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martes, 22 de marzo de 2016

Vocabulario y Frases de Semana Santa.




Todos los años, desde que comenzó el camino de este blog, dedicamos alguna que otra entrada al vocabulario y a las frases hechas de la Semana Santa. 

Si consultáis la pestaña de "Palabras de Semana Santa" podéis repasar algunas de ellas, porque ya hemos tocado muchas expresiones. Os dejo el enlace por si queréis echar un vistazo:

 Hoy vamos a dar un repaso al origen de algunas de las palabras más importantes.

¿A que llamamos la CUARESMA?

Pues bien, la Cuaresma es el período anterior a la Semana Santa que comienza el Miércoles de Ceniza. La palabra viene del latín, de la expresión cuadragesima dies o lo que es lo mismo día cuadragésimo. Alude a su duración de cuarenta días (según el Breve diccionario etimológico de la lengua Castellana de Corominas). 
Estos 40 días son los que se supone de preparación para la fiesta de la Pascua. El número 40 tiene muchas referencias bíblicas: 40 días duró el diluvio universal, Jesús se retiró durante 40 días. Moisés aguardó 40 días antes de subir al Sinaí. Elías caminó durante 40 días hacia el Horeb. Y la marcha de los judíos por el desierto duró 40 años.

Y la ¿PASCUA?

Con la Pascua se termina la Semana Santa. La palabra viene del nombre de la fiesta de Resurrección de Cristo. Decimos por eso "La Pascua de Resurrección".
Con la palabra Pascua tenemos muchísimas frases en nuestro vocabulario coloquial, unas con sentido positivo y otras negativo.

Así tenemos: 
"Hacerle la pascua a alguien" (Con el sentido de fastidiarlo, molestarlo...). Proviene del paso (que corresponde con el término hebrero pesach) del ángel exterminador por las casas egipcias para matar a todos los primogénitos.

 "Y santas Pascuas" (con el sentido de dar por terminada cualquier cuestión). Viene de la celebración con que los judios se alegran de la huida de Egipto.

"De Pascuas a Ramos". Creo que de ésta expresión ya habíamos hablado en otra entrada. Para querer decir que es mucho tiempo, porque es de un casi un año, menos una semana.  

"Más contento que unas Pascuas", que también viene de la celebración de los judíos. 

Y para terminar de una forma más dulce: ¿De dónde vienen los huevos de pascua? ¿Y la mona de Pascua?
En aquella época la Iglesia no aconsejaba el consumo de huevos durante la Cuaresma. Sin embargo, obviamente las gallinas seguían poniendo huevos, ajenas a preceptos ni normas religiosas. Tirar los huevos hubiera sido un pecado. De tal forma, que no quedaba más remedio que guardarlos. En unas semanas se conseguía una sobreabundancia de huevos a los que había que dar salida. 

El domingo de Resurrección, primer día en el que este precepto ya no rige, se convertía en la fecha señalada. Y qué mejor que compartir o regalar los huevos que no se habían consumido durante la Cuaresma. De esta forma, fue naciendo una costumbre. 

Ofrecer una cesta de huevos frescos era sin duda un magnífico detalle, pero si además los huevos se coloreaban o se pintaban se convertían en un auténtico regalo. En algunos lugares se pintaban de rojo (en recuerdo a la sangre derramada por Jesús).

En el siglo XII la Iglesia bendecirá la costumbre de regalar huevos como símbolo de resurrección a la salida de la misa de Pascua.

Durante varios siglos, al llegar la Pascua, los pasteleros cocinan unos bollos de harina, huevo y azúcar al horno, con uno o varios huevos duros incrustados en la superficie, que los padrinos regalan a sus ahijados dándole el nombre de “mona de Pascua”.  Actualmente en varios sitios el huevo y el roscón han sido reemplazados por figuras de chocolate que van desde el tradicional huevo a otras más imaginativas.
Principio y final
. Cuaresma | Período anterior a la Semana Santa que comienza el Miércoles de Ceniza. La palabra procede de la expresión latina quadragesĭma dies, ‘día cuadragésimo’, por la duración de cuarenta días, tal como indica el Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, de Corominas.
. Pascua | Nombre de la fiesta de la resurrección de Cristo; se celebra el Domingo de Resurrección y marca el final de la Semana Santa. - See more at: http://profesoresdeele.org/2015/04/01/vocabulario-de-semana-santa/#sthash.SLqDAe5C.dpuf
Principio y final
. Cuaresma | Período anterior a la Semana Santa que comienza el Miércoles de Ceniza. La palabra procede de la expresión latina quadragesĭma dies, ‘día cuadragésimo’, por la duración de cuarenta días, tal como indica el Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, de Corominas.
. Pascua | Nombre de la fiesta de la resurrección de Cristo; se celebra el Domingo de Resurrección y marca el final de la Semana Santa. - See more at: http://profesoresdeele.org/2015/04/01/vocabulario-de-semana-santa/#sthash.SLqDAe5C.dpuf

lunes, 21 de marzo de 2016

Día mundial de la Poesía. Fernando Beltrán



"Cada año, el 21 de marzo, la UNESCO celebra el Día Mundial de la Poesía y nos invita a reflexionar sobre el poder del lenguaje poético y el florecimiento de las capacidades creadoras de cada persona. ..."

