"El verano que me enteré de lo de mi padre, mamá ya no podía estar sola en la tienda. Tenía problemas para cargar y cortar los fiambres porque las manos no le respondían bien. Lo cierto es que cuando me llamó, me dijo que ya hacía un tiempo que se le quedaban cerradas en un puño. Tenía que apoyarlas en una caja y hacer palanca con la punta de los dedos y las muñecas para que volvieran a la normalidad. Una vez abiertas, acompañaba a cada uno de sus dedos a su sitio hasta que podía moverlos de nuevo..."
Resulta que se me había quedado esta reseña en borradores, y no la había publicado. ¡Qué despiste!
En fin... Pues entonces yo os contaba que había terminado de leer "Azul salado" de Marta Simonet.
Gracias a esa novela pasé unos días plácidos en Mallorca, saboreando muy despacio y con deleite su gastronomía, disfrutando de la luz y los colores de esa isla en verano. Ahí está ubicada esta historia. Esas son sus coordenadas: la isla de Mallorca, una cocina, una barca, un verano, una familia de mujeres y las ausencias con las que tenemos que vivir toda la vida y que no siempre asumimos bien. Esa es la ambientación, que por cierto es de 10 y ese el tema: volver para reordenar, curar el pasado y la vida.
El argumento nos cuenta que Marina, no podía ser otro nombre, tiene que volver a su casa en la isla de Mallorca para hacerse cargo del negocio familiar: La Ultramarina, una casa de venta de comida casera. Su madre la ha llamado porque no está para ocuparse de él, sus manos le dan problemas. Allí se reencuentra con su familia compuesta por su madre y su hermana Irene. También con el recuerdo constante de su abuela Carmen y el de su padre siempre ausente. Y allí va a conocer a un amor, Héctor, un muchacho que vive de la pesca.
Me acerqué a esta historia buscando evadirme a un lugar plácido y tranquilo. Quería refugiarme en una historia cotidiana con luz y que diera calor. Y lo cierto es que eso he encontrado.
Es una historia contada en primera persona, con una prosa muy rica, sutil, y también muy poética. La autora tiene una forma de escribir muy delicada, muy sugerente, muy evocadora. La prosa, no solo está salpicada de metáforas e imágenes sino que también está impregnada de olores y sabores y desde luego eso favorece mucho que te empapes del lugar y ese tiempo lento de las islas en verano. La historia huele a mar y tú sales oliendo a mar de ella.
En mi opinión, lo menos conseguido de la novela es el tratamiento del tiempo. Creo que la autora en los primeros capítulos ha ido narrando su historia con un tiempo más lento, más dilatado, y a partir de que ya sabemos qué ocurrió con la historia que ella quería descubrir, todo se precipita. Y el desenlace está contado de forma mucho más rápida, casi atropellada, diría yo. La autora nos ha tenido toda la novela en ese ritmo calmo de lugar y al final no nos ha dejado disfrutar lentamente de cómo se iban despejando las incógnitas. Creo que yo hubiera acelerado un poco en los primeros capítulos y después lo había demorado, porque una vez que ya estamos hechos a esa historia seguramente a los lectores nos hubiera gustado saber más cosas, disfrutar más del futuro de las vidas de esos personajes, no despegarnos tan rápido de ellos. Pero es mi opinión, por supuesto.
He leído, de todos modos, que es una primera novela de la autora, y desde luego yo, que buscaba una historia sencilla pero evocadora, una historia cotidiana y con luz, la he encontrado tras esa portada tan chula que tiene.
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