Un blog para letraheridos. Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y letras.
Un blog donde sentarse a leer mientras te tomas un café.
Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let
Javier Díaz (poeta), Ana González (narradora y poeta), Ana Delgado (poeta), Calia Cañadas (poeta),
David Lerma (Narrador), Carmen Frontera (narradora) y yo, que hago la foto.
Primero se cogen unos tertulianos que tienen que andar de vez en cuando de mudanza.
Cada vez que en el Café Galdós hay un evento SE ESCOGE la sala roja del fondo para celebrarlo. La tertulia Rascamán hasta diciembre del 2009 (ahora nos reunimos en el Café Ruiz) SE REUNÍA todos los miércoles en la sala roja del fondo del Café Galdós. Como todo silogismo que se cumple, SIEMPRE que había un evento en el Café Galdós y era miércoles, los tertulianos de Rascamán TENÍAN QUE MUDARSE...
Y fue por aquel entonces, en diciembre de 2009 cuando una tontería de aquí, un poema de allá, un relato de acá, otra tontería de más allá, los tertulianos acabaron preguntándose por qué ellos no podían hacer una exposición cómo tantas que han visto miércoles tras miércoles...
¿Nosotros?
¡Vamos! y seguro que sería mejor que muchas de las que hemos visto...
¿Nosotros?
¿Por qué no? ¡Nosotros!
Pero tendría que ser con textos y algo más... Sí... algo original... Claro, distinto... No sé... ¿Qué podríamos hacer?... Algo que no tenga nada que ver... Algo que destaque... Que llame la atención... No sé, cualquier cosa... ¿Cualquier cosa?... ¡Ya está con radiografías!
Quería contaros el final (final por ahora porque ésto nunca se sabe...) de la historia de aquella foto tan polémica que llevaba por título "Regalamos un libro por la compra de tres bragas".
Si volveis sobre el enlace anterior os acordareis de que por esos azares de la vida (me lo contó una amiga) supimos el nombre del autor de los libros que regalaban. Todo un premio Nacional de Poesía.
Pues bien, como no hay dos casualidades sin tres, el otro día mi amiga otra vez me escribió, para contarme que en mi mismo blog, resulta que estaba la foto del autor en cuestión. ¡Qué gracia! Porque, efectivamente, cuando yo os conté que habíamos estado haciendo la tertulia en el Café Gijón, junto a la nuestra, colgué una foto de una tertulia que se hacía en ese Café, allá por el 1947... Y entre esos insignes tertulianos estaba nuestro Poeta. Es como si se cerrara el círculo ¿verdad?
Os voy a copiar el correo donde mi amiga me lo decía, de lo cual me alegro un montón y le doy las gracias por acordarse de mí en estas ocasiones, y después os voy a copiar los comentarios que ésto ha suscitado entre mis compañeros de tertulia, personas que se dedican a escribir. Sus diversas reacciones frente a el hecho de que, con el tiempo, los libros de un Premio de Poesía Nacional acaben regalándose al comprar tres bragas...
"Rocío, ¡¡más casualidades!!
Has tenido delante al poeta Prado Nogueira, le has visto, le has elegido y te diré más, has decidido que quedaba estupendo colgado en tu blog.
Está en la foto de la tertulia del café Gijón 1947 del grupo de la "juventud creadora" al que pertenecía. Desde allí, con esa galanura de actor de cine propia de la época, nos está mirando a las dos, sentado junto a José García Nieto en la primera fila, el quinto empezando por la derecha. Ya ves, querida Rocío, sin saberlo has juntado obra y autor en dos fotos de tu blog. ¿Qué más hilos fascinantes descubriremos?..."
Y ahora os voy a pegar los distintos comentarios que ha suscitado toda esta hilera de casualidades. Unos quieren verlo como algo negativo, otros más positivo... En cualquier caso ha sido muy curioso todo ¿verdad? Desde una foto chocante hasta el año 1947... Esto podría ser un todo un relato ¿verdad?
“Rocío, me habían pasado hace unos días la foto del regalo de la gitana y la tenía pendiente de colgar en mi blog, ya no la cuelgo, me había quedado impresionada. claro más impresionada me he quedado cuando has dicho que los autores que están primeros son el padre de un amigo tuyo y su amigo. Un día que estaba un poco depre, me fui a dar una vuelta por Atocha y enfrente del Brillante, un manta entre tuercas y otros artilugios vendía libros. Me dio por pensar que con la ilusión que se pone en un cada cosa que se escribe y lo contento que te pones cuando te publican un relato, que pena tener ese fin. Me dio por imaginar todos nuestros libros allí chorretosos como estaban aquellos y con nuestros nombres escritos, total que rematé el día. A mi estás cosas me producen mucha tristeza. “(C.F.)
“…después de ver la foto del blog de Rocío pero supongo que la vida tiene estas cosas (por cierto, que aun intento decidir si la foto es tan terrible o no, si es mejor eso que el olvido total, o no?...es muy triste, desde luego, pero, es mejor que nada?...y si de ese modo consigue llegar a la gente?... dentro de lo cómico, no es lo ideal ,claro, pero...en fin, no me hagáis mucho caso, que sigo dilucidando...) “ (C.H.)
“…La foto es surrealista total, pero como no se puede vivir de la poesía....ja,ja,ja
El caso es que me gustaría saber más, ¿como han llegado esos libros ahí?
¿Es un mercadillo de la calle? ¿Tantos ejemplares?
¡lo que es es la vida¡ como tú dices. Todo un premio nacional como se ve….” (F.M.)
