Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

jueves, 14 de febrero de 2019

"El cielo según Google" Marta Carnicero



" (...)Según me contó Bruna, mi padre solía encerrarse a escribir y entonces no se lo podía molestar. A veces eran varias tardes seguidas; otras, de noche y hasta la madrugada, mientras todos dormían. Solía compartir sus textos con ella: eran poemas y algún relato breve de vez en cuando. Los poemas, sobre todo, me han parecido impactantes, magníficos; en vida no quiso ni oir de publicarlos, pero le dio a Bruna total libertad para disponer de ellos cuando ya no estuviera. Muchos hablan de mí, y ella me los ha pasado para que sea yo quién decida. Cambio de opinición todos los días. Por un lado, me gustaría preservar este último vínculo de comunicación guardándomelo para mí sola, pero últimamente estoy pensando que publicarlos sería el primer paso hacia una reparación que se me antoja necesaria. Da igual el número de lectores que pueda tener (con la poesía ya se sabe); es más bien una declaración de principios, una forma de recordar que lo que hacemos, lo que somos, depende de lo que nos han dado y de lo que nos han quitado."

Pág. 121
El cielo según Google
Marta Carnicero



Me acerqué a esta novela de menos de 150 páginas porque la autora estuvo como invitada en uno de los programas de Página2, el programa de la 2 de televisión de libros.

Sentí curiosidad por esta novela porque contaba la autora que era el trabajo fin de Master de escritura creativa de la Universidad Pompeu Fabra. Lo escribió en catalán y lo ha publicado dos años después la editorial Acantilado con traducción de Pablo Martín Sánchez. Ya esas tres premisas despertaron mi curiosidad porque me atraían las tres.

El argumento que ella contó y que luego releí en la página de la editorial también lo hizo: "La llegada a casa de Naïma, la niña que acaban de adoptar Júlia y Marcel, debía suponer el inicio de una vida familiar plena, pero la nueva situación a la que se enfrenta la pareja hará aflorar una realidad que se empeñaban en ignorar. «Si pensáramos que nos morimos poco a poco, un poquito cada día, procuraríamos centrarnos en lo que nos hace felices. A menudo nos queremos, y hasta nos permitimos hacernos daño, como si tuviésemos carta blanca para rectificar, todo el tiempo del mundo para aspirar a la felicidad y ninguna prisa por alcanzarla». El lector tiene en sus manos una novela honesta, sagaz, profundamente conmovedora y llena de sabiduría, que nos habla del amor en todas sus formas."

Es la primera novela de esta autora y si escribe más me gustará leerlas, porque en general me ha gustado.

Aunque debo admitir que se me ha hecho más pesada la primera mitad de la novela que la segunda. La autora a la hora de contarlo ha elegido alternar dos voces: la de Julia y la de Marcel por un lado, gracias a un narrador omnisciente. Y la de su hija adoptada Naima unos años después, en primera persona.

Alternar los dos narradores y que el tiempo no sea lineal sino que salte adelante y atrás, en principio está muy bien. El ritmo se agiliza. Además son capítulos cortos, lo cual también ayuda. 

Pero es más densa la primera parte, la del narrador omnisciente. Precisamente la que cuenta el declive de esa relación amorosa narrada por los dos miembros de la pareja. Hay tantos detalles, tantos pensamientos de uno y de otro, que a mí ya me cargaba un poco. Aunque reconozco que está bien contado, está bien reflejada ese sufrimiento del amor que uno siente que se aleja de ti, esa agonía del amor.

A partir de que alza la voz narradora de la hija adoptiva que está atravesando por un momento vital parecido, me ha resultado mucho más entretenida, más redonda porque recoge lo que le han contado por un lado y por otro y le da otra lectura según lo vivido. Es una parte más entretenida por cómo se cuenta y por cómo redondea lo ya dicho.

Esta novela aborda un tema muy actual: cómo puede o debe cambiar la vida de una pareja con la llegada de un hijo adoptivo.

