Ya he contado más veces que yo tengo la suerte de participar en un grupo literario llamado "Rascaman". Los habitantes de ese virtual, raro y extraordinario país nos comunicamos por una lista de correo mediante correos electrónicos con los que acariciamos y manoseamos, depende del día, el lenguaje y las palabras.
Pues bien, desde "Rascamán" y de la mano de uno de mis compañeros más leídos y especiales que tengo me ha llegado una palabra preciosa: "Letraherido".
Y como suele ocurrir con las cosas que él nos cuenta, la palabra llegó en el envoltorio de regalo que suelen ser sus palabras: "...hay pocos milagros como el de abrir esta página y ver que siempre hay un letraherido (término con el que Gil de Biedma denominaba a los enfermos de la escritura y la palabra) que devuelve una opinión, parecer, comentario o punto de vista... Por cierto, no busquéis en el diccionario la palabra letraherido, ya lo hice yo, no existe; lo cual confiere un punto de irrealidad a nuestra condición de enfermos que resulta altamente emocionante" D.L.
Dejar una palabra como "letraherido" en mis manos, es como dejarme una bomba de relojería. Así que nada más leerla, nada más saborearla he ido deprisa a buscar su significado. Y efectivamente como dice mi amigo no está en el diccionario de la Real Academia de la Lengua. Sin embargo, sí que está en otros diccionarios. Y buscando y buscando he dado con un artículo de Enrique Badosa, donde precisamente habla de esta palabra a raíz del día del libro. Aquí os dejo el artículo en cuestión.
DIA DEL LIBRO; LIBRO DE UN DÍA…
ENRIQUE BADOSA
Una vez más, «Laus Deo», celebraremos un Sant Jordi -¡que siempre nos proteja!- de rosas y libros
19-4-2006 03:18:34
ENRIQUE BADOSA
Una vez más, «Laus Deo», celebraremos un Sant Jordi -¡que siempre nos proteja!- de rosas y libros. Festividad que a un tiempo gozan el letraherido y aquel que no muy a menudo se dispone a leer una novela a veces, más raramente un poemario. El libro y la rosa como ritual, para el obsequio a otro, a otra, a sí mismo. Y ahora que he escrito esto de «letraherido», recuerdo que el diccionario de la Real Academia todavía no lo acepta. ¿Tal vez en la próxima edición? Debiera. A pesar de ser galicismo, se halla ya muy introducido lo mismo al hablar que al escribir. Sin embargo, el diccionario catalán sí lo acepta. El francés «lettreferit», en versión catalana, aparece ya en «Diccionari Català-Castellà», de los de «Enciclopedia Catalana», con el muy vago significado de «literato».
No siempre, ni mucho menos, el «lettreferit» es literato, alguien que escribe. El término -neologismo también en francés- lo acuñó nada menos que Montaigne, allá en el siglo XVI. Aparece en su ensayo «Du Pedantisme». Texto en el que critica, satiriza y da nombre de «lettreferits» a aquellos «a los cuales las letras han dado un martillazo...» Aquellos que sufren el digamos vicio de leer, y que leen todo cuanto cae en sus manos, lo entiendan o no. Ignoro cuándo este término ingresó en España, vía Cataluña sin duda. Aquí se empezó a emplear mucho en los años 50 de la pasada centuria, y de Cataluña pasó al resto de España: primero en sentido peyorativo, pero el intelectual y el escritor catalán poco a poco lo fueron aceptando en el más vasto sentido de «hombre de letras», escritor o simple lector, pero de los entendidos.
Con este último sentido pasó al castellano, y en ambas lenguas, lo mismo en castellano que en catalán se usa con una cierta sonrisa, aunque no con poca seriedad. Es palabra vigente, y me ha faltado tiempo para ver si el diccionario del español actual de Seco lo registra: lo registra. En el «Panhispánico de dudas» no se halla. Lo más sorprendente: no viene en diccionarios franceses etimológicos, ni en el famoso y general, moderno, de «Larousse». ¿Será que el término sigue más vivo en catalán y en castellano que en francés? Sea como sea, puede que no resulte del todo erróneo evocarlo precisamente durante el Día del Libro, y predicarlo tanto del que yo llamo «letradicto» -sin ironía o sátira algunas- como de quien, a favor de otro o de sí mismo, durante esta jornada adquiere un texto con la sanísima intención de leerlo. ¿Y qué libro adquiere? Si se trata de un buen lector, de un letraherido, tendrá pocos o ningún problema al escoger. No será víctima, qué va, de tanto «besele» que si lo es por la cantidad de ejemplares vendidos, pocas veces lo será por su contenido, el de un «libro del día» por mor de causas no siempre válidamente literarias. O sea, «un libro de un día».
El tal libro suele durar lo que la moda que lo magnifica. A menudo causa desilusiones y frecuentemente acaba en la más actual de las bibliotecas: no ya la del librero de viejo, sino la del contenedor de la esquina. Durante el 23 de Abril, cuántos libros de un día se compran, se regalan, pero después de todo no está mal. Un libro mediocre también puede suscitar el deseo de mejores lecturas, quizá conduzca a esta suerte de réplica a Montaigne que hizo otro francés en el siglo XX, Valéry-Larbaud, cuando dijo aquello -que me gusta repetir- de «este vicio impune, la lectura». Hoy como nunca, por fin y finalmente la publicidad apoya al libro, a su autor, a su editor, a su vendedor. Y esto es bueno, por más que no sea bueno todo lo publicitario.
Hay que crear más y más letraheridos, hay que propiciar ese «vicio impune». Y tampoco está nada mal que con el libro ofrezcamos una rosa a quien los sabrá apreciar, o quizás sólo a uno mismo.
Enrique Badosa nace en Barcelona, el 21 de marzo de 1927. Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad barcelonesa. Diplomado en Periodismo. Durante años, ejerce el periodismo socio-cultural en el diario El Noticiero Universal, de Barcelona, así como la crítica literaria en este mismo rotativo y en diversas revistas de ámbito nacional. También durante años, director del Departamento de Lengua Española de la Editorial Plaza y Janés, de Barcelona. Viajes por diversos países.
Es poeta, traductor de poesía, ensayista y crítico literario, habiendo tutelado durante veinte años dos de las colecciones de poesía que mantuvieron, en años difíciles, un elevadísimo rigor literario tanto en los poemarios como en las versiones de los poetas traducidos: las "Selecciones de Poesía Española" y las "Selecciones de Poesía Universal" de Plaza Janés.
Como creador, Badosa aporta una voz inconfundible al más selecto grupo de poetas de la llamada generación del 50, y lo hace además en numerosos registros: el lírico, el satírico-epigramático, el de la poesía viajera y el de la traducción de textos clave de la literatura en lenguas latina y catalana.