Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

domingo, 20 de julio de 2014

"El cartero" de Eduardo Galeano


EL CARTERO


Lo vi en el ataud, con esa cara plácida y jodona, y pensé: no se puede creer. El Gordo Soriano se estaba haciendo el muerto.

Me lo confirmó Manuel, el hijo, idéntico al Gordo aunque más chiquito. Él me dijo que le había dado una carta al padre, para que se entregara a Filipi.

Filipi, su amigo, había muerto poco antes. Filipi era lagartija. Una lagartija rara, que tenía costumbres de camaleón y cambiaba de color cuando quería. En la carta, Manuel le enseñaba un juego, para que pudiera entretenerse en la muerte, que es muy aburrida. Para jugar ese juego, había que escribir no sé qué letras. "Usa las uñas, Filipi", lo instruia Manuel. 

Estaba claro. Osvaldo Soriano se había pasado la vida escribiendo cuentos y novelas, cartas enviadas a sus lectores, y ahora estaba trabajando de cartero. En un rato volvía.


Pág. 125
Bocas del Tiempo
Eduardo Galeno

viernes, 18 de julio de 2014

Chistecillos sobre lenguaje







¡¡Venga que es viernes!!

Y cómo ya está aquí mismo el fin de semana y en este blog nos gustan las palabras, su doble sentido, jugar con ellas, hoy vamos a hacer una entrada más ligerita con unos chistecillos sobre el lenguaje...

Que los disfruteis.




Profesor: -¡Agustín diga el presente de indicativo del verbo caminar!

Agustín: Yo camino, tú caminas, él camina...

Profesor: - ¡¡Más deprisa Agustín!!

Agustín: Nosotros corremos, vosotros corréis, ellos corren.




Profesor: -"Llovía" ¿Qué tiempo es?

Alumno: Es un tiempo muy malo, señor profesor



Profesor: Arturo tu redacción "Mi perro" es exactamente igual a la de tu    hermano ¿La has copiado?

Arturo: No profesor, es que el perro es el mismo...

martes, 15 de julio de 2014

"Más minúscula que una letra minúscula" - Relato de Rocío Díaz



Últimamente he recibido varias alegrías literarias, entre ellas, el accesit en castellano en el I Certamen de Relato Breve "Istorio Hau zeurea da".

En este certamen había que escribir un relato de dos folios como máximo y que comenzara por la frase siguiente:

La ciudad se desperezaba. Aún las farolas estaban encendidas y eran pocos los ruidos en la calle. Una capota gris cubría tejados y antenas, dando paso a una tenue luz incierta. Pronto amanecería. Ella se asomó a la ventana, apoyó la frente en el cristal, observó la acera casi desierta y, soltando un largo suspiro, pensó que de aquel día no pasaría.

 
Bueno, pues queria compartir mi relato con vosotros. Aquí os lo dejo.





Más minúscula que una letra minúscula
Rocío Díaz


La ciudad se desperezaba. Aún las farolas estaban encendidas y eran pocos los ruidos en la calle. Una capota gris cubría tejados y antenas, dando paso a una tenue luz incierta. Pronto amanecería. Ella se asomó a la ventana, apoyó la frente en el cristal, observó la acera casi desierta y, soltando un largo suspiro, pensó que de aquel día no pasaría.

Y aunque siempre le habían gustado esos días grises, la abrumante certeza de este último pensamiento la empujó por el acantilado del vértigo y el miedo. Y no consiguió evitar otro profundo suspiro que llenó de vaho el frío cristal donde aún apoyaba la frente. Casi sin darse cuenta se separó unos centímetros y con el dedo índice comenzó a escribir sobre el vaho una E mayúscula, seguida de una r tan minúscula como se sentía ella en ese momento.

