Un blog para letraheridos. Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y letras.
Un blog donde sentarse a leer mientras te tomas un café.
Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let
He leído este artículo y me ha hecho mucha gracia.
Está en el blog de la Fundeu, la Fundación del Español Urgente, de la que hemos hablado muchas veces en este blog.
Si no lo oigo, no lo creo
No queremos amargarle a nadie el Día de la Música. Al contrario, nos encantan las canciones y nos gusta fijarnos también en qué nos cuentan sus letras y en cómo lo hacen.
Por eso, sin otro ánimo que el de pasar un buen rato y aprovechar la menor oportunidad para hablar de lengua (¡somos así…!), hemos recogido un ramillete de canciones en las que los letristas han optado, por decirlo suavemente, por soluciones lingüísticas… discutibles.
Te las contamos a continuación, pero, como nada puede sustituir a la experiencia directa, te invitamos a escucharlas en la lista de reproducción (suena mucho más bonito que playlist) que hemos creado en Spotify.
1. Mecano y la ese de contestaste
Es un error frecuente, pero escucharlo en la voz de Ana Torroja en La fuerza del destino, incluso tantos años después, sigue dando una especie de escalofrío: «Te dije, nena, dame un beso / tú contestastes que no», así, con esa s que chirría en los oídos. Porque, en efecto, la segunda persona del singular del pretérito perfecto simple es, se ponga como se ponga Mecano, contestaste, sin ese.
2. La chica yeyé también era queísta
A veces no queda más remedio que comprender a los autores de las letras y mirar para otro lado ante pecadillos como el queísmo de La chica yeyé que popularizó Concha Velasco: «No te quieres enterar que te quiero de verdad». Intenta cantarla con el de que le corresponde y trata de no echarte a llorar: «No te quieres enterar de que te quiero de verdad».
3. El Fary apatrullando la ciudad
Apatrullando la ciudad, del Fary, es un himno a la labor policial y a la morfología alternativa. Que patrullando no encaja bien…, pues apatrullando y ya está.
4. Si sería un subjuntivo, mejor
Utilizar el condicional donde en realidad debe emplearse un subjuntivo es un error frecuente en algunas zonas. Juan Luis Guerra y Enrique Iglesias lo colocan con mucho ritmo en Cuando me enamoro: «Si la luna sería tu premio, yo juraría hacer cualquier cosa por ser su dueño».
5. La niña imantada de Love of Lesbian y el verbo andar
Otra de conjugaciones «poco convencionales». Algún imán descontrolado ha llevado a La niña imantada de Love of Lesbian hacia un tiempo verbal que no existe: «Como si andara en espiral». Lo apropiado habría sido usar el pretérito imperfecto de subjuntivo: «Como si anduviese en espiral».
6. El alma masculina de La Oreja de Van Gogh
En Paloma blanca, La Oreja de Van Gogh canta: «Que revolviste todo con tus alas, me despeinaste entera todo el alma». Es verdad que los nombres que empiezan por a tónica nos hacen dudar a veces, pero para eso estamos aquí: para echar una mano. Alma es un sustantivo femenino, por mucho que, cuando le antecede un artículo determinado, se emplee el masculino el.
7. Colgarme de cualquiera que le guste trasnochar
Lo dice Pereza en uno de sus mayores éxitos: Princesas. Y la verdad es que lo suyo habría sido algo como «Colgarme de cualquiera a quien le guste trasnochar». Y encaja con el ritmo casi mejor que el original. Pruébalo.
8. Baute, Sánchez y la ambigüedad de las fotos de Marbella
En este caso no hablamos de un error, sino de una curiosa ambigüedad. Carlos Baute y Marta Sánchez cantan en Colgando en tus manos: «Te envío las fotos cenando en Marbella». ¿Le envía las fotos mientras están cenando en Marbella o le envía las fotos que se hicieron cuando estuvieron cenando en Marbella?
9. La maledición de La Fuga
La primera persona del pretérito perfecto simple del verbo maldecir es maldije y no maldecí como canta La Fuga en Tan deprisa: «Maldecí todos los días que pasé junto a ti». ¡Maldita sea…!
10. El ramito de violetas laísta
Cecilia grabó en los años setenta su famoso Ramito de violetas, en el que había un par de laísmos de manual: «¿Quién la escribía versos? ¿Dime quién era? ¿Quién la mandaba flores por primavera?». La canción se ha convertido en un clásico, pero lo correcto desde el punto de vista lingüístico habría sido utilizar le.Años después, Manzanita la grabó de nuevo con otro aire y sorteó hábilmente el problema con el sencillo procedimiento de pasar el texto a segunda persona: «¿Quién te escribía versos? ¿Dime quién era? ¿Quién te mandaba flores por primavera?». Otros artistas grabaron ese tema en los años siguientes y no tenemos la certeza de cómo evolucionó el pronombre. Sí sabemos que, en 2017, 43 años después de su creación, India Martínez, deshizo el entuerto definitivamente y puso todos los le en su sitio.
