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viernes, 8 de febrero de 2019

El abuelo Emiliano y la vida



El abuelo Emiliano me invitaba a comer algunos sábados, y siempre me preparaba chuletitas de cordero lechal "muy hechas", porque sabía que me encantan.

Cuando llegaba a su casa, le encontraba agachado sobre el fogón trajinando afanoso, con un paño de cocina en el hombro como un orgulloso chef, porque no solo ya sabía cocinarse algunos platos sino que hasta podía invitar. "Si me viera tu abuela..." me decía mientras poníamos la mesa, porque mi madre le había enseñado a defenderse entre los pucheros, después de morir ella.

El abuelo Emiliano dejó de invitarme a comer cuando de pronto mi madre enfermó. Como una pieza de dominó que va empujando a las demás, todos en casa sufrimos aquel revés, aquella enfermedad que dió vuelta a nuestra vida como a un calcetín dejándonos a la intemperie. Incluso él, que se sintió tan vulnerable, tan acobardado, tan necesitado no sé si de cuidados o compañía, que quiso venir a vivir también con nosotros, él que tanto se había resistido. A partir de ese momento vivió muy deprisa el tiempo que le quedaba por vivir, y en apenas unos meses aquella Navidad nos dejó.

El abuelo Emiliano hoy, 8 de febrero, hubiera cumplido 107 años.

Con su gorra y su bastón, y bien derecho, habría comprado en la pastelería de siempre, una tarta de nata y almendras para celebrarlo.

Y en algún momento después de un par de refranes, también como siempre, el abuelo Emiliano habría dicho: "La vida es maravillosa".


Rocío Díaz

3 comentarios:

  1. ¡!Qué entrañable Rocío!!. Un beso.

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  2. Gracias Marián. Si les recordamos siguen con nosotros.Un beso amiga

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  3. ¡Qué preciosidad, Rocío! Me has emocionado. Un beso, amiga para ti y para el abuelo Emiliano.

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