Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

lunes, 22 de octubre de 2012

"Ritos de muerte" de Alicia Giménez Barlett





Tenía ya mucha curiosidad por saber cómo eran los casos de Petra Delicado, la inspectora de policía de Alicia Giménez Barlett. De ésta autora solo había leído "Donde nadie te encuentre", cuya reseña está en este blog, que me causó muy buena impresión.

Así que uno de mis hermanos (el que me ha despertado la curiosidad por ellos)  me trajo a casa el primer caso de Petra Delicado y Fermín Garzón. Claro así ya con tantas facilidades... ¿Cómo no comenzar a leerlos? Y de nuevo creo que he despertado al mostruo que hay dentro de mí con las intrigas policíacas. Porque me gustó, me pareció entretenido y me hacía gracia la relación que se crea entre los dos protagonistas. Pero bueno vamos por partes...

El argumento: La inspectora de policía (y abogada) Petra Delicado trabaja en el Servicio de Documentación de una comisaría de Barcelona. Un día, el inspector jefe la llama, y la presenta al que será su subordinado, Fermín Garzón –un subinspector recién llegado de Salamanca-, porque a falta de personal, les va a encomendar a ambos un caso de violación. Nada parece indicar que vaya a ser un caso complicado, aunque la única pista de que disponen es una marca que el violador ha impreso en el brazo de la víctima con algo así como una pequeña corona de pinchos, que produce una herida cuya forma recuerda a una flor.

Los personajes principales como ya habéis visto son una pareja de policias. La inspectora Petra Delicado, en principio con muy poca experiencia investigando asesinatos, y en lo personal con dos matrimonios fallidos (aunque conserva la relación con sus dos maridos), deseos de autonomía y de llevar una vida tranquila. El subinspector Fermín Garzón, a punto de jubilarse, con mucha experiencia en la calle como policía, que viene de Salamanca, viudo y con un hijo al que apenas ve. En un principio los dos personajes se llevan fatal pero al final tienen una relación muy especial.

 
La novela está ambientada en Barcelona, en los barrios obreros. Y está muy bien descrito ese contexto en sus gentes, sus casas, sus vidas.

A mi me ha gustado esta novela. Está bien escrita, y sobre todo tengo que reseñar que me gustan mucho los diálogos entre Petra y Fermín, eran muy ricos, muy ágiles. Me han sorprendido muy gratamente. La autora ha sabido muy bien escribirlos, resultan muy creíbles. Los dos personajes yo creo que están muy bien perfilados. Y la trama, aunque no sea la más elaborada del mundo, a mi modo de ver, está entretenida.

La verdad es que ya estoy leyendo en este momento que hago la reseña, un nuevo caso de Petra Delicado, porque ya veis que me quedaron muchas ganas de seguir con ellos. Y ya me vale, porque tengo un buen montón de novelas esperándome, pero soy débil, les he cogido ya el gustillo...


FRAGMENTOS:

“Garzón había dado un buen diagnóstico: me aprovechaba de ser mujer. El marco ya estaba creado: prejuicios, convencionalismos… Para darle la vuelta a la escena sólo se necesitaba un poco de poder. Y ésa solía ser la parte que fallaba, la pizca de poder en manos femeninas. Pero yo ahora lo tenía, y si bien hasta el momento no había sido más que un instrumento que no sabía tocar, a partir de aquel día empecé a interesarme por descifrar la partitura e incluso me planteé la posibilidad de sacarle registros desconocidos al arpa, que, tañida con sabiduría, podía llegar a emitir sonidos fastuosos” (p. 91).


Y Fermín Garzón descrito por Petra Delicado cuando le invita al Liceo:

“Estaba vestido con un traje tan compacto como la armadura de un caballero medieval, gris oscuro, surcado de rayitas blanco lechoso, camisa amarilla, corbata azul traspasada por un alfiler de perla y, en el ojal, una minúscula insignia de la policía. Resultaba impactante, como un capo de la mafia en un día de boda. Tenía cuidadosamente engominado, peinado hacia atrás, y el bigote colocado en orden de cepillo como una lustrosa foca rescatada por Greenpeace” (p. 224).



sábado, 20 de octubre de 2012

Un poema de Roberto Juarroz





No existen paraísos perdidos.El paraíso es algo que se pierde todos los días,
como se pierden todos los días la vida,
la eternidad y el amor.
 