“Rocío, desde la primera vez que vi la foto ya me pareció de las que provoca sentimientos contradictorios. Para los que nos gusta escribir, aunque lo hagamos a nivel amateur, esa imagen de los libros entre bragas, mejor dicho, de los libros que se regalan por comprar bragas, puede resultar tan alentadora como desalentadora. Que se tome por un lado o el otro depende de cada uno, o sobre todo, de cómo se haya levantado ese "cada uno" por la mañana. He decidido que a mí me produzca efectos alentadores. Porque se me ocurren varios destinos bastante más aberrantes para un libro que un mercadillo: A. Contenedor para reciclaje de papel. B. Refuerzo para apuntalar un armario o mesa que cojea. C. Objeto arrojadizo durante una discusión marital. D. Préstamo a alguien que ni se molesta en leerlo ni en devolvérselo a su dueño. La opción C hay que evitarla siempre, a toda costa.” (D.L.)
Empieza el año, terminan las navidades, y volvemos a la tertulia.
La novedad es que ¡nos trasladamos!
No es que no nos de penita dejar el Galdós, que claro que nos la da, pero siempre había demasiado bullicio. Es muy difícil tertuliar si tienes que estar luchando por escuchar o hacerte escuchar. Y ya cuando leíamos alguno, era un verdadero martirio seguir el hilo del poema o del relato con tanto jaleo.
Ya llevábamos tiempo hablando de trasladarnos, cuando de pronto el último día que nos vimos, la noche de la cena de navidad, por esas cosas del azar, caímos en el Café Ruiz. Hacía años que yo no iba por ese café, pero años y años… Pero así es la vida. Salimos de nuestra cena, nos acercamos por allí para tomar el último café juntos… y jo, qué maravilla, estar cerca y ¡escucharnos! Sin tener que andar esforzándose tanto… Qué maravilla.
Y bueno pues allí que nos vamos a reunir a partir del primer miércoles de este nuevo año de tertulia.
Pero si me permitís, os puedo dejar con la bitácora que escribí de la noche de la cena donde lo contaba. A ver si así me animo releyéndome y vuelvo a escribir.
(Foto superior: En el café Ruiz el día de la cen: Empezando por la derecha Sagrario, David y yo)
(En el café Ruiz el día de la cena de diciembre: Sagrario, Ana Delgado, Celia, Oscar y Javier)
Guiso navideño con Tertulia Rascamán
1. Enfriar el ambiente exterior, hasta convertirlo en una noche de sábado gélida y navideña.
2. Precalentar el restaurante a unos cuántos decibelios de ruido. E introducir en él, dos mesas pegadas a la pared, que iremos rodeando poco a poco de comensales con ánimo festivo y bullicioso.
3. Escoger a diez tertulianos de pro, con talante agradable, y muy sociables. E ir apretándolos poco a poco, a medida que van llegando, hasta conseguir que quepan bien juntitos en las dos mesas.
4. Cortar bien finas las conversaciones. Libros y poesía, recitales y actualidad. Picar unas risas. Y añadir varias cucharadas de fotos al gusto de algunos y disgusto de otro. Con todo ello preparar una mezcla espesa con que se rociará a los tertulianos de forma más que generosa.
5. Escogemos también un par de camareras, una más sonriente que la otra, y un invisible plato de avestruz que no tienen a quién adjudicar. Y les hacemos sitio en los huecos entre las conversaciones.
6. Poner en el horno a temperatura ambiente de tertulia en Navidad. Tapar y dejar hervir a fuego moderado de complicidad, bienestar y afecto.
7. A modo de guarnición, acompañar a los tertulianos con un gran saco decorado de motivos navideños y lleno de regalos de amigos invisibles. Esconderlo bajo las dos mesas. Remover todo el tiempo. Y después añadir a cada tertuliano visible un regalo al azar, pero al gusto de otro tertuliano amigo e invisible.
8. Para hacer el postre. Cuando ya los tertulianos están hechos, y han intercambiado platos y regalos, sacarlos despacio del local. Y ponerlos a reposar en el Café Ruiz. Retirar dos cucharadas grandes de conversaciones y risas del jugo que ha ido cayendo en las dos mesas anteriores y echarlas suavemente sobre ellos. Colocar la mezcla en un recogido rincón, más silencioso que el del restaurante, ahora casi familiar, y removerlo con tranquilidad un largo tiempo. Se puede añadir chocolate a la taza y te de canela con licor. Se chuparán los dedos...
9. Se sirve despacio, se saborea, se disfruta.
10. Finalmente se vuelve a sacar a los tertulianos a la noche gélida de un Madrid de finales de diciembre del 2009 y tras breves despedidas se les reparte en distintos y oportunos taxis que les devolverán a sus casas. Cada uno con un regalo literario y una tonta e invisible sonrisa en la memoria.
Ya sabéis que cada encuentro de tertulia se queda anotado en el “Cuaderno de Bitácora”. Esa noche quedamos en que todos escribiríamos diez líneas, multiperspectivismo puro y duro. Así que si os interesa saber más de esa noche podéis leer lo que escribieron de ese día mis compañeros, de verdad que algunos hicieron una bitácora de lo más original y amena: los diez mandamientos, sopa de letras… aquí os lo dejo todo por si os apetece leerlo.
¡Millás con nosotros! Gracias a mis compañeros de la tertulia que son "mucho más arrojados que yo" y propusieron hacernos una foto con él...
Ayer por la tarde, 18 de noviembre, fui a la Biblioteca Nacional, un lugar tan solemne, a una conferencia sobre palabras (menudo planazo, que dirían algunos) de Millás, un literato serio y formal, Premio Nacional. Me apetecía ir, me parecía que iba a estar bien, las palabras son mi debilidad, pero que me reiría tanto, durante un rato bien largo, eso sí que no lo sabía. Y lo mejor es que no lo hice solo yo, sino todos los que estábamos allí, cerca de doscientas personas entre los que estábamos sentados (yo estuve en la última fila) y los que tuvieron que estar de pie.
