Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

domingo, 28 de junio de 2015

Una de mis cartas de amor para un día Internacional



Hoy es el día del Orgullo Gay.

Buen día para recordar unos de mis relatos.

Es una carta de amor, que me premiaron hace un par de años en Málaga en el XIII Certamen de Declaraciones de amor "Díme que me quieres".



Tengo que hablarte de las leyes de Newton…

 Rocío Díaz Gómez

Tengo que hablarte de las leyes de la dinámica. Tengo que hablarte de Newton. De por qué giran los planetas alrededor del sol. Tengo que hablarte de los principios matemáticos de la filosofía natural. De ti y de mí. De nuestra historia.

Pero ya ves que no sé ni cómo empezar…

Porque si yo fuera alguno de esos tíos de clase que babean tras tu paso, que tienen el cerebro entre las piernas... ¿Neuronas? ¿Qué es eso? Esos bichos aún no deben estar en su cuerpo... Si yo fuera uno de ellos, los que sí tendría, y muy revolucionados serían otros bichitos muy distintos... Si yo fuera uno de esos tíos, no me andaría con explicaciones, ni te hablaría de Newton ni de nada parecido, sino que me haría pajas, eso es lo que haría mientras pienso en ti. Qué fuerte ¿verdad? Y te va a sonar ridículo, o más ridículo "si cabe" como diría la pija de Lengua, pero les pondría hasta tu nombre. Por supuesto, a las pajas. Ya sabes de esta fijación que tengo yo con las palabras. "Carolinas". ¿Suena bien? ¿Qué no? Sí, sí, ríete. Porque seguro que ya estás riéndote. Siempre con esa alegría contagiosa que termina por hacerme reír a mí. Pero es cierto que me haría unas cuántas "Carolinas", cientos, miles... qué se yo, sería incansable. ¿Qué quieres? Puestos a ser uno de ellos, sería tan básica como ellos. No tendría más que imaginarte para, entre las sabanas, comenzar el ritual. Se lo he visto hacer más de mil veces a mi hermano. Te imaginaría en los vestuarios, después de gimnasia, cuando antes de ducharnos te quitas la cinta que llevas en el pelo, y se desparrama en un segundo tu melena sobre tus hombros...  Imaginarte quitándote la camiseta, cuando te quedas en sujetador y tu piel húmeda brilla de sudor y sin querer y sin remedio llega hasta mí a oleadas tu perfume, tu olor... Si fuera uno de esos tíos de clase me bastaría solo eso para empezar a salivar como el perro de Pavlov, el del libro de filosofía... ¡Déjate de campanilla! verte sudando, moviéndote, sonriendo, medio desnuda, eso sí que sería un buen reflejo condicionado... El mejor.


Pero yo no soy uno de esos tíos de clase, hartos de hacerse “Carolinas” a tu salud. No hay más que ver cómo te miran, y como se dan codazos cuando pasas corriendo. Para que veas, si son básicos. No soy uno de ellos, ni tampoco quiero hablar de filosofía, ni de Pavlov, ni de reflejos condicionados. No los necesito. Y porque no lo soy, yo de lo que tengo que hablarte es de Newton y sus leyes fundamentales de la dinámica. Esas, que entraron ayer en el examen y que yo, sin haberlas estudiado, he entendido tan bien, gracias a ti.

Déjame anda, déjame que te hable de la primera ley de Newton porque así empezó todo, así comenzó nuestra historia. Un objeto en reposo permanece en reposo y un objeto en movimiento, continuará en movimiento con una velocidad constante (constante en línea recta) a menos que experimente una fuerza externa neta. Esta es la ley de la inercia.

No es tan difícil de entender ¿verdad? Porque si tú no hubieras llegado nueva a nuestro Instituto. Tan cortada. A primera vista tan frágil. Si tú no hubieras entrado en clase aquella mañana. Sonriendo. Si mi apellido no empezara por la letra “z” y la tutora de este año no tuviera esa manía tan absurda de colocarnos por orden alfabético. Si a mi lado no hubiera quedado un hueco vacío en el último banco, que casualidad, tú no te habrías sentado cerca de mí. No hubiéramos empezado a hablar. Si los primeros exámenes no hubieran estado a la vuelta de la esquina y a ti no te hubieran entrado los agobios por tener los apuntes atrasados. Si no fueras tan buena estudiante. Si yo no hubiera ganado en la competición, entre los que te rodeaban, a tener la letra más clara. Si el camino a tu casa, no hubiera sido pasando por la mía, no habríamos empezado a marcharnos a la vez. A encontrarnos de camino. Si… si… si.

