Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

viernes, 16 de diciembre de 2011

Una exposición: "25 aniversario de los Premios Goya. Un viaje al cine español"

"El viaje a ninguna parte" es lo que primero que encuentras nada más entrar a la exposición, la primera premiada.

Este fin de semana va a hacer frío así que os voy a recomendar una lugar para estar abrigadito y entretenido un buen rato. Se trata de una exposición de las que he visto últimamente y que con este atraso que tengo aún no os había comentado.

"25 aniversario de los Premios Goya. Un viaje al cine español". Está en la sala de exposiciones que hay al lado del Teatro Fernán Gómez en Colón.

La exposición se compone de 25 recreaciones de cada una de las películas ganadoras del premio Goya a la mejor película desde la primera edición en 1986 hasta la última de 2010. No sé si alguna vez habéis estado en esta sala, pero es enorme, así que han podido disponer de un espacioso lugar para cada una de las películas. Cada una tiene su rincón donde se exponen diversos materiales relacionados con la película en cuestión: Escenas de la película, fotografías, música, objetos, prendas del vestuario, maquetas, storyboard... 

Éstas "storyboard" la verdad es que me gustaban. Son viñetas de las escenas donde se puede ir siguiendo el guión de la película. Os dejo también alguna fotografía de ellas.

A mí me ha gustado mucho esta exposición. Vas pasando de año en año, rememorando cada una de esas películas poco a poco. Y como la mayoría de ellas las has visto o casi, pues da gusto volver a recordar esas escenas que te gustaron en su día. También te permite un poco hacer memoria de la historia de nuestro país, puesto que son fiel reflejo, el terrorismo, los años de la movida... Y por otra parte, hay en esos premios tantos variados géneros cinematográficos que es una exposición muy entretenida, muy amena.

Al terminar hay una pantalla con escenas sobre diversos momentos de la entrega de los Goya de todos esos años, que también está muy bien.


De ¡Ay Carmela! qué gracioso, es la secuencia en la que Paulino, Pajares, está comiendo y Gabino Diego por detrás, era mudo acordaros, le levanta un cartón que le dice que es "GATO" no conejo...
El vestuario de Ay Carmela...



El escenario de la película "Amantes"


De "La niña de tus ojos" de Trueba, el vestido de Penélope Cruz, y la maqueta...

Fotografías de "Días Contados"

Aquí os dejo otra storyboard, la de "Los otros" para que podáis ver lo diferentes que también son...


Aquí un detalle del espacio reservado a "Los lunes al sol"



Aquí el inconfundible escenario de "Todo sobre mi madre", con esa decoración, y al fondo podéis ver también que está el espacio dedicado a "El Bola"


El cementerio de "Volver"...




Relación de Películas:1986. VIAJE A NINGUNA PARTE. Dtor. Fernándo Fernán Gómez.
1987. EL BOSQUE ANIMADO. Dtor. José Luis Cuerda
1988. MUJERES AL BORDE DE UN ATAQUE DE NERVIOS. Dtor. Pedro Almadovar
1989. EL SUEÑO DEL MONO LOCO. Dtor. Fernando Trueba
1990. ¡AY CARMELA!. Dtor. Carlos Saura
1991. AMANTES. Dtor. Vicente Aranda
1992. BELLE EPOQUE. Dtor. Fernando Trueba
1993. TODOS A LA CÁRCEL. Dtor. Luis García Berlanga
1994. DÍAS CONTADOS. Dtor. Imanol Uribe
1995. NADIE HABLARÁ DE NOSOTRAS CUANDO HAYAMOS MUERTO. Dtor. Agustín Díaz Yanes
1996. TESIS. Dtor. Alejandro Amenábar
1997. LA BUENA ESTRELLA. Dtor. Ricardo Franco
1998. LA NIÑA DE TUS OJOS. Dtor. Fernando Trueba
1999. TODO SOBRE MI MADRE. Dtor. Pedro Almadovar
2000. EL BOLA. Dtor. Achero Mañas
2001. LOS OTROS. Dtor. Alejandro Amenábar
2002. LOS LUNES AL SOL. Dtor. Fernando León de Aranoa
2003. TE DOY MIS OJOS. Dtora. Icíar Bollaín
2004. MAR ADENTRO. Dtor. Alejandro Amenábar
2005. LA VIDA SECRETA DE LAS PALABRAS. Dtra. Isabel Croixet
2006. VOLVER. Dtor. Pedro Almodovar
2007. LA SOLEDAD. Dtor. Jaime Rosales
2008. CAMINO. Dtor. Javier Fesser
2009. LA CELDA 211. Dtor. Daniel Monzón
2010. PA NEGRE. Dtor. Agustín Villaronga





