Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

lunes, 12 de julio de 2021

Del placer de los conciertos. Rozalén

 

 


El placer es el bien primero. Es el comienzo de toda preferencia y de toda aversión”.

Epicuro

 

¿Te acuerdas de aquellos conciertos que había en el Auditorio del Parque de atracciones? Sería a finales del BUP o en COU. Anda que no fuimos... Eran gratis y, después de atravesarnos Madrid en metro, allí clavados que estábamos todos los amigos, un puñado de horas antes, bajo aquel sol despiadado, solo para pillar una fila entera de aquellos duros asientos de piedra para escuchar a Serrat, o a Aute, con auténtica devoción. Qué poco rato cantaban y cómo echábamos la tarde entera para verlos. Sí, te hablo de aquellos tiempos felices del cine de verano en el barrio, los tiempo de sentarnos todos en corro en el cesped cantando las canciones que sabía tocar la que llevaba la guitarra. "De alguna manera tendré que olvidarte, por mucho que quiera, no es fácil, ya sabes, me faltan las fuerzas, ha sido muy tarde y nada más, y nada más, apenas nada más..."

La primera vez que vimos a Sabina fue en las Ventas. No se me olvidará nunca. Primero estuvimos en la arena. Y cuando ya no aguantamos más, nos subimos hasta lo más alto y nos sentamos con la nariz asomando entre la barandilla, con las piernas colgando, mirando hiptonizados la parte de arriba de la cabeza de los Viceversa y de Joaquín. Ay. Diminutos, pero allí estaban. ¡Cómo me gustaba a mí entonces el que cantaba de los Viceversa! Aunque he terminado siguiendo más a Panchito. ¿Te acuerdas? "Aquella noche no llovió/ Ni apareciste disculpándote/ Diciendo, mientras te sentabas/ "Perdóname si llego tarde"

Pero memorable fue el de El último de la fila en el Pabellón del Real Madrid, cuando aún existía claro, y no habían construído las enormes torres que se ven desde toda la ciudad. ¿Cuántas personas seríamos? Una auténtica burrada. Todos allí aplastados para entrar. Pero nos encantaban aquellos "aviones plateados rozando los tejados..." Entonces ya estábamos en la Universidad. También inolvidable fue el de Mecano, y también en las Ventas. Fue comenzar el concierto con aquella nebulosa y la música de Héroes de la Antártida y ya no dejamos de cantar a voz en grito todo el concierto. "Dieciocho enero de mil novecientos doce el capitan Scott/ Acompañado de Evans, Wilson, Bowers y/ Oates, alcanza el polo sur pero fracasa en la hazana de ser el primero..."

 

Han pasado más de treinta años, bueno vale, y treinta y cinco también. Qué más da. Ya he perdido la cuenta de los conciertos a los que habremos ido, de tantos han sido. ¿Cuántos? Muchos. Joaquín Sabina, Serrat, Aute, Presuntos Implicados, Javier Ruibal, Pedro Guerra, Jorge Drexler, Los Rodriguez, Love of Lesbian, Quique González... y algunos que se me olvidan ya. 


Y Rozalén. El último ha sido el de Rozalén en el Wizink Center. Se escucha mucho mejor que cuando íbamos a los conciertos del Palacio de los Deportes, que también fueron unos cuántos.

No ha tenido nada que ver con otros conciertos, nos tomaron la fiebre, nos regalaron el botecito de gel gentileza de nosequién, bloquearon sitios sin ocupar a ambos lados, detrás y delante, y no nos permitieron levantarnos para bailar ni una sola vez, hasta la última canción del último bis. Pero ¿Era el tercer o el cuarto concierto de Rozalén que veíamos?

Merecía la pena.


Coger las entradas con antelación, quedar antes, esperar todo el tiempo que sea hasta que se apagan las luces, disfrutar de cada canción pensando "¿Y la de Berlin, no va a cantar Berlín?", presentir con tristeza que ya va a terminar y pedir a gritos los bises, los benditos bises. 

