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miércoles, 1 de noviembre de 2017

Tumbas en los arrozales de Vietnam



Los campesinos vietnamitas viven rodeados de arroz. 

Vas por la carretera hacia el delta del Mekong, miras hacia un lado y hacia el otro, y hasta donde alcanza la vista todo es un enorme arrozal: parcelas cubiertas de agua alternándose con cuadriculados campos coloreados de distintas tonalidades de verde. Y más cuadrículas, más agua, y más verde. Un infinito arrozal.

Pero si te fijas bien descubrirás que salpicando ese océano de arroz se diseminan pequeños sombreros cónicos, santo y seña de campesinos agachados, siempre trabajando, siempre hoz en mano. Y si aún te detienes más distinguirás pequeñas construcciones, pequeñas islas rodeadas de arroz, cuidadas y adornadas de distintos colores, solitarias y en grupito.

¿Y esas construcciones que se ven en los arrozales? ¿Qué son?
Tumbas, son las tumbas de los antepasados de los agricultores.

Los campesinos vietnamitas viven y mueren rodeados de arroz. 

Miras hacia un lado y hacia otro, y se repiten las tumbas de los campesinos que un día lejano trabajaron esas tierras. Sus hijos, sus nietos los entierran cerca de ellos, en la misma tierra que araron con sus búfalos de agua. Los muertos permanecen así cerca de sus familias y sus tumbas están cuidadas con respeto, mimo y cariño.

Como los campesinos vietnamitas yo también quiero que mis seres queridos se queden cerca, a mi lado siempre. Y aunque aún me cuesta porque duele la ausencia, estoy aprendiendo a recordarles con una sonrisa. Una sonrisa húmeda y cálida como las tierras de los vietnamitas, una sonrisa que vaya empapando de calidez de fuera hacia dentro.











Siempre a primeros de noviembre me gusta hacer una entrada relacionada con el día de Todos los Santos y el de los Difuntos. En el blog ya hay unas cuántas entradas relacionadas con este día donde hemos visitado varios cementerios especiales o curiosos. Por si queréis echarle un vistazo os dejo con el enlace:





viernes, 20 de octubre de 2017

"El templo de la literatura" de Hanoi




Cuando vayas a Hanoi no dejes de visitar el templo de la Literatura.


Sé que las motos te ensordecerán, sé que pensarás que vas a terminar atropellado, pero sé también que aprenderás a domesticar el miedo, aprenderás a cruzar mirando al frente sin titubear porque al fin te darás cuenta que son las motos quiénes te van a esquivar.


Cuando vayas a Hanoi, cruza las calles que tengas que cruzar, encomiéndate a los espíritus protectores de tus antepasados que decía Tung, pero no dejes de visitar el Templo de la Literatura.


Con ese nombre no podría defraudarte.


Encontrarás un oasis de silencio transpirando tranquilidad. Impregnado de tanta historia que te atrapará. Construido en el 1070 en honor a Confucio, además de ser un edificio religioso fue la primera universidad de Vietnam y estuvo en funcionamiento siete siglos.


Allí se formaron los mandarines y los hijos de la realeza primero, después todos aquellos que merecieron estar entre los primeros porque se hizo prestigiosa por la dificultad de sus exámenes y pruebas que se hacían cada tres años.


Allí permanece el nombre, la fecha de nacimiento y logros de los que las superaron esculpido en enormes losetas de piedras que permanecen apoyadas sobre tortugas. La longevidad y la inteligencia se representan con ellas.


Allí te esperan jardines y estanques, altares y grullas sobre tortugas. Allí verás al final el pabellón dedicado al emperador donde a golpe de tambor y campana se llama a los humanos y los buenos espíritus.


Cuando vayas a Hanoi no dejes de visitar el templo de la Literatura.








82 estelas, con nombres y orígenes de 1307 médicos, correspondiente a 82 cursos de examen de 1442 a 1779.

El patio de los Sabios

Santuario Dai Thanh, con el altar dedicado a Confucio

Último patio, dedicado a los padres de Confucio, donde se situaba la Universidad

Santuario Kai Thanh, donde se venera a tres emperadores: Ly Thanh Tong, que ordenó la construcción del templo; Ly Nhan Tong, que fundó la Universidad, y Le Thanh Tong, que reformó el sistema de educación.







El templo de la Literatura. Van Mieu.

Atardecía, y engalonado de colores y luces, lo conocí yo un septiembre que terminaba. Leones perros y tres puertas para acceder. Mientras iba atravesando sus cinco patios separados de puertas ornamentales, una de ellas con un nombre tan precioso como el recinto entero: La Puerta de la Constelación de la Literatura, agradecí en silencio el verme allí.  

Bajo peces de papel y farolillos blancos. Bajo luces tenues y rojas.
Porque cuando fui a Hanoi, fui al Templo de la Literatura. Una tarde, una mañana. Y al día siguiente con la luz del sol lo reconocí aún más espacioso, más vistoso, más especial, a pesar de estar más concurrido, por Tung, por nosotros, por los demás. 

Confucionismo y ofrendas. Naturaleza y sabiduría, antepasados y armonía.

Cuando vayas a Hanoi no dejes de visitar el Templo de la Literatura. 
Tus sentidos te lo agradecerán. Tu espíritu más.

Puerta de la Constelación de la Literatura

Cuando vayas a Hanoi...