¿Y cómo hablar del amor y no nombrar a Ángel González? Uno de mis imprescindibles.
Recuerdo la última vez que fuimos Javier (http://javierdiazgil.blogspot.com/) y yo a escucharle recitar sus poemas en la Residencia de Estudiantes (lugar que por cierto me gusta mucho, recogido y tranquilo, en pleno centro de Madrid). Estaba el Salón de Actos lleno. Pero llegamos prontito y ahí estábamos los dos en segunda fila. Le presentaba el poeta Luis Muñoz. De pronto a Angel González le dió un ataque de tos y no quería parar de recitar, pero nada que no se le pasaba, hasta que al final ya Luis Muñoz se impuso y dijo que si no nos importaba parar... Y claro paramos un buen rato. Si ahí estábamos todos entregados... Le costó al pobre recuperarse. Pero fue un recital tan natural como acostumbraba, sencillo, muy emotivo. Un lujo, siempre.
Qué dificil elegir...
ESO ERA AMOR
Le comenté: —Me entusiasman tus ojos.
Y ella dijo:
—¿Te gustan solos o con rimel?
—Grandes,
respondí sin dudar.
Y también sin dudar
me los dejó en un plato y se fue a tientas.
MUERTE EN EL OLVIDO
Yo sé que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees alto,
y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
-oscuro, torpe, malo- el que la habita...
Y mi preferida...
Me basta así
Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
—de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso—;
entonces,
Si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando —luego— callas…
(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta).
Angel González (1925-2008): Miembro de la Real Academia Española, fue galardonado, entre otros, con el Premio Antonio Machado en 1962, el Premio Príncipe de Asturias en 1985, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 1996 y el Primer Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada en el año 2004. En 1955 presenta su primer libro, Áspero mundo. Después le seguirían Sin esperanza, con convencimiento (1961); Grado elemental (1962), Tratado de urbanismo (1967), Breves acotaciones para una biografía (1971), Prosemas o menos (1985), Deixis de un fantasma (1992) y Otoño y otras luces (2001). Tras su muerte, su viuda publicó como obra póstuma Nada grave (2008).