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martes, 7 de septiembre de 2021

"Fin de temporada" de Ignacio Martínez de Pisón

 


Es esta "Fin de temporada" una historia costumbrista, como las que suele escribir Martínez de Pisón, que se lee en nada. 

Está compuesta por un prólogo, ocho capítulos y un epílogo. No podía dejar de leerla. Y no porque fuera ninguna historia trepidante, ni preciosa, no, es tan normal, tan de todos los días, tan de personajes corrientes, pero tenía que saber cómo podía terminar esa relación madre-hijo tan intensa.

"Dónde nunca había habido más que barro y maleza pronto habría frutas y hortalizas, y esas frutas y esas hortalizas estaban llamadas a sobrevivirle. Estaba creando vida, sí, pero sobre todo estaba creando futuro. 

Había algo religioso en aquello, una liturgia que la ponía en comunicación con el planeta y con la especie. cada vez que rastrillaba para retirar hierbajos o marcaba el surco con la pala, cada vez que hundía semillas en la tierra estaba reproduciendo una acción que no había parado de repetirse desde tiempos inmemoriales. ¿Cuántos hombres y mujeres habían hecho algo así en los siglos pasados y cuántos seguirían haciéndolo en los venideros? El acto más humilde condensaba una sabiduría anónima que se había ido asentando a lo largo de la historia de la humanidad..." 

El argumento nos presenta una pareja en junio de 1977: Rosa y Juan. Son dos jóvenes de un pueblo de Extremadura, ilusionados con su vida. Pero Rosa se queda embarazada y ambos están de acuerdo en que es demasiado pronto y deciden abortar en Portugal. Pero tienen un accidente que cambiará su destino. En la novela conoceremos a Rosa veinte años después, con su hijo Iván, y su amiga Mabel que viven en un camping en Tarragona.  

El tema de la novela es cómo nos condiciona lo que sabemos. Cómo el saber, el conocer, ciertos hechos nos cambia la vida. También se toca el tema de la familia, la fuerza de los lazos familiares, y las relaciones tóxicas.

“Esa es la cuestión: no eres el mismo si sabes unas cosas que si no las sabes. Saber nos hace diferente, nos convierte en otras personas”.

Los personajes son seres anónimos, que llevan una vida tranquila, y que van acarreando de por vida no solo el resultado de las decisiones que han ido tomando, sino el peso de lo han ido callando.

Es esta una novela con ritmo lento, escrita con una prosa cuidada y sencilla. Una historia ambientada en España, en varias provincias, pero sobre todo en Tarragona, en un camping. Con una incursión a Francia. Y cronológicamente se desarrolla en la época de la transición. Está muy bien ambientada.

Es una historia sin grandes sobresaltos, salvo los sentimentales. 

De vez en cuando yo tengo que volver a Ignacio Martínez de Pisón, me llega mucho su prosa. Por eso cada cierto tiempo tengo a volver a leerlo, volver a su novelas aunque, como en este caso, no sea la que más me haya gustado, y su final me haya encogido el corazón. 

"Sois como esos árboles que no dejan que crezca nada a su alrededor. ¿Y los demás qué? ¿Y yo qué? Estáis tan encerrados en vosotros mismos que no sois capaces de ver a los que estamos al lado”.

 

 

domingo, 23 de julio de 2017

"Derecho natural" de Ignacio Martínez de Pisón



“Mi padre no siempre se pareció a Demis Roussos. Cuando Demis Roussos era ya Demis Roussos, medio calvo, barbudo, barrigón, envuelto en anchas túnicas con bordados de colores, el escaso pelo alborotado en largas guedejas, mi padre era todavía un hombre espigado, fibroso, con aire de galán y una buena pelambrera, vestido con polos entallados que dejaban asomar el pelo del pecho. En algún momento, a comienzos de la década de los ochenta, sus aspectos físicos debieron de confluir."