Conocía la sensación. Había crecido con ella. Esa sensación de sentirse minúscula de tan vulnerable. Sentirse bajo un maremoto de impotencia que comienza en el sudor de las palmas de tus manos, y te humedece entera. Sentir agrandarse un agujero en el centro de tu cuerpo, que te traga y por el que comienzas vertiginosamente a caer, mientras no puedes evitar esas gordas lágrimas corriendo por tu cara sin remedio. Y todo eso, todo, simplemente por enfrentarse a algo tan diminuto como una letra. Sí. Ella sabía lo que era sentirse mucho más minúscula que una letra minúscula. Qué cruel paradoja. Por eso aprendió más tarde que los demás niños a hablar, a leer y a escribir. Ella era aquella cría que lo intentaba una y otra vez, una y otra, pero no conseguía juntar con acierto las letras para que hilaran frases con algún sentido; la p y la b, la m y la n, dibujitos rebeldes y retorcidos que le hacían muecas desde el cuaderno y se intercambian, jugaban con ella al escondite y se ocultaban maliciosamente en cuánto se descuidaba, amontonándose unos detrás de otros, enmarañando las frases. Le costó más que a ningún otro niño domesticar a las letras. Domesticar al lenguaje, domesticar al miedo de pensar que no lo conseguiría nunca. 

Pero lo consiguió gracias a los cuentos. Esos, que su madre le contaba al amanecer antes de que tuviera que enfrentarse al mundo. Cuentos como armaduras. Cuentos que su madre inventaba donde siempre ella era la protagonista, la heroína, la vencedora contra todos los dragones. El dragón del nombre de los dedos de la mano y los días de la semana. El dragón de los meses del año y el del abecedario. El dragón de las tablas de multiplicar y en definitiva, cada uno de los que aparecían cada vez que tocaba aprender algo nuevo e inevitable en el duro proceso de hablar, leer y escribir.      
           
Mientras ella seguía escribiendo sobre el cristal, y en el vaho a la E mayúscula le seguían varias minúsculas, su mente iba desmadejando recuerdos. Mientras se iba dibujando la palabra “Erase” sobre el vaho, podía aún escuchar la voz de su madre inventando, recitando, repitiendo para que después ella escribiera despacio, muy despacio, letra a letra, todos aquellos maravillosos cuentos y consiguiera domesticar a los dragones. Su madre no quiso nunca escuchar palabras difíciles que comenzaban por “dis”: “dislexia, dislalia… ¡disparates! Imaginación, paciencia y amor”. Esa era la receta mágica materna. Y lo fue. 

La ciudad se desperezaba. La capota gris invitaba a esconderse debajo de un paraguas de nostalgia. Invitaba a arroparse con un abrigado cuento. Invitaba a escuchar más que a hablar. Y a ella nunca le habían sobrado las palabras. Pero de aquel día no pasaría. No prolongaría por más tiempo la excedencia solicitada nada más aprobar. Su madre ya no estaba. Pero tenía imaginación, paciencia y amor para todos los niños que cupieran en una clase. Ella había conseguido ir superando cada aprendizaje. Maternales y EGB. BUP e Ingreso. Magisterio y Educación Especial. Conocía la sensación. Sentirse mucho más minúscula que una letra minúscula. Pero también sabía cómo luchar. De aquel día no pasaría: Era maestra. “Erase una vez…” decía la frase escrita ya en el vaho. Sabía enseñar. Sabía del poder de un buen cuento, sabía volver mayúsculas a las minúsculas. Y lo haría.




viernes, 11 de julio de 2014

Letreros ingeniosos sobre el lenguaje




Hoy, como es viernes, preludio de fin de semana, de distracciones, de pereza, de ocio, de ver el lado más distendido de la vida, os traigo una selección de letreros que he ido atesorando de otras redes sociales.

Son letreros que tienen que ver con el lenguaje. A mí me han parecido muy ingeniosos. Yo creo que merece la pena compartirlos.


jueves, 10 de julio de 2014

Librerías muy curiosas en Granada



Hoy vamos a dedicar la entrada a las librerías.

Aquí os traigo dos librerías que me han atrapado por distintas razones. Hace tiempo que quería traerlas al blog y se van pasando los días y se había ido pasando. Vamos a poner orden pero ¡ya!

Ambas están en Granada. Son preciosas ¿verdad? Tan coloreadas. 