Literariamente quiero destacar que me ha llegado su prosa rica al diseccionar los sentimientos, al llegar hasta el detalle, al plasmar las reflexiones de los personajes. Es un lenguaje rico en metáforas, en imágenes literarias. Un lenguaje muy cuidado, muy trabajado.

El título me parece otro acierto. Ahora que acudimos tanto a google, a google maps, para ver las ciudades. Me ha parecido muy adecuado.

Así que estaré atenta para leer la siguiente novela de Marta Carnicero.






Sé que mi madre no dejó de ocuparse de mí en ningún momento; no necesito pruebas de ello. Y al mismo tiémpo no me cabe la menor duda de que experimentó, como yo misma, la necesidad de evadirse del mundo durante un rato, de ser ella sola sin descendencia, sin nadie, alejada de todo. Cuando tienes un hijo, me dijo el día que anuncié en casa mi intención de adoptar, pasas a ser un personaje secundario de tu propia vida.
No será para tanto, pensé yo: no será para tanto.
Pág. 83


#El cielo según Google
#Marta Carnicero
#Reseñas

lunes, 11 de febrero de 2019

Pueblo fantasma de Abades, en Arico


Arico



El viento nos llevó sobrevolando un pueblecito pesquero tinerfeño hasta el faro de Abona con tal ímpetu que solo conseguimos parar abrazándonos a él. Qué sensación tan liviana. Sentir el cuerpo en perpendicular al suelo y patalear el aire dejándose mecer por el viento.


Pero las manos se resbalaban por la piel lisa del faro, los faros no están acostumbrados a los abrazos.


Y el viento, compadeciéndose de ese faro que funcionaba desde el año 1902, tras prometernos que nos dejaría volver, en volandas nos elevó de nuevo hasta dejarnos en pleno centro de un pueblo fantasma.
Pero... ¿Y éste lugar sale en los mapas?

Porque allí estaba, en medio de la nada, polvoriento, silencioso y zarandeado por todas las corrientes de aire del mundo.

Y aunque a la entrada había un cartel anunciando que era propiedad privada, como otros que llegaron antes, nos subimos la capucha, nos apretamos el pañuelo al cuello y decididos a luchar contra ese viento pertinaz, nos animamos a pasearlo. 

El cascarón de una vieja Iglesia  e hileras de casas medio derruidas languidecían bajo el sol. Se habían construido durante la Guerra Civil con vocación de leprosería, pero nunca llegaron a serlo. Esas calles, esas casas, con el tiempo formarían parte de una base de entrenamiento militar que también después se abandonaron.

Y aunque dicen que los terrenos se vendieron a un italiano, allí siguen la Iglesia altiva, las casas pintadas por los grafiteros, las calles polvorientas y el silencio del abandono solo interrumpido por curiosos como nosotros y ese viento feroz que no cesa.

Así descubrimos Abades, en Arico, al sur de Tenerife.








#Abades
#Arico
#Tenerife
#Pueblo fantasma
#Pueblo abandonado

viernes, 8 de febrero de 2019

El abuelo Emiliano y la vida



El abuelo Emiliano me invitaba a comer algunos sábados, y siempre me preparaba chuletitas de cordero lechal "muy hechas", porque sabía que me encantan.

Cuando llegaba a su casa, le encontraba agachado sobre el fogón trajinando afanoso, con un paño de cocina en el hombro como un orgulloso chef, porque no solo ya sabía cocinarse algunos platos sino que hasta podía invitar. "Si me viera tu abuela..." me decía mientras poníamos la mesa, porque mi madre le había enseñado a defenderse entre los pucheros, después de morir ella.

El abuelo Emiliano dejó de invitarme a comer cuando de pronto mi madre enfermó. Como una pieza de dominó que va empujando a las demás, todos en casa sufrimos aquel revés, aquella enfermedad que dió vuelta a nuestra vida como a un calcetín dejándonos a la intemperie. Incluso él, que se sintió tan vulnerable, tan acobardado, tan necesitado no sé si de cuidados o compañía, que quiso venir a vivir también con nosotros, él que tanto se había resistido. A partir de ese momento vivió muy deprisa el tiempo que le quedaba por vivir, y en apenas unos meses aquella Navidad nos dejó.