Si todas esas fuerzas extrañas no hubieran actuado sobre mí. Si no hubieran existido cada una de esas premisas que hizo que tu y yo coincidiéramos y nos empezáramos a tratar más, a hacernos casi inseparables, a pesar de la “z” de mi primer apellido y la “d” del tuyo, si la ley de la inercia no se cumpliera. 

Entonces mi cuerpo permanecería en reposo, o moviéndose a una velocidad constante siempre en línea paralela a ti. Sin juntarnos nunca. Porque se supone que además, así debe de ser. Porque ¿No has pensado alguna vez que quizá sea eso la amistad? Dos rectas, contenidas en un plano, que van en la misma dirección, dos rectas que no se cortan y cuyas parejas de puntos más próximos de ellas siempre guardan la misma distancia. Yo sí lo he pensado. No hago más que pensarlo últimamente. La amistad. Dos líneas paralelas. Eso tiene que ser. Piénsalo… te estoy hablando de rectas, y de parejas de puntos, y de distancias. ¿No es eso la amistad? ¿No somos así?

Pero estoy mezclando la matemática con la mecánica, empiezo a parecerme cada vez más a mi abuela que para contarte algo se remonta al origen del hombre… Pero créeme si te digo que aunque te dé esa sensación leyéndome, y empieces a pensar que el verano y los exámenes me están reblandeciendo el cerebro, todo tiene una explicación. Hasta que hable ahora de mi abuela, fíjate, por mucho que te extrañe… 

Porque créeme, si es que a estas alturas no piensas ya que me ha dado algo a la cabeza, o que me he dado un homenaje fin de curso a base de pirulas de colores... No. Te juro que no lo he hecho. Créeme si te cuento que nuestra historia comenzó por eso, porque la ley de la inercia nunca falla. Porque yo ya no tengo reposo, ni sigo un movimiento constante en línea recta, que yo lo que tengo es una agitación interna superior a la que se debe sentir en el océano minutos antes de producirse un maremoto. Porque he experimentado muchas fuerzas, muchas casualidades que te han traído hasta mí. Pero sobre todo porque he experimentado una fuerza distinta a todas, mejor que todas, la tuya.

Por eso nuestra historia ha evolucionado cómo ha evolucionado. Y por eso también, ahora tengo que hablarte de la segunda ley de Newton, o ley de la interacción y la fuerza. Decía el amigo Isaac, porque a estas alturas de la vida, seguro que no le importará que le tuteemos allá donde esté, puesto que le hemos convertido en improvisado narrador de esta historia, que “el cambio de movimiento es proporcional a la fuerza motriz impresa y ocurre según la línea recta a lo largo de la cual aquella fuerza se imprime”. 

¿No te das cuenta? Esta es la ley que cuenta nuestra interacción y tu fuerza. 

Este curso voy a sacar las mejores notas de mi vida. Ya lo sabes. Lo sabe toda la humanidad, bien que me he encargado yo de que lo sepan, solo me ha faltado decirlo por la megafonía del instituto, no lo vas a saber tú… Y cuando te digo esto te ríes, pero es la verdad más absoluta que existe. No me lo creo ni yo. Pero así es. Aunque también sé que el mérito no es solo mío. 

Ha sido muy fácil estudiar contigo. Compartir las clases, los apuntes, la vida en el instituto. Los madrugones y los agobios. Cualquier cosa te hace reír, y con tus risas aplastas mi pesimismo. Siempre ahí. Gracias a ti intento ver las cosas desde el otro lado, el lado en el que siempre salen bien. Sobre mi cabeza siempre amenaza tormenta, mientras sobre la tuya brilla un sol enorme que me calienta. Y eso hace que me sienta capaz, que me lo crea, que no solo voy a aprobar sino además lo haré con nota. Déjate de palabras mágicas como “mierda”. Somos mujeres ¿no? así que con un par de ovarios. Como hemos dicho tantas veces antes de entrar al examen. Y lo mejor de todo, es que luego me salía que te cagas de bien, de lujo. Qué pasada.  

