"El Planeta" es un premio muy controvertido, tiene una importante dotación económica y la mayoría de las personas piensan (a veces también lo he pensado yo ) que, como se suele decir, "está un poco dado...".
Como ya os comentaba en este caso a mí la elección me resultó muy satisfactoria. Siempre he pensado que Lorenzo Silva escribe muy bien, y habla muy bien.
Ahora, a raíz del premio, ha hecho una especie de reflexión sobre esta cuestión que quería dejaros para que le echéis un vistazo. Merece la pena.
Planetizado
Por L.Silva Hace 20 horas
El periodista nunca debe ser la noticia. Pero quien esto firma no es exactamente un periodista (sólo un escritor que ocasionalmente hace trabajos periodísticos) y este blog no es una noticia sino un espacio de reflexión personal, por lo que espero que se comprenda y no se me repruebe que dé aquí una impresión propia y particular, que algo tendrá también de informativo, acerca de lo que significa que tu nombre entre en la lista del premio de mayor dotación económica de las letras españolas, y acaso también el de mayor proyección mediática (esto, al menos, es indiscutible: otras cuestiones como prestigios, valor literario y demás son siempre opinables y cada uno tendrá legítimamente su interpretación).
Lo primero que quiero decir, y ya dije en la noche del 15 de octubre, es que esto es un honor. Y para explicarlo cité a dos personas que también ganaron el premio, y a quienes me enorgullece acompañar como simple escudero en la lista de galardonados.
El primero, Ramón J. Sender, que recibió el premio en 1969, con En la vida de Ignacio Morel, cuando aún estaba en el exilio, pagando su vieja militancia anarquista y haber combatido en las filas republicanas, lo que demuestra que aparte de apreciar y poner en valor la literatura en español el viejo Lara ya tenía una visión adelantada de que España no podría permanecer por mucho más tiempo como un país cerrado a la disidencia y los vientos de libertad. Pero es que además Sender es, en mi opinión, el novelista indiscutible del siglo XX español. Con que sólo hubiera escrito “Imán”, un libro casi inverosímil en la aldeana España de 1930 que lo vio aparecer, ya lo sería. Pero no se quedó ahí: lean las primeras novelas de la “Crónica del alba”, “El verdugo afable”, “Carolus Rex”, “La aventura equinoccial de Lope de Aguirre” o la ejemplar “El rey y la reina” (una de las más inteligentes novelas escritas sobre la Guerra Civil) y podrán confirmarlo sobradamente.
Mencioné también a Manuel Vázquez Montalbán, sin el que la novela negra española no sería lo que es ni habría cruzado la raya de la marginalidad literaria cuando tocaba que lo hiciera, que era en la época de la Transición. Él abrió el camino que la llevaría a estar ya normalizada en estos tiempos en que la propia Transición está en crisis, que son los que nos toca vivir y que a los escritores nos incumbe la responsabilidad de contar con una herramienta que Carvalho, su inolvidable detective, ayudó a perfilar y pulir como nadie. También él levantó el Premio Planeta en el año 1979 con Los mares del Sur, y también a él era de justicia recordarlo en la noche de autos, cuando con una novela policiaca otro autor español recibía la misma distinción. Nunca olvidaré, por otra parte, la generosa presentación que en el año 2000 hizo de 'El alquimista impaciente', en la Casa de América de Madrid. Además de una teoría completa de la novela negra, razonó por qué merecía la pena leer a un entonces joven y poco conocido escritor cuyos protagonistas eran guardias civiles, y lo hizo, además, recalcando su militancia comunista. Chapó.
Pero podría haber mencionado a otros muchos grandes escritores: desde el otro negrocriminal que tuvo el Planeta, Francisco González Ledesma, hasta Vargas Llosa, Torrente Ballester, Jorge Semprún, Eduardo Mendoza o Antonio Muñoz Molina. A nadie que ame la literatura puede dolerle andar en compañía semejante.
O en la de Mara Torres, la finalista, doctora en Filología, amén de una periodista excelente que siempre ha sentido pasión por la literatura (doy fe: me entrevistaba por todos mis libros en la Cadena Ser hace quince años, cuando yo apenas vendía y sólo me conocían en mi casa). Que alguno le discuta la capacidad o la pericia como escritora sin haber leído el libro, es parte de la ligereza y de la imprudencia congénita que imperan en este país.
Otras cuestiones que rodean el premio quizá sean más secundarias. Es verdad que su impacto mediático es como un tsunami que arrolla al ganador hasta extremos insospechados. Tengo dos teléfonos, una cuenta de Twitter, una de e-mail y otra de Facebook. Entre las cuatro primeras vías de comunicación mencionadas (al Facebook a estas alturas aún no me he atrevido a asomarme) llevo cerca de mil mensajes, de los que apenas he podido procesar un tercio. Los iré respondiendo como y cuando pueda.
Otro detalle es la repercusión del acto. Había mucho morbo por la coincidencia entre Mas y Wert, después de la polémica que habían protagonizado ambos en los días previos. Eso hizo que quizá se leyera en clave política mi discurso, que no era más que una reflexión personal, dentro de un agradecimiento hacia Barcelona, ciudad que protagoniza en buena medida la novela ganadora y que ha sido muy generosa con este madrileño.