El abuelo Emiliano hoy, 8 de febrero, hubiera cumplido 107 años.

Con su gorra y su bastón, y bien derecho, habría comprado en la pastelería de siempre, una tarta de nata y almendras para celebrarlo.

Y en algún momento después de un par de refranes, también como siempre, el abuelo Emiliano habría dicho: "La vida es maravillosa".


Rocío Díaz

lunes, 4 de febrero de 2019

"Puerto Street Art". Puerto de la Cruz. Murales

Si puedes soñarlo puedes crearlo de Juliana Serrano

Los domingos por la mañana del invierno, si hacía sol, me escapaba hasta el Puerto de la Cruz.

Un rato tomaba el sol en su playa de arenas negras, y al siguiente me refrescaba paseando por las estrechas calles del antiguo barrio de los pescadores (La Ranilla) donde los murales salpicaban las viejas paredes encaladas.

Me encantaba redescubrirlos a la vuelta de cualquier esquina, o mirar a lo lejos y encontrarme con cualquier otro alegrando alguna fachada.

No me cansaba de verlos. Unos más surrealistas, otros más realistas, unos con motivos aborígenes, otros con autorretratos, motivos mágicos, recuerdos o jirones de sueños.

Era como pasear un Museo al Aire Libre.

Museo y aire libre, qué mejor combinación.



Urban Warriors, de Pichi&Avo
Ritual, de Sabotaje al montaje

La rebelión de los soñadores, de Sebas Velasco

La fuerza está en las raíces, de Sex, el niño de las pinturas

"Navíos volátiles de Feoflip"

Anfora voladora by Liken


Roa

#Puerto de la Cruz
#Tenerife
#Murales

viernes, 1 de febrero de 2019

La Casa del Agua en Los Realejos (Tenerife)




Él tenía alma de investigador y yo, ya estaba herida por las palabras.

Nos conocimos de chavales, en aquella isla en la que el tiempo estaba aún más loco que nosotros y según la recorrieras tan pronto te zarandeaba el viento como te llovía o te apremiaba con su calor a ir quitándote capas. Nos hicimos amigos en aquella isla de playas de arena negra y un enorme volcán que, a diferencia de otros, velaba sobre un mar de nubes nuestro ir y venir de pequeños mortales. 

Un día mi amigo me propuso ir a bañarnos a la cala de la Fajana, una playa virgen de arenas oscuras y frondosa vegetación. Sabía cuánto me gustaba el mar, sabía que me encantaría la idea de conocer otro pequeño paraíso de olas y sal. Y le dije que sí. Lo que yo no sabía es que en realidad quería mostrarme La casa del agua. Unas ruinas que se alzaban en lo alto de un acantilado, frente al mar, desafiando al tiempo y a la erosión. 

No la llamó La Gordejuela como después sabría que también se llamaba, no, la llamó La casa del agua porque sabía que con ese nombre tan literario yo, herida sin remedio por la magia de las palabras, le prestaría más atención. 

Nos encantaban las ruinas. A él porque le empujaban a investigar su origen y su historia, a mí porque despertaban mi imaginación y podía inventar dentro de ellas personajes entrañables envueltos en historias inolvidables.

Yo te cuento la verdad que he descubierto y después tú te inventas lo que quieras ¿vale? me dijo.

Y yo asentí.



Dicen que la estación de bombeo de La Gordejuela, o La casa del agua, fue toda una revolución en la Isla cuando se contruyó. Era una construcción complicada por dos cuestiones, por un lado el terreno formado por acantilados originados por las diferentes coladas y por otro porque dentro de ella se instalaría la primera máquina a vapor de la isla.

La familia Hamilton tenía una empresa comercial que en 1898 constituyó la Sociedad de Aguas de la Gordejuela. Entre los años 1904 y 1906 construyó la estación de bombeo de la que solo queda la parte de abajo, que es lo que se ve en el acantilado de la Rambla de Castro en el término de Los Realejos.

