Tal día como hoy, 15 de febrero pero del año 1834, tuvo lugar el entierro del poeta Larra.
Dos días antes, un 13 de febrero de 1837 ya de noche, Dolores Armijo, una mujer casada con quién tuvo amoríos, acompañada de su
cuñada, le visita en su casa del tercer piso de la calle Santa Clara nº
3, para devolverle unas cartas y de paso comunicarle que no quería reanudar la relación sentimental que tenían, que volvía con su marido. Nada más salir de la casa, el poeta se suicidó de un pistoletazo
en la sien derecha. Tenía veintisiete años.
Aquella tarde, subido en una lápida del cementerio de Fuencarral, se haría famoso un nuevo poeta de Valladolid José Zorrilla, al declamar este poema:
A
la memoria desgraciada del joven literato D. Mariano José de
Larra
Así lo contaría el mismo Zorrilla:
Recuerdos del tiempo viejo:
El
silencio era absoluto: el público, el más a
propósito y el mejor preparado; la escena solemne y la
ocasión sin par. Tenía yo entonces una voz juvenil,
fresca y argentinamente timbrada, y una manera nunca oída de
recitar, y rompí a leer... pero según iba leyendo
aquellos mis tan mal hilvanados versos, iba leyendo en los
semblantes de los que absortos me rodeaban, el asombro que mi
aparición y mi voz les causaba. Imagineme que Dios me
deparaba aquel extraño escenario, aquel auditorio tan
unísono con mi palabra, y aquella ocasión tan
propicia y excepcional, para que antes del año realizase
yo mis dos irrealizables delirios: creí ya imposible que mi
padre y mi amada no oyesen la voz de la fama, cuyas alas
veía yo levantarse desde aquel cementerio, y vi el porvenir
luminoso y el cielo abierto... y se me embargó la voz y se
arrasaron mis ojos en lágrimas... y Roca de Togores, junto a
quien me hallaba, concluyó de leer mis versos.
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(Obras, II, p. 1.745) |