Yo comienzo una novela, de la que ya me atraído su portada, con esta primera frase y ya me ha ganado. Qué buen arranque. 

Y así me pasó con "Derecho natural", la última novela de Ignacio Martínez de Pisón, que he terminado hoy con una sonrisa en la cara.

Ignacio Martínez de Pisón es uno de mis autores españoles preferidos. Buen novelista, escribe novelas cercanas con una prosa amena, ágil, no exenta de detalles. Sus historias están bien estructuradas y llevan cierto poso de tristeza, como suele ser la vida.

Como con otras novelas suyas he disfrutado de su lectura. Siempre, al menos en las otras suyas que yo he leído, son familias las protagonistas de sus novelas. Familias con las que te terminas encariñando a fuerza de vivir con ellos sus pequeños y grandes dramas, su dura vida cotidiana. Te lo cuenta de forma tan creíble el autor que no te cuesta sentir que estás ahí con ellos.

En esta ocasión nos regala una novela ambientada en la época de la Transición española.

La trama nos cuenta la historia de una familia cuyo padre es especialista en salir huyendo dejándolos en la estacada. Un padre irresponsable que termina ganándose la vida como doble de un Demis Roussos ya obeso y decadente, en los hoteles de la Costa Española. 

Está contada en primera persona por el mayor de los hijos: Ángel, que lleva el mismo nombre del padre, y al elegir a este narrador nos acerca más a la historia. Y en su forma de contarlo varias veces se rompe la linealidad temporal otorgando más agilidad a la narración. Ángel nos va a contar la historia de su familia, y la de su gran amor.

Los personajes principales son cómo ya hemos dicho: El padre, Ángel, un padre inmaduro que deja a la familia varias veces y no se ocupa de ellos en absoluto. La madre Luisa, cuyo carácter también ambivalente propicia algunos de los desastres familiares que les ocurrirán al tomar también decisiones erróneas. Y luego están los hijos: Ángel, el mayor, quién cuenta la historia y se pasa la vida intentando comprender a sus padres y sus acciones. Y sus tres hermanos: Manolo, desde niño muy problemático. Y las dos hermanas pequeñas: Cristina y Paloma.  Personajes que pasan la vida buscando su identidad, su sitio, corriendo en busca de sus metas intentando huir de sus tristezas.

"arrollador, egocéntrico, autoritario sin pretenderlo, volvía a ser el astro rey, y ella, que en su ausencia había ocupado el centro de nuestro pequeño sistema solar, se dejaba absorber por la fuerza incontenible de su gravitación. Al lado de mi padre sólo podíamos ser satélites".

El referendum, las drogas, la ley del divorcio son cuestiones que salen en la novela y que ayudan a su perfecta ambientación temporal. Son los años 70, 80, 90... Desde que Ángel es un niño hasta que ya es un hombre. Espacialmente la acción transcurre primero en la ciudad de Barcelona, donde se trasladan a vivir sus personajes, y luego en Madrid a donde se traslada el protagonista en solitario. Comienza siendo niño y termina estudiando Derecho, Filosofía del Derecho y Derecho natural, de ahí el título de a novela.

Es una novela solida, donde los personajes son creíbles. Te da tiempo un poco a todo al leerla, hay momentos para la ternura y otros para el disparate. Hay escenas tristes y escenas hilarantes. Y a mí desde luego el personaje protagonista me ha ganado con su "cordura" en esa familia "singular" que le ha tocado. 

En cuánto a la estructura, tiene un prólogo y un epílogo que sobre todo éste último a mí me ha parecido muy bueno, cierra el círculo, empieza con su padre y termina con él. 

No es desde luego una novela trepidante, ni te mantiene ahí "enganchado" ni "en vilo", no hay ningún misterio que resolver, se trata de vivir con esos personajes mientras ellos viven. Tampoco quizá sea "la gran novela", pero es una historia cotidiana agridulce que a los de mi edad nos puede resultar bastante familiar al coincidir su historia con algunos rasgos de la nuestra. El eje principal es "la familia", la interrelación de sus miembros y como las acciones de unos influyen en todos los demás, sobre todo las de los padres. 