Del 11/10/2011 al 08/01/2012
PRECIO: Entrada gratuita
HORARIO: Martes a sábado: 10:00h a 21:00h
Domingos y festivos: 10:00h a 19:00h
LUGAR: Sala de Exposiciones                        

jueves, 15 de diciembre de 2011

Un rincón literario en Madrid en el Barrio de las Letras



En el barrio de las Letras de Madrid hay un rincón que cada esquina guarda memoria de un pasado esplendoroso de literatos o literatura.

Me estoy refiriendo al cruce de calles de la Plaza del Ángel con la calle de San Sebastián y con la calle Huertas.

Cuando vayais caminando tranquilamente por esa zona, deteneros justo allí, en ese cruce, y subir la mirada para fijaros en la parte superior de esas esquinas, cada una de ellas tiene su seña de identidad literaria.

En el comienzo de la calle de San Sebastián, perpendicular al principio de la calle Huertas, hay una placa que nos dice que allí estaba la Fonda de San Sebastián donde "se reunían en tiempos de Carlos III los principales literatos de la época" ( la foto superior de esta entrada).

Sin moveros, os dais la vuelta, y en esa misma calle, justo enfrente está la Iglesia donde está enterrado Lope de Vega.

Y también sin moveros de esa esquina pero al otro lado, ya en lo que sería la Plaza del Ángel, hay otra placa que dice que en esa plazuela vivió y murió Francisco de Rojas Zorrilla.






miércoles, 14 de diciembre de 2011

"Grafika" una exposición de arte urbano en el Instituto Cervantes






Tengo un poco atrasado el hablaros de varias exposiciones que hay ahora mismo en Madrid y que he ido visitando en estas últimas semanas. Así que venga manos a la obra, vamos a ponernos las pilas, arreando que es gerundio (las frases hechas... cómo me gustan, el comodín del lenguaje).
El otro día estuve en el Instituto Cervantes, y me sorprendieron gratamente las dos exposiciones que tienen ahora mismo.



Nada más entrar hay una explosión de colores y de juventud. 30 artistas visuales nacidos en España en los años 70 y 80, representantes de una cultura urbana alternativa y que practican el grafiti, la pintura, el muralismo o la ilustración. Son casi un centenar de obras. Es el arte actual de la calle, de los muros...

La exposición se llama Grafika y los Artistas participantes han sido: Rorro Berjano, Javier Calleja, Álex Castañeda, EME, Eltono, Fernando Elvira, Freak La Notte, Nuria Mora, Sergio Mora, Daniel Muñoz (SAN), Nano 4814, El niño de las pinturas, Okuda San Miguel, Ima Picó, Silvia Prada, Carlos Orta, Pepa Prieto, Almudena Rodríguez, J. J. Rosado, Gonzalo Rueda, Rubén Sánchez, Savage Girl, Seleka, Marta Serna, Sixeart, SpY, Emilio Subirá, Suso33, Antón Unai y Zosen.






Hay un blog hecho expresamente para esta exposición itinerante que podéis consultar si os interesa el tema:  http://grafika30.wordpress.com/







Es una exposición muy curiosa. A mí me gustó. Es muy vistosa, muy entretenida. Es original. La verdad es que el Instituto Cervantes siempre tiene exposiciones interesantes.

Bueno pues si os interesa ya sabéis: Entre el 6 de octubre de 2011 y el 15 de enero de 2012 podrá visitarse en la sede central del Instituto Cervantes en Madrid.

