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jueves, 18 de enero de 2024

"Celebración" Mi relato publicado en la antología "Celebración"

Toronto. 2016.


Si la vida se detuviera, y nos pudiéramos bajar un rato para conversar, tomarnos un café, o lo que el rato nos deparara, te contaría que ayer, los compañeros de mi tertulia literaria, presentamos en público el libro titulado "Celebración" en el Centro Cultural Clara del Rey-Museo ABC

Se trata de una antología de textos, poemas y relatos, que hemos escrito con el mismo tema del título: "Celebración".

El caso es que al final, de pronto, una compañera, Amelia Serraller, con el coordinador, Javier Díaz, hablaron de darnos una sorpresa. Consistía en que algunos de los textos se leerían en otros idiomas para que viéramos como sonaban en esas lenguas. Amelia es traductora de varios idiomas y profesora. Yo pensé, la verdad, que escogerían solo poemas, vamos, estaba convencida. Y escuchamos ruso, italiano... Y resulta que sale una chica, Nicole Katarzyna Hanas, y dice que ha escogido uno de mis textos y lo ha traducido al portugués.

Qué sorpresa... Qué ¡obrigada! me sentí. 

Eso te contaría si nos viéramos. Porque estuvo chulo, porque fue toda una sorpresa que no me esperaba para nada. 

Y cómo hace tanto que no dejo aquí uno de mis relatos, pues he pensado que comparto con vosotros éste que he publicado en nuestro libro. Son tres historias cortitas que están relacionadas.

Imaginaos por un momento un bloque de vecinos. En el primer piso está ocurriendo una historia, al mismo tiempo y, en el segundo piso, está ocurriendo otra... Y varios minutos después de ambas, ya en el portal surge la tercera.

Aquí os las dejo. 



Celebración

Rocío Díaz


1.  Celebración de la resta

En el primer piso de un edificio de vecinos, un niño de seis años y su joven niñera se disponen a darse un festín. Delante del bol rebosante de gusanitos, nubes y otras chuches al crío le brillan los ojos, mientras la niñera no consigue retener una lágrima al fotografiarle radiante abrazando su trofeo. Felicidad y tristeza ya siempre se darán la mano en aquella foto.

 La madre del niño les tiene “terminantemente prohibidas las chuches, que luego los dientes…”. Sin embargo, el crío y su niñera se han compinchado para saltarse la prohibición. La ocasión lo merece, es una celebración de despedida. La joven, que se va de Erasmus fuera de España, ha tenido buen cuidado de ir comprando solo las especiales para diabéticos.

 El crío aún no sabe ni lo que es un Erasmus, ni los diabéticos, ni cuánto echará de menos a esa niñera que lleva cuidándolo desde que era un bebé. Sin embargo, ella sí sabe cuánto añorará su carita de pillo aprendiendo a guiñar el ojo sobre las chuches, sus bracitos agarrándose fuerte a ella cuando, con la tripa llena, le lleva medio dormido a la cama, sabe de su respiración tranquila, inundándola de paz, cuando le arropa. Ella sabe, claro que sabe cuánto pierde y sintiendo que le está fallando, se le parte el corazón al despedirse.

 Bajando las escaleras del bloque, una vez que le deja con los padres castradores de chuches, piensa que ojalá seis años antes se hubiera hecho paseadora de perros.

 

  

2.    Celebración de la suma

En el segundo piso del mismo edificio, un atractivo veinteañero, recién duchado y oliendo de maravilla, va silbando por la casa mientras cambia sabanas, airea habitaciones, y coloca flores aquí o allá. Necesita que todo esté perfecto, porque es una celebración: suman un año juntos.

 Ella está a punto de llegar y a él le puede la impaciencia. Está deseando aspirar su perfume mientras va rozando con sus labios su cuello; deseando apresar el lóbulo perfecto de su oreja antes de zambullir su lengua en ella, esa caricia la enciende como pocas; está deseando desnudarla lentamente, mientras de fondo suenan esas canciones tristes que, sin embargo, a ella le alegran tanto. Un año ya. Tiempo de decir: “Quédate conmigo”.

