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"Me llamo Arturo .
Mis padres se dieron su primer beso de verdad en el cine, mientras veían la película “Excalibur”. Por eso, yo me llamo Arturo y mi hermana se llama Morgana. Lo mío tiene pase, lo de mi hermana, menos; pero como soy muy positivo por naturaleza y siempre miro la mejor cara de las cosas, tiendo a pensar que podía haber sido peor. Sobre todo si tenemos en cuenta que a mí podían haberme puesto Merlín y a ella Ginebra. Eso no lo hubiera aguantado ningún hijo, por muy comprensivo y tolerante que fuera.
Esa obsesión por la cultura inglesa y la germánica hizo que mis padres viajaran mucho por Europa y se aficionaran a la mitología escandinava: Odín, Tor y todo eso. También estaban fascinados por los vikingos, de los que mi padre incluso llegó a escribir un libro que recreaba el primer descubrimiento de América por parte de Erik el Rojo. Este libro ponía de muy mal humor a mi abuelo, que siempre había sido muy patriota con eso de Colón y el descubrimiento y que toda su vida se negó a creer que el almirante hubiera nacido en Génova. Mi abuelo Cristóbal (ah, casualidades del destino) sigue sosteniendo la teoría de que su tocayo nació en un pequeño pueblo de las Baleares llamado Porto Colom, que se convirtió en una colonia germana en los años sesenta...
Pero lo que voy a contaros no pasó en Mallorca, sino mucho más al norte, cerca del Ártico: mi madre se empecinó en que yo empleara aquellas vacaciones de verano para mejorar mi inglés… ¡en Noruega!"
Terminamos el mes de enero con una reseña literaria: "Emocionarte. La doble vida de los cuadros" de Carlos del Amor. Y comenzamos febrero con otra: "Donde aprenden a volar las gaviotas" de Ana Alcolea.
Y tiro porque me toca.
Lo cierto es que no tienen nada que ver ambos libros. Escuché hablar de ellos y tuve ganas de leerlos. Y como soy una ansiosa de mucho cuidado para esto de los libros, pues hala el botín pronto estuvo en mi poder. Y a por ellos. El primero es de divulgación, muy ameno, con la prosa sencilla, atractiva y entrañable del períodista Carlos del Amor. El que nos ocupa hoy, "Donde aprenden a volar las gaviotas", es una novela juvenil de una autora a quién no había leído nunca, la profesora y escritora Ana Alcolea, pero de la que había oído hablar, sobre todo en su carrera como escritora de novelas juveniles.
Ambos me han gustado.
¿No creeis que "Donde aprenden a volar las gaviotas" es un título precioso? Me encanta, es muy atractivo, muy sugerente. Eso fue lo primero que, valga la redundancia, me atrajo de este libro. Y luego que ha sido (no sé si lo sigue siendo) lectura obligatoria en la ESO.
Su argumento: "Arturo pasa sus vacaciones de verano en Noruega con su amigo Erik. La
casa en la que viven se asienta sobre los cimientos de un campo de
concentración nazi de la Segunda Guerra Mundial. Un día, mientras cavan
un hoyo en el jardín para plantar un árbol, encuentran una caja de
metal, cerrada a cal y canto. La investigación para conocer su contenido
llevará a los jóvenes a una lejana cabaña en medio de las montañas, a
una vieja casa de pescadores en la fría y agreste costa norte de
Noruega, y al pasado misterioso de la enigmática abuela de Erik".
Ya veis que toca un abanico de temas: Guerra, amistad, aventura, naturaleza, misterio, amor, demencia senil, diferente cultura... Pero sobre todo, en definitiva, es una novela que aborda el tema del aprendizaje. Aprendizaje con mayúsculas.
Está ambientada en dos tiempos diferentes. Por una parte en la actualidad, con la historia de Arturo y su amigo Erick, y por otra en el pasado, en la Segunda Guerra Mundial, en el momento de la ocupación alemana de Noruega, donde se relata la historia de Elsa. En el libro saltaremos de la una a la otra, y eso imprime mucho ritmo a la narración. Espacialmente estamos en Noruega, en los paisajes preciosos de tierras noruegas, y dan unas ganas locas de ir a conocerlos, la verdad. Comienza el viaje con Trondheim, la tercera ciudad más poblada de Noruega. Y luego visitarán una isla llamada Gjaeslingan. Forma parte de un archipiélago de islas en la costa noroeste de Noruega, al norte de Trondheim. Qué atractivos resultan tanto sus paisajes nevados con sus cabañas, como la zona del archipiélago que cuenta, donde está una ensenada con los islotes alrededor, ese lugar "donde aprenden a volar las gaviotas" debe ser precioso. Y además que es la tierra de la Aurora Boreal, y las noches sin sol. Qué ganas de volver a viajar... En fin. Resumiendo, que la ambientación de la novela yo creo que está muy conseguida, ya os digo que a mí ha conseguido literalmente transportarme.
La novela está estructurada en 29 capítulos y formalmente alterna la prosa, con la escritura de los diarios de Elsa.
Quizá yo el "pero" que le pondría a la novela es que los protagonistas jóvenes de la novela utilizan un lenguaje algo serio, demasiado elaborado. Yo creo. Me refiero a los de la actualidad. Me parece que resultan más creíbles los jóvenes de la época de la Segunda Guerra Mundial. Simplemente porque atravesando una etapa tan dura en sus vidas, a la fuerza tuvo que hacerles madurar de golpe, y por tanto cambiarlos. Y entonces sí que me cuadra su lenguaje más formal. Tiene más sentido en su bocas. Pero los jóvenes de la actualidad... No sé, me cuesta más verlos con su edad hablando así con ese temple.
Pero es un "pero" pequeño. Porque el resto de la novela me ha atrapado en su misterio, en su argumento y su forma de contarlo. Aún siendo una novela juvenil, por supuesto eso no hay que olvidarlo, a mí me ha parecido no solo entretenida, sino que también está bien escrita, es instructiva pues aborda un período histórico que hay que conocer, y además es muy evocadora.
Me ha parecido una buena novela juvenil.
"La vida es aprender, estamos aquí para eso, como las gaviotas. Vivir
es peligroso, es cierto. Pero un pájaro no puede quedarse eternamente en
su nido, tiene que volar".