Ha sido muy fácil estudiar contigo. Ha sido muy fácil subrayar, hacer los resúmenes, intentar comprender, y hasta memorizar. Ha sido muy fácil aprender compartiendo el sueño y las coca colas. Los bostezos se mezclaban con tus bromas, y esa forma extraña que tienes de buscar asociaciones donde no las hay para hacer que en el examen nos acordáramos… ¿No te das cuenta? Este curso voy a sacar las mejores notas de mi vida. Tu fuerza ha hecho posible este milagro, como ya predijo Newton hace muchísimos años. Que no sé que hacía este hombre mirando manzanas si hubiera ganado un pastón prediciendo el futuro...

Es cierto, aunque disimule, se ve que me estoy poniendo moña, hoy no hago más que decirte moñadas. Y si se las oyéramos a otra, inmediatamente las dos nos meteríamos los dedos en la boca y doblado el cuerpo y entre risas, simularíamos que esto es de vomitar de bien ridículo que parece todo lo que estoy diciendo. Lo sé. Claro que lo sé. Nunca había dicho tanto, hoy tengo incontinencia verbal. Y he dormido poco. Y sí, tengo muy frescos todos los temas del último examen, el de física. Física ¿No lo ves? Todo coincide... Y es cierto también, viene el verano, y nos iremos de vacaciones cada una por su lado, y te echaré de menos. Sí, todo eso es cierto, tan cierto como cada uno de los principios matemáticos de la filosofía natural. Y como más cierto aún es, que ellos cuentan nuestra historia. Esta historia que ya no sé si es de amistad o de qué es.


Y déjame que te hable ahora de la tercera ley de Newton, también conocida como Principio de acción y reacción. Si un cuerpo A ejerce una acción sobre otro cuerpo B, éste realiza sobre A otra acción igual y de sentido contrario.

Tú me has empujado a estudiar, a aprender, a sentirme mejor conmigo misma. Con tu compañía, con nuestra amistad. Pero nadie me advirtió lo que iba a pasar también. Lo pronto que me iba a acostumbrar a tí y a tus risas. Lo mucho que iba a disfrutar con ellas. Tanto, que no puedo evitar pensar desde donde me llegan. Desde tu piel, desde tu boca.

¿No ves lo que intento explicarte desde hace ya rato? Esta noche, la primera que después de muchos meses estudiando juntas, no estas aquí, te echo mucho de menos. Me faltan tus risas, claro. Pero también, y lo que es peor, me falta tu olor, el roce de tu piel pegada a la mía mientras me corregías los problemas de física, tu calor, tu boca cerca de mí.

¿No entiendes aún lo que trato de decirte? Me duele que no estés aquí. Pero me duele físicamente. Me duele dentro de la nariz, en las yemas de los dedos, en la superficie de toda mi piel. Me dueles en los labios y en la lengua, en la boca del estómago y entre las piernas. Y no lo soporto, no aguanto que se hayan acabado ya los exámenes y las clases y que tú no estés. Que cada vez vayamos a estar menos tiempo juntas.

Porque si yo fuera alguno de esos tíos de clase que babean tras tu paso, tras tu dulce y alegre paso... mientras pienso en ti, me haría “Carolinas”. Una, dos, tres, cientos, miles... No tendría más que imaginarte para, entre las sabanas, comenzar el ritual. Imaginarte sin camiseta, en sujetador, tu piel húmeda brillando de sudor, y sentir como, sin querer y sin remedio, llega hasta mí a oleadas tu perfume… Imaginarte a mi lado, al lado de tu amiga, estudiando. Tú alegre. Tú confiada. Y yo salivando como el perro de Pavlov.

¿Qué me ha pasado Carolina? ¿Qué me está pasando? ¿Qué mierda es ésta que siento? Que no entiendo, que me aturde, que palpita dentro de mí, que hierve. Y no sé cómo dominar.

