Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

sábado, 9 de noviembre de 2024

Noviembre, las hojas y los adornos de navidad

 


Andan inquietas las hojas a punto de desprenderse de su árbol. Andan quisquillosas las que cayeron ya. "Alguien tendría que poner orden" protestan. "No hay derecho" se quejan. Pero lo hacen con un lenguaje crujiente que no entendemos. No es para menos. Es su momento de gloria y han venido a usurpárselo. 

Noviembre nos las regalaba vestidas de mil verdes hasta alcanzar ese tono ocre que las empujaba a buscar el suelo. Vistosas y presumidas, sabedoras de la atención que encontraban en nosotros procuraban deslizarse con elegancia, contoneándose a la primera ráfaga de viento, dejándose llevar... Bailando, abrazadas al aire, su milenaria danza de otoño justo antes de posarse sobre las aceras. 

 En ningún otro tiempo nos tenían tan cautivos de su belleza. Noviembre era suyo y lo sabían.

Pero de la noche a la mañana se llenó Madrid de adornos de navidad. Nos despertábamos y cada día nos tropezábamos con alguno más. Una enorme bola, unos árboles distintos, miles de adornos raros colgando sobre los semáforos y el pavimento. Sin pretenderlo, se nos iban los ojos tras ellos, sin querer los mirábamos con atención. Unos camellos, una estrella, más árboles de colores. ¿Y mañana que encontraremos? Decíamos pisando las hojas sin apenas mirarlas. 

Tristes e ignoradas, las hojas se encogían viendo cómo nos alejábamos sin reparar en su belleza. "¡Ellos son de diciembre! ¿No os dais cuenta? Ahora es nuestro tiempo, aquí, ahora, noviembre somos nosotras. Luego no estaremos. ¡Volved! Todavía no habéis entendido que ¡No hay cielo ni suelo como el de Noviembre en Madrid! Esas luces son de mentira pero nosotras somos verdad..." y suspiraban. Impotentes, tristes, resignadas, suspiraban.

Pobres hojas. ¿Quién les quitó su mes de gloria?





jueves, 7 de noviembre de 2024

"Mi pequeña librería" de Máximo Huerta. Reseña literaria

 



"Esos son los libros más luminosos, los que dejan un silencio final cuando los terminamos. La respuesta es asombrosa, los libros que nos callan, los que apagan la sala de estar, los que aún sobre la mesa o en nuestras manos dicen o miran. Nos dicen y nos miran. "

Yo nunca había leído a Máximo (o Máxim) Huerta. Es verdad que no me perdía nunca su sección en los programas radiofónicos de Carles Mesa y me gustaban bastante. Era muy instructivo en lo que contaba, que casi siempre era de palabras y de escribir, y muy natural él hablando. Pero, en cambio, no sé por qué nunca lo había leído. 

Pero ya está. Me he leído "Mi pequeña librería", su último libro en un pispas, porque cierto es que no tiene muchas páginas, ciento y pico, pero es una delicia. En este libro narra cómo empezó su gusto por la lectura desde niño y cómo nació la idea de montar una librería en un antiguo horno en su ciudad natal: Buñol (Valencia).

Es todo un homenaje a la lectura, a los libros, a escribir, a los escritores (en especial a Ana María Matute) y, por supuesto, a las librerías. 

He subrayado muchísimos párrafos, tanto, que es imposible poder transcribirlos todos. Cuánto me gustaban algunos de ellos, se podían casi saborear. Se mezclan en su prosa tanto retazos de su vida con el amor a la literatura. Nos cuenta de su infancia, de las enciclopedias que le compraban en casa, de los libros que sacaba de la biblioteca, del primer pinchazo de amor, de su gusto y querencia por los personajes que todos recordamos y de la debilidad por las palabras, de cómo nació la idea de abrir una librería en su pueblo, de la búsqueda de local, de las obras interminables, de la inauguración, del amor con mayúsculas por las letras. Hay muchísimos guiños a personajes y libros, guiños que de pronto te trasladan volando a esa historia. Viajar, como bien dice el autor, leer es viajar y en este libro viajamos muchísimo.

Es una prosa muy rica la del autor, muy cuidada, muy elaborada. Me gusta el apartado que hace de cartas que escribe, creo que a otros personajes suyos, aunque claro como yo no he leído sus novelas no sé quiénes eran. Pero no importa, porque de siempre me gusta mucho el género epistolar y el autor sabe cómo transmitir intimidad y complicidad con él. Otro aliciente para leerme sus anteriores historias. Además "Mi pequeña librería" está salpicado de sus dibujos elegantes. Este libro es una mezcla entre biografía y ensayo, y la prosa va fluyendo sola como llevándote a un lugar tranquilo, su ritmo es pausado pero sin decaer en ningún momento, siempre y cuando compartas ese gusto por lo literario, claro. 