Allí Millás comenzó su peculiar monólogo sobre el lenguaje, su diccionario particular y las palabras. Ya nada más comenzar, empezamos a sonreírnos: “¿Cómo cambiaría Grace Kelly su título de Reina de Hollywood por el de Princesa ¡Monegasca!?... Si da apuro hasta decirlo. Monegasco. Qué palabra. O por ejemplo la palabra “colutorio”, aprendí a hacer gárgaras pronunciando la palabra monegasco con el colutorio en la boca…” Millas iba saltando de una palabra a otra, jugando con el lenguaje, con su sonido, con el significado que tienen en el diccionario las palabras y el otro muy distinto y particular que tienen para cada persona.
Y de ahí a saltar a la propia infancia solo hubo un paso. “De pequeño no comprendía por qué mis hermanas, siendo chicas, comían garbanzos y no garbanzas, y por qué a los chicos nos daban remolacha en lugar de remolacho. ¿Por qué sillas y no sillos? ¿Por qué mesas y no mesos? Y si había colegios para chicos y colegios para chicas ¿Por qué colegios y no colegias? ¿Por qué se contaban cuentos y no cuentas?... Angustiado por todas estas cuestiones se lo contó a su madre. Y su madre le dijo que no se preocupara, pero le pidió que no se lo contara a nadie, que ya se ocuparía ella de arreglarlo”. Por supuesto su madre no pudo arreglar el mundo.
De ahí pasó Millás a contar su primer día de colegio. Observó que cuando se pasaba lista en clase los niños cuando se les nombraba decían “Vicente”. Al principio le extrañó pero luego rápido encontró la justificación, puesto que el director del colegio se llamaba Vicente. Entonces siempre que le nombraban a él, decía “Vicente”. Y era curioso porque aunque todos los demás niños decían “Presente”, Millás niño entendía perfectamente “Vicente” y cuando le nombraban a él todos entendían que él decía “Presente”, aunque en realidad decía “Vicente”. El problema empezó cuando cambiaron al Director y en vez de llamarse Vicente se llamó Federico. Millas niño empezó a enfermar de nervios viendo que todos los demás niños cuando se pasaba lista seguían diciendo “Vicente” en vez de Federico y a la vez deseaba que llegaran ya a la M porque él sí que lo iba a decir bien. Así que en cuánto dijeron “Millas, Juan José”, él gritó a pleno pulmón “Federico”. Cuando todos rápidamente se volvieron a mirarle ya vió que algo no iba a bien. Pero cuando se dio cuenta de lo que en realidad pasaba, también pensó que cómo iba él a dar su justificación… esa justificación de la confusión con los nombres de los Directores... Así que optó por el mutismo. Del colegio llamaron a casa y hablaron con su madre, a la que oyó decir por teléfono que “le observaría…”.
El lenguaje, según Millás, ya en aquel tiempo era “un territorio minado”. “¿Por qué decía papá y veía en su cabeza a su padre entero, y decía pa y no veía solo a la mitad de su padre…?”
Entonces se volvió un niño muy silencioso, que sin embargo escuchaba todo.
La conferencia de ayer de Millás era casi un monólogo de humor, pero además había poesía en sus definiciones, en su forma de ver y admirar las palabras. Para Millás las palabras tienen sabor y volumen. Tienen textura, las hay imposibles de tragar, como el aceite de ricino y las hay que entran sin sentir, como un licor dulce. Estaban las que curaban y las que hacían daño, las que dormían y las que despertaban. Las que proporcionaban inquietud y paz. Había palabras, incluso, que mataban".
También contó que su hijo un día le preguntó por la palabra “Efímero”. Entonces él antes de darle una definición le preguntó que de dónde la había sacado, porque eso según él es importante. Su hijo le contestó que de un libro. ¿De qué libro? Le siguió preguntando porque no le gustaba que fuera cogiendo palabras de por ahí, de cualquier sitio... que las palabras traen muchas infecciones. Pero al final intentó darle una definición. Efímero: Algo que no duraba. Al final su hijo le preguntó si entonces ¿La vida era efímera? Y entonces él comprendió que al final sí, al final había cogido la palabra de donde no debía…
Luego abordó la cuestión de las frases hechas. Y contó que cuando era pequeño su madre con mucha pasión decía “En esta casa somos muy cafeteros” Y entonces él pensaba que el colmo de la personalidad era ser muy cafetero… Y su padre decía “Los negros llevan la música en la sangre” y también lo decía con tanto convencimiento y tantas veces, que él pensaba que eran cafeteros y negros. Y como veraneaban en la sierra y allí “a media tarde hay que ponerse una rebequita...” Y ya si su padre decía “...y por la noche te tienes que echar una manta...”. Ellos tenían todos esos atributos que o tenían los demás niños que iban a la playa o por ahí lejos a veranear. Ellos además de ser muy cafeteros, eran negros, se tenían que echar una rebequita a media tarde y además dormían con manta. El colmo de los atributos. Era muy gracioso cómo Millás contaba estas cosas. Como narraba con tanta convicción lo que puede pasar por la cabeza de un niño cuando escucha tantas veces este tipo de frases. Así de este modo dice Millas que expresiones como por ejemplo: “vacío interior, mandíbula batiente, muerte súbita, devastador incendio…” son un próspero negocio que se va trasmitiendo de padres a hijos…
Según Millas las palabras nos hacen y nos deshacen. Tienen un significado dentro de ti y otro fuera. Fue muy divertido cuando habló de la palabra vagina. Dice el diccionario: “Vagina: Conducto de paredes membranosas que en las hembras de los mamíferos se extiende desde la vulva hasta el útero”. Esa definición, da el diccionario. Pero entonces Millas nos dice que si la vagina no fuese más que eso, solo lo que dice la definición: “¡Qué interés, por Dios íban a tener los hombres en meterse en ellas y con la desesperación que lo hacen, como si les fuera la vida en ello…!”.