Tantas veces hemos hablado de tíos. De cuánto nos gustaban. De lo que sentíamos. De hasta dónde llegábamos con ellos. Hasta donde querríamos llegar. Y me doy cuenta que ya no podría hacerlo. No podría escucharte tan tranquila, mientras me hablas del cachas de gimnasia o del gilipollas del Dani, el de cuarto de bachiller. No quiero oírte más. No podría hacerlo.

Tampoco puedo contarle esto a nadie. No sé que hacer con esto que siento que me puede, pero no puede ser. Tía que mi abuela diría que soy “libiana”... Ya te he dicho antes que te hablaría de ella... Este curso voy a sacar las mejores notas de mi vida, este curso que mi vida se ha vuelto un caos y un asco.

Y por eso, por todo eso, déjame que vuelva a la tercera ley de Newton. Principio de acción y reacción. Déjame que te cuente cuánto tenemos nosotras que ver con ella. Si un cuerpo A ejerce una acción sobre otro cuerpo B, éste realiza sobre A otra acción igual y de sentido contrario.

Cuando queremos dar un salto hacia arriba, empujamos el suelo para impulsarnos. Cuando estamos en una piscina y empujamos a alguien, nosotros también nos movemos en sentido contrario, aunque esa persona no nos empuje a nosotros. Cuando tu cuerpo A ejerce esa acción que he intentado explicarte sobre mi indefenso cuerpo B, mi frágil cuerpo B ejerce sobre el tuyo otra acción igual pero de sentido contrario. Tu cuerpo reacciona sobre el mío, y yo tengo que separarme de ti. Distanciarme. Y no lo digo yo. Lo dice la tercera ley de la dinámica de Newton.

Creo que por ahora es lo mejor. Y no solo lo creo, sino que sé que es lo peor. Porque quizás no te estés dando cuenta, pero además de ofrecerte mi confianza, te estoy ofreciendo mi miedo. Y eso es lo peor. Mi miedo. Que me puede y no sé qué hacer con él. Porque ya no seré capaz de ser tu amiga. Porque ya no es como debe ser una amistad: Dos rectas, contenidas en un plano, que van en la misma dirección, dos rectas que no se cortan y cuyas parejas de puntos más próximos de ellas siempre guardan la misma distancia. Yo ya no soy ni recta, ni contenida, ni estoy segura de poder guardar las distancias. ¿No lo ves? Creo que por mi parte esto ya no es solo una amistad.


Carolina. Mi Carolina. Mi alegre amiga. Por eso yo tenía que hablarte de la leyes de la dinámica. Tenía que hablarte de Newton. Y de por qué giran los planetas alrededor del sol. Porque el objeto más liviano está en órbita alrededor del más pesado, y el sol es el más pesado. Soy yo quién está girando a tu alrededor, soy yo la “libiana” y tú el sol, Carolina, aunque no lo sepas.

©Rocío Díaz Gómez




viernes, 26 de junio de 2015

El habla almeriense...


Hoy os dejo una de esas entradas dedicadas al lenguaje. Ya sabéis que en este blog muchas veces nos ocupamos de la forma de hablar de aquí y de allá, es una de nuestras riquezas.

He pasado unos días en el Cabo de Gata, que me ha encantado, por cierto, con sus pitas y su agua transparente. 

Y quería que nos detuviéramos en el habla almeriense, porque ya sabéis que aquí nos gustan esas "cosicas"!1

Andalucía, en lo que se refiere a su lenguaje, tiene una diversidad muy interesante. A todos nos suenan características como por ejemplo la confusión entre "r" y "l" (barcón por balcón) o la pérdida de las últimas "d" intervocálica (callao por callado por ejemplo). O esa utilización del pronombre "ustedes" en lugar del "vosotros".

 Pero Andalucía es muy grande también y por tanto muy diferente por eso decimos "las hablas andaluzas" pues cambia según estés en Huelva o Cádiz, en Granada o en Almería ¡por "poneh" un ejemplo!