El ritual de cada concierto no cambia con la edad ni la experiencia. Siempre es una fiesta.

Creo que, a estas alturas de la vida, puedo afirmar que seguiremos yendo de concierto hasta que las piernas (y la tensión) nos lo permitan. Prepararemos despacio, ya todo será despacio, la fuga. Nos escaparemos de la Residencia que nos toque, burlaremos a a las auxiliares para ir a algún concierto y huiremos como forajidos, sujetándonos la dentadura postiza para que no salga volando con las risas. 

Lo sé. Lo haremos. Seguro. 

Porque ir de concierto es un placer único.  

 

 


 


 





Ya lo decía Epicuro:  "El placer es el bien primero".

Qué tío Epicuro... Cómo sabía. 

sábado, 10 de julio de 2021

De los amigos de los viajes

 

Aunque vayas con amigos, en los viajes, siempre te haces más.

Yo tengo la suerte de haber conocido a muchos de mis mejores amigos, ellos saben bien quiénes son, trotando por esos países lejanos. En aquella ocasión congeniamos tanto, que con el tiempo hemos repetido, incluso más de una vez, y espero que lo sigamos haciendo durante muchos, muchos años más.

 

En otras ocasiones sabes que, aunque hayas tropezado con alguien interesante, no vas a volver a viajar con ellos. Algo te dice que se quedarán allí donde los conociste y no volverás a coincidir.

Quizá sea por la distinta temperatura de su piel, o por que eran muy callados, el caso es que no llegas a intimar tanto.

Sin embargo, no quieres olvidar que los conociste, y son tan fotogénicos que, en un momento dado, no puedes evitar gritarles:

¡Sonríe!

Y a modo de despedida posan tan ufanos.


 
 
 
 



miércoles, 7 de julio de 2021

La Palma y la vida

 



Cuando vuelvas a La Palma pregunta por mí.

Todavía ando correteando por allí,

cazando faros.

Me fui aquel junio del año que volvimos a viajar. 

Guardé en una pequeña maleta el papel que decía que ya estaba vacunada, un montoncito de mascarillas y un par de botes de gel. Claro, también me llevé algún que otro biquini, unas cómodas sandalias y las ganas intactas de conocer el mundo. 

La Palma no quería dejarme marchar, así que una parte de mí, la más despistada, todavía visita volcanes y pasea senderos verdes. 

Todavía despierta cada mañana en aquella casita que miraba al mar. Todavía está en aquel jardín precioso cuajado de enormes cactus, untando unos tímidos rayos de sol por encima de las tostadas cuando desayuna.

 

Me pregunto cuando podré volver a por ese pedazo de mí que se quedó en aquella isla de contrastes y viento. 

Esa que también soy yo, todavía no ha dejado de visitar aquella tierra oscura, ahora volcánica, después húmeda y frondosa. Todavía no ha dejado de buscar dragos y faros, todavía no ha encontrado el lugar más alto de la Isla Bonita.

 

Me pregunto cuando podré volver a por ese pedazo de mí que se me despistó el junio del año que volvimos a viajar.

Quién sabe.

Pero volveré. 



lunes, 21 de junio de 2021

21 de junio. Día Mundial contra la ELA

 


Era ingenioso, servicial, bueno.

Solo la tarde que le conocimos fue "el marido" de una amiga. La segunda, la siguiente, era ya uno más, otro amigo, el de todos. 

Ya no era el marido de Julia. Era Juanjo.

 

Cuántas cervezas y raciones en tantas terracitas de verano. Cuántas barbacoas en su casa de Segovia. Cuántas conversaciones, cuántas bromas.

Cuántas, cuántas risas, cuyo eco aún retumba en nuestros oídos.

 

Después, llegó aquella molestia en la pierna, cuando corría. Ni se pasaba el dolorcillo, ni daban con lo que era. 

