«Genovés nos reconcilia con la sorpresa -añade la
comisaria-, con una especie de capacidad de asombro que creíamos
irrevocablemente perdida, y lo hace mediante la evocación de un pasado en el cual la fotografía ostentaba la irrefutabilidad del documento, su certeza, y a la vez nos señala su inherente falsedad».
No quiero que termine marzo sin hablaros de una exposición que me gustó mucho. Lo malo es que cómo fui a verla casi cuando terminaba en Madrid no he podido decíroslo antes.
A mí precisamente me gustó mucho porque te sorprendía, te impresionaba, te desasosegaba.
Me estoy refiriendo a la exposición que ha estado hasta el 22 de marzo en la Sala Canal de Isabel II, de la calle Santa Engracia, 125 de Madrid: Pablo Genovés (Madrid, 1959) "El ruido y la furia".
La exposición se compone de 38 fotografías que proceden de los años del 2009 al 2014, de las series ya existentes: «Precipitados», «Cronología del ruido» y «Antropoceno». Estas fotos son muy originales, las ha hecho digitalmente uniendo dos imágenes y creando una nueva que no existe. Las fotos son anónimas, las elegía en mercadillos y libreros de viejo de Berlín, y todas son de arquitecturas de espacios significativos y bellos, dicen que de finales del siglo XIX y principios del XX, de bibliotecas, palacios, museos, teatros... etc. Y por otro lado fotografías de lugares en ruina o desvastados por algún fenómeno natural, o desvastados por algo: una ola gigante, una inundación, el hielo, el humo, el barro... El resultado es muy llamativo claro. Por eso os decía que te descoloca, te crea mucho desasosiego, mucha inquietud. Porque estan perfectamente unidas y son de los más creíble.
Se titula "El ruido y la furia" por la novela de William Faulker.
Además de las fotografías hay un vídeo "Otro día, otro lugar" hecho expresamente para esta exposición: una imagen se va construyendo mientras una mujer lee un poema. Se va contruyendo muy, muy despacito, mientras se va abriendo un zoom, es un palacio o un teatro devastado. Se proyecta cada 8 minutos, sin interrupción, en la última planta. Me gustó un montón, estaba muy bien, la voz femenina melodiosa profunda te iba narrando a medida que la foto se iba agrandando y te metía sin querer en ese espacio desolado, en esa atmósfera nostálgica de pérdida. Pero todo es tan ambiguo, todo tan difuso, no sabes qué ha ocurrido, ni cuando, crea un espacio sin tiempo que te trasmite fragilidad, devastación, e implícitamente necesidad de tomar conciencia de esa fragilidad como impulso para el cambio.
Además es que el lugar de la exposición del que os he hablado muchas veces, es esa antigua torre del Canal de Isabel II por la que vas subiendo escalones es el lugar idóneo para esta exposición. Creo que está muy bien elegido y muy bien dispuesto pues en cada sala han ordenado y colocado las fotos por fenómeno adverso. Primero en Precipitados, son las aguas, casi siempre
embravecidas, las que inundan bibliotecas,
galerías de pinturas antiguas y teatros; luego humaredas; más arriba, Cronología del ruido,
derrumbes, altas tapias, pedregales y restos militares e industriales
ocupan señoriales salones; acumulaciones de barro o de arenas entierran bajo si no
sabemos cuantas riquezas; finalmente, Antropoceno, la
naturaleza, la fronda o la jungla, invaden y colonizan aquellos lugares
de los que el hombre la había expulsado.
La exposición te remueve por dentro. Esa decadencia que ves en las fotos, la ruina, la destrucción, parece una llamada de atención para lo que puede ocurrir. Te presenta un pasado de esplendor barrido, la cultura destrozada, aniquilada.
Es una exposición potente, no es bonita porque las imágenes buscan precisamente inquietarte, y lo consiguen. Es tremenda, impactante. Está muy bien. Cuando tengáis oportunidad, si vuelve a estar en Madrid o si va a cualquier otra ciudad, no dejeis de verla,