Confieso que de pequeña no me perdía nunca Un globo, dos globos, tres globos. Me recuerdo disfrutando delante de la tele, al lado de mis hermanos, antes o después de haber visto
Vicky el Vikingo.
Confieso que sería por entonces cuando conocí a Gloria Fuertes: una poeta vestida de hombre, con voz de hombre y cuyos poemas para niños no me gustaban nada.
Confieso que he tenido que crecer para darme cuenta de lo feliz que era de pequeña
y no lo sabía.
Confieso que he tenido que crecer para darme cuenta de cuánto me gustan los poemas (para adultos) de Gloria Fuertes.
Me alegro mucho de haber crecido, aunque quizá ya no sea tan feliz como cuando veía
un globo, dos globos, tres globos.
Ahora puedo confesarme:
Me llamo Rocío Díaz y soy Gloriadicta
Te vi,
se rompieron nuestras soledades,
se alborotó el instinto,
se llenaron de luz las lámparas fundidas.
Se murieron del susto, nuestros primeros padres,
y tu pena y mi pena,
se suicidaron juntas
la tarde
de nuestro encuentro.
“Mi profesión, las letras.
Mi vocación, vivir.
Soltera por capricho.
Universal, por votación.
Amante de las fieras, de los niños.
Y de los que me quieran más que yo” (“Mujer de verso en pecho”, pág. 131).
Mi vocación, vivir.
Soltera por capricho.
Universal, por votación.
Amante de las fieras, de los niños.
Y de los que me quieran más que yo” (“Mujer de verso en pecho”, pág. 131).
Ya ves qué tontería,
me gusta escribir tu nombre,
llenar papeles con tu nombre,
llenar el aire con tu nombre;
decir a los niños tu nombre
escribir a mi padre muerto
y contarle que te llamas así.
Me creo que siempre que lo digo me oyes.
Me creo que da buena suerte:
Voy por las calles tan contenta
y no llevo encima nada más que tu nombre.
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