Hasta aquí las diez que más nos han gustado, pero puedes encontrar otras en nuestra lista de Spotify. Y seguro que a ti, que como a nosotros te encanta la música y te vuelven loco las palabras, se te ocurren más. Compártelas en las redes sociales con la etiqueta #oírparacreer.
Leído ya el tercer libro de Santiago Posteguillo dedicado a los libros, me declaro incondicional de este autor.
No he leído ni uno de sus libros de romanos, es cierto, pero no pienso perderme ninguno de los saque hablando de autores y libros y literatura.
En esta ocasión se trataba de enseñarnos el "infierno" de algunos autores, gracias al cual, paradójicamente escribieron grandes obras. Y también se trata de enseñarnos otros autores injustamente olvidados. Sea lo uno o lo otro no puede ser un libro más instructivo, sin perder en ningún momento de ser una serie de relatos amenos e interesantes sobre la historia de la literatura.
La historia del Premio Nobel que no dieron a Concha Espina. La historia del húngaro Inre Kertész y el holocausto. La de Vera Caspary, una autora de novela negra estadounidense acusada
por el Comité de Actividades Antiamericanas de ser comunista. La historia de la hija de Kipling, el autor de "El libro de la Selva". La historia de la norma con la que se califican los libros que se venden en las librerias de los museos de España...
Muchas anécdotas e historias que aprenderemos leyendo este libro que abarca desde la Antigua Grecia hasta la literatura del siglo XXI.
Si tenéis un mínimo interés por la literatura y sus autores, por la historia que hay detrás de algunos libros, haceros un favor y leer este "Séptimo círculo del infierno" de Posteguillo.
Una de esas que te gustan, de ilustradores de libros infantiles.
Solo que esta vez era en la calle, en la fachada de un mercado, en una plaza, en Cádiz.
¿Se puede pedir más?
Rébecca Dautremer (Gap, en 1971). Ilustradora francesa.
Normalmente, Rébecca Dautremer suele trabajar con témperas sobre papel de acuarela. Además, le suele gustar hacer collages y texturas fotográficas en sus ilustraciones. “Princesas olvidadas o desconocidas (2005), le dio el éxito y el reconocimiento. La novela Seda fue su primer trabajo de ilustración de una novela dirigida al público adulto. Sus principales obras son: Una Biblia, El pequeño teatro de Rébecca, Alicia en el País de las Maravillas, Cyrano, Princesas olvidadas o desconocidas, Diario secreto de Pulgarcito, Nat y el secreto de Eleonora, Sentimiento, etc
Acabada la guerra, solíamos jugar
en nuestra calle, y tú, al oír un avión
salías a buscarnos hasta que su sonido
iba a perderse entre las nubes.
Son las ruinas de aquel lugar seguro
de la infancia. Recuerdo que una vez
me levanté de madrugada
y tú estabas allí en la oscuridad,
sentada en la cocina
igual que una gaviota en una grieta
de la roca durante el temporal.
Veo tan sólo una luz tenue:
la casa que, a pesar de no existir,
me ha hecho sentir menos desdichado.
Hasta que ya el peligro
se haya perdido por el horizonte.
LA ÉPOCA GENEROSA
Nuestros, como canciones
que nos hacen llorar, son esos días
que fueron la verdad de los anocheceres
sonrientes y del baño de los niños.
El alegre cansancio de la cena.
Las caras que no han vuelto
a confiar como entonces.
La vida se alimenta de días generosos.
De dar y proteger.
Si se ha podido dar, la muerte es otra.
Sueño de una noche de verano
Has aparcado el coche
junto a este largo muro de cipreses.
Treinta años hace que vivimos juntos.
Yo era un chico inexperto y tú una chica
desamparada y cálida. Las sombras
de una última oportunidad
van cubriendo la luna.
Soy un viejo inexperto.
Tú, una mujer mayor desamparada.
Quería compartir con vosotros un artículo de una revista muy interesante, de viajes, la revista Traveler Conde Nast.
En este caso os traigo uno sobre mujeres que viajaron solas en tiempos en los que ninguna lo hacía. Mujeres valientes que rompían las normas de su época.
Ellas viajaron solas: las inspiradoras historias de ocho mujeres de armas tomar
Ocho mujeres que no necesitaron a nadie para partir en busca de aventuras
Tiempo de lectura 6 minutos
Viajaron solas. Eso no quiere decir que lo hiciesen sin sirvientes (había baúles, muchos baúles), sino sin marido, o esposo, o amante; es decir, sin un hombre que actuase como interlocutor frente a un entorno ajeno, que tomase decisiones sobre estancias, itinerarios, medios de transporte y que, por supuesto, pagase las facturas.
