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domingo, 19 de enero de 2014

"La lengua y la palabra. Real Academia Española" en la Biblioteca Nacional



En la Real Academia Española hay un perchero grande para abrigos, sombreros, bastones o paraguas.
Cada académico tiene su lugar indicado por una tarjeta con su nombre. Y en ese lugar cada jueves encuentra su correo. Los lugares se van asignando por antigüedad. Con lo cual los nuevos se van colocando detrás.  Pero cuando muere algún académico van adelantando puestos. Con lo cual los académicos tienen un sillón y un lugar en ese perchero. Y aunque en la sala de plenos todos son iguales, en el perchero no.
 
Este perchero es uno de los objetos que se pueden contemplar en la exposición que estuve viendo en la Biblioteca Nacional.  A mí desde luego fue uno de los que más curiosidad me produjo. Ése y el armario de cajones donde están los ficheros de las letras. Se llama “cómoda” y cada cajón guarda las enmiendas o adiciones, escritas y firmadas del puño y letra del académico que lo proponía, que se han ido haciendo de palabras al diccionario de la Real Academia. Ahora ya no se utiliza, ahora es un fichero automático.
 
Pero vamos a empezar por el principio.
Hace unas semanas estuve en la Biblioteca Nacional viendo la exposición “La lengua y la palabra. Real Academia Española”. Cómo veréis es una exposición que trata de la historia de la Real Academia.
Me suelen gustar a mí las exposiciones de la Biblioteca Nacional.
El diccionario de la Real Academia Española nació de la idea de ocho hombres un 6 de julio de 1713 en la casa del Marqués de Villena, don Juan Manuel Fernández Pacheco. Un mes más tarde, el 3 de agosto, levantan la primera acta de constitución donde dejan claro su propósito de evitar el deterioro del idioma y, junto a catorce académicos más, conciben un diccionario de la lengua castellana. Felipe V les da una Real Cédula como protección.
La exposición está dividida en siete capítulos que ofrecen en sus propias palabras “un viaje imaginario a una época y a una situación concreta de la historia de la lengua, de la propia Academia y desde luego de los avatares personales de algunos académicos más notables en cada momento”. Esos capítulos son: I. La Lengua y el Habla. Del sonido a la voz y a la letra. II. La creación de la Real Academia Española y la Ilustración. III. Guerra y Revolución: 1808-1812. España en el siglo XIX. IV. España y América. La lengua que nos une. V. Entre dos siglos: Las mujeres llaman a la Academia. VI. Un agitado siglo XX. La lengua como ciencia. VII: Revolución cognitiva y tecnológica. El paso al siglo XXI.
Son 322 piezas entre pinturas, retratos, grabados, joyas, muebles… que proceden del Museo del Prado, de Patrimonio Nacional, colecciones públicas y privadas de España. 
 
A mí me gustó particularmente la parte V, la de las mujeres.  En ésta parte hablan por una parte de la inauguración el día 1 de abril de 1894 del nuevo edificio de la Academia. Y por otra del ingreso de las mujeres. Desde Dª María Isidra de Guzmán y de la Cerda (1767-1803)  que ingresó como académica honoraria por recomendación de Carlos III. Pero después ni Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1876) ni Emilia Pardo Bazán (1851-1921) fueron admitidas con el argumento de que “No hay lugar para señoras”. Como también pasó con Blanca de los Ríos (1862-1956) y María Moliner (1900-1981).
 
 
Aunque como es decía al principio varios objetos que contemplé al final, como el perchero, o el mueble de las palabras, me gustaron mucho.
Está bien la exposición. Os animo, si os gustan estos temas, a que os acerquéis por allí, porque es entretenida y curiosa, además de muy instructiva. Se puede visitar hasta el 26 de enero, así que ya sabéis...

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