Me recuerdo a mi misma haciendo el primer trabajo que me mandaron sobre un libro.
Uno que nos habíamos tenido que leer.
Me recuerdo agachada sobre la mesa enorme de madera que había en el comedor de casa, donde cada tarde nos juntábamos los hermanos para hacer los deberes. Estoy en mi memoria, escribiendo con infinito cuidado en unos folios blancos que había unido con un clip a otro al que había hecho unas líneas para no torcerme.
Cuántas reseñas de libros habré hecho en mi vida sin que me lo mandara nadie.
Pero aquella fue la primera vez, y quería hacerlo lo mejor posible.
Cuánto me costaba elegir las palabras, cuánto no enredarme en esas frases demasiado largas para las que no encontraba ni un punto y seguido. Y cuánto, tanto, dudaría a la hora de plasmar la crítica final, cuánto que aún lo recuerdo.
Yo tendría doce o trece años, y el libro era "Las ratas" de Miguel Delibes.
Hoy se cumple el centenario del nacimiento de Delibes, 17 de octubre de 1920.
Y yo, que después he leído tantos libros suyos, "Los santos inocentes", "Cinco horas con Mario", "El hereje", "Mujer de rojo sobre fondo gris", con los que disfruté, me entristecí, y en definitiva sentí, esa forma suya de contar las cosas, guardo en mi interior un recuerdo especial para "Las ratas".
No porque fuera el que más me gustara, sino porque me enfrenté a él por primera vez con otros ojos. Los ojos de quién desmenuzó cómo estaba escrito además de atender a lo que contaba, los ojos de quién algún día quería también escribir.
Delibes, qué mejor maestro de escritura.
Delibes, qué bueno.
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