Hoy nos vamos a desayunar un artículo sobre los escritores y el café. De "Libropatas", al final os dejo el enlace.
Espero que os guste:
A los escritores les gusta el café.
Les gusta mucho. Tanto que no es nada difícil encontrar artículos en la
prensa de medio mundo que se preguntan si se puede ser escritor sin
beber esa sustancia. Por supuesto, las estadísticas de bebedores de café y profesiones dejan claro que los escritores son unos de sus principales consumidores. Claro que en todo hay grados. Y algunos beben más (o más raro) que otros.
1. Honoré de Balzac y su adición al café. ¿Era Honoré de Balzac un adicto al café? El escritor bebía unas 50 tazas de café diarias, ya
que tenía una rutina de trabajo bastante ‘salvaje’ (se levantaba para
escribir a la 1 de la madrugada) y maratoniana (era capaz de estar
trabajando 15 horas seguidas). Como nos explican en el fabuloso Rituales cotidianos: Cómo trabajan los artistas,
el escritor tenía una forma curiosa de alternar períodos en los que no
hacía nada con auténticas “orgías de trabajo”. Su entusiasmo por el café
y sus efectos era tal que acabó comiendo directamente los granos de
café.
2. Søren Kierkegaard y su colección.
Kierkegaard escribía por las noches porque necesitaba el silencio, así
que necesitaba café para mantenerse despierto. Lo tomaba con mucho
azúcar y en una de las 50 tazas que poseía (a juego con su platillo). Todas eran distintas y su secretario tenía que elegir la que emplearía ese día. Luego tenía que explicar las razones por las que se había quedado con esa taza y no con cualquier otra.
3. Marcel Proust y su monótona alimentación.
El café no le servía a Proust para mantenerse despierto… en realidad
era lo único que tomaba. En su última etapa, cuando se encerró a
escribir la monumental En busca del tiempo perdido solo se alimentaba de café con leche y croissants. Una dieta interesante.
4. Voltaire y su record. Si Balzac era un adicto al café, el filósofo Voltaire lo era incluso más. Tomaba café de unas 50 a 72 veces por día,
lo cual es posiblemente más de todo el café que nos tomamos cualquiera
de nosotros en una semana. Teniendo en cuenta que durante su vida
Voltaire escribió unas obra especialmente vasta, se entiende que el
autor lo necesitaba. Además de beber café, también frecuentaba los cafés
parisinos.
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