Horario de visita

M-D de 11:00 a 20:00h. Lunes cerrado

Lugar

Instituto Cervantes - Sala de Exposiciones
c/ Alcalá, 49
28014 Madrid
(ESPAÑA)

lunes, 12 de diciembre de 2011

"El inquilino que me veía fea" un relato de Rocío Díaz Gómez. Premiado en Monturque (Córdoba)




Como ya os conté cómo me había ido en la entrega de premios de Monturque. Hoy os quería dejar el relato que me premiaron.

Espero que os guste.




El inquilino que me veía fea


“Pero doctor  ¿Con el tiempo me verá fea?”. Le pregunté cuando me confirmó el diagnóstico. El doctor, preparado para un montón de preguntas relacionadas con los síntomas de la enfermedad, sin darse ni cuenta de que sus ojos se dilataban de sorpresa, no hubiera sabido concretar si sus oídos no habían oído bien, si él no se había explicado correctamente o si yo no había entendido la gravedad de la cuestión, pero no tenía duda alguna en que algo fallaba en aquella pregunta. Y sin dejar de mirarme, solo acertó a musitar “¿Ha dicho fea?”.

Sí. Sí había dicho fea. Y ahora que ha pasado el tiempo ni yo misma sabría decirme, con la de problemas que comenzaban a caer sobre mis hombros, enormes gotas presagiando la  tormenta,  por qué. Por qué solo fui capaz de preguntar esa nimiedad.

Cuando conocí a mi Mateo, mi vida sentimental era un desierto mucho mayor que cualquiera de esos color amarillo, que vienen en los mapas. Porque yo, que sí tengo ojos en la cara mientras que los demás parecían no tenerlos cuando me miraban, tuve que curarme, a fuerza de inyecciones de desaires y plantones, de no haber nacido con un físico demasiado agraciado.

Y tanto era lo que en aquel entonces llegué a avergonzarme de mi misma, que más de un día sin ser carnavales, salí a la calle con la cara llenita de crema, a modo de improvisada careta, fingiendo que se me había olvidado limpiármela. En el fondo de mi alma era mayor el bochorno de enseñar mi propia cara, que el salir a la calle con esa facha. Hubiera podido tocar con mis pies el fondo del pozo de la autocompasión.

De tanto hacerme caretas con la Bella Aurora, crema que por aquel entonces estaba muy de moda entre las jovencitas, mis idas y venidas a los grandes almacenes se hicieron cada vez más y más frecuentes. Y allí detrás del mostrador siempre me esperaba Mateo. El mismo dependiente que cada dos o tres días atendía solícito mi pedido. Sin preguntas, sin sonrisas de ningún tipo. Un pedido que ambos nos sabíamos de memoria, pero que yo recitaba y él me despachaba como si fuera recién inventado. Y a fuerza de vernos el buen Mateo fue acostumbrándose a mi cara, tanto, como yo a su compañía. A fuerza de conversar íbamos tomándonos cariño, y unas cosas llevan a las otras, y éstas a las de más allá y casi sin yo creérmelo una noche me dije ilusionada que cada roto encuentra un descosido.
Y después de dos años y dos mil tarros de Bella Aurora me vi un día en la Iglesia saliendo de su brazo.

El día que el doctor me dijo que todas esas lagunas en la memoria de Mateo, que todos esos días que se había perdido por lugares que habíamos visitado mil veces, que esas equivocaciones en su forma de hablar y escribir, que esas dificultades que ahora encontraba en hacer ciertos movimientos mil veces repetidos... no eran más que síntomas de esa enfermedad tan enrevesada, que al principio solo sabía que empezaba por “A”, sentí que perdía pie y que sin remedio comenzaba a despeñarme por un precipicio sin final.
 Y la única pregunta que fui capaz de hacerme mientras caía, fue si “Mateo, con el tiempo, y el deterioro de su memoria, otra vez me vería fea”.