Yo no necesito que sea el 21 de marzo para tener mis poemas preferidos, y eso que yo siempre digo que soy más de narración que de versos. Pero seguramente porque muchos de mis compañeros y amigos literarios son poetas, la siento muy cercana. 

Y cierto es, muy cierto, que hay poemas que te dan en el centro del pecho. 

Os dejo con dos de ellos.

Del poemario "Hotel vivir" que me lo trajeron los Reyes Magos, que Magos fueron. De Fernando Beltrán, que me gusta mucho cómo cuenta en versos:

LA GABARDINA DE MI PADRE


La que se cae a trozos,

la que uso todavía cuando viajo al norte,

como se aferra el don de un comodín.      



Recuerdo que al probármela                            

descubrí en sus bolsillos caramelos de menta

y un papel con los últimos recados.



Miel, manzanas, dos paquetes de Kleenex,

unas pilas de larga duración

que no cumplieron nunca su promesa,

y una nota final: Librería Hiperión.



Aún tiemblo.



Mi padre que pensé no había leído nunca

los libros que escribí,

los conocía todos, me dijeron, los compraba frecuente,

me dijeron, y elegía con pausa, me dijeron,

en función del regalo y la persona

a quien quería hacérselo, su médico, vecinos,

sus amigos, a cada cual un título.



No podía creerlo.



Yo experto en sus silencios, él experto en mis fríos.



Dos buscándose, y nunca.



Así la vida








  
MADRE

Hay cosas que no pueden suceder.



No estamos preparados.



No pueden suceder.



Me bajaría a mitad del recorrido,

me arrojaría en marcha incluso

de este pánico tren para que nunca

sucedieran las cosas que no pueden suceder.



Y no me diga nadie ley de vida.



Si lo es, no me sirve. O al grito le da igual.



Hay cosas que no y nunca.



No hay fruto si no hay árbol.

Cómo vivir después.



Hay cosas que prefiero no pensar.



Cojo este tren urgente, pero sólo

porque quiero besarla, nada más

y regresar mañana ileso y confirmando

que está mejor y hay cosas



que no pueden suceder







Fernando Beltrán. Hotel Vivir. Ed. Hiperión, 2015

sábado, 19 de marzo de 2016

Una de murales para el fin de semana: Lisboa y la calle



Vamos a dar una nota de color en el blog.

Os regalo un montoncito de murales callejeros y variados, de esos que nos gustan tanto en este blog, para nuestra colección. 

Son todos de Lisboa.

Espero que los disfruteis, a mí me gustaron mucho cuando me salieron al encuentro en esa decadente y preciosa ciudad.






viernes, 18 de marzo de 2016

"Aquel mágico proyector naranja" - Relato de Rocío Díaz



 

Hoy que es viernes, promesa de fin de semana, y ¡para más inri y nunca mejor dicho! promesa de vacaciones de Semana Santa, con lo cual habrá más tiempo para dedicarlo a la lectura, os voy a dejar uno de mis relatos.

Lo premiaron en el XXV Certamen Literario Frasquita Larrea. Espero que os guste.


Aquel mágico proyector naranja




Durante tres años seguidos en mi carta a los Reyes Magos pedí un Cinexin. Me trajeron la Nancy azafata, la cocinita completa con  batería de acero inoxidable y hasta la Magia Borrás, pero del Cinexin ni rastro. Ni tan siquiera con uno de aquellos fantásticos trucos de la Magia Borrás conseguí verlo. Mi frustración fue en aumento hasta que el tercer año solo anoté ese juguete en toda mi carta. En mayúsculas y en el centro del folio, remarcado con rotuladores de distintos colores y entre admiraciones. ¡QUERÍA UN SÚPER CINEXIN! Del mismo modo que en mi lista habían pasado tres años, para el objeto de mis deseos también había pasado el tiempo y se había modernizado. Ahora era más “Súper” que nunca.

Pero aquel año mis padres, por oscuras razones, decidieron contarme la verdad sobre la existencia de los Reyes Magos. Y en consecuencia hasta se sentaron a discutir conmigo la conveniencia o no de echarme el ansiado Cinexin: ¿No era ya un poco mayor para eso? ¿No era un poco masculino? ¿No sería mejor un set completo de maquillaje? Las actrices están muy guapas requetepintadas. O bueno quizás si mi timidez no me dejaba ser actriz podría dedicarme a ser maquilladora de películas, ya que ese mundo del celuloide parecía gustarme tanto.