Así también se nos pierde la edad,
que parecía crecer
y sin embargo disminuye cada día
porque la cuenta es al revés.
 
O así se pierde el color de cuanto existe,
descendiendo como un animal amaestrado
escalón por escalón,
hasta que nos quedamos sin color.
 
Y ya que sabemos además
que tampoco existen paraísos futuros,
no hay más remedio, entonces,
que ser el paraíso.
 
Roberto Juarroz
 
 
Un amigo, Iñaki (mi corresponsal en el norte que de vez en cuando me regala fotos) en esta ocasión, nos ha regalado algunos poemas de Roberto Juarroz. Ya conocía yo a este autor, pero lo cierto es que siempre que descubro algún nuevo poema de él, me gusta aún más.
 
Quería compartir éste con vosotros.

jueves, 18 de octubre de 2012

Artículo de Lorenzo Silva a propósito del Premio Planeta





En la entrada anterior os comentaba que este año le han dado el Premio Planeta a Lorenzo Silva, lo cual dicho sea de paso, a mí me parecía muy bien.

"El Planeta" es un premio muy controvertido, tiene una importante dotación económica y la mayoría de las personas piensan (a veces también lo he pensado yo ) que, como se suele decir, "está un poco dado...".

Como ya os comentaba en este caso a mí la elección me resultó muy satisfactoria. Siempre he pensado que Lorenzo Silva escribe muy bien, y habla muy bien.

Ahora, a raíz del premio, ha hecho una especie de reflexión sobre esta cuestión que quería dejaros para que le echéis un vistazo. Merece la pena.



Planetizado


Por L.Silva Hace 20 horas

El periodista nunca debe ser la noticia. Pero quien esto firma no es exactamente un periodista (sólo un escritor que ocasionalmente hace trabajos periodísticos) y este blog no es una noticia sino un espacio de reflexión personal, por lo que espero que se comprenda y no se me repruebe que dé aquí una impresión propia y particular, que algo tendrá también de informativo, acerca de lo que significa que tu nombre entre en la lista del premio de mayor dotación económica de las letras españolas, y acaso también el de mayor proyección mediática (esto, al menos, es indiscutible: otras cuestiones como prestigios, valor literario y demás son siempre opinables y cada uno tendrá legítimamente su interpretación).

Lo primero que quiero decir, y ya dije en la noche del 15 de octubre, es que esto es un honor. Y para explicarlo cité a dos personas que también ganaron el premio, y a quienes me enorgullece acompañar como simple escudero en la lista de galardonados.

El primero, Ramón J. Sender, que recibió el premio en 1969, con En la vida de Ignacio Morel, cuando aún estaba en el exilio, pagando su vieja militancia anarquista y haber combatido en las filas republicanas, lo que demuestra que aparte de apreciar y poner en valor la literatura en español el viejo Lara ya tenía una visión adelantada de que España no podría permanecer por mucho más tiempo como un país cerrado a la disidencia y los vientos de libertad. Pero es que además Sender es, en mi opinión, el novelista indiscutible del siglo XX español. Con que sólo hubiera escrito “Imán”, un libro casi inverosímil en la aldeana España de 1930 que lo vio aparecer, ya lo sería. Pero no se quedó ahí: lean las primeras novelas de la “Crónica del alba”, “El verdugo afable”, “Carolus Rex”, “La aventura equinoccial de Lope de Aguirre” o la ejemplar “El rey y la reina” (una de las más inteligentes novelas escritas sobre la Guerra Civil) y podrán confirmarlo sobradamente.

