Era septiembre de 2023, y acabábamos de volver de la isla de Corfú, que me había encandilado con ese aire decadente, tan mediterráneo, tan griego. Con esos tonos albero en sus fachadas descascarilladas, esa calma en el ambiente, y ese azul rodeándote hasta donde alcanza la vista. Me encantó. Corfú no es espectacular, pero tiene un toque tan doméstico, tan plácido y abarcable que me gustó mucho. Y entonces vi que en el teatro de la Abadía seis meses después iba a recitar sus poemas Aurora Luque (1962, Premio Nacional de Poesía 2022) y conociendo su poesía tan cercana a los clásicos, al verano, al mar, y que una es débil, no me pude resistir.
Seis meses han estado nuestras entradas esperándome en la cómoda y por fin llegó el día.
Me relaja mucho su poesía, tan mediterránea y clásica.
Dividió el recital en seis islas y fueron alternándose, recitando los poemas que había elegido para cada uno de esos apartados, tanto ella como la actriz y directora Toñi Martín que lee muy, muy bien. En el apartado de la música también se alternaban. Por un lado, estaba la cantautora Cristina Ronsenvinge con sus canciones dedicadas a Safo que pertenecían a su obra teatral del mismo nombre, en la que también intervino Aurora Luque. La poeta es traductora de poesía y doctora en Filología Clásica. Y al violín estuvo Joan López de Soria Homar que nos deleitó con tres composiciones propias, mientras se proyectaban dibujos de unos artistas.
Entre el público, que yo reconociera, el también poeta y nombrador Fernando Beltrán, y el director de teatro Juan Mayorga, y una sala José Luis Alonso del teatro de la Abadía llena de oídos atentos.
Dos ataques de tos de este constipado eterno que tengo me lo hicieron pasar fatal, pero cómo lo disfruté. Fue resetearse por dentro, procurarse una dosis extraordinaria de belleza y calma para seguir adelante. Un lujo un miércoles cualquiera.
El mismo teatro de la Abadía parece un oasis en medio de Chamberí.
Ojalá que los dioses
me abandonaran. Todos.
Despertarme, de pronto,
desprovista de mapas,
limpia de certidumbres
añosas, despojada
de falacias y fábulas,
desnuda de pronombres
y atuendos de palabras
-sobre todo.
Ojalá
que los dioses, corteses,
todos me abandonaran.