 Qué importa si ella es bastante mayor que él, qué importa si trabajan juntos. Lo que, en un principio, fue el desparrame pasajero de la cena de navidad de empresa, tras ese largo año, siente que es la unión perfecta. Suena el timbre. ¡Por fin!

 Al otro lado de la puerta, mientras espera que él abra, ella, sin dejar de moverse, repasa en su mente una y otra vez cómo le dirá que esta vez será la última. Está embarazada. Está tan feliz que levitaría. Quiere este niño. Su marido y ella están de acuerdo. Un niño llega, un niño nacerá en su hogar. Se acabaron las historias con terceros salpimentando su matrimonio. Qué importa el apellido del espermatozoide. Borrón y cuenta nueva.

 

  

3.    Celebración de la aritmética

En el portal de ese edificio de vecinos, naufragan una noche una triste cuidadora y un veinteañero despechado. Con la mirada húmeda y el alma espachurrada, abrochándose los abrigos, topan, frente a los buzones, entonando a dúo el mismo desgarrado y profundo suspiro.

—Anda toma -dice ella ofreciéndole un pañuelo de su paquete.

—Gracias. Algo se me metió en el ojo -Contesta él sin apenas mirarla.

—A mí se me metió un hombre de 6 años -replica ella valiente- y me ha partido el corazón.

—Vaya… Sí que vienen pisando fuerte las nuevas generaciones -responde él sin pensar, ni delatar su pena. Sin embargo, al ver que ella solo asiente, decide ser sincero: A mí me pisoteó el corazón una de casi cuarenta. Números cantan. Salgo ganando…

—Viéndonos aquí más parece que los dos salimos perdiendo. -Replica ella, sentándose en el primer escalón.

Él se sienta a su lado, sin ganas de nada y sus miradas tristes se encuentran, se calibran. Durante unos minutos, siguen compartiendo pena y pañuelos en silencio hasta que ella, palpándose un par de chuches del bolsillo, saca una y pregunta:

—¿Quieres?

Y él, a modo de respuesta, piensa en voz alta:

—Mojadas en unos benjamines que tengo arriba podrían estar buenas. Eran para una celebración ¿sabes? pero…”. Quiere explicarle.

Sin embargo, masticando ya una de las chuches, ella no le deja continuar:

—Pues, venga. ¿A qué esperamos? ¿No eran para una celebración? Y tomándole de la mano le anima a levantarse: ¿Dónde tienes esos benjamines?



La foto de la portada es un mural que descubrí en Toronto, una noche. Septiembre de 2016.

lunes, 20 de noviembre de 2023

XX Certamen Literario AL-ÁNDALUS en BURGOS

 


A veces la vida se luce y sale el sol fuera y dentro de una. Un sol radiante que necesitaba me calentara. 

Este sábado, 18 de noviembre de 2023, en la elegante sala Polisón del Teatro Principal de Burgos, me dieron un premio de relato que disfruté mucho.

Quería dar de nuevo las gracias a la Asociación Cultural Al-Ándalus por llevar a cabo entre sus actividades la de convocar el Certamen Literario Al-Ándalus, cuya edición en este 2023 era ya la XX, y donde el jurado consideró que mi relato "Coreografía de dos gritos feroces" se merecía el primer premio en la modalidad de Andalucía. 

 

 La entrega de premios me encantó. Los dos premiados, el de la modalidad Libre, Alfonso Bengoechea con su relato "Expertos en nubes" y yo, leímos nuestros relatos. Compartimos micrófonos con la música muy chula de dos hermanos que nos trajeron canciones tan conocidas como "Stand by me" o el "Hallelujah" de Leonard Cohen, además de alguna otra de su autoría. También se concedió el Premio Al-Ándalus a una catedrática y escritora de Burgos... Y hasta se hizo una pequeña representación de un fragmento de uno de los libros de la ganadora del Premio Al-Ándalus por parte de ellos y el conductor de la entrega de premios que lo hizo muy bien. Pido disculpas a todos por no quedarme con sus nombres, esta memoria mía ya no es lo que era. Por último todos disfrutamos de un ágape juntos en un restaurante cercano donde nos estaban esperando y donde conversamos mucho mientras comíamos los pinchos tan ricos de la tierra.