O cuando su tía siendo él pequeño tuvo un aborto. Él se preguntaba que sería un aborto que todo el mundo hablaba de ello y lo decía en voz tan baja… y claro buscó aborto en el diccionario y encontró: “Cosa sobrenatural, rara…” Y claro aquello le excitó porque él quería ver dónde tenía su tía el aborto. O la palabra “Abotargar”. A la que cogió pánico, en cuánto leyó la enfermedad que era. Y tuvo una historia sentimental con una chica que terminó cuando le dijo que “se le estaban abotargando las piernas…”. Porque cuanto más deprisa huyes de lo que temes, antes lo alcanzas.
Y contó la confusión que había tenido entre abúlico y abulense. Y la historia de ese hermano abúlico, que a ver si es que entonces no era tan hermano como los otros… y de ahí que incluso ya siendo mayores, cuando se ha discutido algo en familia, la opinión de ese hermano casi le haya parecido menos legítima que la de los demás…
O cuando se preguntó lo que significaba “Ahilarse”. Y cuando lo comprobó le empezó a entrar mucha aprensión y cada vez que miraba la caja de costura de su madre con todos esos hilos pequeños y ordenaditos, le daba por pensar si no serían otros hermanos suyos que habían terminado convirtiéndose en hilos… O cuando preguntó a su padre que qué significaba “amorfo”. Y su padre le contestó “Una persona sin personalidad”. Y entonces él que pensaba tanto, empezó a darle vueltas a la idea de si podría existir una mesa sin mesalidad o una sartén sin sartenidad… y así con todo, hasta que su padre le miró y le dijo: “¿Pero tú eres idiota o qué…?”
Ayer disfruté tanto con la conferencia de Millás, me parecía todo tan ingenioso lo que decía, que ahora mismo lo contaría todo otra vez. Pero sé que eso es imposible. Y tampoco es cuestión de hacer una entrada muy, muy larga, porque nunca por mucho que uno quiera contar las cosas, es como vivirlas.
Millás nos dio una lista de palabras de su diccionario particular muy interesante, en la que estaban palabras como amputar e imputar o angosto o aplique o ave maría (oración con la que se castigaba por masturbarse y al final uno no podía masturbarse sin rezar, ni rezar sin masturbarse...)...
Millás terminó diciéndonos que las palabras son una fuente de confusión aterradora. Todo el mundo sabe lo que hacer con las palabras pero no sabemos qué hacen ellas con nosotros.
Después en el turno de debate se hicieron preguntas muy interesantes. Alguien preguntó que cómo se planteaba él la escritura. Millás respondió que nunca sabía lo que iba a escribir en la página siguiente. Esto a mí, que me ocurre a menudo, me gustó mucho. Decía Millás que empieza a escribir a partir de una idea que le obsesiona y después va tirando del hilo... A veces la idea inicial que ha provocado esa novela, lo mismo termina desapareciendo, pero ahí estaba. La necesidad de escribir aparece cuando aparece esa idea. Y un buen día decides que tienes que escribir para ver que sale de ella.
Después alguien le pregunto por qué recurrir a la infancia. Y contesto que solamente se puede escribir desde la extrañeza, desde el conflicto. Y a esas edades, la infancia, la adolescencia, hay mucho conflicto.
¿Y la inspiración? Terminó preguntando alguien. Millás contestó que más que inspiración: trabajo. Sentarse todos los días y mucha disciplina. Dicen que a los poetas los poemas se los regalan los dioses. Pero a los narradores no, hay que sentarse con disciplina y al cabo de media hora te llega la concentración necesaria...
Para terminar voy a acabar con una frase que dijo Millás al respecto de la infancia que me gustó mucho: “Crecer consiste en fingir que entiendes”.
Quizás me he extendido mucho en el comentario de la conferencia de ayer. Seguro. Pero qué bueno Millás, qué bueno.
En la primera foto el Gijón en 1947. En esta de abajo nosotros en el 2009.
Ayer tuvimos tertulia extraordinaria en el Gijón, en la calle Recoletos. Uno de los lugares de Madrid con más solera como Café y como lugar de encuentro de tertulianos selectos.
Quedamos allí todos los compañeros de la tertulia del Galdós, para hacer una tertulia previa, antes de ir a disfrutar de la conferencia de Juan José Millás en la Biblioteca Nacional. Porque fue eso, disfrutar, lo que hicimos en la conferencia. Aunque lo contaré en otra entrada.
El Café Gijón se inauguró el 15 de mayo de 1888 por Gumersindo G. (no me atrevo a decir el apellido porque en unos documentos encuentro García y en otros Gómez), uno de esos indianos que regresaron tras hacer “las Américas”. En homenaje a sus orígenes, le dio el nombre de "Gran Café Gijón". Tras unos años pasó a ser, dicen en Wikipedia que por la módica cantidad de traspaso de 60.000 pesetas, de Benigno López (un barbero del barrio) que prometió no cambiarle el nombre. Y cuando este murió se encargó de él su viuda hasta que murió. Desde el año 1977 es de Gregorio Escamilla, que lo comparte con Ángel, que lleva más de 20 años en el Café, primero como empleado y ahora también como propietario.
