"-Lo he pensado, a lo largo de estas dos semanas, cada vez que me ha pasado. Esta gente es la que nos crio, la que nos dio una educación, la que nos ahorró el hambre y la injusticia que ellos conocieron. Y cuando viene una desgracia que se los lleva por cientos, o por miles, no sólo no acertamos a protegerlos, ni a prestarles socorro, sino que los damos por muertos desde el portal. Sin mirarlos siquiera.
-Resumido así, es demoledor -le concedió Chamorro.
-Entendedme -añadió López-. me hago cargo de cómo van en estos días los médicos, de que ellos mismos se contagian y mueren, de que es normal que piensen que los esfuerzos los deben dedicar a los que aún viven, e incluso hacer lo posible por no pillar el virus para estar ahí y poder seguir curando alresto. No es al médico tal o a la médica cual a quiénes culpo. Aquí, compañero, la hemos cagado y la seguimos cagando todos. Por eso, y con más motivo si he metido la pata con los otros dos, necesito hacer esto como Dios manda.
-No puede quedarme más cristalino -le reconocí."
Y así, como quién no quiere la cosa, hemos llegado a la novela núm. 14 de la saga de Bevilacqua y Chamorro. Y aquí nos ha tenido Lorenzo Silva pendientes de cómo discurre la vida de esta pareja de guardia civiles que conocimos hace casi treinta años. A su lado hemos ido madurando todos: los personajes, el autor y los lectores. Y aquí seguimos.
A estas alturas de la saga ya no voy a contar cómo son Rubén y Virginia, porque lo sabemos todos. Otra vez el autor nos regala una novela de sus peripecias, con sus veinte capítulos donde descubrirán a varios asesinos, y avanzarán en su particular relación, junto a los demás miembros de su equipo: Arnau, Inés y demás que también conocemos de sobra.
Como siempre Lorenzo Silva nos deja títulos de canciones, de novelas, de autores que apuntalan el carácter introspectivo y culto de este Bevilacqua al que ya tenemos tanto cariño: Battiato, Cervantes, Carlos Castán...
En este caso, ya estamos en el 2020, en la pandemia, y nos moveremos por provincias cercanas a Madrid, un pueblo de Badajoz y un pueblo de Toledo, resolviendo casos de mujeres asesinadas en una doble investigación. No quiero contar nada más.
Está muy bien ambientada, porque refleja esos tiempos primeros de la pandemia del miedo, el desconcierto, la soledad, la reflexión, la vulnerabilidad de los mayores y siempre la maldad de los que se aprovechan de las circunstancias por malas que sean.
Ya estamos hechos a la prosa tranquila y meditada de estas novelas, a su ritmo cadencioso, a sus detalles en lo que cuenta. También a la camaradería entre los compañeros y sobre todo a la relación entre los dos protagonistas tan cómplice, que en esta novela, se profundiza más y se hace más íntima.
Después de 14 novelas el que no haya leído a Bevilacqua ya es hora ¿no? y a los que han leído todos sus libros, no os voy a aportar nada nuevo, que sigáis leyendo, como hago yo, si ya no podemos hacer otra cosa con esta saga de Lorenzo Silva... Es parte de nosotros.
"Y un agradecimiento final. Pronto hará treinta años que llevé por primera vez al papel las andanzas de Chamorro y Bevilacqua. Que pueda seguir haciéndolo, tras catorce libros y cinco mil páginas, es un regalo y un privilegio que no olvido ni olvidaré nunca que les debo a los lectores."