Y el final, con ese último diálogo, retomando un hilo que había dejado atrás, me ha encantado. 

La he disfrutado mucho. 


"Todo en la vida es esperar. Penélope bordando para hacer tiempo, como si el tiempo se pudiera hacer. Ojalá. Esperaba nervioso Gatsby a que se encendiera la luz verde al otro lado de la bahía, y Aureliano frente al pelotón. También lo hacía el viejo ante su mar, o el cartero de Pablo Neruda. Y esperaba el pueblo a ver a su rey con el nuevo traje. Esperaba el viejo que leía novelas de amor escondido bajo la barca, esperaba Alatriste como caía la noche, esperaba el muerto de Diez Negritos en su habitación mientras cayendo otros, esperaba la abuela a Caperucita con su cesta a que cruzara el bosque, esperaba la Maga en el Pont des Arts, esperaba el Aleph, esperaba el amante, esperaba la amada. Esperaba el ciprés la hora de la sombra, esperaba la portera a la niña, esperaba el niño con el pijama de rayas.

Cierto es que todos estamos esperando, como todos los familiares en aquella sala de postoperatorio. Pero seamos sinceros, ¿Quién no está a la espera? la vida es una secuencia de esperas. Bien sean individuales, bien colectivas. El país espera que se acabe la crisis, el edificio espera a que venga el técnico del ascensor, la vecina del quinto espera a que llegue la compra, el encargado del supermercado espera que no le vuelva a tocar ese domicilio, el portero espera al de Correos porque así podrá cerrar y sentarse con su familia a comer en la pausa de dos horas que le corresponde, la mujer lo espera con la comida caliente, el hijo espera que no vuelva a hacer lentejas, que las odia, el padre espera que salga mejor estudiante que la hermana mayor, la hermana espera... "


"Siguen amargas las almendras como los amores contrariados? ¿Sigue orgullosa y altiva Fermina Daza? ¿Qué tiempo hace ahora en Vetusta? ¿Nos espera Ana Ozores con ese halo de aburrimiento y soledad? ¿No anhelamos algo mejor, como ella?"

sábado, 2 de noviembre de 2024

Vivir. 2 de noviembre




Quizá debería escribir de cementerios, el 2 de noviembre invita a epitafios. Escribir sobre lugares empapados de calma y silencio que visité demasiado siendo niña pero que, contra todo pronóstico, aprendí a admirar según crecía y no pierdo oportunidad de conocer si tropiezo con ellos.

Quizá debería escribir de epitafios, no te digo yo que no, pero sin embargo, este 2 de noviembre se me antoja de bienvenidas.
Bienvenidas a la vida.

Vivir para sobrevivir a las desgracias que no podemos evitar pero que debemos pelear. 
Vivir para compartir con la familia y los amigos. 
Vivir para sentarnos juntos, probar de todos los platos, reírnos de nosotros y de este mundo que nos une y desune a su capricho. 
Convivir. Vivir. 
Vivir para decir GRACIAS a quienes nos piensan y abrazan.

Vivir para gastar la vida antes de que ella nos gaste a nosotros.
No hay vida más valiosa que la vida celebrada. 





viernes, 1 de noviembre de 2024

El día 1 de noviembre día de todos los santos, día de honrar



 


Música y velas por los que ya no están. 

Por los que han muerto en las inundaciones de Valencia este noviembre. Por los que murieron en todas las catástrofes y guerras de cualquier índole.

Por los que han muerto porque una enfermedad les ha vencido. 

Por los que murieron porque los años gastaron su vida. ¿Por qué no será así siempre?


Música y velas por y para los que echamos cada día de menos, sea por lo que sea. 












Candelight - Tributo a Queen

Hotel Four Seasons

Cuarteto de cuerda - Parallel Quartet 

jueves, 31 de octubre de 2024

Jaloguin

 


Dejadme que me recree en las fotos malas, borrosas, las que debería suprimir. Dejadme que piense ¡qué desastre! si casi me sale el dedo, y en cambio tú, por favor, si casi ni sales. Dejadme que de tan cerca me vea más gorda, con papada y los ojos medio cerrados. Mientras vosotras movidas, alocadas, no sabéis si salir en la foto o huyendo. Dejadme que, una vez más, mire al cielo diciéndome con hastío: ¡Rocío, tía, pero qué mal te salen los selfies!