En todos esos años se fue convirtiendo en referente cultural de Madrid. Después de la Guerra Civil los tertulianos convencieron a la viuda para que hiciera la primera reforma, que fue en el año 1948 en la que se sustituyeron las lámparas de gas por la iluminación eléctrica, se puso madera de roble en las paredes y se baja el techo. Después hay una segunda reforma a mediados de los años 70.
Escritores, artistas, políticos han frecuentado desde hace más de cien años este lugar. Severo Ochoa, Benito Pérez Galdós, Pío Baroja o Jacinto Benavente han sido asiduos. Después Camilo José Cela y sus coetáneos también se reunieron allí. En tiempos de postguerra lo hicieron los que se llamaron la “Juventud Creadora”. El tiempo ha pasado y más tarde allí también se han reunido otros de la talla de Arturo Pérez Reverte, Paco Umbral, Rafael Alberti o Fernando Fernán Gómez, que ideó la creación del Premio de Novela Café Gijón.
Y así una larga lista de personas célebres, hasta ayer mismo que mientras nosotros estábamos sentados en nuestra mesa, en una de las que están situadas en el lado de los ventanales que dan a la calle (y que cuando yo llegué estaban protegidas por el cartel de “reservadas”), estaba sentado Álvaro de Luna con otros. Yo no distinguí en ese momento a más conocidos de las letras, pero Sagrario, compañera de tertulia, señaló que también estaba Armas Marcelo.
Leo en internet en un artículo de Fabián Barrio en la revista Forumcafé una entrevista con uno de los propietarios donde habla de esos tertulianos de las mesas que están junto a la ventana: "Ahí, en la cuatro, junto a la ventana, se ponen los poetas a las cuatro de la tarde, todos los días, les tenemos la mesa reservada. Buero Vallejo estaba siempre con ellos. Y Vicent viene todos los dias a las cinco a esta mesa que está más acá. Los martes por la tarde tocan los pintores plásticos, todos estos cuadros que ves aquí son de ellos. Y los domingos por la mañana se ponen en aquella esquina del fondo los de Bellas Artes".
De vez en cuando no está nada mal visitar el Gijón, convertirte por unas horas en tertuliana de ese renombrado lugar, pensar que allí mismo han estado sentados tantos importantes de las letras… Allí mismo donde ahora tú estás, aunque un simple café con leche te cueste 3,70 €, o para llegar tengas que atravesar una "pura zanja llamada Recoletos" surcada de obras y semáforos y madrileños y... Pero esa ya es otra cuestión… Pensaremos que unas cosas por otras.
EL AUTOR:José María Herranz es autor de numerosos libros de poesía y relatos. Miembro del Círculo de Bellas Artes de Madrid, del Ateneo y de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles. Metafísico, místico, heterodoxo y dionisíaco son algunos de los adjetivos que calificarían su voz poética. Los dos libros que aquí se presentan, Las razones del lobo y Sofismas, pertenecen a un ciclo radical y vanguardista donde la poesía social cobra matices transgresores y actuales, a pesar de la distancia que marca la época en que fueron concebidos.El autor también ha publicado Oráculo de la amistad (ediciones Vitruvio) e Hijos de la miseria (taller de poesía Vox). Organizador y ponente de las Jornadas de homenaje a Miguel Labordeta y los escritores de la O.P.I. celebradas en el Ateneo de Madrid el mes de octubre de 2008, con el auspicio de la Fundación Conde de Aranda, el gobierno de Aragón e Ibercaja, reunió en las mismas a los poetas zaragozanos Emilio Gastón, Rosendo Tello, Fernando Ferreró y Mariano Altemir.
Dicen que los miércoles cuando se cierran las puertas del Café Galdós, da comienzo una actividad desconocida y frenética. Las jarras se colocan solas bajo el grifo de la cerveza, los panchitos y las galletas saladas se tiran de cabeza a sus cuencos, las pastas de té se arrastran por el mostrador despacio, haciendo ruido con su vestido de plástico, hasta dejarse caer en los platitos del café, y el café… uuhhmm el café hierve y empieza a oler humeando el local, aunque nadie lo haya hecho ni por supuesto lo vaya a beber. Los miércoles, cuando se cierran las puertas del Galdós, todos los objetos que allí habitan se engalanan para la reunión más importante de la semana: La post-tertulia del Galdós.
La noche anterior, la del martes, entre ellos hicieron apuestas sobre qué mesa se llevaría el premio de ser la afortunada. Casi siempre gana la primera de la derecha según entras a la sala del fondo, porque tuvo la suerte un día ya muy lejano de ser colocada bajo el foco más potente del local. Eso la vuelve más apetecida. Pero a veces, algunas veces, el azar hace justicia, da la oportunidad a las demás y llega un humano despistado más tempranero que los tertulianos y se sienta en ella. Al mismo tiempo que la primera mesa de la derecha se desluce de pura desilusión, las demás espabilan, parecen revivir y quieren taconear nerviosas sus patitas de madera contra el suelo, porque quién sabe, a lo mejor… Y se revuelven inquietas en su estática posición de mesas esperando que las saquen “a escuchar”, mientras hacen cábalas invisibles, sonríen con su boca de mármol, sueñan con ser la testigo afortunada ¿por qué hoy no? de la reunión semanal de los tertulianos del Galdós.
Dicen que ayer, miércoles, el primero de octubre, la ganadora, la elegida, fue la mesa del fondo a la izquierda. Hasta allí fue y en ella se sentó la primera tertuliana que llegó. Cómo iba ella a imaginar lo esperada que era, lo observada que fue mientras sus pies decidían donde esperaría a los demás. Una vez que la tertuliana se decidió y se sentó en la del fondo, las demás mesas envidiaron como solo pueden envidiar las mesas a la elegida, y supieron que tendrían que esperar a la post-tertulia para entretenerse, ilustrarse, enriquecerse y casi sentir con lo que solo pudiera contar ella, la protagonista, la estrella de esa noche, la que escuchó todo, la que lo vivió, la elegida mesa del fondo a la izquierda del Galdós.
