“No hay mejor música que la de un corazón afinado. Solo entonces suena el alma del mundo.”
Terminé ya de leer "El alma del mundo" de Alejandro Palomas.
Es el segundo libro que leo de este autor, el primero fue "El tiempo que nos une" y me había gustado mucho y éste, la verdad, es que también.
Es un autor del que me gusta mucho su prosa cuidada y sentimental. Y tiene también algunos diálogos muy buenos.
Pero vamos por partes.
El argumento nos cuenta que Otto Stephens y Clea Ross ingresan al mismo tiempo en una residencia para ancianos ricos. Y ambos solicitan que les cuide la misma cuidadora: Ilona, una mujer de unos cuarenta años, hungara, a quién no hace mucho tiempo que se le murió su madre.
Durante tres meses al mismo tiempo que sus vidan se van entrelazando vamos conociendo a nuestros tres personajes principales.
El tema del libro es la soledad sí, pero también las nuevas oportunidades, la esperanza. Y sobre todo aborda la amistad.
Los personajes de Alejandro Palomas siempre me gustan, son tan poliédricos como las personas de carne y hueso. Además en ambas novelas, al menos uno de los personajes, tiene mucho sentido del humor, en este caso Clea que por otro lado se muestra implacable cuando algo no le gusta. Están bien perfilados estos personajes. Se distinguen por un mundo interior muy rico, por ser muy sentimentales y están tan bien escritos que esos sentimientos se transmiten. Son personajes más caracterizados por su mundo interior que por su apariencia física o sus gestos, pero éstos también están presentes. Sus caracterizaciones son completas, verdaderos retratos, porque en literatura cuando la descripción del personaje es física (prosopografía) pero también moral (etopeya) se etiqueta como "retrato".
"Desde la ventana, Rocío leyó en la espalda de Ilona y en la nube que la blanqueaba que aquel cuerpo ocultaba algo, que la que miraba el mar desde abajo era una mujer hecha de capas de cosas no dichas y no compartidas que había aparecido para cambiar algo, porque seguramente algo cambiaba siempre allí donde llegaba. Leyó durante unos segundos entre esos dos hombros una marea de palabras, de gestos y de dudas enmarcados por una extraña plenitud que la puso sobre aviso y que encendió en ella una pequeña luz de alarma. Había demasiadas cosas en el gesto de aquella espalda, demasiadas cosas por resolver".
Los personajes de la obra son cuatro. Los tres que ya hemos dicho: Otto (un anciano seductor, encantador y caballeroso) y Clea (una violonchelista que en su juventud que abandonó su carrera por su matrimonio y que tiene un humor mordaz) ambos muy ancianos, e Ilona (una hungara que vivió en su infancia el terror soviético) que es su cuidadora. También está Rocío, la Directora de la Residencia, aunque su papel es menos importante que el de los otros tres.
“Y si quieres abrazos, atrévete a pedirlos. Y si te abrazan mal,
atrévete a huir. No hay nada más triste que una vida arrepentida, hija,
ni nada más pobre que una muerte quieta.”
En cuánto a su prosa es cuidada, sencilla pero rica, casi lírica. Es de fácil lectura aunque los temas que trata son profundos. Está muy salpicada de diálogos, y cómo os decía antes, hay diálogos muy bien escritos, de una naturalidad muy conseguida. Por otro lado la historia va avanzando sin que pierdas el interés por la vida de esos personajes. Es entretenido y ameno y te encariñas con ellos.
En cuánto a la estructura tiene un giro casi al final de la historia que está logrado, porque aunque yo lo imaginé antes del desenlace, la verdad es que me tuvo mucho tiempo engañada.
Me gustan las novelas de Alejandro Palomas.
– ¿Sabe usted por qué firmé el contrato, señora Ross?
Clea se encogió de hombros y sus dedos apretaron el
cuero de la correa. No hubo respuesta, solo espera. Una gaviota chilló
en el aire, quizá avisando. Luego, silencio.
– Porque vi líneas en blanco entre las que me envió,
señora Ross – dijo Otto Stephens, rompiendo el silencio – . Una melodía
extraña como el canto de un chelo cuando el chelo tiene cuerpo y el aire
se llena de frases que despiertan cosas no siempre hermosas, aunque
reales. Llámeme loco, si quiere, pero yo oí esa melodía y sigo oyéndola
todavía cuando comparto esos paseos con usted. Está ahí, en lo que usted
es y en lo que intuyo que ha sido. “Suena un chelo”, pensé mientras
leía, “y yo quiero un poco de esa música en esto que es ahora mi vida”. –
Guardó un instante de silencio y después añadió con un pequeño suspiro –
: Por eso firmé, señora Ross. Por eso estoy aquí.
Sobre el blanco de la grava, Clea curvó la espalda
unos milímetros hacia delante y durante una décima de segundo, sus dedos
huesudos se posaron con delicadeza en la nuca desnuda, frotando la
piel. Luego la mano desapareció y volvió a erguir la espalda. Rita se
levantó del suelo y echó a caminar alegremente, tensando de nuevo la
correa un par de metros por delante de su dueña.
– Le espero esta noche en el cenador, señor Stephens –
dijo Clea en un murmullo antes de reemprender la marcha – A las nueve.
No me falle.
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