Pero dejadme también que esta noche celebre que, con las velas, se volvieron bruma amarilla las arrugas y los granos. Dejadme que me ría de las ganas de que saliéramos bien a pesar de la poca luz y las inconveniencias varias. Dejadme que abra nuestras puertas de par en par para que huyan el cansancio y los agobios, las malas noches y groseras contestaciones. Permitidme que rebusque en nuestro interior a esos espíritus nuestros, juguetones, ruidosos y risueños, que a buen seguro aún nos habitan. Que les anime a abandonar nuestra cáscara formal de diario y les empuje a divertirse tanto que nos vuelvan aún más borrosas, mucho más, gracias a tal ataque de carcajadas que nos duela la tripa y la cara de ser unas feas tan felices.

Dejadme, venga, que dicen que es jalogüin.





domingo, 27 de octubre de 2024

En octubre celebramos el Día de las Bibliotecas

 

Olbia (Cerdeña)

Si Dios existe sé que no le importará escucharme decir que también me santiguaría cuando entro en una biblioteca.

Desde aquella primera que descubrí las siento como templos de conocimiento y riqueza. Templos que han evolucionado, como todo, desde un silencio sepulcral hasta el alboroto propio de los niños, de las clases, de la música bailando entre libros en forma de propuestas culturales que solo buscan que crezcamos de fuera a dentro. 

La primera biblioteca de mi vida fue aquella forrada de madera donde reinaba el silencio absoluto y la oscuridad, salvo por la tenue luz de unas lamparitas verdes. Me sorprendió con sus estanterías forradas de arriba abajo por un hilo infinito de libros y comics que podías coger a voluntad y volver a dejar sin problema, qué maravilla de lugar, lo guardo como un precioso recuerdo. Estaba en un recodo de una callecita estrecha y adoquinada de aquel pueblo de Barcelona donde crecí. Pasados muchos años fui a buscarla, a revivirla, pero ya no existía, salvo en mi memoria donde permanece inalterable. Quizá fuera mejor no haberla encontrado.

Aquel vacío que dejó, lo he ido llenando con las bibliotecas que he descubierto y disfrutado en todos mis viajes: La de Nueva York que conocía por tantas películas, la del Instituto Cervantes de Berlín tan doméstica, la de Riga tan espectacular al otro lado del río, la de Boston tan monumental, la de Estocolmo circular y enorme o la espectacular Trinity o la Marsh tan entrañable, también en Dublín. Han sido tantas que es imposible señalarlas a todas, pero a todas las presenté mis respetos.

Mientras no he viajado tan lejos mi consuelo, en el mejor sentido de la palabra, porque no son menos que cualquiera de aquellas, las bibliotecas más cercanas: La biblioteca Pública de Guadalajara donde tantas veces nos hemos reunido con los compañeros de allí. La biblioteca Arús de Barcelona con su colección de Sherlock Holmes y su estatua de la libertad, la del Ateneo de Madrid tan histórica, la del Museo Cerralbo con todos esos relojes que el relojero pone en hora todos los días porque el tráfico los descontrola. 

Todos hemos crecido, incluso las bibliotecas que ahora ya no solo respiran en silencio, sino que dejan entrar los sonidos de la calle con distintas propuestas culturales. En la Biblioteca Pública Iván de Vargas, donde alguna vez leí mis relatos, incluso ha bailado mi sobrina con su clase del conservatorio de danza.

Como todos los octubres hemos celebrado el día de las Bibliotecas. A pocos días de terminar el mes me faltaba rendirle mi particular homenaje. Cada una de las que he pisado me han enseñado el valor, la complicidad, y el cobijo de las letras, la lectura, el estudio. Todas han contribuido a hacer de mí quién soy. 



Biblioteca Iván de Vargas (Madrid)/Conservatorio Profesional de Danza Carmen Amaya- Abril 2024



Riga


Museo Cerralbo (Madrid)

El Ateneo (Madrid)

Biblioteca Arús (Barcelona)

Biblioteca de Moguer (Huelva)



Biblioteca de Boston






viernes, 25 de octubre de 2024

"La niña del sombrero azul" de Ana Lena Rivera - Reseña literaria

 



-¿Sabe que, desde hace años, el Colegio de Abogados de Asturias permite colegiarse a mujeres?

-Desconocía ese dato.

-¿Sabe cuántas hay colegiadas? Ninguna. ¿Por qué cree que no hay más mujeres colegiadas o estudiando? Preguntó Amelia.

-No sé que decirle, quizá no tienen inquietud por las leyes.

-Por favor, no me decepcione, que le tengo por un hombre inteligente y abierto. 

-Supongo que las barreras sociales y familiares no ayudan a las mujeres que tienen objetivos académicos.