Como aún no había conocido al entrañable ET,  juro que en ese momento vi a mis padres colorearse de verde, transformándose en auténticos extraterrestres.  ¿De qué me hablaban? ¿Qué tenía que ver un maquillaje con el Cinexin? No entendía nada de nada. ¿Cómo explicarles que yo no quería estar delante de aquel mágico proyector naranja sino detrás? Yo no quería salir en las películas, yo quería hacerlas avanzar, detener o congelar sus imágenes. Yo no quería salir en las películas, quería re-pro-du-cir-las: con ese verbo de cinco sílabas que decían en los anuncios de aquel juguete que nunca logré que me echaran los Reyes Magos.

Pero lo cierto es que, frustración de más o frustración de menos, una sigue creciendo.

Y llega un momento que piensas que quizás era verdad, que quizás te vendría mejor el set completo de maquillaje, y toda ayuda iba a ser poca, porque empiezan a gustarte los chicos y te parece ver en una excursión del Instituto a uno calcadito al Harrison Ford  de Indiana Jones ¿Cómo no querer estar más guapa para las aventuras que sin duda alguna viviremos juntos? O te cruzas en aquella discoteca de los viernes con el chulo Danny Zuko de turno haciéndose el dueño de la pista y no puedes despegar los ojos de sus piernas mientras rememoras aquella escena final en la que, de negro y adornado de una gran sonrisa, se acercaba y sacaba a bailar a la protagonista de Grease. Una protagonista con  la que coincides de sobra en ese aire arrebatador de chica modosita del montón que en cuánto él se acerque se va a transformar mágicamente, y ríete de aquella Magia Borrás, en la única a quién él quiere: “Ai cachú, ai guont chu player” cantábamos destrozando la canción en aquel espanglish imposible. Y así sucesivamente hasta que un buen día, mira qué suerte, te termina besando el Richard Gere del barrio. Ese desgarbado galán de cazadora de aviador y flequillo, a quién le haces repetir una y otra vez la secuencia del primer beso porque por más que lo intentas no consigues escuchar de fondo la banda sonora del que tendría que ser el gran amor de tu vida y que al final no lo fue tanto. Porque lo cierto es que ni él era Richard Gere ni yo Debra Winger por mucho que tuviera el pelo negro, largo y rizado.

Toda la vida me he empeñado en querer formar parte de una película, cuando lo que hacía no eran más que cameos. Casi sin darme cuenta, escena tras escena, he querido emular a Patricia Arquette en Amor a quemarropa, he querido vivir historias pasionales y violentas, y he elegido tan bien en el casting a los  protagonistas masculinos que he terminado interpretando Tesis o Te doy mis ojos. Quise hacer cine de autor y resulta que muchas veces he tenido una vida de serie B.  Más me valía haber aparcado el género romántico y haberme dedicado a Los Cazafantasmas, a juzgar por cuántos he conocido.  Hasta que la Thelma que había en mi interior decidió hacer un fundido en negro con su historia y escapar hacia delante sin mirar atrás. 

Porque ¿Qué les voy a contar que ustedes no sepan? La vida es una road movie. Y  lo cierto es que yo necesito dotar a la mía de efectos especiales porque si no la rutina me aplasta,  necesito imaginar el clac de una claqueta cerca para ponerle mi mejor perfil al destino, y tal y cómo está este país todos terminaremos con un papel en Full Monty. Por eso la voz en off de mi interior me dice que, mientras llega ese día, al menos haga lo que me gusta, me deje de argumentos inventados por otros y dirija yo mi propia historia.

Que a mí, señores Académicos, y ya, ya termino, lo que me gusta es el cine. Claro que sí. “Juro por Dios que nunca más volveré a pasar…” hambre de cine. Me muero de amor por él, por eso no pueden ni imaginar lo agradecida que me siento por este premio a la mejor dirección. Tanto, que no tengo ni tiempo para terminar de agradecérselo a todos lo que han hecho posible que esté hoy aquí recibiéndolo. Así que, perdónenme, pero utilizaré hasta los créditos de este discurso para seguir haciéndolo.

Pero por favor, antes de que suban a quitarme el micrófono, por favor déjenme que haga un flash back y se lo vuelva a agradecer sobre todo a aquella niña que fui, a aquella que bien pronto supo en qué lado de la cámara yo debía estar, a aquella que durante años apuntó el mismo regalo en su carta a los Reyes Magos. Ese regalo escrito en  mayúsculas en el centro del folio, remarcado con rotuladores de distintos colores y entre admiraciones, era el único regalo que quería, que quiso siempre y que aún quiere. Por ello, y se lo vuelvo a pedir por favor señores Académicos ¿No podrían ustedes cambiarme el Goya por un Cinexin? Que Goya ni que Goya… ¡Un Cinexin señores Académicos, un Cinexin de color naranja! Eso es lo que realmente le haría feliz a aquella niña que fui. ¿No creen ustedes que es hora ya de otorgárselo?


©Rocío Díaz Gómez