El otro día estuve visitando el Museo del Romanticismo. Ha estado durante mucho tiempo cerrado por reforma. Es una casa museo aquí en Madrid, en la calle San Mateo, donde de pronto puedes sumergirte en el siglo XIX solo con atravesar el umbral de su puerta.
Pero la verdad es que no os quería hablar del Museo en sí, sino de un objeto de los muchos que tienen allí y que ahora ya no se ven, o mejor dicho no del objeto en sí, sino de la palabra que lo define: “Los impertinentes”. Una palabra no sé si llamar moribunda o simplemente en desuso puesto que el objeto que designaba se dejó de utilizar.
Pero siempre me ha hecho mucha gracia esta denominación. ¿Sabéis qué eran “los impertinentes”?
Pues en el diccionario de la Real Academia de la Lengua en su tercera acepción podemos leer:
Impertinente.
(Del lat. impertĭnens, -entis).
…
3. m. pl. Anteojos con manija, usados por las señoras.
Pues sí, eran esas gafas con una sola y larga patilla que usaban sobre todo las señoras. Ahora ya no se ven, pero en el siglo XIX eran muy corrientes.
Sabemos que ya en la Europa del siglo XIII se usaban lentes para afinar la visión y tratar la vista cansada. Con el tiempo los anteojos o lentes que pueden sujetarse a las orejas se llamaron gafas. En sentido estricto las primeras datan de 1727 cuando un óptico inventó las patillas. Las gafas han recibido otros nombres como anteojos, antiparras, binóculos o espejuelos, como aún las llaman en Cuba.
Pero “los impertinentes” parece ser que era más propio del universo femenino.
He encontrado una hoja del periódico “El día de Cuenca” datado en 1921 donde se daban una serie de consejos a las féminas sobre cómo utilizar “los impertinentes” me ha parecido muy curioso. Aquí os dejo la primera página para que veáis la cabecera del periódico, el título y la fecha, y también la segunda página, donde está el artículo que os comento, en el lado izquierdo.
Pero la verdad es que no os quería hablar del Museo en sí, sino de un objeto de los muchos que tienen allí y que ahora ya no se ven, o mejor dicho no del objeto en sí, sino de la palabra que lo define: “Los impertinentes”. Una palabra no sé si llamar moribunda o simplemente en desuso puesto que el objeto que designaba se dejó de utilizar.
Pero siempre me ha hecho mucha gracia esta denominación. ¿Sabéis qué eran “los impertinentes”?
Pues en el diccionario de la Real Academia de la Lengua en su tercera acepción podemos leer:
Impertinente.
(Del lat. impertĭnens, -entis).
…
3. m. pl. Anteojos con manija, usados por las señoras.
Pues sí, eran esas gafas con una sola y larga patilla que usaban sobre todo las señoras. Ahora ya no se ven, pero en el siglo XIX eran muy corrientes.
Sabemos que ya en la Europa del siglo XIII se usaban lentes para afinar la visión y tratar la vista cansada. Con el tiempo los anteojos o lentes que pueden sujetarse a las orejas se llamaron gafas. En sentido estricto las primeras datan de 1727 cuando un óptico inventó las patillas. Las gafas han recibido otros nombres como anteojos, antiparras, binóculos o espejuelos, como aún las llaman en Cuba.
Pero “los impertinentes” parece ser que era más propio del universo femenino.
He encontrado una hoja del periódico “El día de Cuenca” datado en 1921 donde se daban una serie de consejos a las féminas sobre cómo utilizar “los impertinentes” me ha parecido muy curioso. Aquí os dejo la primera página para que veáis la cabecera del periódico, el título y la fecha, y también la segunda página, donde está el artículo que os comento, en el lado izquierdo.
Dice un extracto de esta columna titulada "Crónica femenina. El uso de "el impertinente":
"Y para terminar: sonreid tambien, cuando no sepáis por un momento donde lo habéis dejado (el impertinente) y tengáis que prescindir de él. ¿De qué os servirá enfadaros o refunfuñar? el movimiento de cabeza o el ligero fruncimiento de ojos de una miope puede ser gracioso si es acompañado de buen humor..."
Qué cosas...
Hola Rocío.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho esta entrada. Hace poco pude ver en una feria de antigüedades un par de ejemplos de estas encantadoras gafas, me llamaron mucho la atención por su forma (una mezcla entre elegante y rimbombante) y por su nombre. Genial la "crónica femenina".
Gracias y un saludo!
Muchas gracias Covadonga. Los impertinentes se merecían una entrada ¿verdad? por curiosos y originales. Muchas gracias y bienvenida. Un saludo, Rocío
ResponderEliminar