En un momendo dado hablaron de una enzima y para quitarle importante decíamos aquello de "Juanjo tiene una encima..."

Y vaya si la tenía.

Después de muchas pruebas, pusieron nombre a la molestia: "ELA: Esclerosis lateral amiotrófica".

 

Aquella enfermedad poco a poco iría apoderándose de nuestro amigo. Desde las piernas hasta alcanzar el último cabello, iría trepándole, incansable, robándole el tiempo, la movilidad, la libertad. 

Cuántas reuniones en torno a su silla de ruedas primero, en torno a la cama después.

Cuántas reuniones buscando aún la confidencia, rebuscando en el fondo de la pena la broma, intentando hacer humor de lo imposible. 

Mientras, aquella enfermedad imparable y angustiosa seguía su curso como una hiedra maldita que podía con todo, con su cuerpo, con la amistad, con el amor, con la vida.

Hasta el día que ya solo pudo mirarnos y asentir con los ojos.

Después, la paz.

 

Todas las enfermedades son malas. Todas. Pero qué cruel es la ELA. 

Qué putada.

 

Yo quería hablar del verano, de su etimología, de las palabras ya sabéis... 

Pero tuve un amigo, un buen amigo que tenía los ojos azules y se llamaba Juanjo.



domingo, 20 de junio de 2021

De eufemismos, "casas" e historia en Madrid

 


¿Que os parece si nos escapamos al Madrid de principios del siglo pasado? Al Madrid menos selecto...

¿Y si todavía retrocedemos un poquito más?

Bueno vamos poco a poco... 

Porque yo lo que quería era hablaros de "casas". 

Unas "casas" peculiares.

  

¿Nos acordamos de lo que era un eufemismo?

Eufemismo

Del lat. euphemismus, y este del gr. εὐφημισμός euphēmismós.

1. m. Manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante.

 

A lo largo de nuestra historia, y todavía hoy en día, hemos hecho mucho uso de los eufemismos para edulcorar nuestro lenguaje. Los eufemismos con aquellas frases que hemos usado para disfrazar alguna expresión y que no sonara tan brusca.

Sobre todo cuándo queríamos hablar de ciertos temas peliagudos.

 

 Por ejemplo para llamar a los burdeles, durante mucho tiempo los llamamos "Las casas de tolerancia".

Las casas de tolerancia: 

Eran las casas donde antiguamente se ejercía la prostitución. 

La primera prohibición de la prostitución en España fue con la II República. Se prohibió en nuestro país y se intentó que se prohibiera a nivel mundial. Pero claro, de forma encubierta seguía habiéndola.

El gobierno de Franco volvió a legalizarla, pero durante el franquismo las prostitutas tenían que cumplir una serie de normas: Ser mayor de 23 de años, y pasar una revisión médica semanal. Si cumplían estas normas recibía una especie de carnet. Aunque seguía habiendo prostitutas encubiertas, o bien porque no cumplía esa edad o bien para no figurar en ninguna parte, lo cual de alguna forma la marcaría para siempre.

Y si hablamos de eufemismos en este tema tenemos un filón. 

Porque podríamos hablar de "señoritas de compañía", de "mantenidas", de "entretenidas", de "mujer de la calle", de "mujer de mala vida", de "mujer pública". Pero bueno de ésto hablamos otro día.

 

Hoy seguimos con las casas.

La casa del Pecado Mortal también era otra de esas "casas" curiosas que existían en Madrid. 


 Éste era un apelativo porque el que se conocía a una casa que existía en la calle Rosal donde estaba la Real Hermandad de Nuestra Señora de la Esperanza y Santo Zelo de la Salvación de las Almas. Esta institución se ocupaba de las jóvenes que se había quedado embarazas de forma ilégitima. También se ocupaban de inscribir en el Registro Civil al "fruto del pecado", otro eufemismo, y muchas veces entregarlo en La Inclusa.