Y aunque Mateo era el herido, fue tan doloroso el pinchazo en mi alma de su  enfermedad, que fui yo quién se colocó las vendas. Durante dos meses con sus sesenta días y sus sesenta noches, me dediqué a compadecerle, a compadecerme y a solidarizarme entre hipos y lágrimas con todas las desgracias grandes y pequeñas de la humanidad entera. El trabajo que yo tenía era abrumador y constante. Ahora lloraba por Mateo, ahora lloraba por mí, ahora lloraba por el hambre que existía en el mundo. Después lloraba por las guerras interminables y  por lo incomprensible de los kamikazes. Mas tarde, por todas las victimas del terrorismo y por los enfermos terminales. Y por los maltratados y los suicidas y los divorciados y los abortos. La sequía, el agujero de ozono, el Amazonas... Lloraba por el mundo entero que sufría y sufría. Y yo no tenía más remedio que sufrir con ellos, en una interminable y desgraciada tarea.
Hasta que el primer día del tercer mes después del diagnóstico del médico, una luz se encendió en el fundido cerebro de Mateo. Y yo no se por qué. Pero esa noche se acercó hasta mí en silencio con un tarro de Bella Aurora entre las manos que no sé de qué revuelto cajón sacó. Sin decir nada empezó a untar la crema despacito por mi cara, en pequeños círculos, muy despacio. Y suavemente, la iba extendiendo en caricias redondas.

Y al final, las lágrimas que yo no podía dejar de llorar formaron con la crema una pasta blanca, blanquísima, sobre la que como dos náufragos que se ahogan y pataleando consiguen salir a flote, volvimos a encontrarnos. “¿Es que vuelves a verme fea Mateo? conseguí preguntar deshaciendo un nudo de tiempo y tristeza alojado en la garganta, tan fea que me tapas...”. “Yo no te tapo, nunca lo hice. Tú eras la que querías siempre taparte... yo no. Yo solo quería que te sintieras mejor, y eso es lo que quiero ahora... no llores, estamos aquí juntos”. Y al fin algo dentro de mí supo que era mi turno, que tenía que andar, que ahora me tocaba a mí atenderle.

Y Mateo nos volvió a salvar, como ya había hecho un lejano día. 

Después de prometerme y prometerle que no volvería a llorar, saqué del fondo de mi alma el puñadito de sentido del humor, que como un crío travieso y espabilado había conseguido esconderse de la quema, y sacudiéndolo al aire, lo primero que hice fue la locura de proponer a Mateo un alegre funeral por todo lo alto para aquellas neuronas que se habían muerto en su cabeza.  Y como cuando salía hecha una facha a la calle, que alguien me pudiera tachar de loca de atar, no me importaba nada de nada frente a todo lo que me importaba mi Mateo.

Y en el patio hicimos una barbacoa, y brindamos con vino. Y sobre una fogata saltamos como locos, él sin saber muy bien por qué, y yo porque al fin aceptaba que aquella enfermedad se había venido a vivir, como un indeseable inquilino, bajo nuestro techo. Un inquilino al que no podíamos echar a la calle. Un inquilino con el que teníamos que convivir, pagando un precio muy alto pero aprenderíamos a hacerlo.
Y así, despacito, cayéndonos para volver a levantarse, como empiezan los niños a caminar, íbamos aprendiendo...

El doctor nos dijo que la enfermedad iría evolucionando durante los diez o doce años siguientes, así que no tuvimos más remedio que poner manos a la obra y dibujar el futuro sobre una hoja cuadriculada. Una cuadrícula vital donde cada momento quedara guardado en un cuadrado de espacio y tiempo. Para que Mateo no se desorientara más de lo que ya estaría. Teníamos todo el día ocupado, las 24 horas. Y como colegiales que tienen colgado el horario de clases de la puerta de la nevera, nosotros teníamos el horario de nuestra propia vida.

De la mañana a la noche estábamos ocupados en diversas y entretenidas actividades que estimularían su memoria, que aumentarían su cada vez más mermada autoestima, que indicarían cuándo es de día y cuando es de noche porque a veces al principio, y muchas veces después, Mateo empezaba a confundirlas. Y al lado de nuestro horario de vida, habíamos colgado un gran reloj, más propio de una estación de tren que de una casa, pero que habíamos confeccionado también de papel, donde era más sencillo relacionar ésta hora con el desayuno, ésa otra con la comida y aquella con la cena. Señalar el momento de acostarse y el momento de pasear.