 

No quiero extenderme demasiado entre vídeos y fotografías, de todos modos nunca va a ser igual que estar allí y vivirlo. Pero dejadme que os cuente que fue una entrega de premios muy completa y variada, muy amena. Era toda una celebración de la cultura.

Quería dar las gracias también al Presidente de la Asociación, D. Antonio Álvarez, y su compañero Angel Lores con quiénes he tratado estos días por su cordialidad y amabilidad en todo momento. A otros compañeros como Pedro Martín y su señora por ser tan majos, y con quiénes estuvimos charlando mucho rato después sobre el Madrid del pasado y con quiénes estuve tan agusto. Al jurado, por supuesto, no solo por elegirme sino también por su simpatía. Gracias a todos por tratarme tan estupendamente.

Y a mis queridas compinches, Montse y Paloma, por acompañarme en esta escapada burgalesa tan enriquecedora y cultural. 

A veces la vida se luce y da gusto sentirse viva disfrutando de la compañía y la cultura.

¡Muchas gracias a todos! 

 

Alfonso Bengoechea presentando su relato "Expertos en nubes"

  

La señora de Pedro Martín, yo, el Presidente de la Asociación, Alfonso Bengoechea ganador del premio en la modalidad libre y Pedro Martín, un compañero de la Asociación. 


 
Las protagonistas: Montse, Paloma y yo

 


lunes, 24 de octubre de 2022

XII edición del Concurso Cartas de amor de Arucas. 2022.

 


El día de las escritoras, que fue el pasado 17 de octubre, la Biblioteca Municipal de Arucas (Gran Canaria) me alegró el día:

 

El coloquio con motivo del #DíaDeLasEscritoras propició un entusiasmado debate sobre el proceso creativo del libro, que va desde la escritura hasta la lectura. El público también intervino, interpelando a las invitadas con diversas cuestiones.
 
El acto se cerró con la lectura del acta de la XII edición del concurso de #cartasdeamor “En amor a dos”. El concejal de cultura, Carlos González Matos, leyó el fallo del jurado, que otorgó los siguientes premios:
MODALIDAD A. Arucas en el corazón: LORENA LÓPEZ MEDINA, por la carta titulada DIARIO DE UNA MUERTA.
MODALIDAD B. Por amor al arte. El premio fue para ROCÍO DÍAZ GÓMEZ, que concursaba desde Madrid, con la carta titulada ME LLAMÓ AFRODITA
Como broche del acto, Lorena López se emocionó y contagió su emoción al público con la lectura de su carta.
¡Enhorabuena a las premiadas! Y muchas gracias a Carmen Nieto (autora) y María Yuste (editora) por su participación.

 
Cuánto alegra sentir el reconocimiento en personas que solo te conocen por lo que escribes. Cuánto motivan estas noticias para seguir peleando con las historias. 
 
Muchísimas gracias desde aquí a la Biblioteca Municipal de Arucas, al Ayuntamiento de Arucas y por supuesto al Jurado por considerar que mi carta merecía este premio.
 
Me parecía que el Día Internacional de las Bibliotecas también era un día bien chulo para compartirlo ¿No creeis? 
 
Pues venga, antes de que se me olvide, cómo ya me ha pasado otras veces.

Va por vosotros.