Porque precisamente esa es una de las cualidades principales del habla almeriense, esa forma de terminar las palabras en "h": Ellos no van a cenar ni a desayunar, ellos van a cenah, o a desayunah...
 
Y otra característica, que como veis en las fotos estaba muy presente, miraras para donde miraras, es la terminación de las palabras en el diminutivo "ico". Por lo que he leído esta característica es más presente en en el andaluz oriental, como ocurre en Almería.


A mí me gusta encontrarme con el acento y las peculiaridades linguisticas de los lugares a donde viajo. Son intrínsecas a la tierra, le aportan distinción y riqueza. Una riqueza viva y cambiante.

Las tres fotos de la entrada las fui tomando a mi paso. La primera, muy oportunamente, la tomé cuando hicimos una parada. Las de debajo: la del "pollico" es de San José, y la de la calle de Carboneras.






martes, 23 de junio de 2015

"El misterio de la casa Aranda" de Jerónimo Tristante




El último libro que he leído ha sido "El misterio de la casa Aranda" de Jerónimo Tristante. Me ha gustado, me ha parecido muy entretenida.

Se trata del libro en el que se basa la serie de televisión del detective Victor Ros, para los que veis más la tele.

Argumento: En el convulso Madrid de finales del siglo XIX, Víctor Ros, un joven de gran inteligencia y antiguo delincuente de poca monta convertido en subinspector de policía, debe enfrentarse a su primer caso. En la casa de los Aranda se ha producido una extraña serie de asesinatos: varias mujeres, en diferentes épocas, intentaron matar a sus maridos después de la lectura de La Divina Comedia, de Dante. Pero ¿qué contiene este clásico para provocar semejante efecto? ¿Está la Casa Aranda embrujada? Al mismo tiempo, una amiga prostituta, muy asustada, pide ayuda a Víctor ya que dos de sus compañeras han sido cruelmente asesinadas. 

La verdad es que yo no había visto la serie, y recalé en este libro un poco por casualidad. Pero comencé a leerlo y ya no pude parar.

Me gustan las novelas de misterio, y encontrar una encuadrada en el Madrid del siglo XIX para mí ya supone un gran aliciente. Quizás por eso me ha gustado más. Me gusta esa ambientación, el Madrid del XIX es muy sugerente para mí con todos esos cafés que ya no existen y esas costumbres que ahora parecen increíbles.

Además la trama es interesante repartida en la resolución de dos casos: una serie de asesinatos ocurridos en una casa "bien" de la aristocracia; asesinatos con muchos años de diferencia pero iguales circunstancias: una mujer intenta asesinar a su marido tras haber leído un pasaje de la Divina Comedia de Dante. Y por otro lado la resolución del asesinato en serie de muchas prostitutas, también en circunstancias idénticas, tras lo cual aparecen abandonas por descampados de aquel Madrid. 

Los personajes están muy bien perfilados, son muy creíbles. Comenzando por el protagonista, Victor Ros, un jóven policía que fue un jóven delincuente y que ahora es toda una promesa de la justicia con su método reflexivo y deductivo. Continúando con los secundarios como las dos féminas de la novela: el amor de Victor Ros, Clara, una jóven aristócrata y Lola, una prostituta. Y luego el resto de los personajes. 

La ambientación está muy lograda, yo creo que se nota que el autor, Jerónimo Tristante se ha documentado muy bien a la hora de escribirla. El lenguaje, las costumbres, los lugares... están muy bien reflejados. Por otra parte como las dos tramas ocurren en dos clases sociales muy diferenciadas, por un lado el misterio de la casa está encuadrado entre la aristocracia lo que te permite asomarte a los matrimonios concertados entre los primeros habitantes de casonas del barrio de Salamanca; su asistencia frecuente a la ópera, los bailes, los cafés (ya os comentaba como salen a relucir muchos importantes Cafés de la época como el Levante o el Fornos, de los que solo hemos oído hablar y leyendo la novela pareces ver..) y desde luego sus formas de sociabializarse, siempre de usted, y sus tretas para seguir manteniendo su estatus. Mientras que los asesinatos de las prostitutas indudablemente te dejan entrar en el Madrid más bajo, el de los prostíbulos, el de los pobres hacinados en pocos metros cuadrados en barrios como Lavapiés o La Latina ruidosos, sucios, llenos de vida y picaresca.