Y además tienen historia. La de arriba se llama "Sostiene Pereira" como la famosa novela histórica del escritor italiano Antonio Tabucchi:

"Lisboa, 1938. La opresiva dictadura de Salazar, el furor de la guerra civil española llamando a la puerta, al fondo el fascismo italiano. En esta Europa recorrida por el virulento fantasma de los totalitarismos, Pereira, un periodista dedicado durante toda su vida a la sección de sucesos, recibe el encargo de dirigir la página cultural de un mediocre periódico, el Lisboa. Pereira tiene un sentido un tanto fúnebre de la cultura: prefiere la literatura del pasado, dedicarse a la elegía de los escritores desaparecidos, preparar necrológicas anticipadas. Necesitado de un colaborador, contacta con un joven, Monteiro Rossi, quien a pesar de haber escrito su tesis acerca de la muerte está inequívocamente comprometido con la vida..." 

Y la de abajo se llama "Al sur de Granada" como la novela de Gerald Brenan, el autor anglosajón que escribió esta novela en 1957, gracias a los apuntes que había tomado tras vivir unos años en un pueblecito de Las Alpujarras:

"Yegen es un pueblo alpujarreño, plácidamente recostado en una suave ladera rugosa, arañada por limpios regatos de aguas cantarinas, gratas al paladar. En el vivió Brenan varios años, entre 1920 y 1934, en busca de sí mismo, arrebatado por la sencilla espontaneidad de las gentes que lo pueblan. Las palabras, los gestos, los ruidos, el trajín, las creencias y costumbres de tipo folklórico, todo lo anota minuciosamente Brenan, lo contrasta, se documenta, se deja empapar día a día. El resultado es esta obra, un libro curioso en el cual admiramos tanto el primor con que están descritos los tipos y sus maneras y el marco en que se mueven como las originales interpretaciones que el autor hace de cuanto observa"


miércoles, 9 de julio de 2014

"Mala leche" - Manuel Vicent



Hoy os quería dejar con un regalo que me ha hecho mi amiga Elena esta semana. Me mandó en un correo esta columna de Manuel Vicent pensando que me gustaría. 

Y ¡cómo no me iba a gustar!

Manuel Vicent siempre es un regalo.

Muchas gracias Elena. Aquí dejo la columna para que también la disfruteis.


Mala leche

Los latidos del corazón constituyen también una forma de conocimiento



Los latidos del corazón constituyen también una forma de conocimiento. Según los biólogos más avanzados esa bomba mecánica es la que excita y pone en estado mental al cerebro y no al revés; incluso algunos líderes espirituales la han elevado a la categoría de oráculo de nuestro propio futuro. Si a un electrocardiograma se le aplica un zoom muy potente se pueden descubrir entre sus quebradas líneas de sístole y diástole unos espasmos microscópicos cuya lectura nada tiene que ver con la medicina sino con el campo magnético que el corazón expande y que afecta a todos los seres vivos de alrededor, incluidas bacterias y personas. Se ha hecho la prueba de ese poder con un recipiente lleno de leche. Conectados a una corriente se introducen dos electrodos en el recipiente, que se coloca en el centro de la mesa en la que estás departiendo una cena agradable con amigos. Los gérmenes vivos que contiene la leche responden a las sensaciones positivas o negativas del corazón de los comensales. Sus latidos no solo elevan la sangre al cerebro de los presentes para mover el mecanismo de sus pensamientos; también desvían las descargas emocionales hacia el recipiente que son captadas por los electrodos. La placentera sensación de amistad, la armonía feliz y las risas del grupo, purifican la leche, la eximen de bacterias y la convierten en el mejor postre de sobremesa, en leche merengada. Pero si el recipiente se instala en medio de una tertulia política, en el hemiciclo del Congreso de los Diputados, en la mesa del consejo de administración de un banco, la leche concentra la codicia, el rencor, la ambición, la miseria, la estupidez, el fanatismo de su entorno y la convierte en una pócima venenosa. La mala leche que hoy se ha apoderado en nuestra sociedad responde de los latidos de un corazón colectivo devastado. Por eso el aire es irrespirable.

 http://elpais.com/elpais/2014/06/28/opinion/1403976709_442908.html