Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

jueves, 19 de noviembre de 2009

Ayer con Millás en la Biblioteca Nacional

¡Millás con nosotros! Gracias a mis compañeros de la tertulia que son "mucho más arrojados que yo" y propusieron hacernos una foto con él...



Ayer por la tarde, 18 de noviembre, fui a la Biblioteca Nacional, un lugar tan solemne, a una conferencia sobre palabras (menudo planazo, que dirían algunos) de Millás, un literato serio y formal, Premio Nacional. Me apetecía ir, me parecía que iba a estar bien, las palabras son mi debilidad, pero que me reiría tanto, durante un rato bien largo, eso sí que no lo sabía. Y lo mejor es que no lo hice solo yo, sino todos los que estábamos allí, cerca de doscientas personas entre los que estábamos sentados (yo estuve en la última fila) y los que tuvieron que estar de pie.

Allí Millás comenzó su peculiar monólogo sobre el lenguaje, su diccionario particular y las palabras. Ya nada más comenzar, empezamos a sonreírnos: “¿Cómo cambiaría Grace Kelly su título de Reina de Hollywood por el de Princesa ¡Monegasca!?... Si da apuro hasta decirlo. Monegasco. Qué palabra. O por ejemplo la palabra “colutorio”, aprendí a hacer gárgaras pronunciando la palabra monegasco con el colutorio en la boca…” Millas iba saltando de una palabra a otra, jugando con el lenguaje, con su sonido, con el significado que tienen en el diccionario las palabras y el otro muy distinto y particular que tienen para cada persona.

Y de ahí a saltar a la propia infancia solo hubo un paso. “De pequeño no comprendía por qué mis hermanas, siendo chicas, comían garbanzos y no garbanzas, y por qué a los chicos nos daban remolacha en lugar de remolacho. ¿Por qué sillas y no sillos? ¿Por qué mesas y no mesos? Y si había colegios para chicos y colegios para chicas ¿Por qué colegios y no colegias? ¿Por qué se contaban cuentos y no cuentas?... Angustiado por todas estas cuestiones se lo contó a su madre. Y su madre le dijo que no se preocupara, pero le pidió que no se lo contara a nadie, que ya se ocuparía ella de arreglarlo”. Por supuesto su madre no pudo arreglar el mundo.

De ahí pasó Millás a contar su primer día de colegio. Observó que cuando se pasaba lista en clase los niños cuando se les nombraba decían “Vicente”. Al principio le extrañó pero luego rápido encontró la justificación, puesto que el director del colegio se llamaba Vicente. Entonces siempre que le nombraban a él, decía “Vicente”. Y era curioso porque aunque todos los demás niños decían “Presente”, Millás niño entendía perfectamente “Vicente” y cuando le nombraban a él todos entendían que él decía “Presente”, aunque en realidad decía “Vicente”. El problema empezó cuando cambiaron al Director y en vez de llamarse Vicente se llamó Federico. Millas niño empezó a enfermar de nervios viendo que todos los demás niños cuando se pasaba lista seguían diciendo “Vicente” en vez de Federico y a la vez deseaba que llegaran ya a la M porque él sí que lo iba a decir bien. Así que en cuánto dijeron “Millas, Juan José”, él gritó a pleno pulmón “Federico”. Cuando todos rápidamente se volvieron a mirarle ya vió que algo no iba a bien. Pero cuando se dio cuenta de lo que en realidad pasaba, también pensó que cómo iba él a dar su justificación… esa justificación de la confusión con los nombres de los Directores... Así que optó por el mutismo. Del colegio llamaron a casa y hablaron con su madre, a la que oyó decir por teléfono que “le observaría…”.

El lenguaje, según Millás, ya en aquel tiempo era “un territorio minado”. “¿Por qué decía papá y veía en su cabeza a su padre entero, y decía pa y no veía solo a la mitad de su padre…?”

Entonces se volvió un niño muy silencioso, que sin embargo escuchaba todo.

La conferencia de ayer de Millás era casi un monólogo de humor, pero además había poesía en sus definiciones, en su forma de ver y admirar las palabras. Para Millás las palabras tienen sabor y volumen. Tienen textura, las hay imposibles de tragar, como el aceite de ricino y las hay que entran sin sentir, como un licor dulce. Estaban las que curaban y las que hacían daño, las que dormían y las que despertaban. Las que proporcionaban inquietud y paz. Había palabras, incluso, que mataban".

También contó que su hijo un día le preguntó por la palabra “Efímero”. Entonces él antes de darle una definición le preguntó que de dónde la había sacado, porque eso según él es importante. Su hijo le contestó que de un libro. ¿De qué libro? Le siguió preguntando porque no le gustaba que fuera cogiendo palabras de por ahí, de cualquier sitio... que las palabras traen muchas infecciones. Pero al final intentó darle una definición. Efímero: Algo que no duraba. Al final su hijo le preguntó si entonces ¿La vida era efímera? Y entonces él comprendió que al final sí, al final había cogido la palabra de donde no debía…

Luego abordó la cuestión de las frases hechas. Y contó que cuando era pequeño su madre con mucha pasión decía “En esta casa somos muy cafeteros” Y entonces él pensaba que el colmo de la personalidad era ser muy cafetero… Y su padre decía “Los negros llevan la música en la sangre” y también lo decía con tanto convencimiento y tantas veces, que él pensaba que eran cafeteros y negros. Y como veraneaban en la sierra y allí “a media tarde hay que ponerse una rebequita...” Y ya si su padre decía “...y por la noche te tienes que echar una manta...”. Ellos tenían todos esos atributos que o tenían los demás niños que iban a la playa o por ahí lejos a veranear. Ellos además de ser muy cafeteros, eran negros, se tenían que echar una rebequita a media tarde y además dormían con manta. El colmo de los atributos. Era muy gracioso cómo Millás contaba estas cosas. Como narraba con tanta convicción lo que puede pasar por la cabeza de un niño cuando escucha tantas veces este tipo de frases. Así de este modo dice Millas que expresiones como por ejemplo: “vacío interior, mandíbula batiente, muerte súbita, devastador incendio…” son un próspero negocio que se va trasmitiendo de padres a hijos…