Aún hoy no es fácil para una mujer viajar en solitario a ciertos destinos. Miradas, gestos y actitudes generan una vulnerabilidad que puede llevar a la huida, al rechazo o al bloqueo. Pero la inquietud y la búsqueda vencen. También era así entonces.
En la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX los medios de transporte habían avanzado lo suficiente para garantizar una comunicación fluida con las colonias y, en consecuencia, facilitar el viaje a los espíritus inquietos.
Exploradores, cartógrafos, comerciantes y científicos recorrían territorios cuyos caminos, lenguas y costumbres desconocían. De retorno a la metrópoli, publicaban sus hallazgos en sociedades que, en ocasiones, habían financiado su misión.
Las mujeres les esperaban en casa. Si viajaban, lo hacían bajo el epígrafe de esposa o misionera. La exploración en solitario, justificada o no desde lo científico, era para ellas un acto de afirmación de la libertad que les era negada en su entorno inmediato.
Las que lo hacían emprendían el viaje como imperativo personal, sin el apoyo que las instituciones geográficas ofrecían a sus colegas masculinos. Todas ellas compartieron un espíritu transgresor, la reivindicación de su autonomía y una abrumadora capacidad para romper las normas.
GERTRUDE BELL
Era fabulosamente rica, y eso siempre ha supuesto una gran ayuda para lanzarse al mundo. Hija de un magnate inglés del metal, en sus viajes por Oriente Medio nunca abandonó su vajilla de porcelana, su guardarropa ni su bañera portátil.
Fue arqueóloga, arabista y escritora. Su relación con los jeques de las tribus locales la situó en una posición privilegiada para la Oficina Árabe inglesa de El Cairo, para la que colaboró como espía en la Primera Guerra Mundial.
Su misión más controvertida fue fijar las fronteras de Irak; labor que ya entonces se reveló amarga.
ISABELLA BIRD
La mala salud llevó a Isabella Bird a viajar. Un cuadro nervioso indefinido la impulsó hacia el deporte y el aire libre. Como remedio de sus males, en 1872 su familia la animó a recorrer a Australia, Hawái y Estados Unidos.
En Colorado escribió Vida de una dama en las montañas Rocosas, donde describe su relación con el forajido Rocky Mountain Jim: un hombre del que cualquier mujer se enamoraría, pero con el que ninguna se casaría.
A su vuelta a Inglaterra se unió sin excesivo entusiasmo a un cirujano que murió poco después, lo que le permitió iniciar un periplo misionero por India, Persia, Kurdistán y Turquía.
NELLY BLY
Nelly Bly comenzó su carrera haciéndose pasar por loca para escribir una crónica gonzo sobre el manicomio de Blackwell’s Island, en Nueva York, pero su consagración llegaría con el reto a la novela La vuelta al mundo en ochenta días.
Nelly consideraba que podía mejorar la marca de Julio Verne. Partió en solitario desde Manhattan con una pequeña maleta y un abrigo.
Navegó a Inglaterra y cruzó a Francia, donde visitó a Verne; desde Bríndisi atravesó el canal de Suez con escalas en Ceilán, Singapur y Japón, y llegó a Nueva Jersey el 25 de enero de 1890, 72 días tras su partida.
ALEXANDRA DAVID-NÉEL
La juventud de Alexandra David-Néel estuvo salpicada de experiencias místicas. Anarquista militante, cantante lírica y pianista consagrada, emprendió una personal peregrinación al Himalaya tras la disolución amistosa de su matrimonio.
Desde la India viajó a Sikkim en 1912, donde inició su aprendizaje como discípula de un lama con poderes paranormales.
Junto al joven Yongden, tres sirvientes y siete mulas atravesó el Tíbet con el rostro tiznado de negro y coletas de pelo de yak. Fue la primera mujer occidental en alcanzar la ciudad Lhasa, prohibida a los extranjeros.
Su conocimiento del tibetano le permitió acceder a manuscritos y maestros que la introdujeron a prácticas esotéricas como el tummo, o generación de calor interno, la levitación y la telepatía.
MAY FRENCH SHELDON
May French Sheldon, hija de plantadores sureños, se preguntó por qué no podía una mujer organizar una expedición a África.
La oposición social la reafirmó en su propósito y, en 1891, con el apoyo de su marido, embarcó a Mombasa. Allí logró hacerse con los 150 porteadores necesarios para transportar un aparatoso equipaje que incluía una bañera de zinc.
Como afirma en su obra De sultán a sultán, la exploradora creía en la dignidad y la capacidad intelectual de los nativos, por lo que favorecía el diálogo y el intercambio en forma de regalos.
