Era ingenioso, servicial, bueno.
Solo la tarde que le conocimos fue "el marido" de una amiga. La segunda, la siguiente, era ya uno más, otro amigo, el de todos.
Ya no era el marido de Julia. Era Juanjo.
Cuántas cervezas y raciones en tantas terracitas de verano. Cuántas barbacoas en su casa de Segovia. Cuántas conversaciones, cuántas bromas.
Cuántas, cuántas risas, cuyo eco aún retumba en nuestros oídos.
Después, llegó aquella molestia en la pierna, cuando corría. Ni se pasaba el dolorcillo, ni daban con lo que era.
En un momendo dado hablaron de una enzima y para quitarle importante decíamos aquello de "Juanjo tiene una encima..."
Y vaya si la tenía.
Después de muchas pruebas, pusieron nombre a la molestia: "ELA: Esclerosis lateral amiotrófica".
Aquella enfermedad poco a poco iría apoderándose de nuestro amigo. Desde las piernas hasta alcanzar el último cabello, iría trepándole, incansable, robándole el tiempo, la movilidad, la libertad.
Cuántas reuniones en torno a su silla de ruedas primero, en torno a la cama después.
Cuántas reuniones buscando aún la confidencia, rebuscando en el fondo de la pena la broma, intentando hacer humor de lo imposible.
Mientras, aquella enfermedad imparable y angustiosa seguía su curso como una hiedra maldita que podía con todo, con su cuerpo, con la amistad, con el amor, con la vida.
Hasta el día que ya solo pudo mirarnos y asentir con los ojos.
Después, la paz.
Todas las enfermedades son malas. Todas. Pero qué cruel es la ELA.
Qué putada.
Yo quería hablar del verano, de su etimología, de las palabras ya sabéis...
Pero tuve un amigo, un buen amigo que tenía los ojos azules y se llamaba Juanjo.
Todos los que tenemos cerca un ser querido con una enfermedad rara, sin cura, sabemos de la importancia de la investigación.
ResponderEliminarEsta pandemia nos ha enseñado la importancia de la salud, de la investigación y de la empatía. Mañana 23 de junio celebramos el Día del Síndrome de Dravet. 💜
Sí y lo peor es que conozco también al hijo de unos amigos de Logroño que tiene ese síndrome. Madre mía, qué injusta es la vida a veces. Un besazo Piluca y muchas gracias por tu comentario
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