Dicen que ayer miércoles, 7 de octubre, cuando se cerraron las puertas del Café Galdós, los focos del techo se volvieron lentamente pero con decisión hasta alumbrar por completo a la mesa del fondo a la izquierda. Dicen que las bandejas huérfanas de camareros pero ufanas como las que más, corrieron veloces debajo de las jarras de cerveza y los cuencos de panchitos, debajo también de las tazas del café y las orondas pastas de té. Dicen que inmediatamente después sobrevolaron el cielo granate del Galdós, hasta aterrizar sobre todas las desanimadas mesas, menos sobre la elegida que por supuesto esa noche libraba, para que todo estuviera recién preparado para la importante audición.
Dicen que ayer miércoles, 7 de octubre, cuando todo estuvo a punto, la mesa del fondo a la izquierda carraspeó como solo saben carraspear las mesas protagonistas, se frotó las patas de esa forma invisible que se las frotan las mesas elegidas, y comenzó a contar “de primera mesa” todo cuánto escuchó en la primera tertulia del curso 2009-2010 del Galdós…
Y recitó relatos líricos, microrelatos y largos relatos.
Y habló de lo “sucio y doloroso” que puede ser un verano.
Y revivió lo interesante que puede ser un viaje a la India.
Y recordó películas y más películas que a todos gustaron.
Y finalmente tertulió largo rato sobre el deseo y la imaginación.
Dicen que todo lo que contó ayer, miércoles 7 de octubre, la mesa del fondo a la izquierda del Galdós, un invisible bolígrafo lo había recogido ya y lo contará con más detalle en el cuaderno de bitácora: http://bitacoratertuliagaldos.blogspot.com/ de aquellos tertulianos. Pero dicen también, dicen, que no lo hará ni muy, muy de lejos, con el entusiasmo, la entrega y la pasión con que lo cuenta a quién quiera escucharla, con su voz de madera y su sonrisa de mármol, con el orgullo y la confianza de saberse el centro, la mesa del fondo a la izquierda del Galdós.
Lo reconozco me ha gustado. Y por muchas razones. Ha dibujado una sonrisa en mi cara y una especie de reconfortadora sensación me ha llenado cuando he terminado de leerlo "Hombre... me he dicho ¡qué bien!". Porque una está acostumbrada a que de los funcionarios se hable mal, y no se puede evitar que cuando no es así te llegue al alma (alma de funcionaria sí, que para eso he opositado dos veces, tres mejor dicho, una de ellas habiendo aprobado también, pero sin plaza; alma de funcionaria sí, que me lo he ganado, pero alma al fin y al cabo...).
Estoy hablando de un relato. Uno corto que encontré en la sección de cultura del periódico El Mundo. Un relato de Lorenzo Silva del que hablaré en otra entrada. Seguro. Porque me gustan mucho sus libros, porque a mi modo de ver es un buen escritor y porque además no le importó nada de nada, sino que lo hizo con mucho agrado, venir una tarde a nuestro de taller de Villaverde (cuando éramos taller) a hablarnos de literatura y de ser escritor. Eso siempre se agradece.
Por todo eso aquí os dejo el relato en cuestión. Porque leerlo fue un descubrimiento. Porque Lorenzo Silva siempre me gusta escribiendo. Porque gracias otra vez. Y porque claro, va de funcionarias, pero de las buenas, eso sí.
Espero que os guste.
Elogio de la funcionaria
Así es el desolador aspecto que presenta el Registro Civil. Foto: Efe
Lorenzo Silva*
Actualizado jueves 21/05/2009 11:20 horas
La gestión, en sí misma, ya era bastante desagradable. Solicitar una certificación de divorcio. Tanto como pedir que la autoridad acredite, a todos los que la vieren y entendieren, que el interesado ha errado en una de las decisiones cruciales de la vida.
Por eso a Armando, de entrada, le apetecía poco el trámite, pero cuando vio la cola de 50 personas que había a las puertas del Registro Civil a las 8.15 de la mañana, 45 minutos antes de que la oficina abriera, se lo llevaron los demonios.
Por si aquella multitud fuera poco, dos carteles pegados en la puerta advertían que había una funcionaria de baja y que a las 13.00 se dejaría de atender a quien no hubiera conseguido a quien no hubiera conseguido uno de los 20 números que se repartían en el momento de la apertura.
Armando observó a la concurrencia. En un 80%, inmigrantes. No dejaba de ser lógico, ellos protagonizaban el grueso de los partos, y buena parte de las vicisitudes sobre tutela y custodia de menores, que son el negocio fundamental del Registro Civil. Además de las nacionalizaciones y los trámites a ellas asociados. Seguramente eso explicaba el maltrato administrativo. Bastante tenía, aquella horda de indios, negros y moros, con respirar el aire de la Unión Europea.
Armando supuso (mejor dicho, habría apostado) que aquella oficina tendría un responsable que a las 8.15 distaba de estar incorporado a su puesto de trabajo. Imaginó que a las 11.00 (dentro, cómo no, de esas ínfimas cuatro horas de atención al público), los funcionarios saldrían media hora a tomar un café. Y poco a poco se fue envenenando. Cuando a las 9.04 (ya sólo serían tres horas y cincuenta y seis minutos de atención al público) se abrió por fin la puerta y la cola de sufridos y dóciles administrados se apelotonó a la entrada, estaba más que predispuesto a montar la de San Quintín.