De vez en cuando, no siempre para no agobiarle, yo le decía que teníamos fiesta de disfraces. Entonces sacaba de los viejos baúles del desván algunas de nuestras antiguas ropas pasadas de moda, objetos de cierta época de nuestra vida juntos, recuerdos, fotos... Y los diseminaba por la casa, haciendo retroceder el tiempo hasta aquellos días. Nos disfrazábamos como en alguna de esas viejas fotos  y volvíamos a repetir unas vacaciones en la playa o una navidad o uno de nuestros cumpleaños. Como si no hubiera pasado el tiempo. De nuevo igual pero en el salón de nuestra casa. Todo mi afán era que si aún de su memoria no se había borrado aquel momento, no se borrara. Y si ya lo había hecho, que volviera a revivirlo, que de nuevo se escribiera en su historia, que de nuevo fuera tan feliz como lo habíamos sido entonces. Y allí estábamos, vestidos de verano en pleno invierno, tumbados sobre unas toallas que a la vez se extendían y alisábamos sobre la alfombra del comedor, panza arriba, tomando todo el calor, que la calefacción puesta a tope, nos hacía sentir.

En la memoria de Mateo los recuerdos eran como mariposas vivas sujetas con alfileres. Recuerdos a  punto de salir volando a la menor oportunidad. Y yo me pasaba el día con el caza mariposas en la mano, al rescate.

Y si Mateo empezaba a chillar por la ventana o a decir tacos, yo salía a chillar por otra. Hasta que chillido a chillido conseguía que volviera a meterse en casa. Y si empezaba a preocuparme que se perdiera, inventaba un juego policíaco donde debía llevar una tarjeta encima con todos sus datos, que por nada del mundo, por nada, debía de quitarse. Y si aún así salía de casa sin que yo me diera cuenta, procuraba no enloquecer tanto como él, para salir a buscarle por los parques, por el barrio, por los bares, llamaba a la policía, hacía todo, todo, lo que podía hasta que daba con él. 

Yo lo único que quería es que Mateo no se diera cuenta de que iba perdiendo poco a poco terreno frente a su enfermedad. Los días enteros se me iban en inventar, inventar y  resolver.

Con el tiempo, y el cansancio, tuve que buscar alguien que me ayudara, porque aunque me costó mucho darme cuenta, un día admití que había que guardar y dosificar fuerzas para cuando llegara lo peor. Nuestro inquilino había decidido ser el dueño de nuestra casa.

 Muchas veces durante aquellos años a Mateo le gustaba sentarse con los viejos álbumes de fotos sobre las rodillas y pasaba las tardes hojeándolos lentamente. Recién disfrutándolos. Se quedaba mirando las fotos y me preguntaba que dónde estábamos entonces, que cuándo habíamos ido allí. Y yo le contaba. Y le contaba. 

Lo peor, el dolor sin consuelo, llegaba como un criminal que te ataca por la espalda,   cuándo se quedaba mirando muy fijamente a nuestra propia imagen de años atrás durante minutos eternos... horas casi.  Sin parpadear, ni sonreír, ni hablar, completamente perdido. Y volviéndose, preguntaba a una cara extraña, una cara fea, la mía, que estaba a su lado sentada en el sofá pero que en ese momento ya no reconocía: “¿Quiénes son?” señalando la foto. “¿Quiénes somos?” señalándonos.

“Ay doctor, si usted supiera... me decía a mi misma en esos momentos recordando cierto día... que ya llegó. Que ya me ve fea”. Pero a continuación me seguía diciendo “...Pero si he de serle sincera, a mí ya no me importa, no me importa de verdad. Todavía en su cabeza quedan mariposas vivas que me recuerdan, que me quieren, y que tendré que cazar”.

Y tomándole la mano otra vez le contestaba: “Tú eres Mateo. El que está en esta foto. Y yo quién está a tu lado, yo, tu mujer ¿ves?”. 

Y volvíamos a empezar desde cero.

 
©Rocío Díaz Gómez

El Inquilino que me veía fea
Primer premio en el XII Concurso de Relato Corto
del Excmo. Ayto. de Monturque


domingo, 11 de diciembre de 2011

Mi visita a Monturque para recoger el primer premio en su XII Certamen de Relato



Aquí estamos: A mi derecha: El concejal de Cultura y Piedad Baca, y a mi izda. Francisco de Paz y la Alcaldesa. 