Mencioné también a Manuel Vázquez Montalbán, sin el que la novela negra española no sería lo que es ni habría cruzado la raya de la marginalidad literaria cuando tocaba que lo hiciera, que era en la época de la Transición. Él abrió el camino que la llevaría a estar ya normalizada en estos tiempos en que la propia Transición está en crisis, que son los que nos toca vivir y que a los escritores nos incumbe la responsabilidad de contar con una herramienta que Carvalho, su inolvidable detective, ayudó a perfilar y pulir como nadie. También él levantó el Premio Planeta en el año 1979 con Los mares del Sur, y también a él era de justicia recordarlo en la noche de autos, cuando con una novela policiaca otro autor español recibía la misma distinción. Nunca olvidaré, por otra parte, la generosa presentación que en el año 2000 hizo de 'El alquimista impaciente', en la Casa de América de Madrid. Además de una teoría completa de la novela negra, razonó por qué merecía la pena leer a un entonces joven y poco conocido escritor cuyos protagonistas eran guardias civiles, y lo hizo, además, recalcando su militancia comunista. Chapó.

Pero podría haber mencionado a otros muchos grandes escritores: desde el otro negrocriminal que tuvo el Planeta, Francisco González Ledesma, hasta Vargas Llosa, Torrente Ballester, Jorge Semprún, Eduardo Mendoza o Antonio Muñoz Molina. A nadie que ame la literatura puede dolerle andar en compañía semejante.

O en la de Mara Torres, la finalista, doctora en Filología, amén de una periodista excelente que siempre ha sentido pasión por la literatura (doy fe: me entrevistaba por todos mis libros en la Cadena Ser hace quince años, cuando yo apenas vendía y sólo me conocían en mi casa). Que alguno le discuta la capacidad o la pericia como escritora sin haber leído el libro, es parte de la ligereza y de la imprudencia congénita que imperan en este país.

Otras cuestiones que rodean el premio quizá sean más secundarias. Es verdad que su impacto mediático es como un tsunami que arrolla al ganador hasta extremos insospechados. Tengo dos teléfonos, una cuenta de Twitter, una de e-mail y otra de Facebook. Entre las cuatro primeras vías de comunicación mencionadas (al Facebook a estas alturas aún no me he atrevido a asomarme) llevo cerca de mil mensajes, de los que apenas he podido procesar un tercio. Los iré respondiendo como y cuando pueda.

Otro detalle es la repercusión del acto. Había mucho morbo por la coincidencia entre Mas y Wert, después de la polémica que habían protagonizado ambos en los días previos. Eso hizo que quizá se leyera en clave política mi discurso, que no era más que una reflexión personal, dentro de un agradecimiento hacia Barcelona, ciudad que protagoniza en buena medida la novela ganadora y que ha sido muy generosa con este madrileño.

Naturalmente que deseo que ese meridiano de Greenwich que separa mis dos ciudades, Madrid y Barcelona (vividas desde Getafe y Viladecans, respectivamente) siga siendo sólo una línea imaginaria que cruzo cuando viajo por la autopista de una a otra. Naturalmente que quiero que en Madrid se entienda a Cataluña y que Cataluña no se enfrente al resto de España. Tengo gente en ambos lados, no la quiero separada y enemistada. Es mi reflexión personal, insisto, a la que creo que tengo derecho. Me alegró sobremanera que el alcalde de Barcelona supiera verlo y se acercara a darme las gracias, en nombre de la ciudad de la que es democrático y legítimo representante, apenas bajé del estrado.

Luego están las cosas de siempre en torno a los premios, y más en torno a éste. Mucha gente ha escrito con suspicacia sobre lo vano de presentarse con seudónimo cuando el jurado iba a reconocer a los personajes: he sido jurado muchas veces, y he reconocido muchas veces a los escritores concursantes, porque los había leído antes, sin necesidad de que usaran personajes recurrentes. El seudónimo es una manera de no trascender más de la cuenta si resultas finalista y luego no ganas. También he visto esto, y he visto la cara que se le quedaba al escritor conocido que se presentaba con su nombre y resultaba apeado al final.


