En la Real Academia Española hay un perchero grande para abrigos, sombreros, bastones o paraguas.
Cada
académico tiene su lugar indicado por una tarjeta con su nombre. Y en
ese lugar cada jueves encuentra su correo. Los lugares se van asignando
por antigüedad. Con lo cual los nuevos se van colocando detrás. Pero
cuando muere algún académico van adelantando puestos. Con lo cual los
académicos tienen un sillón y un lugar en ese perchero. Y aunque en la
sala de plenos todos son iguales, en el perchero no.
Este perchero es uno de los objetos que se pueden contemplar en la exposición que estuve viendo en la Biblioteca Nacional. A
mí desde luego fue uno de los que más curiosidad me produjo. Ése y el
armario de cajones donde están los ficheros de las letras. Se llama
“cómoda” y cada cajón guarda las enmiendas o adiciones, escritas y
firmadas del puño y letra del académico que lo proponía, que se han ido
haciendo de palabras al diccionario de la Real Academia. Ahora ya no se
utiliza, ahora es un fichero automático.
Pero vamos a empezar por el principio.
Hace
unas semanas estuve en la Biblioteca Nacional viendo la exposición
“La lengua y la palabra. Real Academia Española”. Cómo veréis es una
exposición que trata de la historia de la Real Academia.
Me suelen gustar a mí las exposiciones de la Biblioteca Nacional.
El
diccionario de la Real Academia Española nació de la idea de ocho
hombres un 6 de julio de 1713 en la casa del Marqués de Villena, don
Juan Manuel Fernández Pacheco. Un mes más tarde, el 3 de agosto,
levantan la primera acta de constitución donde dejan claro su propósito
de evitar el deterioro del idioma y, junto a catorce académicos más,
conciben un diccionario de la lengua castellana. Felipe V les da una
Real Cédula como protección.
La
exposición está dividida en siete capítulos que ofrecen en sus propias
palabras “un viaje imaginario a una época y a una situación concreta de
la historia de la lengua, de la propia Academia y desde luego de los
avatares personales de algunos académicos más notables en cada momento”.
Esos capítulos son: I. La Lengua y el Habla. Del sonido a la voz y a la
letra. II. La creación de la Real Academia Española y la Ilustración.
III. Guerra y Revolución: 1808-1812. España en el siglo XIX. IV. España y
América. La lengua que nos une. V. Entre dos siglos: Las mujeres llaman
a la Academia. VI. Un agitado siglo XX. La lengua como ciencia. VII:
Revolución cognitiva y tecnológica. El paso al siglo XXI.
Son
322 piezas entre pinturas, retratos, grabados, joyas, muebles… que
proceden del Museo del Prado, de Patrimonio Nacional, colecciones
públicas y privadas de España.
A mí me gustó particularmente la parte V, la de las mujeres. En
ésta parte hablan por una parte de la inauguración el día 1 de abril de
1894 del nuevo edificio de la Academia. Y por otra del ingreso de las
mujeres. Desde Dª María Isidra de Guzmán y de la Cerda (1767-1803) que
ingresó como académica honoraria por recomendación de Carlos III. Pero
después ni Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1876) ni Emilia Pardo
Bazán (1851-1921) fueron admitidas con el argumento de que “No hay lugar
para señoras”. Como también pasó con Blanca de los Ríos (1862-1956) y
María Moliner (1900-1981).
Aunque
como es decía al principio varios objetos que contemplé al final, como
el perchero, o el mueble de las palabras, me gustaron mucho.
Está bien la exposición. Os animo, si os gustan estos temas, a que os acerquéis por allí, porque es entretenida y curiosa, además de muy instructiva. Se puede visitar hasta el 26 de enero, así que ya sabéis...