Comenzaba diciendo la "Fábula de los tres hermanos", una canción de Silvio Rodríguez que yo escuchaba mucho:
Por la vereda a descubrir y a fundar
Y para nunca equivocarse o errar
Iba despierto y bien atento a cuando iba a pisar
Ya nunca el cuello se le enderezó
Y anduvo esclavo ya de la precaución
Y se hizo viejo queriendo ir lejos
Con su corta visión
Ojo que no mira más allá no ayuda al pie
Uh-uh-uh, uh-uh-uh
Óyeme esto y dime, dime lo que piensas tú
...
Siempre me acuerdo de ella, cuando voy por Madrid bien atenta a cuanto voy a pisar y, de pronto, me sorprende ese "otro" Madrid tan importante que está escrito en sus aceras, y en sus baldosas.
Hay muchas lecturas de nuestra ciudad.
El Madrid escrito en su suelo nos enseña de su pasado y de su presente. Y a veces uno va por vida tan ensimismado que ni se da cuenta.
En la Plaza de los Carros, por la Latina, puedes tropezar con esta chapita que te muestra un quanat, o canalización de agua de origen islámico, descubierto a principios de los 80 en una excavación arqueológica. El viaje, de unos 10 metros de largo no está abierto al público por diverdas cuestiones, entre ellas la de la conservación.
Es la construcción hidráulica más antigua que tenemos. Después vendrían "los viajes del agua" famosos que abastecieron de agua a Madrid, hasta la creación del Canal de Isabel II.
La chapita nos habla del Madrid islámico, de nuestro patrimonio cultural.
Hay otro Madrid que nos recuerda a algunas de las víctimas españolas de los campos de concentración nazi. Son otras pequeñas chapas de bronce, esta vez cuadradas, que colocaron en los barrios de Chamberí o Tetuán delante de las casas donde residieron estos españoles.
En calles como Espronceda, Bravo Murillo, Viriato, Ponzano, Virtudes o Franco Rodríguez las podemos ver. Pertenecen todas a un proyecto de nombre enrevesado "Stolpersteine" que quiere decir justo eso: "una piedra en el camino que puede hacer tropezar".
Otro homenaje de la ciudad que descubrimos si vamos "atentos a cuánto íbamos a pisar" como el protagonista de la canción de Silvio, son las placas con las que el Ayuntamiento homenajeó a los comercios centenarios de la capital.
Esta vez se trata de una placa rectangular más grande que las anteriores que se coloca delante del establecimiento, con un diseño del artista Antonio Mingote, el año y el nombre del comercio. Hay muchas en la Plaza Mayor y en sus alrededores. Sobre todo, claro, por el centro de Madrid.
Y por último os traigo otras placas, esta vez circulares y más grandes aún, que podemos ver a lo largo de Madrid Rio, según vamos paseando.
En ellas nos van diciendo la distancia kilométrica MADRID RIO (2,30) desglosada en kilómetros y la distancia al Nacimiento o desembocadura del rio Manzanares.
No son las únicas señales o huellas que hay que ir descubriendo bajo nuestras pisadas. Hay muchos más tesoros que hallar a cada paso que damos por este Madrid infinito.
Y yo no quiero perdérmelos. Aunque como decía Silvio Rodríguez tenga que tener cuidado para no dejar de enderezar mi cuello, no vaya a quedarme para siempre "esclava de la precaución".
Seguid escuchando la canción, y viendo el destino de cada hermano para ir por la vida.
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