El modo de escribir de este autor se caracteriza por una prosa sencilla y un ritmo muy ágil, no hay grandes descripciones, sino que está muy salpicado de diálogos que hacen muy fluida la lectura. No es que sea trepidante, no, sino que ha dosificado muy bien la acción para que el interés del lector no decaiga en ningún momento. No es que sea de las mejores novelas de misterio que he leído, no, pero se deja leer y muy bien. Quizás algún que otro implicado en la resolución de los misterios te lo imagines, seguramente, pero a mí tampoco me ha importado demasiado.

Lo cierto es que a mí me ha gustado, sobre todo por la ambientación. Si os gustan las historias que se desarrollan en esta época del XIX o de misterio, yo os la recomiendo. Me han quedado muchas ganas de seguir con Victor Ros y sus casos. Y no creo que tarde mucho en hacerme con sus siguientes aventuras. Aunque también tengo mucha curiosidad por leer otros libros de este autor que no sean de este protagonista para ver cómo se desenvuelve en otros ambientes y con otros personajes. Creo que no me defraudará.


lunes, 22 de junio de 2015

"Los premios literarios" Luis García Montero



He estado de vacaciones y traigo un montón de entradas en la cabeza que ofreceros. Pero mientras tanto, dejadme que os deje un artículo sobre el poder de las palabras.

Lo escribe el poeta Luis García Monter, está dedicado a Pedro Zerolo, y dice así:



Los premios literarios

Luis García Montero
A Pedro Zerolo
Me lo contó un amigo sacerdote. Ocurrió en la capilla del tanatorio de Motril. Oficiaba un funeral solitario. La muerte había sorprendido en el sur de España a un hombre del norte mientras viajaba con su mujer por la costa de Andalucía. En la capilla sólo estaban la viuda, el féretro y el sacerdote. Sin el ropaje de la familia, los amigos y la cercanía de la tierra propia, la tristeza del funeral duplicaba el peso de la desolación sobre los bancos vacíos. Era un trámite solitario camino del crematorio, las cenizas, la carretera y el desamparo. 

Antes de la última oración, el sacerdote pensó en hacer partícipe de la ceremonia a la viuda y le preguntó si quería decir algo. La mujer se levantó, se acercó al féretro y murmuró: “Aquí / no es diaria ni justa la existencia. / Bésame y resucita si es posible”. El nombre del poeta y las explicaciones de la cita literaria sorprendieron a mi amigo. Escribió para contármelo. Unos versos míos escritos en 1981 servían en el 2013 para que alguien habitase con sus recuerdos una capilla vacía y una oscuridad demasiado llena. 

Hace algunos años, en la feria del libro de El Retiro, se acercaron a la caseta en la que firmaba un hombre moreno y un hombre rubio. Me pidieron que no escribiese la dedicatoria en la portada, sino en un poema titulado Aunque tú no lo sepas. Pregunté el motivo y me contaron su historia. Habían mantenido durante meses una relación de amistad sin que ninguno de los dos se atreviese a hablar de amor. El hombre moreno decidió un día dar el paso. Aprovechando que el hombre rubio salía de viaje hacia Alicante, lo acompañó a la estación de Atocha y le dio un sobre, pidiendo que no lo abriese hasta que el tren estuviera en marcha. Dentro del sobre había un poema que hablaba del amor callado, silencioso, el deseo que vive de un modo cotidiano encerrado en la imaginación por miedo a que la realidad se llene cristales rotos.
 
El hombre rubio se bajó en la primera estación, compró un billete de vuelta a Madrid y fue en busca de su amor. Pedro Zerolo casó a la pareja años más tarde. Unos versos de 1994 interrumpieron un viaje en 2001, sirvieron para cambiar las vías de una historia y fueron recitados en una boda en 2005. Las palabras de un libro pertenecen a los lectores tanto como a los autores. Los sueños de los luchadores se hacen realidad al convertirse en un patrimonio común de la gente.