Pero entonces, sucedió un milagro. Al otro lado del mostrador sólo había una funcionaria. Cincuenta y muchos años, poca estatura, voz enérgica. En apenas un cuarto de hora liquidó la cola. Clasificó a la gente. Los que venían a hacer un trámite largo, a los que les daba un número. Los que venían a recoger un papel, a los que despachaba en el acto. Los que venían a hacer una gestión corta, a los que también atendía sobre la marcha.
A Armando le pasó una breve instancia, donde sólo debía aportar tres datos, y le pidió que la rellenase. Luego se la recogió y le dijo que tendría la certificación en dos días. Armando osó alegar que su nueva vida estaba a 600 kilómetros. La funcionaria le dijo que si se lo acreditaba de algún modo tendría el certificado en dos horas. Sin dar crédito, Armando extrajo su DNI.
Dos horas después, con el certificado en la mano, Armando reparó en la tragedia. Aquella funcionaria no recibía del Estado mayor recompensa que los que con su desidia contribuían (incluidos todos sus jefes, hasta el ministro) a que en pleno siglo XXI, España tuviera una administración del siglo XIX.
*El escritor continúa esta nueva serie de relatos con elmundo.es sobre personas anónimas inspirada en hechos reales.
Con julio despedimos nuestra tertulia hasta septiembre u octubre. Despedimos el curso 2008-2009 y lo hicimos en compañía de Fabio Aristimunho (Brasil 1977), abogado, poeta y traductor brasileño.
Fabio Aristimunho estaba durante unos días en Barcelona donde le habían becado y Javier, que ya le conocía pues él había sido uno de los organizadores del Tordesilhas-Festival Ibero-Americano de Poesía Contemporánea al que asistió Javier en Brasil, le invitó a que nos acompañara en nuestra última tertulia.
Por una vez los protagonistas de la sala del fondo fuimos nosotros. No había ninguna mesa más ocupada, sino que nos cerraron las cortinas y allí estuvimos en un gran círculo tertuliando sobre lo humano y lo divino.
Comenzamos hablando de la antología de poesía española traducida al portugués por Fabio. Cuatro tomos, cada uno dedicado a una lengua española: castellano, catalán, vasco y gallego, desde los orígenes de la poesía española hasta la guerra civil. Y de ahí pasamos a los intercambios de poetas en Latinoamérica, al comentario sobre "el portuñol": mezcla de español y portugués que se habla en algunas zonas de Brasil, de nuestras propias lenguas y su vigencia en una época u otra gracias a la comparativa que ha hecho en sus libros, hasta terminar hablando de las dos Españas en una discusión interminable medio política medio literaria.
Por supuesto también escuchamos a Fabio leernos en portugués algunos de los poemas que ha traducido, como “Las coplas de la muerte de su padre” de Jorge Manrique, o “La vaca ciega” de Joan Maragall. Y terminamos en una rueda de lecturas diferentes por parte tanto de Fabio como del resto de los asistentes a la tertulia.
Desde aquí va mi agradecimiento para Fabio Aristimunho, que puso un acento distinto pero muy cercano entre nosotros.
Resultó una tertulia muy dinámica, rica en matices, viva, ruidosa, entretenida y especial.
Tanto que como es muy difícil despedirse, siempre en el aire queda la pregunta de si haremos alguna que otra tertulia extraordinaria para agosto o septiembre.
Aquí CarmenH y yo con Alberto Gómez Font y Pablo Benítez (de rojo)
Y ya que estamos de recordatorio de este curso, hace casi dos meses tuvimos tertulia extraordinaria en el Café Galdós. Fue el lunes 11 de mayo del 2009.
Extraordinaria por tres razones, porque fue en lunes, no en miércoles como estamos acostumbrados, porque al ser lunes había muchísima menos gente y por tanto mucho silencio, y porque tuvimos la gran suerte de aprender y compartir tertulia con un poeta salvadoreño: Pablo Benítez.
Este poeta entró en contacto con Javier gracias a su blog. Esto es lo maravilloso de internet que puedes ponerte en contacto con personas que están muy lejos pero a los que te une, en este caso, la literatura.
Pablo Benitez aprovechó el viaje a España por un congreso, para acercarse a nuestra tertulia. De ahí que cambiáramos el día al lunes, que a ellos les venía mejor.
Vinieron con él dos historiadores salvadoreños y Alberto Gómez Font, lo que fue toda una sorpresa, porque yo conocía a éste último de habernos dado unos cursos de lenguaje y estilo en el trabajo.
Alberto Gómez Font es filólogo y responsable del departamento de Español Urgente de la Agencia EFE, y sobre todo es un comunicador nato con el que da gusto aprender de lenguaje. La verdad es que fue una gran suerte que viniera.
La tertulia estuvo muy bien. Muy provechosa. Nos juntamos unas veinte personas: ellos cuatro, algunos de nosotros del taller y otros compañeros de Javier de la ONG Balanza de Cristal de Getafe. Y allí que nos dieron las doce de la noche hablando de la figura y la obra del poeta Roque Dalton, del que Pablo Benítez es un estudioso, y por supuesto hablando de El Salvador, del país, de su historia, de su actualidad con todos ellos y cómo no algo de lenguaje con Alberto Gómez Font.
Y porque nos cerraban el Galdós, si no yo no sé qué horas nos hubieran dado...
Hace exactamente un mes, el 6 de junio, sábado, estuvimos fusionándonos literariamente con un taller de poesía que hay en Guadalajara.
Era la segunda vez que íbamos a verles y da gusto sentirse tan bien recibido. Poder sentir tanto su hospitalidad y su amabilidad desde el mismo momento en que llegamos.