 Pues si me dejais un ratito, os cuento lo de mi último premio de relato, porque la verdad es que se han portado muy bien conmigo en la entrega de premios y he venido muy contenta.

"Había una vez un correo electrónico..." Porque la mayoría de las veces éstas alegrías vienen por teléfono, pero a veces la vida te sorprende y te regala estas noticias de otra forma:

"Hola, qué tal?Me pongo en contacto con usted para felicitarla ya que ha conseguido el primer premio del Concurso de Relato Corto del Ayuntamiento de Monturque(Córdoba)con la obra "El inquilino que me veía fea". La entrega de dicho premio tendrá lugar el sábado,3 de Diciembre a las 7 de la tarde en el Salón de Plenos del Ayuntamiento, en la Plaza de la Constitución nº 3 de nuestra localidad..."

 Qué sorpresa y qué alegría, claro... Antes de abrir el correo yo pensaba que serían las bases de algún concurso o alguna noticia relacionada con otros premios, no que me dirían eso. Así que más bien...

Y para allá que nos fuimos...

El fin de semana del 3 y 4 de diciembre lo pasé en Monturque y en Córdoba.


Monturque es un pueblo pequeñíto, de unos dos mil habitantes, que está en lo alto de un cerro. Llegamos, tal y como nos habían dicho, para tomar café en la plaza a las cinco. Allí conocí a Guadalupe, la técnico responsable de Juventud y Cultura que me había escrito, que venía acompañada por un compañero suyo, técnico del Área de Turismo, que ahora mismo no recuerdo su nombre, pero que nos explicaría de forma muy amena y didáctica, con explicaciones muy claras, más tarde la visita turística al patrimonio arqueológico del pueblo. También allí estaba el segundo premiado Francisco de Paz, con su mujer, con el que coincidía por segunda vez en un premio, qué agradable casualidad. Y con Piedad Baca Romero de Cabra, un pueblo muy cercano, que venía con su marido, y a quién le habían dado una mención especial.

Después de tomarnos el café todos juntos en la plaza del pueblo, comenzamos la visita. Nos dirigimos a la parte del cementerio, porque al Castillo ya no podíamos ir porque estaba anocheciendo. Una lástima, pero en otoño anochece tan pronto... Dimos una vuelta por los alrededores del cementerio para ver lo que queda en la parte de detrás de lo que debió ser un enorme pórtico romano. Aunque no se sabe qué ciudad romana estaba allí enclavada, pero desde luego tenía una posición privilegiada porque las vistas merecían la pena realmente. Al estar en lo más alto del pueblo te puedes permitir una vista de 360 grados, divistando todos los pueblos de los alrededores. Se conjetura con que quizás esta ciudad romana fuera Munda. Pero no se sabe seguro.



Despues entramos dentro del cementerio para visitar las Cisternas Romanas que se ocultaban debajo de éste. Era sorprendente desde luego. Datan del I siglo d.C., y su finalidad era recaudar y almacenar agua de lluvia para poder abastecer al pueblo. Son las únicas que se conservan íntegramente en España. Son 3 naves paralelas, divididas cada una de ellas en 4 compartimentos, comunicados entre sí por puertas y orificios para evitar el rebose del agua. Se descubrieron cuando se intentó una obra de ampliación en el cementerio a finales del siglo XIX, cuando hubo una epidemia de cólera. Se descubrieron y durante mucho tiempo las utilizaron para fines del cementerio. Si no recuerdo mal se pueden visitar desde el año 2006, si no recuerdo mal.



La visita estuvo fenomenal de verdad, porque era solo para nosotros seis, los tres premiados con sus acompañantes, y nos lo explicaron de forma muy detallada y muy clara. Parece mentira que esa obra de ingeniería esté ahí debajo...  Este cementerio, pequeñito pero muy buen cuidado, con unas chimeneas muy características para permitir la ventilación de las cisternas, está dentro de una red europea de cementerios singulares, entre los que están también el de Barcelona, París, Viena...