Y siempre contado con una prosa fluída y rica. Entretenida, agradable de leer, para mí buena literatura, una historia familiar, una saga, que discurre con un tono plácido, cercano, doméstico y entrañable. 


miércoles, 27 de enero de 2016

"El tiempo de las mujeres" de Ignacio Martínez de Pisón



Amigos del blog hay que poner orden con las reseñas de los libros. ¡Ya tengo fila! esto no puede ser.

Así que vamos a ello.

Terminé de leer "El tiempo de las mujeres" de Ignacio Martínez de Pisón en plenas navidades, y no he tenido tiempo de hablaros de él.

Se trata de una novela que me ha gustado bastante. Sobre todo por su técnica a la hora de contar. Ya había leído otras novelas de este autor y me parece uno de nuestros mejores narradores.

El argumento arranca cuando María, tras la muerte de su padre, se siente forzada a ocupar el vacío que éste ha dejado y siente que se tiene que ocupar de su familia. Una familia compuesta por una madre inmadura, y dos hermanas: una que está atravesando una etapa mística y otra, la más jóven, que se fuga de casa.

El tema de esta novela es la soledad, creo. La soledad en el paso de la infancia a la madurez. Y se refleja en los secretos que cada miembro de la familia esconden de los demás. Temas sociales y de relaciones familiares en esta obra.

Los personajes principales son femeninos. Las tres hermanas (María, Carlota y Paloma) y la madre. Los personajes masculinos son secuendarios en la novela, y en la historia. Son ellas las que dirigen, las que ponen los puntos de giro para sus vidas cambien. Y ellos, de alguna manera, solo se dejan llevar. Los tres personajes de las hermanas están muy bien perfilados, son creíbles, consistentes y potentes. 

La historia se ubica espacialmente en Zaragoza y temporalmente entre los años 70 y 80. En los primeros años de la democracia.

En cuánto a la estructura de la novela, que es lo que más me ha gustado, el autor ha utilizado tres narradores femeninos, y va alternando sus voces capítulo a capítulo. María, Carlota y Paloma, las tres hermanas, van contando su versión del tiempo que cuenta la novela y lo van alternando en el mismo orden invariable siempre. La historia se multiplica con cada versión, va creciendo. Es la técnica del multiperspectivismo, cada narrador cuando su realidad, su visión del mundo. Y el lector va conformando el universo de las tres narradoras.

También podemos ver en la historia que el tono va cambiando. Comienza en un tono más distendido, con más chispa, más irónico. Lo que se correspondería con la infancia, más fácil, más sencilla, más dulce. Y poco a poco la historia va cogiendo tintes más melancólicos, más tristes. Lo que sería ir entrando en la adolescencia, en los secretos, en el desencanto. Vemos como el autor se mueve bien en ambos registros. Y desde luego este comienzo más irónico empuja a seguir leyendo.

Me gusta mucho la prosa de este autor. Es un gusto leer Martínez de Pisón por lo bien que domina el lenguaje. Me parece un virtuoso, porque va enlazando la forma de contar con el fondo en una simbiosis muy bien creada. Su prosa es sencilla, pero al mismo tiempo rica y sabe cómo mantener el ritmo en la narración.

