Estoy leyendo en este momento el tercer libro de la trilogía de Milleniun “La reina en el Palacio de las Corrientes de Aire”. No me leí el primero de ellos porque vi la película. Y la verdad es que me pareció tan entretenida y con un personaje tan rico en matices como era Lisbeth Salander que me apetecía mucho saber más sobre ella y la historia. Así que este verano me he leído en una semana el segundo libro: “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina” y ahora estoy enfrascada en el tercero, deseando tener un ratito para volver a él. Lo confieso los estoy devorando.
Sobre esta trilogía hay un acérrimo enfrentamiento entre los partidarios y los no partidarios. Claros ejemplos de ellos han sido las palabras de Donna León o de Vargas Llosa al respecto. No puede negarse que parece contagioso lo de leerse a Larssom o lo de criticarle ya sea a favor o en contra. Pero es indudable también que sus tres libros han conseguido cifras espectaculares de ventas. No sé cual es el secreto de esa pasión que ha levantado, quién lo supiera. Pero sí que creo que nadie puede negar que el autor ha sabido como crear empatía con el lector, porque ¿quién solo por contagio o porque se lo han recomendado se va a leer tres libros de casi mil páginas?
En cualquier caso, sea por lo que sea, a mí las dos últimas me parecen muy entretenidas. Y creo sinceramente que de haberme leído la primera, me lo hubiera parecido aún más.
De cualquier modo esta entrada en el blog es para hablar de sus personajes. Porque creo que eso es lo mejor de esta trilogía. Lo que más me gusta. Bien sé, lo difícil que es crear un personaje que tenga verosimilitud, que tenga proximidad. En los libros de Larsson hay muchos, muy diferentes, pero bien definidos. Y dentro de ellos, como ya he dicho, tengo debilidad por uno de sus protagonistas, el personaje de Lisbeth Salander. Personaje que según el propio autor surgió ante la pregunta: ¿Cómo sería Pippi Calzaslargas si hubiera crecido en la sociedad actual?
Lisbeth es rara, nunca habla de sí misma, es conflictiva, compleja, antisocial, traumatizada, pero al mismo tiempo tiene un ideal de justicia social impecable, es defensora acérrima del desprotegido y posee unas cualidades intelectuales asombrosas. Para alguien como yo a quién le gusta escribir e inventar personajes, el de Lisbeth me parece muy atractivo, tanto por su físico como por sus cualidades internas. Es un personaje lleno de matices, una caja de sorpresas.
Como dice Vargas Llosa el 6 de septiembre en EL PAÍS : “…Qué sería de la pobre Suecia sin Lisbeth Salander, esa hacker querida y entrañable … Menos mal que está allí esa muchacha pequeñita y esquelética, horadada de colguijos, tatuada con dragones, de pelos puercoespín, cuya arma letal no es una espada ni un revólver sino un ordenador con el que puede convertirse en Dios -bueno, en Diosa-, ser omnisciente, ubicua, violentar todas las intimidades para llegar a la verdad, y enfrentarse, con esa desdeñosa indiferencia de su carita indócil con la que oculta al mundo la infinita ternura, limpieza moral y voluntad justiciera que la habita, a los asesinos, pervertidos, traficantes y canallas que pululan a su alrededor…”
Lo reconozco me gusta mucho este personaje. Y no creo que sea solo porque crecí al mismo tiempo que Pippi Calzaslargas, esa amiga rara con quién me encontraba cada tarde de domingo en ese patio enorme en blanco y negro que era la primera cadena de tve. No, no es solo por eso. Pero ya me gustaría a mí haber crecido tan rica en matices como ella. Eso es la magia de la literatura, de la escritura, que te permite inventar personajes tan maravillosos, tan completos, que difícilmente existirían en la realidad.
©Rocío Díaz Gómez
Sobre esta trilogía hay un acérrimo enfrentamiento entre los partidarios y los no partidarios. Claros ejemplos de ellos han sido las palabras de Donna León o de Vargas Llosa al respecto. No puede negarse que parece contagioso lo de leerse a Larssom o lo de criticarle ya sea a favor o en contra. Pero es indudable también que sus tres libros han conseguido cifras espectaculares de ventas. No sé cual es el secreto de esa pasión que ha levantado, quién lo supiera. Pero sí que creo que nadie puede negar que el autor ha sabido como crear empatía con el lector, porque ¿quién solo por contagio o porque se lo han recomendado se va a leer tres libros de casi mil páginas?
En cualquier caso, sea por lo que sea, a mí las dos últimas me parecen muy entretenidas. Y creo sinceramente que de haberme leído la primera, me lo hubiera parecido aún más.
De cualquier modo esta entrada en el blog es para hablar de sus personajes. Porque creo que eso es lo mejor de esta trilogía. Lo que más me gusta. Bien sé, lo difícil que es crear un personaje que tenga verosimilitud, que tenga proximidad. En los libros de Larsson hay muchos, muy diferentes, pero bien definidos. Y dentro de ellos, como ya he dicho, tengo debilidad por uno de sus protagonistas, el personaje de Lisbeth Salander. Personaje que según el propio autor surgió ante la pregunta: ¿Cómo sería Pippi Calzaslargas si hubiera crecido en la sociedad actual?
Lisbeth es rara, nunca habla de sí misma, es conflictiva, compleja, antisocial, traumatizada, pero al mismo tiempo tiene un ideal de justicia social impecable, es defensora acérrima del desprotegido y posee unas cualidades intelectuales asombrosas. Para alguien como yo a quién le gusta escribir e inventar personajes, el de Lisbeth me parece muy atractivo, tanto por su físico como por sus cualidades internas. Es un personaje lleno de matices, una caja de sorpresas.
Como dice Vargas Llosa el 6 de septiembre en EL PAÍS : “…Qué sería de la pobre Suecia sin Lisbeth Salander, esa hacker querida y entrañable … Menos mal que está allí esa muchacha pequeñita y esquelética, horadada de colguijos, tatuada con dragones, de pelos puercoespín, cuya arma letal no es una espada ni un revólver sino un ordenador con el que puede convertirse en Dios -bueno, en Diosa-, ser omnisciente, ubicua, violentar todas las intimidades para llegar a la verdad, y enfrentarse, con esa desdeñosa indiferencia de su carita indócil con la que oculta al mundo la infinita ternura, limpieza moral y voluntad justiciera que la habita, a los asesinos, pervertidos, traficantes y canallas que pululan a su alrededor…”
Lo reconozco me gusta mucho este personaje. Y no creo que sea solo porque crecí al mismo tiempo que Pippi Calzaslargas, esa amiga rara con quién me encontraba cada tarde de domingo en ese patio enorme en blanco y negro que era la primera cadena de tve. No, no es solo por eso. Pero ya me gustaría a mí haber crecido tan rica en matices como ella. Eso es la magia de la literatura, de la escritura, que te permite inventar personajes tan maravillosos, tan completos, que difícilmente existirían en la realidad.
©Rocío Díaz Gómez