Estoy ahora en Quito, en un festival de poesía. Un joven poeta ecuatoriano me confiesa una deuda. Mientras leía un poema mío en la biblioteca de la Universidad, una muchacha se sentó a su lado. Al cabo de unos minutos iniciaron una conversación tímida, ella preguntó qué estaba leyendo y él recitó el poema. Unas semanas después ella volvió a recitarle el poema, ahora en el oído, justo antes de darle el primer beso: “…date por muerto, amor; / es un atraco, / tus labios o la vida”

El único premio literario importante lo recibe un escritor cuando tiene la suerte de comprobar que forma parte de la educación sentimental, la memoria y la vida de sus lectores.
Uno escribe versos y hace ficción por amor a la verdad. No hay belleza poética que no responda a la verdad. No me refiero, claro está, a la Verdad de los dogmas y las afirmaciones absolutas. Se trata de una versión más modesta: el respeto a uno mismo, la necesidad de no mentir, de no mentirnos, de definir un lugar más allá del cinismo, un espacio en el que no tenga sentido el juego de la relatividad.

El verdadero premio literario acontece cuando esa verdad deja de ser sólo nuestra para configurarse en la vida de los otros, allí donde se cumplen los destinos personales del amor y la muerte. El tiempo pasa de forma irremediable y las palabras con las que intentamos contener la vida también están llamadas a arder. Es así y es triste. Pero todo se da por bien empleado si el fuego encendido sirve para dar calor.

domingo, 21 de junio de 2015

Artículo de escritores y el café


Hoy nos vamos a desayunar un artículo sobre los escritores y el café. De "Libropatas", al final os dejo el enlace.

Espero que os guste:




A los escritores les gusta el café. Les gusta mucho. Tanto que no es nada difícil encontrar artículos en la prensa de medio mundo que se preguntan si se puede ser escritor sin beber esa sustancia. Por supuesto, las estadísticas de bebedores de café y profesiones dejan claro que los escritores son unos de sus principales consumidores. Claro que en todo hay grados. Y algunos beben más (o más raro) que otros.
1. Honoré de Balzac y su adición al café. ¿Era Honoré de Balzac un adicto al café? El escritor bebía unas 50 tazas de café diarias, ya que tenía una  rutina de trabajo bastante ‘salvaje’ (se levantaba para escribir a la 1 de la madrugada) y maratoniana (era capaz de estar trabajando 15 horas seguidas). Como nos explican en el fabuloso Rituales cotidianos: Cómo trabajan los artistas, el escritor tenía una forma curiosa de alternar períodos en los que no hacía nada con auténticas “orgías de trabajo”. Su entusiasmo por el café y sus efectos era tal que acabó comiendo directamente los granos de café.
2. Søren Kierkegaard y su colección. Kierkegaard escribía por las noches porque necesitaba el silencio, así que necesitaba café para mantenerse despierto. Lo tomaba con mucho azúcar y en una de las 50 tazas que poseía (a juego con su platillo). Todas eran distintas y su secretario tenía que elegir la que emplearía ese día. Luego tenía que explicar las razones por las que se había quedado con esa taza y no con cualquier otra.
3. Marcel Proust y su monótona alimentación. El café no le servía a Proust para mantenerse despierto… en realidad era lo único que tomaba. En su última etapa, cuando se encerró a escribir la monumental En busca del tiempo perdido solo se alimentaba de café con leche y croissants. Una dieta interesante. 
4. Voltaire y su record. Si Balzac era un adicto al café, el filósofo Voltaire lo era incluso más. Tomaba café de unas 50 a 72 veces por día, lo cual es posiblemente más de todo el café que nos tomamos cualquiera de nosotros en una semana. Teniendo en cuenta que durante su vida Voltaire escribió unas obra especialmente vasta, se entiende que el autor lo necesitaba. Además de beber café, también frecuentaba los cafés parisinos.

viernes, 19 de junio de 2015

Siete casas vacías de Samanta Schweblin



 
Terminé de leer el libro de relatos "Siete casas vacías" de Samanta Schweblin. Libro ganador del IV Premio de Narraciones Cortas Ribera de Duero y una de mis adquisiciones de la Feria del Libro.