Siempre he dicho que mi deformación jurídica me impedía hablar de aquello de lo que no tengo pruebas directas. Puedo hablar de lo que sé, como jurado, de premios tan diversos como el Nadal, el RBA de Novela Negra o el Abogados de Novela, en el que siempre he votado en conciencia, sin instrucciones del editor y en más de un caso contra el ganador o por un desconocido en contra de un consagrado. Puedo hablar de los premios por los que he pasado como galardonado, comenzando por el finalista del Nadal, que me dieron cuando no me conocía nadie por una novela, La flaqueza del bolchevique, que me habían devuelto media docena de editores y que envié sin ninguna esperanza. O de los que gané después, el Nadal, el Primavera o ahora el Planeta, ninguno de los cuales me prometieron y a los que concurrí con una novela que ya tenía pensada y escrita por mí mismo y con arreglo a mi propio proyecto creativo, y nunca haciendo algo ad hoc.

Puedo decir algo más de este Planeta. Tenía desde hace algún tiempo la indicación de sus editores de que estaban interesados en que me presentara. No me parece imprudente ni inmoral por su parte que dirijan esta clase de indicaciones a escritores (que me consta que reciben muchos más, aparte de mí). Invierten una buena cantidad de dinero (privado, de ese que aquí fluye tanto, junto con el público, hacia cosas como el fútbol y tan poco hacia la cultura) en algo que es comprensible que deseen que funcione.

Pero siempre tuve claro que en este embolado no metería cualquier libro. He presentado el que creo que es el mejor de los protagonizados por los personajes que los lectores (donde reside al final la soberanía en literatura) han distinguido con mayor afecto entre todos los míos. Por lo demás, también puedo decir con toda transparencia cuándo supe fehacientemente que era el ganador: el mismo día de la entrega, que es cuando se reúne el jurado a votar (cosa que me parece prudente, y sensata, por parte de los organizadores). Que mi novela fuera bajo un seudónimo chandleriano que se difundió el viernes (en la lista de los diez finalistas), que un periodista tan listo y tan lector como Tino Pertierra (y que tanto conoce mi pasión por Chandler) atara cabos e hiciera su apuesta con carácter previo (en un artículo publicado en la mañana del mismo lunes) y que todos lo siguieran en esa apuesta, es otra cosa.

Y ahora, sólo pido que se lea y se le dé una oportunidad. Al libro, que cuando se apagan los flashes y se olvidan los comentarios en caliente, los chismorreos, las insidias, los ditirambos y las propias palabras acertadas o torpes del autor, es todo lo que queda.


P.D. He visto unas cuantas noticias sobre el premio. Destaco estos enlaces que pongo a continuación, que creo que reflejan con bastante fidelidad lo que quise decir y lo que es el libro.

La Vanguardia – Xavi Ayén

La información – David González (vídeo, ahí no cabe el error de transcripción).

Blog La gata sobre el teclado de Anna Grau (fina observadora de la ceremonia).

El Periódico – Anna Abella

Sólo dos deslices en el de Xavi Ayén, excelente periodista de La Vanguardia: mi padre se retiró como capitán (no coronel) de aviación, y aprendió el catalán en su infancia, cuando era su padre, mi abuelo, el que estaba destinado en Berga y Manresa; y tengo casa en en Viladecans, pero también sigo viviendo en Getafe. Quizá, apurando algo más, yo habría puesto otro titular, pero eso es decisión del periodista. Y sobre el de Anna Abella, sólo puntualizo que el día que empieza la novela no es el 1 sino el 20 de octubre de 2011, la fecha en que, como es sabido, ETA dejó la lucha armada y lincharon a Gadafi.








martes, 16 de octubre de 2012

Lorenzo Silva, ganador del Premio Planeta 2012



Tenía otra entrada preparada para hoy, pero es que "mi" Lorenzo Silva ha ganado ¡el planeta!. Y oye que me ha dado alegría, me ha gustado mucho la elección.