Las chicas ricas pagando tres pesetas diarias, como donativo para la Hermandad, tenían derecho a una habitación individual y podían pasar más desapercibidas. Porque pecadora había ricas y pobres. Las pobresno tenían ningún tipo de intimidad, y compartían habitación solo si había plaza, y con la condición de servir a las pudientes.

Duró desde el año 1733 hasta el 1926, cuando se construyó el tercer tramo de la Gran Vía que acabó con las calles donde estaba situada.

 

 

 Por aquel entonces también había otras "casas", pero éstas ya para vivir o simplemente dormir. Podíamos hablar en este tema de dos tipos:

Las casas de vecindad: eran casas que no tenían aseo, ni agua, ni ventilación. Abundaban todas esas casas de vecindad por los barrios que había por la parte del sur de la Puerta del Sol. Justo por donde os decía antes que se construyó el tercer tramo de la Gran Vía, que en parte se hizo para limpiar toda esa zona.

Y luego estaban las "casas de dormir" que era el peor tipo de pensión que existía.

Aquí simplemente ponían a tu disposición un jergón o colchón para domir. Podeis imaginaros la clientela que había y cuántos podían caber en cada estancia... Pero por pocos céntimos podías pasar la noche y si eras prostituta, mendigo, criado sin casa pues solo querías y podías gastar eso.

Este panorama teníamos en Madrid a principios del siglo XX.

 

A no ser que tuvieras más "cuartos" y quisieras dormir un poquito mejor, entonces siempre tenías la opción de:

"Media con limpio": 

Ésto lo podías conseguir en las posadas. Hablamos de la época de Cervantes o después. "Media con limpio" consistía en pagar por media cama compartiéndola con alguien "limpio". Alguien que no tuviera piojos, ni liendres, ni mugre de ningún tipo...

 

Habría tantas cosas que hablar de todos estos temas... Pero otro día.

Ay, qué suerte tenemos de vivir en este siglo, llevar la vida que llevamos, y vivir en el Madrid o la ciudad en la que vivimos.

 


miércoles, 16 de junio de 2021

Llegó junio y llegaron las tormentas

 

 

 

Llegó junio y llegaron las tormentas

De pronto comenzó a sonar el agua repiqueteando sobre las baldosas del patio, y un fragante olor a tierra mojada se coló, como un ladronzuelo, por las ventanas.

Había hecho tanto calor... que nos miramos sonriendo.

 

¡Abre las ventanas del todo! me gritaste ¡Que se nos llene la casa con este olor! 

Y saliste al patio y te colocaste quieto bajo la lluvia.

Se te veía feliz.

Mientras el agua te iba empapando, te vi cerrar los ojos, aspirar con fuerza, intentando que tus pulmones se llenaran de humedad y frescor.

Y entonces llegó el granizo. Un granizo a destiempo y pendenciero. Un granizo furioso. 

Pero aguantaste bajo él, dejando que te golpeara todo el cuerpo, dejando que se formaran pequeñas huellas rojizas en tu piel desnuda.

¡¿Pero qué haces?! ¡¿Quieres entrar?! ¡Entra de una vez!

Pero tú no me hacías caso, impertérrito y callado, con las ropas completamente empapadas y el pelo lacio pegado a la cabeza. Sin mirarme, chorreando de arriba abajo, te hiciste fuerte a la intemperie.

Corrí hasta el cuarto de baño y traje la toalla más grande que encontré mientras seguía chillándote para que entraras. ¿Pero qué te pasa? ¡Que entres! ¿Te has vuelto loco o qué?

 

Pero tú te tapaste con las manos los oídos. 

No dejaba de granizar, y yo no dejaba de gritarte.

Sin embargo tú seguiste ahí.

Probándote.

Probándome.

Me cansé de chillar antes de que el cielo se cansara de su propia pataleta.