La estación en un principio tenía dos partes. En la parte superior había un almacén, la casa de los medianeros, y otra casa con una chimenea de 50 metros de altura, donde estaba la máquina de vapor, que generaba la energía para que funcionaran las bombas. En la parte inferior estaba el edificio cuyas ruinas aún se conservan, y que tenía cinco niveles, y se elevaba sobre el acantilado. Entre ambas las escaleras que las comunicaban ascendiendo haciendo eses por el acantilado.

Su objetivo era utilizar las aguas de los manantiales de Gordejuela para elevarlas y así llevarlas hasta las zonas de cultivo del platano en los terrenos de Realejo de Arriba y Realejo de Abajo, que en aquel entonces eran dos municipios diferentes.

Dicen que la construcción de la estación de bombeo les costó lo que ahora llamariamos "una millonada". Exactamente fue eso, una inversión de un millón de las antiguas pesetas. Toda una señora inversión. Las obras terminaron en 1907.





Yo te cuento la verdad que he descubierto y después tú te inventas lo que quieras ¿vale? me dijo.

Y yo asentí.






#Tenerife
#La casa del agua o Estación de bombeo de La Gordejuela


Fuentes:
Loquelaspiedrascuentan.blogspot.com
https://www.escapadarural.com/que-hacer/los-realejos/elevador-de-aguas-de-gordejuela
https://es.wikipedia.org/wiki/Paisaje_protegido_de_la_Rambla_de_Castro

jueves, 31 de enero de 2019

"Más de veinte maneras de lavarse las manos" de Carmen Ramos



"No pueden devolvernos al infierno. Eso dijo ella. Quiero lavarme las manos, dijo también, y quitarles todo el polvo acumulado de tantos años. Ahora todo queda tan lejos, dijo. Y musitó una oración que cuando era chica había aprendido de su abuela, que la había aprendido de la abuela de su abuela. Yo me mordía los labios, tenía sed y todo sabía a sal.

Me había quedado dormido y me despertaron las voces y el ruido de los motores. nos pusimos muy nerviosos. Solo ella guardó la calma, y cuando el policía iba a agarrarle el brazo para ayudarla a bajar de la patera, la vi cerrar los ojos y lanzarse al mar."

Pág. 51
Más de veinte maneras de lavarse las manos de Carmen Ramos


"Más de veinte maneras de lavarse las manos" es un libro prestado que yo no pedí, pues desconocía de su existencia. Un libro prestado que mi amigo me ofreció diciéndome: "Te he traido un libro para que te lo leas". Un libro prestado que así de primeras con esa foto de una chica dentro de dos hojas de lechuga solo traía perplejidad. 

Pero lo siguiente fue que me contaran que estaba formado por microrrelatos, muchos más de veinte por mucho que el título nos hable de ese número. Hilados de tal manera que cada uno empieza por la frase que termina el anterior. Aunque sus contenidos no tengan nada que ver. Pero además en todos, cada uno en torno a las cien palabras, se lavan las manos.

Sonreí, tanta premisa sí, eso ya picaba mi curiosidad.

Me los he leído y releído todos más de una vez. Y varios de ellos me han gustado mucho. 
Cuánto cabe en apenas cien palabras, cuántas historias. Y cuántos temas: cotidianidad, inmigración, maltrato, locura, amor, identidad de género, alzheimer, creación literaria... 


“No sorbas Álex…qué manía ha cogido este niño. No corras que sudas y luego te enfrías. No saltes en el charco que te vas a poner perdido. No te acerques a los perros o volverá a darte alergia. No te subas en los bancos que te abrirás la cabeza. No cojas nada del suelo que está lleno de microbios. No hables con desconocidos ni aceptes nada de extraños. No te pongas al sol. No te pongas a la sombra. No bebas agua de las fuentes. No te laves las manos sin remangarte. Mamá, ¿alguna vez has dicho la palabra sí?”.  

