Dicen que los miércoles cuando se cierran las puertas del Café Galdós, da comienzo una actividad desconocida y frenética. Las jarras se colocan solas bajo el grifo de la cerveza, los panchitos y las galletas saladas se tiran de cabeza a sus cuencos, las pastas de té se arrastran por el mostrador despacio, haciendo ruido con su vestido de plástico, hasta dejarse caer en los platitos del café, y el café… uuhhmm el café hierve y empieza a oler humeando el local, aunque nadie lo haya hecho ni por supuesto lo vaya a beber. Los miércoles, cuando se cierran las puertas del Galdós, todos los objetos que allí habitan se engalanan para la reunión más importante de la semana: La post-tertulia del Galdós.
La noche anterior, la del martes, entre ellos hicieron apuestas sobre qué mesa se llevaría el premio de ser la afortunada. Casi siempre gana la primera de la derecha según entras a la sala del fondo, porque tuvo la suerte un día ya muy lejano de ser colocada bajo el foco más potente del local. Eso la vuelve más apetecida. Pero a veces, algunas veces, el azar hace justicia, da la oportunidad a las demás y llega un humano despistado más tempranero que los tertulianos y se sienta en ella. Al mismo tiempo que la primera mesa de la derecha se desluce de pura desilusión, las demás espabilan, parecen revivir y quieren taconear nerviosas sus patitas de madera contra el suelo, porque quién sabe, a lo mejor… Y se revuelven inquietas en su estática posición de mesas esperando que las saquen “a escuchar”, mientras hacen cábalas invisibles, sonríen con su boca de mármol, sueñan con ser la testigo afortunada ¿por qué hoy no? de la reunión semanal de los tertulianos del Galdós.
Dicen que ayer, miércoles, el primero de octubre, la ganadora, la elegida, fue la mesa del fondo a la izquierda. Hasta allí fue y en ella se sentó la primera tertuliana que llegó. Cómo iba ella a imaginar lo esperada que era, lo observada que fue mientras sus pies decidían donde esperaría a los demás. Una vez que la tertuliana se decidió y se sentó en la del fondo, las demás mesas envidiaron como solo pueden envidiar las mesas a la elegida, y supieron que tendrían que esperar a la post-tertulia para entretenerse, ilustrarse, enriquecerse y casi sentir con lo que solo pudiera contar ella, la protagonista, la estrella de esa noche, la que escuchó todo, la que lo vivió, la elegida mesa del fondo a la izquierda del Galdós.
Dicen que ayer miércoles, 7 de octubre, cuando se cerraron las puertas del Café Galdós, los focos del techo se volvieron lentamente pero con decisión hasta alumbrar por completo a la mesa del fondo a la izquierda. Dicen que las bandejas huérfanas de camareros pero ufanas como las que más, corrieron veloces debajo de las jarras de cerveza y los cuencos de panchitos, debajo también de las tazas del café y las orondas pastas de té. Dicen que inmediatamente después sobrevolaron el cielo granate del Galdós, hasta aterrizar sobre todas las desanimadas mesas, menos sobre la elegida que por supuesto esa noche libraba, para que todo estuviera recién preparado para la importante audición.
Dicen que ayer miércoles, 7 de octubre, cuando todo estuvo a punto, la mesa del fondo a la izquierda carraspeó como solo saben carraspear las mesas protagonistas, se frotó las patas de esa forma invisible que se las frotan las mesas elegidas, y comenzó a contar “de primera mesa” todo cuánto escuchó en la primera tertulia del curso 2009-2010 del Galdós…
Y recitó relatos líricos, microrelatos y largos relatos.
Y habló de lo “sucio y doloroso” que puede ser un verano.
Y revivió lo interesante que puede ser un viaje a la India.
Y recordó películas y más películas que a todos gustaron.
Y finalmente tertulió largo rato sobre el deseo y la imaginación.
Dicen que todo lo que contó ayer, miércoles 7 de octubre, la mesa del fondo a la izquierda del Galdós, un invisible bolígrafo lo había recogido ya y lo contará con más detalle en el cuaderno de bitácora: http://bitacoratertuliagaldos.blogspot.com/ de aquellos tertulianos. Pero dicen también, dicen, que no lo hará ni muy, muy de lejos, con el entusiasmo, la entrega y la pasión con que lo cuenta a quién quiera escucharla, con su voz de madera y su sonrisa de mármol, con el orgullo y la confianza de saberse el centro, la mesa del fondo a la izquierda del Galdós.
Eso dicen.
©Rocío Díaz
Octubre del 2009. Comienza el curso...
Rocío
ResponderEliminarme pongo a completar la bitácora para que no falte el detalle al que haces referencia.
Un beso
Javier