Según Millas las palabras nos hacen y nos deshacen. Tienen un significado dentro de ti y otro fuera. Fue muy divertido cuando habló de la palabra vagina. Dice el diccionario: “Vagina: Conducto de paredes membranosas que en las hembras de los mamíferos se extiende desde la vulva hasta el útero”. Esa definición, da el diccionario. Pero entonces Millas nos dice que si la vagina no fuese más que eso, solo lo que dice la definición: “¡Qué interés, por Dios íban a tener los hombres en meterse en ellas y con la desesperación que lo hacen, como si les fuera la vida en ello…!”.

O cuando su tía siendo él pequeño tuvo un aborto. Él se preguntaba que sería un aborto que todo el mundo hablaba de ello y lo decía en voz tan baja… y claro buscó aborto en el diccionario y encontró: “Cosa sobrenatural, rara…” Y claro aquello le excitó porque él quería ver dónde tenía su tía el aborto. O la palabra “Abotargar”. A la que cogió pánico, en cuánto leyó la enfermedad que era. Y tuvo una historia sentimental con una chica que terminó cuando le dijo que “se le estaban abotargando las piernas…”. Porque cuanto más deprisa huyes de lo que temes, antes lo alcanzas.

Y contó la confusión que había tenido entre abúlico y abulense. Y la historia de ese hermano abúlico, que a ver si es que entonces no era tan hermano como los otros… y de ahí que incluso ya siendo mayores, cuando se ha discutido algo en familia, la opinión de ese hermano casi le haya parecido menos legítima que la de los demás…

O cuando se preguntó lo que significaba “Ahilarse”. Y cuando lo comprobó le empezó a entrar mucha aprensión y cada vez que miraba la caja de costura de su madre con todos esos hilos pequeños y ordenaditos, le daba por pensar si no serían otros hermanos suyos que habían terminado convirtiéndose en hilos… O cuando preguntó a su padre que qué significaba “amorfo”. Y su padre le contestó “Una persona sin personalidad”. Y entonces él que pensaba tanto, empezó a darle vueltas a la idea de si podría existir una mesa sin mesalidad o una sartén sin sartenidad… y así con todo, hasta que su padre le miró y le dijo: “¿Pero tú eres idiota o qué…?”

Ayer disfruté tanto con la conferencia de Millás, me parecía todo tan ingenioso lo que decía, que ahora mismo lo contaría todo otra vez. Pero sé que eso es imposible. Y tampoco es cuestión de hacer una entrada muy, muy larga, porque nunca por mucho que uno quiera contar las cosas, es como vivirlas.

Millás nos dio una lista de palabras de su diccionario particular muy interesante, en la que estaban palabras como amputar e imputar o angosto o aplique o ave maría (oración con la que se castigaba por masturbarse y al final uno no podía masturbarse sin rezar, ni rezar sin masturbarse...)...

Millás terminó diciéndonos que las palabras son una fuente de confusión aterradora. Todo el mundo sabe lo que hacer con las palabras pero no sabemos qué hacen ellas con nosotros.

Después en el turno de debate se hicieron preguntas muy interesantes. Alguien preguntó que cómo se planteaba él la escritura. Millás respondió que nunca sabía lo que iba a escribir en la página siguiente. Esto a mí, que me ocurre a menudo, me gustó mucho. Decía Millás que empieza a escribir a partir de una idea que le obsesiona y después va tirando del hilo... A veces la idea inicial que ha provocado esa novela, lo mismo termina desapareciendo, pero ahí estaba. La necesidad de escribir aparece cuando aparece esa idea. Y un buen día decides que tienes que escribir para ver que sale de ella.

Después alguien le pregunto por qué recurrir a la infancia. Y contesto que solamente se puede escribir desde la extrañeza, desde el conflicto. Y a esas edades, la infancia, la adolescencia, hay mucho conflicto.

¿Y la inspiración? Terminó preguntando alguien. Millás contestó que más que inspiración: trabajo. Sentarse todos los días y mucha disciplina. Dicen que a los poetas los poemas se los regalan los dioses. Pero a los narradores no, hay que sentarse con disciplina y al cabo de media hora te llega la concentración necesaria...

Para terminar voy a acabar con una frase que dijo Millás al respecto de la infancia que me gustó mucho: “Crecer consiste en fingir que entiendes”.

Quizás me he extendido mucho en el comentario de la conferencia de ayer. Seguro. Pero qué bueno Millás, qué bueno.

4 comentarios:

  1. Muy interesante! Es muy curioso el mundo de las percepciones de los niños, da para varios libros, creo, y con la habilidad que tiene Millás para contar lo pequeño, es un gusto escucharle a través de ti.
    Mira, y me has inspirado, igual escribo algo sobre esas percepciones de la infancia.
    :-)

    ResponderEliminar
  2. Y yo mándandote el recorte del periódico digital.
    ¡Tolina soy!

    ResponderEliminar
  3. ¡Chicas! que no lo sabíais pero habíais quedado en una de las entradas de mi blog para encontraros y charlar un ratito... Muchísimas gracias a las dos, una en Bruselas y otra aquí. Que gusto leeros. Besos, Rocío

    ResponderEliminar
  4. :)
    ¡Qué guay! ¡Si ya es como si hubiese estado!

    ResponderEliminar

Tus comentarios me enriquecen, anímate y déjame uno