de donde llegaba aquel sobre. Extrañada lo abrió con cuidado, y aún más extrañada descubrió lo que guardaba en su interior. Tres o cuatro fotos color sepia, que comenzó a mirar con curiosidad, que siguió observando con interés, que dejó de ver entre lágrimas. Tres o cuatro de las que no podía levantar la vista, porque le pesaban en los ojos, en la memoria, en el alma.

Porque eran las ideas, los comienzos, los finales, los personajes y los lugares que tantas veces ella había soñado atrapar en papelitos, como quién atrapa raras mariposas y desea clavarlas con alfileres en la memoria. Porque allí estaban, en aquellas fotos. Porque allí estaban las caras imberbes aún, de sus primeras promociones de alumnos. Un puñado de chavales sentados en dos filas sonriendo a la cámara, al lado de una Doña Lidia joven, que les acompaña de pie, les acompañaba. Una Doña Lidia que les enseñó a bucear entre las ideas y a escoger el mejor comienzo. Les enseñó a elegir los finales más inesperados y a crear los personajes más especiales. Les enseñó a inventarse un mundo propio huyendo de lugares comunes.

Allí estaban. Juan García, que había salido movido, si es que no paraba quieto ni un momento, ¡ay el del baile de San Vito!. Rodrigo Pérez, mirando para otro lado, como siempre, pensando en las musarañas... Germán Sánchez, agachado, medio tumbado encima del compañero, demonio de crío, que nació cansado, tuvo su madre el parto de la burra porque no le daba la gana de nacer y siguió luego igual de holgazán... Felipe Gómez, ¡cómo no! haciendo monerías, poniéndole orejas al de delante...

Hasta doña Lidia llegaron sus gestos, sus bromas, su particular forma de crecer. 1975, 1976, 1977... Allí estaban todos. Todos aquellos a los que había enseñado a contar.

Fue dando vuelta a las viejas fotos y descubrió que detrás y a la altura de cada uno de ellos, estaban sus nombres, los que recordaba y los que ya había olvidado, y bajo esos nombres, los títulos de los relatos que había estado recibiendo.

Allí estaban. Los mismos que habían acudido a la fiesta de su jubilación, allí estaban... ¡Ay que bandidos...! Medio calvos ya y todavía a sus espaldas habían conspirado para seguir haciendo travesuras juntos... todos juntos, uno a uno... uno detrás de otro...  ¡Benditas travesuras...!

Y supo que ya nunca volvería a sentir vacíos sus bolsillos. Y dos lágrimas quisieron salir de aquellos ojos con cataratas. Supo que los relatos no dejarían de llegar a su buzón, como gotas, una detrás de otra. Y otras dos lágrimas las siguieron. Porque esas eran las primeras, pero habían sido muchas, muchas las promociones que vio crecer. Y ya no podía parar tantas lágrimas. Porque hay deudas impagables. Deudas de gratitud absoluta.

“Para usted Doña Lidia. Para que me cuente”.


“Demonio de críos...”




©Rocío Díaz Gómez