En fin... que me encantó la visita.



Después fue la entrega de premios, que también me gustó mucho. Había un trío de cuerda de Córdoba que amenizaban la entrega tocando bandas sonoras.Más bien... Entre lectura y lectura de relato ellos tocaban alguna: Los chicos del Coro, Cinema Paradiso... Me encantaron.






Los relatos de mis compañeros premiados también me gustaron mucho. El relato de Piedad era muy teatral, con mucho diálogo, sobre una mujer que prepara su propio entierro. Estaba escrito con muchísimo humor, tenía un ritmo muy ágil y unos personajes muy bien perfilados a través de sus propias palabras en el cruce de frases de los diálogos. El relato de Francisco era una historia muy bien escrita, bien elaborada, poético, sobre un maestro de pueblo que despertaba la fantasía entre sus alumnos. Un buen relato.





Y finalmente después ya de que los tres leímos nuestras historias, nos fuimos hasta la Casa de la Convivencia (bonito nombre ¿verdad? Una casa en la misma plaza que había sido la carcel del pueblo y ahora se aprovecha para distintas actividades del pueblo) para allí tomarnos algo y poder conversar.

Me ha gustado mucho esta entrega de premios. No le ha faltado detalle, he conocido un pueblecito cordobés de la mejor forma posible. Hemos tenido arte con la visita a su riqueza arqueológica, que es muchísima para un pueblo tan pequeño, sorprendente la verdad, después tuvimos música con ese trío fenomenal tocando, y finalmente hubo literatura con nuestros relatos. 

En Monturque han organizado con mucho detalle y cuidado toda la entrega de premios, yo me he sentido muy a gusto, todos han sido muy amables y desde luego que nos han hecho a los premiados una bienvenida como pocas. Desde aquí les quiero dar otra vez las gracias.






martes, 6 de diciembre de 2011

Conferencia de Jesús Marchamalo en la Biblioteca Nacional el pasado 1 de diciembre



Ya os he hablado en otras ocasiones de Jesús Marchamalo, a propósito de que me había leído varios de sus libros y me habían gustado bastante, hay otras etiquetas de él en este blog.


El jueves pasado, el 1 de diciembre, estuve en la Biblioteca Nacional en una conferencia que dio Jesús Marchamalo sobre los libros que han acompañado su vida. 

Me gustó mucho, porque era como si uno de sus libros, o párrafos distintos de algunos de sus libros, te los estuviera contando él mismo. Hizo una disertación cercana, amena, entretenida, instructiva... La verdad es yo estaba allí tan bien escuchándole. Vamos yo... y bastantes más personas, pero ahí estábamos tan atentos escuchándole.

María Luisa Cuenca, jefa de Área de Difusión de la BNE  le presentó como periodista y “escritor que escribe sobre libros”. Últimamente ha visitado bibliotecas de otros autores para un libro que se publicó hace poco. De la experiencia contaba que hacerlo, visitar a otros escritores, tiene el peligro de que “te pegan una manía nueva a cada vez”. 

Sobre su biblioteca nos dijo que la última vez que contó sus libros, tenía unos 2000. Además de estar ellos en los estantes, hay otra infinidad de cosas: minerales, recuerdos de viajes, fotos, una carta enmarcada de Miguel Delibes... 



De ahí pasó a decirnos que si no nos habíamos dado cuenta de cómo posan los escritores en sus fotos: casi siempre con la mano en la barbilla. Típica foto de escritor. Como decía Wilde: “El trabajo intelectual destruye la armonía. Piensas y todo es nariz, cejas...” Y nos mostró fotos de algunos de ellos. Sábato desolado, con un tristeza de siglos... 

En la conferencia Marchamalo hablaba de cómo uno va acumulando libros, a la que te descuidas trepan por las paredes, les haces baldas, se desparraman... Y cuando te das cuenta están en todas partes. Según él las bibliotecas hablan de los lectores que somos y de los que fuimos.