Entonces, abatida y afónica, sin entenderte, me quité los zapatos y con los pies descalzos salí yo también al patio, intentando no resbalar hasta que me coloqué a tu lado. 

Eh...

¿Qué?

Pero ni yo, ni tú, seguimos hablando.

Muy pegada a ti, me quedé quieta, dejando que el granizo rebotara sobre mí también. 

Y allí permanecimos los dos, en silencio. Al cabo de no sé cuántos minutos, me diste la mano y amarrados, seguimos empapándonos, aguantando la tromba de agua todo el tiempo que duró la tremenda granizada. 

 

Tú tenías diez años y yo ocho. 

Sin embargo ya entonces, no solo tuve la impresión de que con aquel hermano jamás me aburriría, sino también la inevitable certeza de que me dejaría arrastrar por ti, hasta el fin del mundo.




domingo, 13 de junio de 2021

"Los hermanos Machado" en el Teatro Fernán Gómez


Qué gusto volver al teatro si es de la mano de una obra como "Los hermanos Machado" que hasta hoy, 13 de junio, se ha representado en el Teatro Fernán Gomez de Madrid.

Manuel Machado, después de la guerra, llega a la casa que había ocupado su hermano Antonio y su madre, la casa familiar, que está tal y cómo la dejaron porque a su cuidado está Paca, la criada de la familia. Una vez allí Manuel empieza una conversación imaginaria con su hermano Antonio, donde van dando un repaso a su vida, desde sus tiempos de juventud cuando estuvieron tan unidos, hasta que fue a Colliure donde llegó cuando ya, tanto su hermano como su madre, habían muerto.

 

Alfonso Plou es el autor del texto, que junto a Carlos Martín (también intérprete) y María López Insausti han realizado la dramaturgia.

La escenografía con esos mapas de España en francés me parece muy acertada, en frances porque Antonio Machado era profesor de francés, y muere en Francia. Así como el sonido del violín, gracias al cual se crea una atmósfera muy recogida y elegante.

 

Yo he disfrutado mucho con esta obra interpretada por Carlos Martín, Felix Martín y Alba Gallego. El papel de Antonio, quizá sea el menos lucido porque claro presenta al poeta como alguien ya derrotado, resignado con el curso de la historia y de la guerra, definitivamente muerto. El papel de Manuel presenta muchos más contrates, y me gustaba mucho cómo lo interpretaba el actor, el énfasis que le imprime a sus gestos atravesando los distintos estados anímicos. Y desde luego el trabajo de Alba Gallego, mucho más jóven que ellos, pero que con ocho papeles que borda me ha parecido una delicia, con poco parlamento consigue hacerles un contrapunto sólido. Ella representa a las distintas mujeres de la obra: Paca, la criada, Eulalia la mujer de Manuel, Leonor la mujer de Antonio, Lola Membrives la actriz, Guiomar, la musa de Antonio... Así hasta 8 papeles. 

Me ha parecido una obra muy entretenida y didáctica. Aunque yo quizá la hubiera terminado con la escena en la que los actores se llevan arrastrando la cama. Me parece una escena muy, muy emotiva, que hubiera podido ser un final contundente. Creo que no había por qué alargarla unos minutos más.

En cualquier caso, me ha parecido una obra muy interesante.

 La verdad es que siempre que he ido a este teatro, y a esta sala, la Jardiel Poncela, donde apenas hay cinco filas de butacas alrededor del escenario, me han gustado bastante las obras que he visto allí representadas. 

Además en este caso habían dejado una silla sin ocupar a cada lado de las butacas que habíamos comprado, así que no eramos demasiados, se cumplian las normas de seguridad.

Tarde de teatro muy provechosa.



 

Los hermanos Machado

Texto: Alfonso Plou

Dirección: Carlos Martín

Dramaturgia: Alfonso Plou, Carlos Martín y María López Insausti

Reparto: Carlos Martín, Félix Martín y Alba Gallego