 Pág 64
Más de veinte maneras de lavarse las manos de Carmen Ramos



Relatos encadenados que cuentan mucho con pocas palabras. Cada uno dejándonos un anzuelo para invitarnos a seguirle, a seguir leyendo. Aunque la autora en sus instrucciones preliminares para lavarnos las manos nos diga que no hace falta que nos los leemos todos seguidos, sino que nos bajemos las mangas y sigamos en nuestro lugar favorito todo el tiempo que queramos... 

Es un libro muy original, eso es cierto. 

Y las historias no acaban en las cien palabras que ocupan sino que algunas de ellas te las vuelves a encontrar pasadas unas páginas, contadas desde otro punto de vista o en otro tiempo. Historias profundas pero contadas con una prosa sencilla y sin embargo, contundente.

Este libro es como un cubo de rubik que tiene muchas caras, y eso dice mucho del nivel de la escritura de esta autora Carmen Ramos. 

Qué buen prestamo me hicieron aunque yo no lo pidiera, eso también dice mucho de mis amigos.

Por mi parte, yo seguiré investigando qué más ha escrito esta autora. 

Por la vuestra, si podéis, echar un vistazo a "Más de veinte maneras de lavarse las manos". De Carmen Ramos. Públicada por la Editorial Lastura, en la colección Narrativa Alquisa.



"Ya nunca más sería mi niña. Había salido por fin del quirófano tras más de cinco horas y todos esperábamos a la puerta. Mientras el cirujano se lavaba las manos, una enfermera nos iba explicando cómo había sido la operación y cómo tendría que transcurrir el postoperatorio y nos dio un montón de papeles, a los que ninguno prestamos mucha atención, y nos dijo algo del Registro Civil, pero tampoco eso nos preocupaba mucho. ¿En qué momento se le ocurrió a esta chiquilla convertirse en Alejandro? ¿Qué hariamos con los peluches de su habitación? ¿Tendría que llevarmela al fútbol? ¿Cómo sería ahora su voz?"

Pág.23
Más de veinte maneras de lavarse las manos de Carmen Ramos 





Carmen Ramos, de profesión Economista, nació en Gibraleón, provincia de Huelva, en 1968. Se inició en el mundo de la literatura con una primera publicación de título Mudanza Interior, plaquette editada por Ediciones en Huida, en 2010. Le siguieron los libros de poemas: Poliédrica (Ediciones en Huida, 2011) y Las estrellas han hallado otra forma de morir (Guadalturia Ediciones, 2013) Por este libro fue candidata al Premio Andalucía de la Crítica 2013. Publica en 2016, Pequeño Tratado de Etología (Lastura Ediciones) Le sigue la colección de haikus Utsugi to wasabi (Las hojas del baobab, 2017) Y en octubre de 2018 salen a la luz estos microrrelatos, Más de veinte maneras de lavarse las manos (Lastura Ediciones) Ha sido incluida en las antologías En legítima defensa. Poetas en tiempo de crisis (Bartleby Ediciones, 2014) y ha sido responsable junto al poeta Iván Onia de la antología, La pirotecnia peligrosa, 11 poetas para el siglo XXI (Ediciones en Huida, 2015). Desde 2016 coordina el Taller de iniciación a la poesía “Completamente viernes” junto a la Concejalía de Juventud y Cultura del Ayuntamiento de Gibraleón, intentando, además, mantener vivo su blog Poliédrica.

#Mas de veinte maneras de lavarse las manos
#Carmen Ramos
#Microrrelatos

lunes, 28 de enero de 2019

De veletas y los días





Cuando los días eran fotocopias grises, una, otra, otra, escupidas por una impresora cuadrada llamada rutina.
Cuando las responsabilidades nos tenían secuestrada la imaginación.
Cuando el cansancio nos dejaba derrotados en el sofá todas las noches
sin mas horizonte que la televisión, sin más piel que el hombro del otro.


Al fin llegaba un día que nos obligábamos
a salir a la calle
sin más cometido
que disfrutar del viento moviendo nuestro flequillo
sin más rumbo
que el que nos indicaran las veletas.


Dublín











#Veletas
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#Francia