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sábado, 2 de julio de 2011

El barranco de Víznar y Lorca



Y en nuestro recorrido por la Granada de Lorca, cómo no, terminamos en el Barranco de Víznar.

Allí quisimos hacerle un pequeño homenaje leyendo poemas suyos.

Como yo soy más de prosa elegí un retrato hecho por Jesús Marchamalo en su libro "39 escritores y medio", que os recomiendo mucho.

Ese texto, que a mí siempre me gustó, dice así:

"Qué miedo debió de pasar Federico la noche que lo mataron, decía Alberti con la resignación de lo inevitable. Él que ni siquiera se atrevía a cruzar la Gran Vía si no era del brazo de alguien. Siempre tuvo, Federico un temor reverencial, supersticioso, a la muerte. Temía morir ahogado, atropellado, despeñado, apuñalado, desangrado, enfermo y desahuciado. Temía la fuerte fatal e irreversible, la putrefacción y la nada. De ahí que intentara conjurarla con la macabra ceremonia de representar su propio velatorio. Se tumbaba en la cama con su mejor traje: los ojos cerrados, las manos de dedos largos, blancas como las de un médico, sobre el pecho, y describiía con todo lujo de detalles el atáud; el entierro, a hombros de sus allegados, por las calles llenas de baches de Granada; las lágrimas de sus deudos; el luto de sus compañeros: vecinos, admiradores; la congoja de los curiosos... Hay un cuadro de su amigo Dalí, Natura Morta, que representa a Lorca posando como un cadáver, y unas fotos de una de esas sesiones mortuorias que le hizo la hermana del pintor, Anna María, y que nunca quiso hacer públicas tras la muerte, la muerte verdadera del poeta.

Después se levantaba de repente, como un aparecido y se reía a carcajadas, los dientes blanquísimos, los ojos tristísimos velados de lo que sus amigos llamaban "intermitencias lánguidas". Esos momentos en que se ausentaba, se quedaba sin habla y sin música: la mirada vidriosa, perdida y triste.

La otra cara del poeta era la de los recitales, las canciones al piano. Nadie ni siquiera sus enemigos declarados, era inmune a su embrujo sentado al teclado, con un mechón de pelo caído sobre la frente despejada. Entonces no hacía ni frío ni calor, hacía solamente Federico. El de La Barraca y las Misiones pedagógicas, el amigo de Neruda, Buñuel y Prados, el Federico del viaje a NUeva York y a La Habana, el autor de éxito que saludaba desde la corbata de los escenarios de medio mundo, recogiendo aplausos y ramos de flores. Dibujó mucho, y pintó a la acuarela, nunca al óleo porque temía mancharse y que su madre, mamá, le regañara.

La tarde del 12 de julio de 1936 dejó en las oficinas de Cruz y Raya, la editorial que dirigía su amigo Bergamín, el manuscrito de Poeta en Nueva York, y una nota: "Querido Pepe, he estado a verte y creo que volveré mañana". Nunca lo hizo, la noche del 13 de julio estaba invitado a una cenaa la que no acudió. El resto de los comensales, entre los que se encontraba Luis Cernuda, estuvieron esperándole hasta que alguien llamó anunciando que acababa de dejarle en el tren, camino de Granada. Un mes más tarde, el 16 de agosto fue detenido. Después, no se sabe si la madrugada del día 18 o 19, fue conducido a un lugar en los alrededores de Víznar y, junto a un maestro de escuela y dos banderilleros, fusilado, sin ataúd, ni cortejo fúnebre, ni las manos sobre el pecho. Nunca se han conocido las circunstancias, ni qué miedos le asaltaron. Tenía treinta y ocho años, y la mirada triste."

Jesús Marchamalo
39 escritores y medio
Editorial Siruela

2 comentarios:

  1. Hola Rocío, precioso texto. Estaba ya a punto de abandonar la oficina y se me ha ocurrido hacerte una rápida visita. Se ha pasado la hora de salir y seguía leyendo, emocionándome a cada frase.

    Creo que a Federico, entre otros, y ya que no le dieron la oportunidad en su momento, deberíamos hacerle un hueco en nuestros propios corazones para que descanse en paz, honrado y para siempre feliz.

    Buenas tardes

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  2. Gracias Iñaki. Es un texto que a mí me gusta mucho, es muy emotivo, al mismo tiempo que muy sencillo. Por eso lo elegí para esta ocasión. Javier, el coordinador de nuestra tertulia, me dijo que quedaría bien, como es un retrato, para que lo leyera la primera como una especie de introducción a la obra de Lorca, porque después los demás leyeron poemas, del autor o de ellos mismos dedicados a éste. Fue una especie de homenaje que le hicimos bajo un sol de junio en Granada que te puedes imaginar el calor que hacía, pero que bueno al que le echamos ganas. Y no salió mal, la verdad. Hubo sus más y sus menos que ya te contaré cualquier día en un aparte, pero bueno salió bien. Gracias por tu comentario y tu atención. Un beso, Rocío

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