Mis amigos dicen que es una obra rara, yo opinaba que era original. Pero todos salimos diciendo que nos habíamos reído y que los actores lo hacían muy bien, porque lo cierto es que lo hacen realmente bien: actúan, cantan, bailan, y e incluso hacen ruidos de casi todo como del exprimidor de naranja, de la thermomix, yo que sé, de muchas cosas. Pero te los creías desde el primer minuto.
Nos costó meternos en la historia, es verdad, pero una vez que entrabas pasó volando porqu la obra es ágil, hilarante, dinámica ¿loca? Una comedia existencialista con una estructura que parece ir dando saltos locos.
Pero tiene un argumento. Cuenta la historia de una familia, de unos hermanos treintañeros que no se sienten bien consigo mismos, primero la hermana y luego el hermano que parecía que sí, pero que tampoco. Habla también de una madre que tiró para adelante por ellos. Hablan de la falta de comunicación en las familias, de los secretos, del peso del pasado, de un curso de eyaculación femenina, de las vaginas tensas... Buf. Habla de querer, de sentir.
Y para ello acuden a la música, como Pedro Navaja, a sesiones de constelaciones, a clases de aerobic, de hacer tortillas de patatas... Y acuden también a los cuentos: Además del cuento del tomate frito, está el de la tortilla y está el cuento de la niña que lo hacía todo bien, y el del niño que lo hacía todo mal.
"El cuento del tomate frito": Aún me hace sonreír y no se me va a olvidar así como así.
FICHA ARTÍSTICA
Dramaturgia: Marta Guerras
Dirección: Marta Guerras y Egoitz Sánchez
Elenco: Mónica Miranda, Alejandro Pau y Cristina Bernal