Querido señor Palacios:
¡Hay que ver lo bien que le cuadró el
apellido! ¿verdad? Estaba deseando decírselo. Eso y que parece que le veo haciendo
dibujitos de nuevos edificios por el paraíso, la otra
vida o en donde usted buenamente creyera, que ahí una ni entra ni sale.
Aquí abajo liadas con su 150 cumpleaños. Échele.
Para eso le escribo, para darle las gracias por lo requetebonita que nos dejó
usted la ciudad. Somos dos vecinas de toda la vida, viudas ambas, fíjese usted,
que mala coincidencia, pero que, en cambio, ya tenemos la prole casadera, así
que, ni tenemos prisa ni nadie que nos la meta. Corre que te corre aviamos la casa y no hay día que no tengamos plan para
echarnos enseguida a la calle. Nos llevamos muy bien ¿sabe usted? Y cuando no
es una la que inventa la salida, es la otra.
Este año en Madrid a la
tarea suya. Usted sí que sabe celebrar cumpleaños, y el ayuntamiento no hará
otras cosas, pero de las visitas guiadas no tenemos queja. Ahora toca
enseñarnos los edificios que usted hilvanó. Que si Correos, que si el Cervantes,
que si el Círculo de Bellas Artes, la Casa esa… ¡Eso! ¡Matesanz!, que si el del
Primark… Usted no paraba ¿eh? No ganaría su madre para lápices. Y ¡a cuál más pintón
Sr. Antonio! Además, ojalá hubiera escuchado al guia, qué
muchacho tan bien preparado y tan simpático, si parecía de su familia de lo
bien que hablaba de usted. En fin… Que yo solo quería agradecérselo ¿sabe? Así
que he escrito esta cartita, luego pediré a alguno de los hijos que haga copias
y mañana nos vamos, edificio por edificio, echándola a sus
buzones. Digo yo que alguno se la hará llegar a sus herederos. Y si no ¿Sabe
lo que le digo? Que lo mismo da, que da lo mismo, ya no es nuestra guerra. A mí
me enseñaron que es de bien nacidos ser agradecidos y cumplido. Qué remajo debió ser D. Antonio, solo dio de hablar por sus buenas obras. A seguir bien allá donde esté.
Una madrileña
agradecida.