Con sentido de humor, Jesús Marchamalo iba contando que él tenía tres tipos de bibliotecas dentro de la suya. La biblioteca de escritor con sus libros, la de vitrina que sería la de los que tiene firmados por algunos autores o primeras ediciones y la de trabajo, compuesta por los libros que está utilizando para hacer las reseñas o demás actividades de su trabajo. Bueno y otra también tiene, aunque más pequeña, de poesía.

Citó a varios autores: Onetti, Pío Baroja, Borges, Vargas Llosa, Paul Auster, Julio Cortázar, García Márquez, y a algunas anécdotas relacionadas con ellos. 



Según Marchamalo hay dos tipos de personas, los que ordenan los libros y los que no. Él los tiene ordenados, en principio, por orden alfabético: Aub, Ayala, Bergamín... Habló del autor catalán que le gusta mucho Pere Calders, del libro “Juego de cartas” de Max Aub, de Ignacio Martínez de Pisón de quién tiene casi todos los libros...

Y por supuesto recordó a los clásicos juveniles de Bruguera. La verdad es que ¿quién no se acuerda de esos libros? Yo también me acuerdo de ellos, cómo muchos de los que leía cuando era una cría. Y Marchamalo dice que él no puede evitar asociarlos con la aspirina y el vips vaporub.

También recordó que Neruda escribía siempre con tinta verde, o que leyó casi todo Cortazar. Esto era cuando nos contaba los libros que le habían deslumbrado, porque decía que eso pasa con algunos escritores que empiezas con un libro y resulta que luego llegas a tal comunión con él que ya quieres leer todo lo que han escrito...

Marchamalo, tiene la costumbre de guardar recortes que tienen que ver con sus escritores favoritos, así como todo lo que se encuentra dentro de los libros usados que va comprando en ferias de libros antiguos como la que hay en Recoletos. Porque los libros, nos decía, guardan huellas de quiénes los han leído. “Se puede encontrar de todo: billetes de metro, firmas, dibujos, incluso un talón en blanco, que está guardando para una necesidad”, bromeaba.



También nos contó que Pitol, a propósito de guardar, el dinero lo guardaba en los libros de Moliere.



Por otra parte sus ex libris. Tiene la costumbre Marchamalo de hacerse uno nuevo cada año que pide a algún amigo artista.

En cuánto a sus libros importantes. Ya nos había hablado de "Juego de cartas" de Max Aub. Pero también le pareció un hallazgo “Dos crímenes” de Jorge Ibarguerigoitia. Una vez fue a El Escorial para ver a Augusto Monterroso y agradecerle haber escrito Movimiento perpetuo, pues si no lo hubiese leído, nunca hubiera escrito su libro La tienda de palabras, confesó. Nuevas canciones, de Antonio Machado es, sin embargo, el primero que salvaría de un incendio. O uno de Salinas.

Marchamalo lee unos cuatro o cinco por semana y no tiene complejos en abandonar libros. Cuando un libro no le gusta lo deja en la calle, cerca de su casa, para que alguien lo recoja. Siempre ha leído de forma desordenada y no cree que alguien que lea más sea mejor que alguien que lea menos. “Lo que interesa es la intensidad con que se lee”, afirma. 

También habló de las bibliotecas de los demás escritores: Clara Sánchez, Luis Alberto de Cuenca que su casa se ha vuelto una librería de viejo y ha tenido que abandonarla. Soledad Puertolas, Carmen Posadas, Savater... Gamoneda, Landero... También nos habló de la de Salinas, que estaba en la calle Diego de León y que tuvo que abandonar durante la guerra y que ya nunca recuperó. 

En fin... Que cómo podéis ver tomé un montón de notas porque me gustaba mucho todo lo que contaba. Además como ya os decía al principio, Marchamalo es un conferenciante ágil, ameno, que salpica todo de historias, anécdotas, de sentido del humor.

Después de terminar se abrió un turno de preguntas y también éstas fueron bastante interesantes. En un momento dado alguien le preguntó por el libro electrónico y él contestó: “Soy un chico moderno. Pero, todavía no he encontrado en un libro electrónico nada mejor de lo que existía. Estoy convencido que en el momento en que vea que un libro electrónico me facilita las cosas, lo compraré”.

Fue una tarde interesante, la verdad. Una conferencia distendida e instructiva.