El taller es en la Biblioteca Pública de Guadalajara, un lugar precioso, grande, iluminado, con un patio interior con vigas de madera y muy espacioso donde apetecería quedarse a leer o incluso a estudiar un buen rato. Se reúnen cada quince días los sábados por la mañana.
Allí que estuvimos toda la mañana con ellos. Nos íbamos alternando a la hora de leer, uno de nosotros, uno de ellos, de nosotros, de ellos, así poco a poco. Sobre un silencio al que nosotros, los del Galdós, nos estamos muy acostumbrados la verdad, y creando entre todos una atmósfera muy cálida y agradable en torno a las palabras.
Sí, literariamente pienso que fue muy enriquecedor. Un intercambio muy jugoso de versos e historias, de opiniones, de literatura, de vida. Y por supuesto, después como buenos tertulianos, nos fuimos a comer todos juntos en un día muy lluvioso pero muy productivo.
Volvimos muy contentos. Y hemos quedado emplazados para repetir allá para octubre.
Hace un par de miércoles tuvimos la suerte de tener en nuestra tertulia a Emilio Gastón. El miércoles 17 de junio del 2009.
Para ser justos, tengo que decir que vino gracias a Sagrario, que es una compañera de la tertulia que estuvo en la lectura poética que él hizo el lunes 15 de junio en la Biblioteca Nacional, dentro del ciclo Poetas en vivo, organizado por la Obra Social Caja Madrid y que presenta Enrique Gracia Trinidad. Sagrario estuvo allí y le invitó muy acertadamente a que el miércoles siguiente se pasara por nuestra tertulia.
Y él, junto a su mujer y a unos amigos, nos visitaron. Qué sorpresa y qué suerte.
Emilio Gastón es poeta, escultor, político y abogado. Estudió Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad de Zaragoza.
Como dicen en todas partes, y para resumir:
“Este aragonés es hombre de múltiples saberes, inconforme, rebelde, heterodoxo, abogado de todas las utopías, fundador de partidos federales, partícipe de Juntas Democráticas, activo diputado constituyente, Justicia de Aragón, rapsoda impenitente, defensor de causas perdidas, escultor, poeta ... Y es junto a Miguel Labordeta, uno de los grandes contribuyentes a la aportación épica de la generación de poetas aragoneses que por los años 50 y 60 constituyó la O.P.I (Oficina Poética Internacional) del Café Nike de Zaragoza. Además de ser autor de múltiples libros de Poemas.”
Pues bien, este hombre tan importante, estuvo en nuestra tertulia hace un par de miércoles como uno más. Cambiándose de sitio cuando las prioridades de los dueños del Galdós lo veían conveniente. Soportando con buen humor las incomodidades de sitio y ruido que conlleva siempre el traslado. Apretujándose con nosotros, esforzándose por oírnos, recitándonos de memoria sus largos poemas, salpicados de palabras tan peculiares y tan suyas como “ipsofactamente”, sin perder ni un momento la sonrisa. Todo fue tan espontáneo, tan sencillo, tan natural como especial.
La verdad es que tanto su mujer como él, fueron muy agradables con nosotros y daba gusto estar con ellos.
Este fin de semana su mujer, María del Carmen Gascón, nos ha enviado un par de fotos que hizo ese día inmortalizando el momento y que son las que encabezan esta reseña.
Muchas gracias a los dos.
PROSEQUAMUR MEDITANDO
Abro con negligencia
mis armarios roperos del recuerdo …
y me pongo el corazón que más me gusta,
Pero no es más que simple debilidad,
Y es que los corazones
los recuerdos
las ilusiones
las esperanzas
tienen su estante de alma en el armario
como las lapiceros
los zapatos,
las guías telefónicas …
y el traje.
Mi corazón a cuadros de la tercera percha
saltó en gritos patrióticos un día.
Aquel desparramado por la luna
conserva las ingenuas cicatrices
del pequeño amoreo que soñaba.
Por encima de todas estas cosas,
de los gritos patrióticos incluso…
está el chillido tierno y humanísimo
de los viejos teatros y mercados…
recién desmantelados para siempre-
Este año he ido dos veces a la Feria del Libro. Y las dos veces las he hecho coincidir con el día que firmaban dos escritoras, una poeta y la otra narradora, a las que tengo la gran suerte de conocer, e incluso soy afortunada de poder compartir con ellas de vez en cuando este tiempo “raro y especial” y de las letras.
El viernes 5 de junio firmaba ANA DELGADO CORTÉS.
Conozco a Ana de la tertulia del Galdós. Era uno de esos tertulianos del Círculo de Bellas Artes que ahora de vez en cuando comparten nuestra tertulia con nosotros. Gracias a ello, algunos miércoles, tenemos el placer de escuchar sus poemas. Desde el primer momento que lo hice pensé que Ana había nacido para la poesía. No podría decir qué me gusta más si leerla o escucharla recitar. Quizás gustar no sea la palabra adecuada. Seguramente. No sé que me llega más si sus letras o su voz recitándolas.
Mejor os dejo con uno de sus poemas. Uno que está incluido en su libro “Poemas del amor sumiso”, premio Carmen Conde 2008,
Los miércoles nos reunimos en el Café Galdós. Somos una tertulia viva, ruidosa, y al menos para mí entrañable. Allí nos juntamos poetas y relatistas cada semana para leernos cuentos y poesías, para hablar de cine, para reír, para conversar, para ir tejiéndonos a una vida que se va haciendo palabra a palabra.
Javier Díaz Gil es de alguna forma no escrita nuestro coordinador. Primero fue el profesor del taller de creación literaria donde íbamos algunos y ahora es el alma mater de nuestro grupo. Un grupo cada vez más numeroso.