Naturalmente que deseo que ese meridiano de Greenwich que separa mis dos ciudades, Madrid y Barcelona (vividas desde Getafe y Viladecans, respectivamente) siga siendo sólo una línea imaginaria que cruzo cuando viajo por la autopista de una a otra. Naturalmente que quiero que en Madrid se entienda a Cataluña y que Cataluña no se enfrente al resto de España. Tengo gente en ambos lados, no la quiero separada y enemistada. Es mi reflexión personal, insisto, a la que creo que tengo derecho. Me alegró sobremanera que el alcalde de Barcelona supiera verlo y se acercara a darme las gracias, en nombre de la ciudad de la que es democrático y legítimo representante, apenas bajé del estrado.
Luego están las cosas de siempre en torno a los premios, y más en torno a éste. Mucha gente ha escrito con suspicacia sobre lo vano de presentarse con seudónimo cuando el jurado iba a reconocer a los personajes: he sido jurado muchas veces, y he reconocido muchas veces a los escritores concursantes, porque los había leído antes, sin necesidad de que usaran personajes recurrentes. El seudónimo es una manera de no trascender más de la cuenta si resultas finalista y luego no ganas. También he visto esto, y he visto la cara que se le quedaba al escritor conocido que se presentaba con su nombre y resultaba apeado al final.
Siempre he dicho que mi deformación jurídica me impedía hablar de aquello de lo que no tengo pruebas directas. Puedo hablar de lo que sé, como jurado, de premios tan diversos como el Nadal, el RBA de Novela Negra o el Abogados de Novela, en el que siempre he votado en conciencia, sin instrucciones del editor y en más de un caso contra el ganador o por un desconocido en contra de un consagrado. Puedo hablar de los premios por los que he pasado como galardonado, comenzando por el finalista del Nadal, que me dieron cuando no me conocía nadie por una novela, La flaqueza del bolchevique, que me habían devuelto media docena de editores y que envié sin ninguna esperanza. O de los que gané después, el Nadal, el Primavera o ahora el Planeta, ninguno de los cuales me prometieron y a los que concurrí con una novela que ya tenía pensada y escrita por mí mismo y con arreglo a mi propio proyecto creativo, y nunca haciendo algo ad hoc.
Puedo decir algo más de este Planeta. Tenía desde hace algún tiempo la indicación de sus editores de que estaban interesados en que me presentara. No me parece imprudente ni inmoral por su parte que dirijan esta clase de indicaciones a escritores (que me consta que reciben muchos más, aparte de mí). Invierten una buena cantidad de dinero (privado, de ese que aquí fluye tanto, junto con el público, hacia cosas como el fútbol y tan poco hacia la cultura) en algo que es comprensible que deseen que funcione.
Pero siempre tuve claro que en este embolado no metería cualquier libro. He presentado el que creo que es el mejor de los protagonizados por los personajes que los lectores (donde reside al final la soberanía en literatura) han distinguido con mayor afecto entre todos los míos. Por lo demás, también puedo decir con toda transparencia cuándo supe fehacientemente que era el ganador: el mismo día de la entrega, que es cuando se reúne el jurado a votar (cosa que me parece prudente, y sensata, por parte de los organizadores). Que mi novela fuera bajo un seudónimo chandleriano que se difundió el viernes (en la lista de los diez finalistas), que un periodista tan listo y tan lector como Tino Pertierra (y que tanto conoce mi pasión por Chandler) atara cabos e hiciera su apuesta con carácter previo (en un artículo publicado en la mañana del mismo lunes) y que todos lo siguieran en esa apuesta, es otra cosa.
Y ahora, sólo pido que se lea y se le dé una oportunidad. Al libro, que cuando se apagan los flashes y se olvidan los comentarios en caliente, los chismorreos, las insidias, los ditirambos y las propias palabras acertadas o torpes del autor, es todo lo que queda.
P.D. He visto unas cuantas noticias sobre el premio. Destaco estos enlaces que pongo a continuación, que creo que reflejan con bastante fidelidad lo que quise decir y lo que es el libro.
La Vanguardia – Xavi Ayén
La información – David González (vídeo, ahí no cabe el error de transcripción).
Blog La gata sobre el teclado de Anna Grau (fina observadora de la ceremonia).
El Periódico – Anna Abella
Sólo dos deslices en el de Xavi Ayén, excelente periodista de La Vanguardia: mi padre se retiró como capitán (no coronel) de aviación, y aprendió el catalán en su infancia, cuando era su padre, mi abuelo, el que estaba destinado en Berga y Manresa; y tengo casa en en Viladecans, pero también sigo viviendo en Getafe. Quizá, apurando algo más, yo habría puesto otro titular, pero eso es decisión del periodista. Y sobre el de Anna Abella, sólo puntualizo que el día que empieza la novela no es el 1 sino el 20 de octubre de 2011, la fecha en que, como es sabido, ETA dejó la lucha armada y lincharon a Gadafi.
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