Hoy he pedido permiso a mi piel para enfadarme contigo.
No le ha gustado mucho la idea. Pero yo he insistido.
Más que pedirle permiso para enfadarme contigo, en realidad le estaba pidiendo a mi piel que no me contradijera. Como ese padre que de alguna forma le dice a la madre que no le contradiga a la hora de regañar a un hijo.Eso me pasa a mí con mi piel.
Cómo voy yo a enfadarme contigo, cómo voy a intentar demostrarte mi profundo malestar, mis dolidos sentimientos, mi herida interior, con caras largas y cortantes monosílabos y afilados silencios, tristes jirones de mi flaca autoestima, si luego viene mi piel y hace lo posible y lo posible y lo posible por rozar la tuya...
No. Eso no puede ser. Y así le gritan mis huecos, le grita mi conciencia, le gritan mis neuronas. No eso no puede ser. Tú vives también aquí, le gritan a mi piel. Y hay que convivir todos a una.
Pero a mi piel no le parece bien que me enfade. Nunca le parece bien. Ella quiere siempre aprovechar el momento que te tiene cerca para acortar distancias con la tuya. Ella es presente y es sensación. Ella es urgencia y ternura. Y cuando no se lo permito siente que se le cortan los labios, que tiene escalofrios y una sensación húmeda de soledad le cae por los hombros, la baja por la espalda y termina colgándole de cualquier manera hasta las rodillas que castañean la una con la otra. No. Nunca le parece bien que me enfade.
Pero yo, con ella, tengo al enemigo dentro de mí. Le tengo en toda mi superficie, le tengo rodeándome y cercándome. Y si le hiciera caso siempre a ella. Si hiciera caso siempre a mi piel ¿Qué seria de mí? Me anularía sin remedio.
Por eso algunos días, tengo que pedirle permiso a mi piel para enfadarme contigo. Tengo que buscar un aliado en ella, porque sé que todos juntos, mis huesos y mi conciencia, mis neuronas y mi piel, todos juntos somos más fuertes que si vamos cada uno por separado.
A fuerza de pedírselo, de hacérselo ver, de demostrarle cuán herido estoy, hoy he conseguido que mi piel me hiciera caso. He conseguido que no se acercara a la tuya durante horas...
Rocío Díaz Gómez
Una delicia leerte niña ( y escucharte ... compensó un poco no haber podido estar en ese rincón con vosotros)
ResponderEliminarMil besos.
A.
Muchas gracias Ana A. Siento que no pudieras venir. Pero ya sabes que cualquier vez de esas que te pille en Madrid y hagamos algo, estás más que invitada. Gracias otra vez. Un beso grande, Rocío
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