La verdad es que me lo he leído muy rápido. Son siete relatos, uno de ellos más largo, pero los demás más cortos y se leen volando. 

El tema de éstos relatos es de alguna manera "la locura". Aunque como ella decía cuando la escuché presentar el libro "la locura" no es mas que es una etiqueta que ponemos al hacer un promedio entre dos extremos... Entonces quizá el tema sea esa normalidad "rara" que te empuja a coger un invisible bisturí y diseccionar tu alrededor.

La estructura del libro, como ya os decía, son siete relatos, que ocupan cada una de esas casas vacías. Hay seis más cortos, de los cuales uno no estaba inicialmente en el libro sino que ha sido añadido durante el proceso de edición, y que fue el ganador del Premio Juan Rulfo de Francia. Y en la parte central hay un relato más largo. Son relatos de casas sí, pero también de cajas, de mudanzas, de situaciones familiares de incomunicación, de desasosiego.

La prosa de la autora es una buena prosa, sobria, cuidada, con muchos modismos argentinos. A mí me gustan esos modismos, le dan un toque distinto, casi exótico. Y como os decía es sobria, apenas hay adjetivos, y te envuelve en un clima de inquietud porque la atmósfera se hace un poco opresiva, cuando no claustrofóbica.

Los personajes son personas "extrañadas" con su entorno. Personas obsesivas, que analizan sus relaciones con sus seres queridos, o cercanos, o simplemente con quién les toca relacionarse. Son personas que tienen conflictos con sus vecinos, con sus familiares, con su mundo. Personajes desnortados, a la deriva...

A mí no me ha encantado este libro. Reconozco que está bien escrito, pero encuentro un poco "fría" la prosa que tiene. No llega a conmoverme. Y a mí me gusta la literatura que me conmueve.

De los siete relatos hay tres que sí que me han gustado bastante sobre todo por la situación que plantean, que me ha parecido original, y por la forma por parte de la autora de conducir la trama. Me estoy refiriendo al primer relato "Nada de todo ésto" donde los personajes son una madre y una hija que se dedican a un "peculiar" entretenimiento por parte de la madre y al que empuja desde niña a su hija. Este relato tiene un cierto humor un poco ácido. No quiero contaros más porque os destripo el relato. También me ha gustado mucho "Mis padres y mis hijos" donde los abuelos y los nietos se hacen cómplices de pronto en una situación que me hace mucha gracia a mí como lectora, y ninguna, en cambio, a la madre de las criaturas. Y por último también me ha gustado mucho el de la niña y sus  bragas, que fue el que ganó el Premio Rulfo. Yo creo que éste es el que más me ha gustado de todos.

Sin embargo los otros cuatro me han gustado bastante menos. Me agobiaban un poco, sobre todo el más largo de ellos.

Tengo una opinión un poco desigual para con este libro, de pronto me gustaba mucho, y sin embargo en otros relatos ya no me gustaba tanto. 



Samanta Schweblin es conocida por haberse llevado a casa reconocimientos como el primer premio del Fondo Nacional de las Artes de Argentina en 2001, el Premio Casa de las Américas de Cuba en 2008 o el Premio Internacional de Cuento Juan Rulfo de Francia en 2012.

 

Siete casas vacías

Editorial Páginas de Espuma
Colección Voces Literatura, Número 213
Fecha de edición mayo 2015 · Edición nº 1

Idioma español

EAN 9788483931851
128 páginas
Libro Dimensiones 150 mm x 240 mm

jueves, 18 de junio de 2015

La Biblioteca Pública de Guadalajara


Hoy os quiero dejar con otra entrada dedicada a las Bibliotecas.

Llevo semanas para recordar aquí con vosotros este lugar tan precioso. Porque un año más he tenido la suerte de poder visitar la preciosa Biblioteca Pública de Guadalajara. Es una de las bibliotecas más bonitas que he visitado. Desde hace ocho años celebramos un encuentro entre la tertulia poética Fernando Borlán que se reune allí y la tertulia literaria a la que yo pertenezco.

Esta primavera ha sido nuestro último encuentro y quería dejar constancia de nuevo de este lugar de Guadalajara que merece tanto la pena.