Termino el último libro de Ana Lena Rivera "La niña del sombrero azul" con una grata sensación. 

Es una novela larga, que pasa de las 600 páginas y se reparte en treinta y un capítulos, pero la verdad es que no dejan de ocurrir sucesos así que me ha parecido muy entretenida, en el mejor sentido de la palabra. 

El argumento nos habla de Manuela, una joven humilde de una aldea del norte de España, que con apenas diecisiete años entra a trabajar en la casa de los Marqueses de Armayor, como criada. Ahí conocerá a Alexandra, la hija de los Marqueses, y nacerá entre ellas una amistad que durará toda la vida. 

Está ambientada, como os comento, en el norte de España, en Gijón y Oviedo, pero también en Madrid. Y sus coordenadas temporales se extienden desde el verano de 1929 cuando comienza la historia hasta casi el año 2000 que termina. 

Durante todos estos años veremos, a través de sus ojos y las vicisitudes que se ven obligados a sufrir Manuela y todos sus allegados, como va cambiando nuestro país. La República, el malestar político previo a la Guerra Civil, la propia Guerra, los vencedores y vencidos, la II Guerra Mundial, nuestra postguerra, la transición... Es un viaje por todo el siglo XX. Y con él repasaremos todos los importantes acontecimientos a que dieron lugar: el sufragio de la mujer, la emigración de los Republicanos, los niños que se marcharon a Rusia, La Guerra Fría, el distinto trato que ha tenido la mujer según el país donde viviera, el maltrato, las adopciones... Me ha parecido muy interesante todo este repaso a nuestra historia.

Es una novela más de mujeres que de hombres, las historias no solo de la protagonista sino la de las demás mujeres están más detalladas y son más profundas, tienen más capas. Podríamos decir que es un homenaje a la vida de aquellas antepasadas en el tiempo que les tocó vivir. Cuanto ha cambiado en cien años nuestro país en la vida de las españolas. Desde la vida que tuvieron nuestras abuelas y madres hasta la que están viviendo nuestras hijas. Como en su novela anterior el tema de la costura está muy presente, puesto que para esa generación fue muy importante, tanto para las pobres como para las más adineradas. Yo recuerdo a mi madre siempre cosiendo, cuando podía hacerlo. 

Es también un homenaje a la amistad entre las mujeres, no solo por la de la protagonista con Alexandra, que por supuesto también, salvándose todas las convicciones sociales, sino también por la que se establece entre más mujeres de la historia que ayudan en los peores momentos. Casimira, Rosita, Claudina, Octavia... Conoceremos a muchos personajes femeninos dignos de representar y visibilizar otras historias.  


-¡Coño! -saltó el ingeniero jefe- ¿Me va a decir a mí una piola cuál es la fuerza del mar en la Habana?

Telva nunca le había preguntado a Ricardo qué quería decir cuando la llamaba piolita porque asumió que era un apelativo cariñoso, pero en boca de aquel hombre ya no le sonó igual. 

-No sé qué coño, como dice usted, es una piola, pero por si acaso: ¡su madre!

La cosa no llegó a las manos porque el resto de los ingenieros lo impidieron y se llevaron al jefe a calmarse con unos tragos.

-¿Qué es una piola? -le preguntó Telva al que parecía más calmado de sus compañeros cubanos.

-La que come pingas negras -recibió como respuesta. 


Al principio de comenzar la lectura de este libro me recordaba demasiado a las series de televisión que hay después de comer con tantísimos capítulos y buf, sabiendo que además tenía tantas páginas, por un momento dudé de si me atraparía la historia. Pero lo cierto es que enseguida me metí en ella y ya no pude dejar de leer. Me ha sorprendido. Tiene una prosa que fluye muy bien, es una lectura muy ágil, donde a Manuela y los suyos les ocurren tantas peripecias que no puedes dejar de ver qué va a sucederles después. La autora ha sabido repartir muy bien los conflictos de la trama, y no deja de haber un desenlace cuando ya hay otro conflicto asomando. Además te vas encariñando de Manuela que es un personaje que está bien conseguido, es creíble, una superviviente de su destino.  

Todos los libros de esta autora que he leído los he disfrutado. Tanto los de novela negra, como los históricos. Aquí creo que ha sabido condensar un largo período de nuestra historia de forma detallada y entretenida a través de esos personajes, y además lo ha escrito con una prosa rica, elegante pero muy natural, y eso tiene mucho mérito. 

Es una novela que desde luego que se presta a convertirse en imagen y a que hagan de ella una telenovela de muchos capítulos para después de comer, por supuesto se quedaría corta con respecto a la novela, pero seguro que conseguiría mucha audiencia y yo me alegraría.