Hoy os quería dejar con un regalo que me ha hecho mi amiga Elena esta semana. Me mandó en un correo esta columna de Manuel Vicent pensando que me gustaría.
Y ¡cómo no me iba a gustar!
Manuel Vicent siempre es un regalo.
Muchas gracias Elena. Aquí dejo la columna para que también la disfruteis.
Mala leche
Los latidos del corazón constituyen también una forma de conocimiento
Los latidos del corazón constituyen también una forma de
conocimiento. Según los biólogos más avanzados esa bomba mecánica es la
que excita y pone en estado mental al cerebro y no al revés; incluso
algunos líderes espirituales la han elevado a la categoría de oráculo de
nuestro propio futuro. Si a un electrocardiograma se le aplica un zoom
muy potente se pueden descubrir entre sus quebradas líneas de sístole y
diástole unos espasmos microscópicos cuya lectura nada tiene que ver con
la medicina sino con el campo magnético que el corazón expande y que
afecta a todos los seres vivos de alrededor, incluidas bacterias y
personas. Se ha hecho la prueba de ese poder con un recipiente lleno de
leche. Conectados a una corriente se introducen dos electrodos en el
recipiente, que se coloca en el centro de la mesa en la que estás
departiendo una cena agradable con amigos. Los gérmenes vivos que
contiene la leche responden a las sensaciones positivas o negativas del
corazón de los comensales. Sus latidos no solo elevan la sangre al
cerebro de los presentes para mover el mecanismo de sus pensamientos;
también desvían las descargas emocionales hacia el recipiente que son
captadas por los electrodos. La placentera sensación de amistad, la
armonía feliz y las risas del grupo, purifican la leche, la eximen de
bacterias y la convierten en el mejor postre de sobremesa, en leche
merengada. Pero si el recipiente se instala en medio de una tertulia
política, en el hemiciclo del Congreso de los Diputados, en la mesa del
consejo de administración de un banco, la leche concentra la codicia, el
rencor, la ambición, la miseria, la estupidez, el fanatismo de su
entorno y la convierte en una pócima venenosa. La mala leche que hoy se
ha apoderado en nuestra sociedad responde de los latidos de un corazón
colectivo devastado. Por eso el aire es irrespirable.
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