"Si nos hubiera visto Aure, allí a todos reunidos leyendo tus poemas..."
Quizá hasta es verdad que existe otra realidad, otra vida, qué sé yo, un agujerito por el que realmente nos estaba mirando sin poder disimular esa sonrisilla suya. Si nos viera... Eso pensaba yo mientras tenia lugar el homenaje que le estábamos dando las dos tertulias a las que asistía: La de poesía del Círculo de Bellas Artes y la literaria nuestra, Rascamán. Lo organizaron los dos coordinadores: Alfredo Piquer, del Círculo y Javier Díaz, nuestro coordinador de Rascamán. Y qué bien lo hicieron.
Nuestro Aureliano Cañadas, poeta y amigo, frecuentaba las dos y había hecho mucho por acercarnos. todos coincidíamos en eso. Su típica frase: "Niña te tienes que venir a esta tertulia..." Niño o niña, como él nos llamaba a todos, sacando a pasear su deje almeriense. Hablaba a los demás de nosotros, nos juntaba, hacía porque nos conociéramos, porque disfrutáramos la literatura juntos. De su mano llegaron muchos compañeros que se quedaron. Era único inventando aventuras literarias, las exposiciones: de radiografías con textos, la de los guantes después y ahora la que nos traemos entre manos y que queremos exponer en mayo, la de las hojas: "Lo que la hoja te cuenta". Otras veces nos traía cuadros que nos regalaba de composiciones con hojas secas y sus poemas. A mí, ya lo he contado mil veces, incluso me regaló una macetita donde me traía un laurel: "Niña te voy a laurear". Al principio solo venía de visita a nuestro taller, eran finales de los 90, y participaba con nosotros en aquellos recitales de fin de curso. También le recuerdo en un café cercano al trabajo escribiendo en una mesita apartada, al principio de conocernos, cuando aún no se había jubilado y coincidíamos por los Ministerios. Hacía tantísimos años que Aure estaba cerca, si se trataba de escribir. Al final se quedó siempre. Porque él era así, le sobraban las ganas, las ideas y, aun siendo nuestro sabio, valoraba nuestra opinión cuando nos leía un poema nuevo, o incluso "perpetraba" (como decía Javier) un fado con su vocecita queda. Es lo que tienen las tertulias en la que a veces incluso cantamos, y Aure nos cantó muchas veces.
Todo eso pensaba yo mientras leíamos sus poemas. Le habría gustado vernos allí, a su familia, a sus dos tertulias, todos a una echando a volar poemas de sus diecitantos poemarios.
Reencontrarnos con antiguos compañeros de letras, con amigos de otras tertulias, con amigos.
Fue un acto de concordia, de compartir la literatura y disfrutarla, rindiéndole el homenaje que se merecía.
Gracias Aure, nos volviste a juntar niño.
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