Yo creo que, a pesar de las
tormentas, ya va tocando hablar de la palabra VERANO.
La palabra verano
etimológicamente hablando procede de un adjetivo, el adjetivo latino: veranus,
a, um.
Porque la palabra que designaba
al verano, tal y cómo ahora lo concebimos, era en latín “aestas, aestatis”, de
dónde procede nuestra palabra “estío”.
En latín, se denominaba “verano”
al tiempo entre mayo y junio, el período de calor suave que seguía a la
primavera. Nuestra palabra “Primavera” vendría de la unión de las palabras
“primer” “ver” que era cómo ellos llamaban a la primavera (“ver, veris”) o
primera época de buen tiempo. Mientras que al período más caluroso, o de calor
más álgido, que sería de julio a septiembre, lo denominaban estío. De ahí
vendrían términos como “época estival”.
Luego lo que nosotros llamamos
verano en realidad deberíamos llamarlo siempre “estío”. Sin embargo conservamos
las formas cultas de “estio” o el adjetivo “estival” como formas más cultas que
preferimos utilizar más en poesía.
De ahí también que muchos
expertos piensen que las estaciones del año tendrían que llamarse: primavera,
estío, otoño e invierno. Pero en algunos países prosperó más la palabra verano
que la de estío quizás porque es más fácil de pronuncia.
El castellano, el portugués (verao), el rumano (vara) llaman también verano al estío. Mientras que en el francés, el
italiano o el catalán se conservó la palabra estío: en francés se dice été, en italiano estate y en catalán estiu.
Entonces ¿qué? ¿Veraneamos?
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