Hubiéramos buscado el momento de visitarlo, porque era uno de los Museos imprescindibles de Corfú. El Museo Arqueológico, junto con el de Arte Asiático, venían indicados como los mejores en todos los folletos. Pero además, la DANA que habíamos esquivado al salir de España había corrido tras nosotros hasta Grecia, y aunque afortunadamente nos tocaba en la isla un poco de refilón, nos dejó dos días grises y lluviosos que nos chafaron los mil y un planes de islas y baños.
Seguramente por eso adelantamos la visita, y aquella tarde recalamos en el Arqueológico nada más comer, bajo una lluvia impenitente que nos animaba a tomarnos el paseo entre "las piedras" con toda la relajación del mundo. Al fin y al cabo, como decía Gila, en Grecia ya estaba todo roto.
Había muy poco público y el Museo se presentó silencioso. Nada más entrar sonreímos, no era demasiado grande, era espacioso pero muy acogedor. Un refugio que con gusto pasearas despacio, cada uno a su ritmo, disfrutando perezosamente de las piezas.
El frontón que representa a Medusa del templo de Artemisa, que anunciaban aquí y allá, nos esperaba al final de la segunda planta. Era imponente. Casi Majestuoso. Mereció la pena. Habría sido chulo haberlo visto colocado en su templo, ese hallado durante las guerras Napoleónicas. Aunque tampoco estaba nada más el lugar privilegiado que ocupaba en el Museo donde tenía toda una sala para él solo, para disfrutarlo entero.
El resto de las piezas que se pueden ver aludían a distintos ámbitos de la historia de la ciudad de Corfú: los usos funerarios, la religión, la economía... Nos llamó la atención una vasija donde dentro se podían ver restos de un enterramiento infantil, también el rostro cincelado con cuidado de los personajes que nos habían enseñado los libros, mostrandonos su eterna expresión pensativa.
Aquel fue el lugar elegido para esas fotos especiales, para las que lucen solas en una página de los álbumes. Allí queda el recuerdo del grupo que formábamos, de las conversaciones que tuvimos en voz baja, de las risas y momentos que vivimos.
Pero esas cosas, como tantas, no se cuentan, quedan para uno. Para uno que, en su interior, se alegra de haberlas vivido.
Corfú. Museo Arqueológico. Septiembre 2023