Se presentaba ante los jefes masai con una peluca blanca, un vestido de pedrería y un sable. Funcionó. Bibi Bwana, la reina blanca, circunvaló el lago Chala, a los pies del Kilimanjaro, en un palanquín de mimbre.
MARY KINGSLEY
Los nativos llamaban a Mary Kingsley only me porque siempre viajaba sola, sin sirvientes, con una bolsa de té, un cepillo de dientes, un peine y una almohada.
Su inquietud era etnográfica. La lectura alimentó un interés que floreció cuando sus padres, un médico londinense y una cocinera de clase media, fallecieron en 1892. Tras una escala en las Islas Canarias se internó en Sierra Leona, Luanda y Angola.
Su formación como enfermera le permitió a ayudar a las poblaciones locales y conocer sus costumbres. Cazó antílopes con los caníbales fang, que utilizaban perros con cascabeles, y sumergió su atuendo victoriano en ciénagas saturadas de sanguijuelas en busca de ejemplares de peces que llevaría, en formol, al Museo Británico.
ANNIE LONDONDERRY
Annie Londonderry se podría considerar la primera viajera con sponsor: Londonderry Lithia, un refresco mineral que le ofreció cambiar su nombre por el de su marca. Un cartel de su patrocinador colgaba de la parte trasera de la bicicleta con la que daría la vuelta al mundo.
Un hombre ya lo había hecho en 1887, pero un grupo de notables bostonianos apostaron a que una mujer no sería capaz de lograrlo. El plazo eran quince meses y ofrecían 10.000 dólares.
Annie partió en junio de 1894. El contrato no indicaba los kilómetros que tenía que pedalear, de modo que recorrió una gran parte del trayecto embarcada.
Visitó Alejandría, Colombo, Singapur, Saigón, Hong Kong,Shanghái, Nagasaki, Kobe. Cruzó gran parte de Estados Unidos sobre dos ruedas. En Iowa, cerca de su destino, chocó contra una piara y se rompió la muñeca, por lo que llegó escayolada a recoger su premio.
EMILIA SERRANO DE WILSON
La familia granadina de Emilia Serrano de Wilson se había trasladado a París siguiendo a la reina María Cristina en el exilio. Su círculo, que incluía a Lamartine, Francisco Martínez de la Rosa y Alejandro Dumas, fomentó su afición por la literatura.
Cuando enviudó del barón Wilson sin descendencia enfocó su atención sobre América. Leyó a Colón, a Bartolomé de las Casas, a Humboldt y, en 1865, emprendió un viaje por Cuba y Puerto Rico.
Ese sería el germen de América y sus mujeres, una obra que creció a medida que recorría el continente. En sus páginas relata sus encuentros con políticos y campesinos, pero sobre todo con literatas militantes como Juana Manuela Gorriti en Argentina, la peruana Clorinda Matto de Turner o Soledad Acosta de Samper en Colombia. Mujeres activistas y conservadoras; el feminismo llegaría más tarde.
Nuestro álbum se iba llenando de vigilantes del mar elegantes y eternos. Testigos del paso del tiempo. Fuertes, día a día defendiéndose del cielo, leales salvaguardando los océanos.
Nosotros solo los tomábamos prestados. Les robábamos un día soleado, con viento de poniente y resignados nos dejaban que nos fotografiáramos con ellos, a sabiendas de que no podríamos ni secuestrarles ni arrebatarles su paraíso.
El de aquel mediodía se levantaba majestuoso a cincuenta metros sobre las aguas del Estrecho. Diferente a todos con esa escalera de caracol exterior que nunca treparíamos tenía un pasado legendario y defensivo que hablaba de Reyes e invasiones berberiscas.
Lo habíamos divisado desde el bunker o el fortín de la playa de Zahara, en lo alto y en la lejanía. Y hasta él que fuimos, primero en coche, y luego a pie ascendiendo despacio, dejando a un lado las mansiones elegantes y el transparente y turquesa mar.
Envuelto en el aroma de la vegetación del litoral gaditano dejó que lo hicieran faro, el mejor destino para el más insigne habitante del Cabo de Gracia. Erguido como soberano absoluto sobre la playa de los Alemanes y la del Cañuelo, en la cúspide de Atlanterra, a dos kilómetros de Zahara pero perteneciendo a Tarifa.
Así le conocimos. A su lado la imaginación voló hasta lo más alto, como uno de aquellos pilotos que bajo el globo de colores apenas le rozaban, mientras el viento les mecía a su alrededor.
Todos llegamos casi a la vez, todos le admiramos por igual, a todos nos faltó bajar la cabeza rindiéndole pleitesía al Faro de Camarinal.