A estas alturas de la vida no os descubro nada si os cuento que es uno de mis autores favoritos. Desde que hace un montón de años vino a mi taller de creación literaria y mientras doblaba y desdoblaba un papelito entre los dedos nos hizo una extensa disertación sobre la construcción de una novela que fue para quitarse el sombrero. Bien organizada, muy completa, mejor explicada y sin leer ni una sola línea. Todo de memoria, todo estaba en su cabeza, perfectamente esquematizado y expuesto. Dio gusto poder disfrutarla, ahí mismo a dos pasos de él, con unos cuántos compañeros, en familia. Porque por otra parte le honraba mucho haber querido venir, gratis, a nuestro taller, un taller de un Centro Cultural de un barrio perdido de Madrid, solo a estar ahí con nosotros, charlando sobre literatura.

Desde ese día y desde que me presentó entre sus páginas a Bevilacqua y Chamorro, sus personajes, no me pierdo ni un solo libro de ellos y de él. Maduramos juntos. Más algún otro que cae que no tiene nada que ver con la pareja de guardias civiles... cómo el último suyo, el de "Niños Feroces".

Bueno no quiero repetirme, os dejo el vínculo de todas las entradas que hay en este blog sobre sus libros, sus conferencias, una en la Biblioteca Nacional a la que asistí, su modo de escribir.



También tiene un blog: "los trabajos y los días", os pego el vínculo:


En fin, enhorabuena Sr. Silva. 

Se lo merece.

sábado, 13 de octubre de 2012

Letreros de un mundo que no es España II



Como continuación, o más bien completando la entrada de los letreros de un mundo que no es España, me refiero a la de hace dos entradas, permitidme que os deje con algunas fotos alusivas a esos carteles.

Espero que os gusten.


















jueves, 11 de octubre de 2012

"Un grito de amor desde el centro del mundo" de Kyoichi Katayama



Bueno, pues hoy quería hablaros de este libro que ya me terminé de leer hace tiempo. Lo tenía pendiente, y no quería olvidarme de hacer una breve reseña de él.

Aunque debo admitir que no me ha gustado mucho, la verdad.

El argumento es el de un amor adolescente. El tema es el amor, el amor absoluto, el amor entregado.

Los personajes principales son dos jóvenes japoneses que se enamoran. Él, Sakutaro, más reflexivo, más decidido. Ella, Aki, más tímida, más pasional. Pero si nos atenemos a las primeras tres frases del libro, ya podemos adivinar que no va a ser precisamente un libro alegre:

"Aquella mañana me desperté llorando. Como siempre. Ni siquiera sabía si estaba triste..."

Es una novela de amor. De amor del que duele, la verdad. Pero creo que duele demasiado. A mi modo de ver es demasiado dramática. A mi modo de entender, creo que roza la novela pastel.

Está contada en primera persona, lo cuenta Sakutaro, el protagonista. Por tanto tenemos un narrador testigo. No sabemos demasiado de Aki, solo lo que él nos cuenta, lo que él percibe, o parece percibir. Y aunque muchas veces tiene un tono irónico su forma de narrar, creo que el libro a medida que vas pasando páginas se hace un poco reiterativo en la tristeza.

Es una narración de frases directas, sencillas, hondas. No tiene una forma de escribir literariamente brillante ni magistral. No hay imágenes, ni figuras literarias. No, es un lenguaje transparente, aunque por supuesto efectivo.
Sin embargo de esta novela se hizo una película y creo que hasta una serie. Y he leído que es de las novelas japonesas más leídas. Quizás es que a mi me ha pillado en un momento en que necesitaba otro tipo de lectura. A veces ocurre eso. Porque no puedo evitar acordarme de otra novela japonesa, la de Murakami, su Tokyo blues. Una historia  muy nostalgica también. Y la recuerdo con mucho más agrado. Me gustó mucho más, y aún recuerdo a Watanabe, a Noky y a Midori, a pesar del tiempo.

Aunque sí que tengo que decir, que en esta novela hay que reseñar como un punto y aparte los párrafos donde habla con su abuelo. Esas conversaciones, son de lo mejorcito de la historia y en muchos momentos la salva.