Mientras se va deslizando noviembre, el corazón
está tan de mudanza
como el color de las hojas de los árboles.
Buscamos el calor que este tímido sol
nos sisa,
acercándonos más y más
hasta olernos.
Dios del cielo raso,
Dios de los cielos anaranjados de noviembre,
cuídanos.
No permitas
que este frío de uñas cortas
se nos cuele entre las tardes,
entre los rizos,
y arañe las costuras de este frágil corazón.