Creo que es una buena novela. El autor novela a novela va mejorando y cómo os comentaba al principio de la entrada creo que es uno de nuestros mejores narradores.

viernes, 8 de junio de 2012

"Dientes de leche" Ignacio Martínez de Pisón



"Había muchas cosas que Raffaele no entendía del comportamiento de los españoles, tan semejantes a los italianos en algunos aspectos y tan distintos en otros. A veces les daba por insultarse de unas trincheras a otras. Casi siempre recurrían a rimas elementales. Desde la trinchera de enfrente alguien gritaba "¡fascistillas, os vamos a hacer papilla!", y en la suya se levantaba una voz que contestaba "¡marranos republicanos!". Y a eso seguían, en uno y otro lado, unas carcajadas demasiado ruidosas. En otras ocasiones, para desmoralizar al enemigo, se reunían dos o tras soldados y le cantaban canciones y los otros no tardaban en replicar. En una trincera cantaban A las barricadas o La internacional y en la otra el Cara al Sol o el himno de la Legión, y al cabo de un rato, acababan cantando entre todos algunas canción de la época en la que los españoles vivían juntos y en paz..."



Acabo de terminar de leer "Dientes de Leche" de Ignacio Martínez de Pisón y me ha gustado mucho.

Es muy agradable de leer, poco a poco te vas sumergiendo en la historia de la familia Cameronni y ya no quieres dejar de leer su historia. La novela empieza con el nieto acompañando al abuelo a un aquelarre fascista, aunque luego vuelve al principio y cuenta la historia de la familia Cameroni a lo largo de tres generaciones, desde que Raffaele, combatiente fascista, viene a luchar a la Guerra Civil para dejar de ser pobre en su Italia, y se queda porque se enamora de una jóven enfermera, cuya familia es de izquierdas. 
 
Los personajes están muy bien construídos, vas leyendo a medida que van creciendo los tres hijos de la familia: Rafael, Alberto y Paquito. Son personajes complejos, muy bien perfilados. Aunque parecen mucho más protagonistas las dos mujeres del libro: Isabelita, la madre, y Elisa, la mujer de Alberto. Ellas son las que van sosteniendo la línea argumental con paso firme.  

Es una historia que no puedes dejar de leer.

En esta novela están representandos: el antagonismo ideológico, la venganza, la piedad, la búsqueda de los orígenes, el amor, el paso del tiempo con los avatares de la vida y de la historia.

Muy bien estrucrurado, todos los capítulos tienen entidad en sí mismos y un final efectivo. Y la historia abarca desde la Guerra Civil hasta los años ochenta. Su desarrollo es líneal, pero con elipsis que logran que la historia vaya avanzando, de forma muy conseguida. Es una estructura aparentemente sencilla, pero muy compleja.

La ambientación está muy lograda también. Están narrados los acontecimientos sociales más relevantes y sus personajes son de marcado carácter político, pero todo es pura literatura, sin lucir tintes reinvindicativos.

Creo que este autor domina la narración de forma impecable, sabe hacer malabarismos con la estructura exhibiendo una forma de escribir sencilla pero con una maquinaria muy completa en la estructura sobre la que va como dibujando la historia. 

Me ha gustado mucho, es una historia de nuestro país, con algo de nostalgia, pero de esas que se quedan en la memoria porque se te hace entrañable.

 "Alberto esperaba en el salón, instalando el trípode y los focos y haciendo mediciones con el fotómetro, y mientras tanto la tía Milagros se encerraba a arreglarse en el dormitorio. Así lo exigía el ritual. Para cada sesión fotográfica debía ponerse ropa distintas, y a ella le hacía gracia volver a ponerse algunos de los muchos vestidos que a lo largo de las décadas se habían ido acumulando en su ropero. Los primeros retratos se los había hecho con piezas de su vestuario más reciente. Solo cuánto éste se hubo agotado, recurrió a las prendas pasadas de moda, primero a las de los últimos años y después a las más antiguas, remontándose por tanto en el tiempo recorriendo a la inversa las pequeñas efemérides de la historia familiar; éste me lo puse cuando el entierro de Isabelita, éste para el bautizo de Paquito... El contraste  era curioso  y (¿Por qué no decirlo?) desasosegante: mientras la tía Milagros envejecía despacio, su ropa rejuvenecía a toda velocidad, y las dos sesiones que mediaban entre una sesión fotográfica y la siguiente podían suponer un retroceso de varios años en su vestimenta."