Se va octubre en ese día en el que vivos y muertos coinciden.
Para algunos llegó “jalogüin”, con nuestra “j” y nuestra “g”, con nuestra diéresis, que cómo no la utilizamos mucho, pues en esta palabra nos recreamos en su uso.
“All Hallows `Even”, o lo que es lo mismo, “anochecer de todos los santos” o “víspera de todos los santos”.
Para ellos Halloween, contracción de la expresión.
Para nosotros jalogüin.
Para todos una noche diferente, un disfraz, una forma de disfrutar ¿pasando miedo?
Y mientras vamos a los cementerios a dejar flores, preparamos calabazas.
¿Por qué calabazas?
Porque en EEUU es más fácil encontrar calabazas que nabos, que es lo que les hubiera gustado “preparar” a los inmigrantes irlandeses que emigraron a Norteamerica en los siglos XVII y XIX, llevándose su equipaje de celebraciones y palabras.
Aquellos inmigrantes irlandeses celebraban “El final del verano”, o lo que es lo mismo su “Samhain”.
Celebraban que habían terminado las cosechas y los días se habían acortado. Se despedían del dios Sol.
Celebraban que llegaba esta noche en la que los muertos, espíritus buenos y malos, podían visitar a los vivos, y encendían hogueras para ahuyentar a los malos.
Celebraban, yendo por las casas, recogiendo alimentos para ofrecer a los dioses, hoy los niños van pidiendo dulces.
Celebraban, preparando un gran nabo hueco con carbones encendidos dentro, representando a un espíritu.
Aquellos inmigrantes irlandeses emigraron a EEUU, con sus celebraciones y sus palabras.
Su “Sanhain”, su “Halloween”, y a falta de nabo, sus calabazas.
Se va octubre en este día en el que los vivos y los muertos coinciden.
Se va.
También en este año raro.
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