Me llamó Afrodita 

Rocío Díaz Gómez

Me llamó Afrodita. Y yo que, como la mayoría, no conocía más Afrodita que la de los dibujos de Mazinger Z, una “robot” con proyectiles en sus generosos pechos, imagínese qué vergüenza. Éramos una pandilla de adolescentes bañándose en el río, y yo estaría agachada, con el agua por encima del pecho medio escondiéndome. Ya sabe lo que son esas edades y el pudor, el bañador mojado pegándose a un cuerpo que ya empieza a tener curvas, y una disimulando para que ellos no se fijen. Tanto disimulo para que venga el renacuajo de turno y te llame ¡Afrodita! Tenía usted que haberle visto, con esa edad le sacaba yo la cabeza. Como un semáforo, con el pelo chorreando, me tiré a él y le di una tunda de manotazos impresionante. Y mientras él, tan resabiado, bajo los palmetazos explicando que existía otra Afrodita, otra que no salía en la tele, otra que estaba en el Museo de nuestra ciudad, la Afrodita agachada del Museo Arqueológico de Córdoba. Varios cardenales después, por fin le escuché. Pobre muchacho, si resulta que me estaba echando un piropo. Así nos conocimos, imagínese.

Éramos aceite y agua. Él siempre con ansia de leer, de aprender, de saber. De pringarse de conocimiento ¿Sabe? Y yo solo preocupada por si íbamos a este río o al otro. Al principio me cansaba un poco su afán por enseñarme, pero al final terminé coladita por él, porque creció más tarde pero menuda planta cuando terminó de hacerlo. Eso, y que sopas con ondas les daba a todos cuando abría la boca. Él era el nieto de Santos Gener, habrá oído hablar de él, fue Director del Museo muchos años. En la guerra fue depurado pero en el 39 pudo volver y se ocupó de la mudanza a la calle que hoy lleva su nombre. Dicen que hizo mucho por esta Institución, se ocupó de la recuperación e instalación de muchas de las piezas. Parece ser que fue un hombre brillante. Y mi Samuel, su nieto, como él, a quién además de dejarle el nombre de pila, le contagió el amor por este lugar y el arte. Amor con el que quiso engatusarme a mí. Y vaya si lo hizo.

Nos colábamos cada noche ¿sabe? Cómo él conocía a todos los vigilantes de venir con su abuelo, les guiñaba un ojo, y hacían la vista gorda. Qué aventuras. Samuel me explicaba las obras: “Dirás en paños menores…” “Nooo, digo lo que he dicho: “Paños mojados”, así se llama la técnica con la que se acentúan las curvas del cuerpo” “Ah como en el río…” Qué paciencia tenía el pobre conmigo. “¿Te imaginas esas patas con forma de león en tu comedor?” “Pues no ¿Y de quién has dicho que es esa máscara?” “Del dios Pan” “Eso me había parecido, pues fíjate tú que con esas barbas hasta le veo parecido a Indalecio el de la tahona ¿A que sí?” Qué cosas le decía yo, y aun así, fíjese, nos íbamos enamorando. La magia de este lugar, seguro. Y pasearlo sin nadie y medio a oscuras, también Una de esas noches nos dimos nuestro primer beso. Y después vino otro y otro más, y ya sabe, una cosa lleva a la otra.

Siempre trabajó aquí ¿Dónde si no? Adoraba el arte. Y yo en casa, pero tan feliz ¿sabe? No quería más, porque lo tenía todo. Cuando Samuel murió, la casa se me caía encima. Entonces su compañero me habló del puesto de vigilante de sala. Jamás se me habría ocurrido, no le voy a engañar, pero nunca se lo agradeceré lo bastante. Estar aquí es estar con él, porque este Museo era su vida. Estas piezas me reconfortan, aún hay en ellas jirones de los adolescentes que fuimos. Él me llamó Afrodita y decidió mi vida. ¿Cómo iba yo a imaginar que cuarenta años después yo iba a pasar mis días con la otra Afrodita? Si me viera mi Samuel… Si hasta me atrevo a contestar a los visitantes cuando me preguntan sobre ésta o aquella pieza. Porque ahora sé que muchas cosas de las que me contaba, se me quedaron dentro sin darme ni cuenta. Y si no sé la respuesta, no se lo va a creer, pero en mi interior le pregunto, y Samuel, allá donde esté, me la sopla en un susurro. Porque yo siempre fui su Afrodita, su Afrodita agachada. Y lo seré siempre.